Archivo > Número 43

El misteri de l'assassinat del bisbe de Barcelona

Ponç Feliu - Miquel Mir

Ed. Pòrtic

Barcelona, 2012

199 págs.

 

Dos intelectuales interesados por el tema de la vida y muerte del obispo de Barcelona, Manuel Irurita, acaban de publicar un estudio sobre el misterioso asesinato del mencionado obispo. Estos autores  han escrito a menudo sobre image-b7620ecd25b8c823fa9c22e4a7be1414diferentes aspectos: son Ponç Feliu –que fue decano del Colegio de Abogados de Girona y magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña– y Miquel Mir, documentalista e investigador. Ambos han narrado conjunta  –y casi exhaustivamente– toda la trayectoria o itinerario del obispo Irurita, desde el comienzo de su mandato, pasando por la proclamación de la Segunda República hasta llegar a la Guerra Civil y a su misteriosa desaparición y posible o dudosa muerte entre 1936 y 1939.

El libro presenta las distintas hipótesis que se han dado sobre esta muerte y que han llevado de cabeza a muchos historiadores de la Iglesia –el padre Sospedra, el padre Raguer, mosén Bada, etc.– y las más altas autoridades eclesiásticas del Vaticano, los obispos españoles contemporáneos suyos –por ejemplo, el Cardenal Vidal y Barraquer–, el padre Torrent que gobernaba de facto la diócesis, etc., de tal manera que algunos dudaban, incluso, que Manuel Irurita hubiera sido martirizado, tal como se dijo durante muchos años, durante y después de la Guerra Civil española. Por eso, la Santa Sede detuvo, una o dos veces, la Causa de su Beatificación como mártir de la Fe debido a los grandes interrogantes dejados por el obispo al final de su vida. El mismo hecho de que el Santo Padre no proveyera, con un nuevo obispo, la diócesis de Barcelona hasta 1942 –con el nombramiento de Gregorio Modrego– mostró las diversas, y a veces muy extrañas, informaciones contradictorias que hubo en torno a la muerte martirial de Irurita. Muchos vieron en la tardanza del nuevo nombramiento un claro signo de las dudas vaticanas.

El libro que presentamos comienza por una introducción sobre el incierto y empinado camino hacia los altares del Dr. Manuel Irurita. Tiene una primera parte dedicada al obispo en torno a los años de la Segunda República, con los hechos de octubre de 1934 inclusive; su visión de esta época en cuanto a los aspectos libertarios y laicistas de aquellos años, el pensamiento del obispo sobre el supuesto poder omnímodo de la masonería. También narran sus relaciones con los demás obispos del país; su reacción ante el alzamiento militar del 18 y 19 de julio de 1936, etc.

En una segunda parte, los autores destacan su itinerario intraeclesial, hasta llegar a su nombramiento como obispo de Barcelona. Abordan, tanto su forma de juzgar los acontecimientos de la pre-guerra civil como su desaparición o fuga y la acogida en casa de unos amigos, durante los primeros tiempos de la revuelta militar. El obispo Irurita salió del Palacio Episcopal el 20 de julio y se alojó  por largos meses en casa del amigo joyero Antonio Tort, en la calle del Call. Dicen que Durruti le facilitó la huida a cambio de dinero y joyas para poder financiar la FAI y la Generalitat. En todo caso, Irurita y su sobrino Marcos Goñi estuvieron unos cuatro meses escondidos en casa de este amigo, junto con otros refugiados y refugiadas.

Finalmente, parece que fue descubierto, capturado y encarcelado durante un tiempo, y que posiblemente fue fusilado –por parte de los anarquistas de la FAI– junto al cementerio de Moncada, en los primeros meses de la Guerra, junto con los que le habían acogido y escondido. Pero todo esto no está del todo demostrado, ya que también parece que fue protegido por algunas personas e instituciones interesadas  en mantenerlo vivo,  se dice que Durruti, la Cruz Roja y el Consulado francés, entre otros, intervinieron  con el fin de intercambiarlo por un político que estaba en manos de Franco.

Termina la obra con una tercera parte, donde se dan varias hipótesis de trabajo, que van desde el encarcelamiento en el castillo de Montjuïc o la muerte violenta tras la entrada de las tropas del Generalísimo en Barcelona... hasta el hecho de una nueva y extraña desaparición el mismo día 28 de enero de 1939, después de que unos conocidos suyos le reconocieran al salir del Palacio Episcopal –incluso   hablaron con él– acompañado por dos individuos que se lo llevaban. Estos conocidos fueron el médico Raventós, el señor Aragonés y sus hijos pequeños, uno de ellos es actualmente canónigo de la Catedral de Barcelona. Se habla también de su posible retiro en un monasterio en el sur de Francia, por  especiales circunstancias que no favorecían su continuación como obispo de Barcelona: como unas cartas comprometedoras de Irurita apoyando la República para escaparse de la muerte, o bien otros motivos de tipo psicológico. Estos últimos se originarían por el sufrimiento padecido, en su interior, al tener noticias de que tantos sacerdotes diocesanos y religiosos eran asesinados, sin que él  hubiese dado la cara –estando escondido o desaparecido– durante todos estos años que van desde 1936 a 1939.

Hay documentos que parecen desmontar la primera versión oficial del asesinato. El padre Raguer ha estudiado una carta de Manuel de Irujo Ollo, ministro de Justicia del Gobierno republicano, firmada el 27 de enero de 1938 y dirigida al filipense padre Torrent, vicario general en funciones en la diócesis barcelonesa. En esta carta, el ministro escribe: «El señor Ministro de Estado me comunica que acepta el intercambio del sacerdote Manuel de Luis (Irurita) por el ex-diputado catalán Sr. Carrasco i Formiguera, condenado a muerte y en espera de ejecución»... Se ve que Franco era contrario a cualquier intercambio y prefería que Irurita se convirtiera en mártir. Los únicos canjes a los que accedía Franco eran los de aviadores alemanes porque los nazis se lo exigían. Franco tampoco quería que se abrieran los templos de la diócesis como pedía Irujo ni accedía a  las demandas de un armisticio que los demócratas cristianos europeos (Maritain, por ejemplo) hacían para llegar a una reconciliación final de las dos fuerzas en litigio. El padre Raguer está convencido de que Irurita no murió asesinado en 1936, que seguía vivo en los años 1938 y 1939,  e incluso después. Y que el misterio se resolverá cuando se puedan encontrar algunos documentos que están en el Archivo Vaticano: el asesinato de 1936 se debe descartar completamente, según Raguer, aunque hay testimonios escritos de anarquistas que aseguran lo contrario y que se reflejados claramente en el libro.

Tampoco los autores olvidan recordar que el 17 de junio de 1939 se celebró solemnemente su funeral y entierro, lo cual sería muy curioso en el caso de que no hubiera muerto todavía. Pero así se hizo. Las dudas se mantienen aún hoy en día en cuanto a la identidad de los restos del cadáver enterrado ese día en la Catedral –después de unos análisis de ADN del año 2006­, porque los resultados son compatibles con su sobrino Marcos Goñi, que también se había refugiado en casa de la familia Tort y que sí fue asesinado junto con personas de esta familia.

Los autores no tienen respuestas contundentes a tantos enigmas. Tampoco dan por ciertas algunas de las hipótesis. Algunas las descartan, como es el traslado del obispo Irurita a la URSS. Pero sí hacen muy patentes todas las contradicciones en torno a estos años de desaparición. También se sirven de algunos escritos del padre Bada, los recogidos en el libro Societat i Església a Catalunya (2011).

Toda la obra de Feliu y de Mir se lee de un tirón, ya que el tema es muy interesante, apasionante y muy bien narrado. El hecho es que el tema ha sido constantemente debatido y no se ha llegado nunca a ninguna certeza en cuanto al enigmático asesinato o no, martirio o no, del obispo Manuel Irurita y Almandoz.

La lectura de esta obra nos ilustra y adentra un poco más en el «misterio Irurita».

Josep Vall i Mundó

  • 22 noviembre 2012
  • Ponç Feliu - Miquel Mir
  • Número 43

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