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De Benedicto XV a Benedicto XVI. Los Papas contemporáneos y el proceso de secularización

Mario Fazio

Ediciones Rialp

Madrid 2009

185 pág.

 

Este interesante libro llega a las siguientes conclusiones: “de Benedicto XV a Benedicto XVI, la Iglesia contó con pontífices «expertos en humanidad», fieles a su misión. Provenientes de distintas naciones y estratos sociales, con personalidades muy diferentes entre sí, los Papas de este período, desprovistos de poder humano pero confortados con la asistencia divina, han sido image-7871e22085591e3dac5f11090a5e2a9cauténticos testigos de la verdad. Nunca en la historia de la Iglesia moderna se han sucedido en el trono de Pedro vicarios de Cristo tan convincentes, convirtiéndose, para toda la humanidad, en custodios y garantes de la dignidad de la persona. La coyuntura actual exige de los cristianos coherencia de vida para actuar con fecundidad en la plaza pública –superando los obstáculos que un laicismo militante quiere imponer a toda manifestación trascendente– y un empeño decidido en la salvaguarda de la dignidad de la persona humana, desde su concepción hasta la muerte natural, que la dictadura del relativismo querría desconocer. A nosotros nos toca construir la ciudad de los hombres, iluminados por el bagaje doctrinal del último siglo” (p. 175).

La tesis que trata de probar a lo largo de sus páginas es por tanto que los pontífices mencionados ofrecen un cuerpo doctrinal abundante para que la Iglesia haga frente a lo que sucede en el mundo contemporáneo, en particular al proceso de secularización.

Este proceso tiene al menos dos significados distintos. El primero consiste en una desclericalización del mundo medieval, a través del redescubrimiento de la autonomía relativa de lo temporal. En este sentido se puede hablar de una Modernidad cristiana, en cuanto se toma conciencia, de forma más madura, de la relación armónica entre los órdenes natural y sobrenatural. El segundo sentido de secularización, se identificaría con la afirmación de la autonomía absoluta del hombre, que corta todos los puentes con una posible instancia trascendente. Se pretende explicar el sentido último de la existencia humana dentro del mundo intraterrenal, sin acudir para nada al más allá.

El libro tiene el mérito de separar estos dos significados con claridad. Y, subraya en primer lugar, la presencia del sentido de secularización como desclericalización, como toma de conciencia de la autonomía relativa de lo temporal, y afirma que esta versión de la secularización es profundamente cristiana, “mucho más que el clericalismo de un cierto Medioevo. Ejemplos de esta desclericalización son las doctrinas de la segunda escolástica española –en particular, la Escuela de Salamanca fundada por Franciso de Vitoria, que aplica con valentía y libertad de espíritu la distinción de órdenes a la problemática que surge después del descubrimiento de América–, el liberalismo moderado de los padres fundadores de los Estados Unidos a finales del siglo XVIII, la doctrina política de Alexis de Tocqueville en el siglo XIX, o las afirmaciones a favor de la secularidad en los documentos del Concilio Vaticano II, y más en concreto en la Gaudium et spes y en el Decreto Dignitatis humanae” (p. 15).

Respecto a la secularización entendida en sentido fuerte –como la afirmación de la autonomía absoluta del hombre– Pío IX, Pío XII, el Concilio Vaticano II y Juan Pablo II hacen sonar su voz cuando denuncian la visión antropológica reductiva que comporta y hacen ver las consecuencias a las que lleva esa postura radical.

¿Por qué se elige en la exposición comenzar con Benedicto XV? Responde el autor: “porque este pontificado coincide con el inicio de la Primera Guerra Mundial, hecho histórico clave para comprender la crisis de la cultura de la Modernidad en la que estamos todavía inmersos: la Gran Guerra es un mentís al optimismo decimonónico liberal y positivista que pensaba que el siglo XX sería el siglo de la glorificación prometeica de la humanidad. En las trincheras de media Europa esta ilusión se desvaneció rápidamente. La Primera Guerra Mundial inaugura un período cultural nuevo, no tanto porque se cambian las categorías mentales, sino porque se palpan las consecuencias sociales, económicas, políticas y morales de esas mismas categorías ideológicas” (p. 16).

Y se acaba con Benedicto XVI porque le parece al autor que en los temas afrontados hay una gran continuidad desde el Concilio Vaticano II hasta los pontificados de Juan Pablo II y de Benedicto XVI.

No se trata en esta exposición de hacer una historia de la Iglesia sino de valorar los diagnósticos, juicios de valor y propuestas que hacen los Papas ante ese mundo contemporáneo que se les presenta a cada uno con sus perfiles característicos de cada época. Intentan dar una respuesta a la pregunta de qué debe hacer la Iglesia antre las realidades que se va encontrando.

El libro se estructura en dos partes. La primera analiza los pontificados de Benedicto XV, Pío XI y Pío XII, con una introducción sobre el Magisterio papal del siglo XIX. La segunda parte trata del Concilio Vaticano II y su desarrollo en los pontificados siguientes: los de Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.

El autor lleva años ocupándose del tema Cristianismo y Modernidad. Tiene otros títulos de carácter filosófico y de historia de las ideas que completan el panorama sobre esta importante problemática. Sin duda constituyen un análisis acertado para cualquier lector que quiera comprender mejor nuestro tiempo y colaborar para construir un mañana mejor.

Joaquim González-Llanos

  • 22 marzo 2010
  • Mario Fazio
  • Número 34

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