Archivo > Número 30

Palabras para superarse

 

Ediciones STJ

Barcelona, 2008

229 págs.

 

Ha salido el título 14 -si contamos las versiones castellana y catalana que se han hecho- de los libros de Josep Maria Alimbau que, con un aire parecido, pero diferentes por la temática concreta, se han publicado en una Colección de Ayuda Personal, de Ediciones STJ, promovida por M. Victòria Molins. Digamos, además, que del primero, Palabras para el silencio, entre las dos versiones se han hecho ya 25 ediciones. Todos están presentados de manera sugerente, respetuosa, estimuladora: Empieza el título con "Palabras para..." Y a continuación, en cada uno, figura una actitud adecuada ante un valor humano, que el autor quiere alimentar: el silencio, la alegría, el sufrimiento, y orientar los esfuerzos del lector "para la vida", "para los momentos difíciles", "para vivir mejor", y en el de ahora "para superarse".

 

En este libro –y también en todos los otros– Josep M. Alimbau ha seleccionado numerosas citas que ha extraído de sus lecturas de escritores clásicos y contemporáneos, en una gran variedad y sin discriminaciones ni exclusiones, que reflejan el espíritu amplio, abierto, del autor, en quien aparece el educador que ha sido siempre –y es– y también comunicador, de palabra y por escrito. Ha escrito mucho y ha hablado mucho, pero también ha leído y ha escuchado.

 

Se capta en sus escritos un conocimiento directo de los clásicos grecolatinos que están en la base de nuestra civilización, y que han influido poderosamente en su formación humana y moral, y se ven los resultados de un hábito de lectura que le ha llevado a vivir el consejo de los clásicos: "Legere, et nihil seligere, negligere est", es decir: "Leer y no seleccionar nada, equivale a olvidar".

 

De todas formas, erraría quien pensara que su obra está hecha fundamentalmente de citas. En sus escritos importa más el esquema o la síntesis que él ha hecho de cada tema, desde una perspectiva cristiana, con unas ideas básicas que quiere comunicar, y añade los pensamientos de diversos autores. Sin embargo, bien mirado, lo más importante en el libro son las consideraciones personales que el autor hace, todo aquello que no va entrecomillado, y no sólo el lucimiento de la cita.

 

Me atrevería a adivinar momentos o circunstancias de la historia contemporánea y de la vida de la cultura que han influido en su talante y en el bagaje de sus conocimientos. Hombre bueno, formado en ámbitos familiares y académicos estimulantes, exigentes, ejemplares, que le han dejado una impronta que le lleva a valorar todo lo que tiene relación con la voluntad, la firmeza y la generosidad que hace falta para aplicar esfuerzo, constancia, perseverancia, solidaridad, para conseguir los objetivos personales y para ayudar a los demás a hacer lo mismo.

 

No hay duda que en la época en que se preparaba el Concilio Vaticano II, se iba identificando con algunos de los aspectos de la enseñanza de autores contemporáneos y de siempre, que influyeron en la marcha de los trabajos de aquel sínodo y pudo vivir el espíritu de este acontecimiento eclesial. Estoy seguro de no equivocarme si digo que cogió, en su juventud, la aportación positiva de autores que han marcado algunos aspectos de la educación, como fue la del obispo húngaro Tihamer Toth, muy oportunamente aquí traducido, y que contribuyó a hacer atractivos los diversos valores intelectuales y morales, entre ellos el estudio, el esfuerzo, la estima por los valores de la propia civilización. Seguro que apreció las corrientes de espiritualidad que destacaron el valor que tiene el fundamento humano en la construcción de las virtudes sobrenaturales, en la santificación del trabajo y el estudio, y el conocimiento de obras que se han convertido en clásicas en este sentido, y que han dado carta de naturaleza a aquello que se ha denominado las virtudes humanas.

 

Se explica que haya sintonizado con la gente joven en los centros superiores de enseñanza, que haya hecho muchos amigos –y los haya conservado– diciéndoles siempre la verdad, y también motivándoles, abriéndoles horizontes, siendo fiel a los compañeros que en sucesivas empresas han gestionado la radio en la cual trabaja, y a las personas que con él han dialogado. Y así no es extraño que haya mantenido durante muchos años, y que mantenga todavía, un programa que le pega ("Protagonista, el hombre"), que ciertamente es una escuela de valores humanos, y de respeto a las personas y a su libertad.

 

El hecho de que en las fuentes no se cite más que el nombre del escritor, hace que no se recargue el texto y que la lectura sea más ágil. Sin embargo, algunos lectores, especialmente eruditos, agradecerían que, de alguno de sus libros, se hiciera una edición, que tendría el valor, en cierta manera històrico-crítico, de facilitar el trabajo de otros. Con todo, esto será cada vez menos necesario, porque también las ayudas de internet, en algunas cosas, pueden prestar este servicio.

Ferran Blasi Birbe

 

 

  • 30 julio 2009
  • Josep Maria Alimbau i Argila
  • Número 30

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