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El debate de los minaretes

Referéndum en Suiza sobre la construcción de minaretes en su territorio

El resultado del referéndum de Suiza, que prohíbe la construcción de minaretes en territorio helvético, ha creado una gran conmoción en todo el mundo, pero al mismo tiempo ha abierto un intenso debate sobre esta cuestión donde se mezclan temas religiosos, cívicos y democráticos.

Prohibir la construcción de minaretes parece de entrada un flagrante atentado contra la libertad religiosa y contra los derechos fundamentales de las personas, recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Convenio image-71442e1f1962c6b5a7d4d3c69960abf4Europeo de Derechos Humanos y en otros textos internacionales. Por eso es conveniente hacer una reflexión serena sobre los motivos por los que se ha llegado a esta situación y sus consecuencias.

 

Un resultado electoral claro

El resultado del referéndum suizo no da pie a discusión. Un 57% de los votantes ha votado a favor de la prohibición y 26 de los 30 cantones del país helvético han apoyado la iniciativa. Estos datos llaman la atención, teniendo en cuenta que la mayoría de los partidos políticos, incluyendo el mismo gobierno federal, no estaban de acuerdo con esta iniciativa de prohibición. La consulta ha sido propiciada por la UDC, un partido populista y de extrema derecha que parece que se ha llevado claramente el gato al agua.

Como consecuencia de estos resultados, la Constitución suiza será cambiada e incluirá este curioso apartado referente a arquitectura religiosa. Sólo fueron necesarias 100.000 firmas para convocar el referéndum, y, después de oír la voz del pueblo, Suiza tendrá una constitución que llamará la atención en todo el mundo porque contempla la prohibición de minaretes.

 

Un país muy "democrático"

Es difícil comprender estos resultados. Nadie que crea en la pluralidad, en el respeto a la diversidad cultural y religiosa, puede entender que un país moderno y democrático europeo pueda haber tomado una determinación como ésta.

Sin compartir en absoluto la opinión mayoritaria de los votantes suizos, hay que aceptar que esta iniciativa es una lección de democracia. Suiza se caracteriza por someter a referéndum cuestiones que aunque a muchos nos pueden parecer triviales o incluso ridículas, importan a los ciudadanos y se quiere oír la voluntad directa del pueblo, sin la intervención de los partidos políticos.

Algunas democracias padecen un distanciamiento entre los electores y los partidos políticos, por los que no se sienten suficientemente representados. Para evitar esta desafección es bueno que de vez en cuando se sepa la opinión directa de los ciudadanos y no sólo la de las formaciones políticas. Ejemplos de todo esto los tenemos en algunos referéndums sobre la Constitución europea, donde a pesar de que los principales partidos estaban a favor, los ciudadanos se desmarcaron de sus representantes y votaron en contra

 

El aborto y otras cuestiones también candentes

Aplicando el mismo criterio, sería bueno que algunas cuestiones que preocupan a los ciudadanos pudieran ser decididas directamente por ellos mismos. ¿Qué pasaría si en el Estado Español se pusiera a referéndum la nueva ley del aborto? Pues quizá más de uno tendría una sorpresa, porque algunas encuestas bastante fiables demuestran que hay una mayoría de ciudadanos que no entienden como chicas menores de dieciocho años pueden abortar tranquilamente sin tener en cuenta la opinión de los padres.

El hecho de que el Parlamento, con una ligera ventaja de los partidos de izquierda y de algunos partidos con electores tradicionalmente católicos como el PNV, se apruebe esta ley, no significa que los ciudadanos en su totalidad estén de acuerdo, ni tan sólo por una mayoría simple.

 

El argumento de la defensa de una determinada identidad

Los defensores de la prohibición de los minaretes argumentaban una pérdida de la identidad cultural suiza. Parece que les hace daño a los ojos que al pasar por sus calles vean algunos minaretes. Es como aceptar públicamente que image-3351e0820efcb4fef87a2938ad578a47se han dejado dominar por una cultura ajena y como un primer paso en la pérdida de sus valores y de su propia realidad como nación.

Pero esta decisión no es más que esconder la cabeza bajo las alas. Al no ver minaretes ya tienen tranquila la conciencia nacional y cultural, pero no se dan cuenta que la realidad existe, que los musulmanes seguirán estando en su país, y que muchos emigrantes forman también parte de la realidad suiza, guste o no guste.

Suiza, como muchos otros países europeos, ha tenido que aceptar los inmigrantes, como consecuencia de algunos de sus propios pecados. La baja natalidad, la comodidad que se resumiría en aquel dicho de " trabajos que nadie quiere, para los inmigrantes", nos han llevado donde estamos. Se ha aceptado la inmigración para paliar las propias deficiencias, pero luego no se quieren respetar los derechos de los inmigrantes.

 

El miedo del Islam

Considerar el Islam como un enemigo de nuestra civilización es un clásico dentro de las concepciones más racistas y xenófobas europeas. Es muy fácil criticar al Islam, sobre todo a los islamistas más radicales, que ciertamente existen.

Es fácil provocar el miedo, cuando se muestran imágenes de lapidaciones, el burka de las mujeres, ablaciones de clítoris, etc. O cuando se hace referencia al terrorismo islamista de Al Qaeda y otras organizaciones que llaman a la Yihad o Guerra Santa. O cuando brigadas islamistas se pasean por Europa amenazando a los fieles islámicos que se saltan algún punto de la ley coránica.

En este sentido, poner el Islam como enemigo ha sido muy rentable para determinadas formaciones de extrema derecha, que gracias a campañas muy populistas consiguen muchos votos basados en el miedo y no en argumentos racionales y lógicos.

 

El peligro de la generalización

No se puede generalizar y argumentar que todos los fieles musulmanes sean radicales o peligrosos. Muy al contrario, muchos de los fieles islámicos que hay en Suiza se han occidentalizado claramente y se han adaptado culturalmente a las costumbres del país que los ha acogido.

Las generalizaciones son malas y hacen mucho daño. De una manera muy concreta en contra de las religiones. Ya sabemos que la gente de poca cultura e información tiende a generalizar con todos los peligros que ello conlleva. Si image-4b024ea87c3f05d9d7bce528b15e8845aparece un sacerdote pederasta en los medios de comunicación, siempre saldrán varias personas que afirmarán con toda rotundidad: "Todos los curas son unos pederastas".

Dentro de la religión islámica, como dentro del cristianismo, hay de todo. Hay posturas criticables y fieles que no merecerían llevar ese nombre. Pero también es cierto que dentro de los musulmanes hay personas que viven su fe con normalidad, ayudando a los demás y respetando plenamente las costumbres de los países donde sus necesidades materiales y económicas les han empujado a vivir.

 

Un miedo no justificado

Desde fuera podríamos pensar que los niveles de inmigración musulmana es muy grande y que, además, se trata de musulmanes a los que se podría poner el cartel de "islamistas peligrosos". Pero nada más lejos de la realidad.

La población musulmana en Suiza representa un 4,18% del censo, es decir, unos 310.000 habitantes de un total de 7,4 millones. Pero la cifra más curiosa es que sólo hay cuatro mezquitas en Suiza. Es decir, que todo este revuelo ha sido ocasionado por cuatro posibles minaretes.

Por otra parte, esta población musulmana, originaria mayoritariamente de la zona balcánica, está muy alejada de cualquier tipo de extremismo , y su capacidad de adaptación e integración es muy grande.

Sin duda que el populismo ha jugado bien sus cartas, ha vendido una imagen y unos peligros que no corresponden a la realidad, pero ha conseguido su objetivo. Otros países deberían tomar nota, porque el populismo antiinmigración no continúe ganando batallas en nuestro continente. 

Ramon-Octavi Sánchez Valero

Sacerdote y periodista

  • 12 marzo 2010
  • Ramon-Octavi Sánchez Valero
  • Número 34

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