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Los laicos y su papel en la evangelización según el Papa Francisco

Con motivo de la visita «ad limina apostolorum» de los obispos de la Conferencia Episcopal de España, el Papa Francisco se ha referido a la misión propia de los fieles laicos con estas palabras: «Los laicos (…) desde las más variadas condiciones de vida y respectivas competencias llevan adelante el testimonio y la misión de la Iglesia (cf. Lumen gentium, 33)» (Discurso, 3-III-2014)

 

Se cumple un año de pontificado de Francisco y cabe profundizar en las orientaciones que el Papa viene dando por lo que respecta a los fieles laicos y su papel en la evangelización del mundo actual (para el marco teológico-pastoral, cf. R. Pellitero, Laicos en la nueva evangelización, ed. Rialp, Madrid 2013).

 

Algunos antecedentes

 

Ya con anterioridad el entonces cardenal Bergoglio había hecho declaraciones sobre nuestro tema en algunas ocasiones. Por ejemplo, en una conferencia sobre la religiosidad popular como forma de inculturación de la fe, el 19 de enero de 2008, se refería a la IV conferencia del CELAM en Santo Domingo con estas palabras: «El desafío de inculturar el Evangelio en la sociedad pide evitar que los laicos reduzcan su acción de ámbito intraeclesial, impulsándolos a “penetrar los ambientes socio-culturales y ser en ellos protagonistas de la transformación de la sociedad a la luz del Evangelio”. Los laicos deben dejar de ser “cristianos de sacristía” en cada una de sus parroquias y deben asumir su compromiso en la construcción de la sociedad política, económica, laboral, cultural y ambiental».

 

Y no es que el cardenal olvidara los servicios intraeclesiales de muchos laicos, como se ve en una entrevista a 30 días al año siguiente (2009). A propósito de los sacramentos, ponderaba el papel de los «bautizadores» laicos en tantos pueblitos argentinos donde bautizan a los niños en espera de que llegue el sacerdote que debe recorrer distancias dilatadas. Ha sucedido también en otros países como Japón, donde hubo comunidades cristianas que estuvieron más de doscientos años sin sacerdotes, hasta que llegaron los misioneros. «Aquellos laicos habían recibido solamente el bautismo, y en virtud de su bautismo habían vivido también su misión apostólica». Y esto nos habla también de la acción de la gracia en su alma.

 

Con todo, refería Jorge Mario Bergoglio en la conferencia citada de 2008, «Aparecida constató un divorcio entre la fe y la práctica social concreta de los creyentes, a pesar de que muchos creyentes han hecho opciones solidarias de gran envergadura» E insistía en su parecer: «Es el mundo laical el que tiene como tarea principal testimoniar la presencia de Dios en el compromiso por transformar las estructuras sociales».

 

Los laicos y la misión de la Iglesia (Río de Janeiro)

 

            Ya como Papa Francisco, en el encuentro con el Comité coordinador del CELAM, celebrado en Río de Janeiro el 28 de julio de 2013, se refirió a los laicos especialmente en dos ocasiones.

 

La primera tras evocar las características peculiares de la reunión de Aparecida. Abordó entonces las «dimensiones de la Misión continental» comenzando por la renovación interna de la Iglesia. En ese contexto lanzó media docena de preguntas que no podían pasar inadvertidas (vid. por ejemplo cómo las recogía Andrea Tornielli ese mismo día en su blog del Vatican Insider):

            Estas son las preguntas: «¿Hacemos partícipes de la Misión a los fieles laicos?». «¿Ofrecemos la Palabra de Dios y los Sacramentos con la clara conciencia y convicción de que el Espíritu se manifiesta en ellos? ¿Es un criterio habitual el discernimiento pastoral, sirviéndonos de los Consejos Diocesanos? Estos Consejos y los Parroquiales de Pastoral y de Asuntos Económicos «¿son espacios reales para la participación laical en la consulta, organización y planificación pastoral?». El Papa manifestó su impresión de un cierto retraso en estos campos.

            Aún hay dos preguntas más, que van directas al tema: ¿Tenemos [los Pastores, Obispos y Presbíteros] conciencia y convicción de la misión de los fieles y les damos la libertad para que vayan discerniendo, conforme a su proceso de discípulos, la misión que el Señor les confía? ¿Los apoyamos y acompañamos, superando cualquier tentación de manipulación o sometimiento indebido?»

 

            La segunda, dentro del mismo encuentro, en que Francisco trató también sobre «algunas tentaciones del discipulado misionero». Entre ellas aludió al clericalismo, una tentación –dijo– actual en Latinoamérica. Y explicó lo siguiente: «Curiosamente, en la mayoría de los casos, se trata de una complicidad pecadora: el cura clericaliza y el laico le pide por favor que lo clericalice, porque en el fondo le resulta más cómodo».

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            Y precisó: «El fenómeno del clericalismo explica, en gran parte, la falta de adultez y de cristiana libertad en parte del laicado latinoamericano. O no crece (la mayoría), o se acurruca en cobertizos de ideologizaciones como las ya vistas [reduccionismo sociológico, ideologización psicológica, propuestas gnósticas y pelagianas], o en pertenencias parciales y limitadas».

 

            En la balanza positiva, algo que el Papa lleva muy dentro: «Existe en nuestras tierras una forma de libertad laical a través de experiencias de pueblo: el católico como pueblo. Aquí se ve una mayor autonomía, sana en general, y que se expresa fundamentalmente en la piedad popular». Un tema al que el Documento de Aparecida prestó una atención especial (vid. sobre todo nn. 258-265) y que, como veremos, reaparece en la Exhortación sobre la alegría del Evangelio.

 

            Concluye el Papa en línea con Aparecida (documento fundante que ha seguido explicando y regalando a muchos responsables de la vida eclesial y civil), retomando algunos elementos ya expuestos: «La propuesta de los grupos bíblicos, de las comunidades eclesiales de base y de los Consejos pastorales va en la línea de superación del clericalismo y de un crecimiento de la responsabilidad laical».

 

            A la formación de los laicos se había referido ya el día anterior, en su encuentro con los obispos brasileños, igualmente en referencia al Documento de Aparecida (cf. nn. 316-325 y 212) (cf. Discurso del 27-VII-2012, nota 6 del texto).

 

Los laicos y la evangelización según Evangelii gaudium

 

            En la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, uno de los textos programáticos de su pontificado, cabe destacar tres referencias explícitas a los fieles laicos que pueden representar las enseñanzas de Francisco en este tema.

 

• En primer lugar, dentro del capítulo segundo («En la crisis del compromiso comunitario»), sobre los desafíos y tentaciones en las actitudes evangelizadoras, el Papa se refiere a la dificultad actual para asumir compromisos:

 

            «Cuando más necesitamos un dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo, muchos laicos sienten el temor de que alguien les invite a realizar alguna tarea apostólica, y tratan de escapar de cualquier compromiso que les pueda quitar su tiempo libre. Hoy se ha vuelto muy difícil, por ejemplo, conseguir catequistas capacitados para las parroquias y que perseveren en la tarea durante varios años»; si bien, añade el Papa, algo parecido ocurre con los sacerdotes, que cuidan con obsesión su tiempo personal.

 

            «Esto –observa Francisco– frecuentemente se debe a que las personas necesitan imperiosamente preservar sus espacios de autonomía, como si una tarea evangelizadora fuera un veneno peligroso y no una alegre respuesta al amor de Dios que nos convoca a la misión y nos vuelve plenos y fecundos. Algunos se resisten a probar hasta el fondo el gusto de la misión y quedan sumidos en una acedia paralizante» (n. 81).

 

• Al final del mismo capítulo (segundo) se encuentra otra referencia a los laicos, al ocuparse de algunos desafíos eclesiales. Constata primero un avance en la conciencia de la responsabilidad laical en la misión de la Iglesia.

 

            «Los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados. Ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia. Se cuenta con un numeroso laicado, aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y una gran fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe» (n. 102).

 

            Pero, continúa Francisco, la toma de conciencia de esta responsabilidad laical, que nace del Bautismo y de la Confirmación, no se manifiesta de la misma manera en todas partes. «En algunos casos porque no se formaron para asumir responsabilidades importantes, en otros por no encontrar espacio en sus Iglesias particulares para poder expresarse y actuar, a raíz de un excesivo clericalismo que los mantiene al margen de las decisiones» (Ibid.).

 

            Sea por falta de formación o por clericalismo, «si bien se percibe una mayor participación de muchos en los ministerios laicales, este compromiso no se refleja en la penetración de los valores cristianos en el mundo social, político y económico. Se limita muchas veces a las tareas intraeclesiales sin un compromiso real por la aplicación del Evangelio a la transformación de la sociedad». Y el Papa concluye con la mirada puesta en la Nueva Evangelización que fecunde la sociedad con el espíritu cristiano, «la formación de laicos y la evangelización de los grupos profesionales e intelectuales constituyen un desafío pastoral importante» (Ibid.).

• Una tercera referencia se sitúa en el capítulo cuarto («La dimensión social de la evangelización), cuando se expone «el lugar privilegiado de los pobres en el Pueblo de Dios». Después de explicar la profunda raíz evangélica del tema, y algunas principales conclusiones teológico-pastorales, el Papa se detiene para insistir en que la atención preferencial a los pobres y necesitados corresponde a todos los cristianos.

 

            Por tanto, precisa: «Nadie debería decir que se mantiene lejos de los pobres porque sus opciones de vida implican prestar más atención a otros asuntos. Ésta es una excusa frecuente en ambientes académicos, empresariales o profesionales, e incluso eclesiales. Si bien puede decirse en general que la vocación y la misión propia de los fieles laicos es la transformación de las distintas realidades terrenas para que toda actividad humana sea transformada por el Evangelio (cf. Proposición 45 del Sínodo), nadie puede sentirse exceptuado de la preocupación por los pobres y por la justicia social».

 

            En este punto se cita la , Instrucción Libertatis nuntius (6 agosto 1984), de la Congregación para la Doctrina de la Fe: «La conversión espiritual, la intensidad del amor a Dios y al prójimo, el celo por la justicia y la paz, el sentido evangélico de los pobres y de la pobreza, son requeridos a todos» (XI, 18).

 

            Y como en confidencia, Francisco lanza una llamada apremiante y esperanzadora a la conciencia personal de cada cristiano y a las comunidades cristianas: «Temo que también estas palabras sólo sean objeto de algunos comentarios sin una verdadera incidencia práctica. No obstante, confío en la apertura y las buenas disposiciones de los cristianos, y os pido que busquéis comunitariamente nuevos caminos para acoger esta renovada propuesta».

 

            Otras orientaciones para los fieles cristianos en general se ofrecen en la exhortación sobre muchos aspectos de la evangelización, misión de todo bautizado, como son los cambios de actitudes tanto en los ámbitos sociales (cultural, económico, etc.) y como en los eclesiales, la promoción de la piedad popular –ya citada–, el cuidado de la catequesis –más ampliamente, de la educación en la fe–, la colaboración de todos para mejorar la predicación de los sacerdotes, la necesidad de afrontar el «arte del acompañamiento espiritual» con más sensibilidad y eficacia, la valoración y apuesta por la indispensable aportación de la mujer, tanto en la vida social como en el ámbito eclesial.

 

Una homilía en Santa Marta: «Así lo hacen todos»

 

            El viernes 17 de enero de 2014, el Papa Francisco pronunció en la residencia Santa Marta una homilía que la web vaticana ha resumido bajo el título «Así lo hacen todos». Cabe tomarla como símbolo del tono que la predicación del Papa adquiere al referirse a los fundamentos vivos de la misión laical en cuanto misión, ante todo, cristiana.

 

            En el primer libro de Samuel (según la liturgia del día) se lee cómo los jefes del pueblo pidieron a Samuel, ya viejo, que estableciera un nuevo rey para poderse autogobernar (cf. 1 Sam 8, 4ss). «El pueblo –observa el Papa­– se había alejado de Dios, había perdido el conocimiento de la Palabra de Dios: no la escuchaba, no la meditaba». Ahora rechazaban la elección divina y buscaban el camino de la mundanidad. Pedían un rey –y aquí viene la clave interpretativa–, porque «así seremos como todos los otros pueblos». Querían hacer «como hacen todos», olvidándose de que eran un pueblo elegido por Dios.

 

También nosotros –advierte Francisco– podemos tener esa tentación de querer ser «normales» y «actuar como hacen todos», «siguiendo la moda más divertida». Pero ahí late el peligro de la apostasía y de la mundanidad.

 

            Ciertamente –continúa– el cristiano debe ser normal como persona, pero «hay valores que el cristiano no puede asumir»; pues la Palabra de Dios le dice: Tú eres mi hijo, tú has sido elegido, yo estoy contigo, camino contigo. Y dándole la vuelta al argumento, añade que «la normalidad de la vida exige del cristiano fidelidad a su elección».

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El Papa propone rechazar la tentación de aquellos que –aludiendo a los tiempos de Samuel– «tenían un cierto complejo de inferioridad por no ser un pueblo normal»; la tentación que repite la situación del pecado original, querer por cuenta propia «conocer el bien y el mal». Esto puede llevar a merecer el reproche que Jesús dirigió a los discípulos de Emaús: «¡Insensatos y tardos de corazón!» (Lc 24, 25), porque «siendo duros de corazón, no podían entender la Palabra de Dios» y se alejaban de la elección divina.

 

Toda una lección sobre el primer fundamento de la secularidad cristiana, la llamada a ser hijos de Dios, que determina la visión cristiana del mundo, bien distinta de la actitud de la mundanidad. Una visión, esta última, que el Papa caracteriza como un dejarse llevar por lo que hacen todos, siendo así que, con frecuencia, eso implica alejarse de Dios y rechazarlo. Aunque no se refiere explícitamente a los fieles laicos –pues afecta a todos los cristianos– es algo que conviene no olvidar en las actuales circunstancias de descristianización.

 

En línea de conclusiones

 

            En continuidad con las enseñanzas del Concilio Vaticano II y de los pontífices que han venido después, el Papa Francisco ha subrayado la fundamentación cristiana de la misión laical (en la Palabra de Dios y los sacramentos), la urgencia de superar actitudes clericales entre los Pastores y la necesidad de formar a los fieles laicos (sobre todo en los aspectos bíblicos y litúrgicos) para su participación en la evangelización.

 

Esta participación se realiza tanto por medio de tareas que conciernen a todos los bautizados (como la colaboración con los pastores por vía de consejo en el discernimiento eclesial), como por actividades propias, o si se quiere específicas, de la misión laical. Sobre la base de la identidad cristiana, unas y otras han de realizarse sin dejarse llevar por el ambiente secularista.

 

Las orientaciones de Francisco pedirían un análisis detenido que no podemos afrontar en los límites de estas páginas. Cabe insistir en el realismo pastoral –sin dejar por eso de ser teológico– con que el Papa afronta la renovación de la Iglesia, de su misión y de la participación laical; y, por tanto, su fuerza interpeladora que lleva a plantearse a cada cristiano y a las comunidades cristianas: ¿qué debemos cambiar?

 

Como en otras muchas enseñanzas de Francisco –centradas en la caridad y la misericordia– se ve también, al abordar la misión laical, que la metodología teológico-pastoral tiene como centro el discernimiento; y por ello implica una crítica serena de los aspectos mejorables, junto con el reconocimiento de los elementos positivos, como por ejemplo la piedad popular.

 

Fuertes acentos del Papa en el tema se descubren cuando trata del compromiso de los fieles laicos en la transformación social desde su identidad cristiana; cuando apela a la responsabilidad misionera o apostólica, a través de sus propias tareas profesionales, familiares, culturales y sociales, etc.; como también cuando impulsa a los laicos a una mayor atención a los pobres y más necesitados, como expresión de la dimensión social del Evangelio vivido y predicado por Jesucristo (sobre el compromiso de los fieles laicos en relación con la Doctrina Social de la Iglesia, cf. especialmente Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 2005, nn. 541-574).

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Ramiro Pellitero
profesor de Teología Pastoral
Universidad de Navarra

  • 01 septiembre 2014
  • Joaquín González-Llanos
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