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El pensamiento de Darwin en relación con Dios Creador. F.Nicolau

 

Todos sabemos que la teoría evolucionista, descrita desde el punto de vista puramente científico, es perfectamente image-0f6af8d4bb1e368a3d8184b23a6720a9compatible e integrable con la Doctrina cristiana. La fe nos dice que Dios lo ha creado todo, pero no que lo haya hecho desde un principio tal como lo vemos ahora. Pudo haber hecho que las causas segundas hayan provocado una evolución que ha llevado hasta el mundo actual. Más aún, podemos decir que se ve más conforme a la sabiduría y manera de actuar divinas que no se entretuviese en crear especie por especie sino que diera a la naturaleza la potencialidad de ir originándolas. Y el Papa Juan Pablo II no solo lo veía así, sino que incluso, del hecho científico de la evolución biológica con su desarrollo armónico, hacía un argumento en favor de la existencia del Creador. Dijo: “La evolución de los seres vivos, de la cual la ciencia busca determinar las etapas y discernir el mecanismo, presenta un finalismo interno que suscita la admiración”. Esta finalidad, que orienta los seres en una dirección de la cual no son amos ni responsables, obliga a suponer un Espíritu que es e1 inventor, el creador» (catequesis de 17.7.1985).

image-8ae717d185b83afb1020aead1a006aebNo obstante, la publicación del libro de Darwin sobre “El origen de les especies” en 1859 provocó controversias entre eclesiásticos y naturalistas, e incluso la misma Iglesia católica mostró reticencias, como se vio, por ejemplo, en la oposición a la publicación de las obras de Teilhard de Chardin. Hay que decir, sin embargo, que no hubo ninguna condena católica oficial o pontificia de la teoría darwinista. La oposición más fuerte contra 1a evolución surgió de la Iglesia anglicana.

Ahora bien, el año 2009 se ha declarado «año de Darwin» porque coincide con el bicentenario del nacimiento de Charles Robert Darwin (1809-1882) y se cumplen los 150 años de la publicación de su libro Sobre el origen de las especies (1859), y para nosotros, creyentes cristianos, y más aún si ejercemos el ministerio sacerdotal, nos resulta interesante indagar, con motivo de esta conmemoración, si Darwin era de verdad ateo (como muchos dicen) o no. Y, en caso de serlo, si lo llevaron a no creer en Dios los argumentos que encontró para su teoría evolucionista. Es lo que trataremos de aclarar en este artículo.

 

Un viaje que le cambió la vida

Charles Darwin era hijo de un médico acomodado que quería que su hijo siguiera la misma profesión. Pero el muchacho no estaba demasiado dispuesto. Su empeño era el estudio de la naturaleza. Por ello coleccionaba image-57e5afbe2a32e7a40f733e3b8b3202c2insectos, huevos de pájaro, conchas, piedras„.. y le gustaba la caza. Acabó sus estudios primarios sin mucho lucimiento y el padre 1e envió a Edimburgo a estudiar medicina, pero solo aguantó hasta tercer curso. Impresionado por dos intervenciones quirúrgicas que tuvo que presenciar, volvió a casa diciendo que aquello no era para el. Entonces, el padre le propuso la carrera eclesiástica y el joven aceptó, pensando quizás que siendo rector de pueblo tendría tiempo para continuar recogiendo insectos y otros productos naturales. Fue a Cambridge y allí estudió tres cursos más y obtuvo el título de Magister Artium, casi por los pelos. Pero estuvo de suerte e hizo amistad con el reverendo John S. Henslow, que le acogió y guió hacia donde le llevaban el carácter y las aptitudes. Y fue John Henslow quien le presentó para ocupar el puesto de naturalista en el bergantín Beagle, que iba dar la vuelta al mundo para realizar una expedición cartográfica y científica. Y aún que el padre no lo veía claro, el joven Charles, de 22 años, pudo embarcarse ilusionado en estudiar todo lo que pudiera de la naturaleza de nuestro planeta.

El viaje programado para tres años duró cuatro años, nueve meses y seis días. Una vuelta al mundo bien completa: Islas de Cabo Verde, costas de Brasil, de Uruguay y de Argentina, islas Falkland, Tierra de Fuego, Chile, Perú, Islas image-ace148add2b4bb72df573f1cf48ac74fGalápagos, Tahití, Nueva Zelanda, Australia, Tasmania, Islas Mauricio, Santa Elena y Ascensión, otra vez Brasil, Islas Azores y finalmente Inglaterra. Darwin no se comportó como un turista. Cuando estaba en tierra, recogía insectos, cazaba, pescaba, desenterraba fósiles... y cuando estaba en el barco disecaba, estudiaba... Y, cuando arribaban a un puerto importante, enviaba a Inglaterra paquetes de colecciones con los apuntes correspondientes.

No hace falta decir que aquellos envíos provocaban los elogios de los que los recibían. Cuando volvió a la patria el 2 de octubre de 1836, se encontró acogido ya como famoso naturalista. «El viaje en el Beagle ha sido el hecho más trascendental de mi vida», dijo. Y tenía razón. También dijo que durante el viaje había muerto «de muerte natural» su vocación al sacerdocio.

 

La génesis del libro que ha hecho historia

Aunque, por lo que parece, Darwin, a lo largo de aquel periplo, ya había ido madurando su teoría evolucionista, no la publicó enseguida. Habría que esperar 23 años para verla expuesta detalladamente. ¿Por qué tardó tanto a image-abfd0659a5f61e980c7db42b617f31cepublicarla? Creemos que debe decirse que se sentía frenado por razones de ambiente. Por muy obligado que se sintiera a corresponder cuando volvió del viaje en verse convertido en un naturalista reconocido y ya famoso, no se atrevió exponer la teoría por miedo a la reacción que preveía que habría en la sociedad inglesa, por parte sobretodo de las corrientes eclesiásticas de la Iglesia anglicana, tan tradicional. No podemos olvidar que Darwin tenía un carácter más bien tímido.

De momento, se contentó con la publicación del diario de su viaje, “Journal of Researches during the Voyage of Beagle round the World”, en 1839, tres años después de la llegada. El mismo año se casó con su prima Emma Wedgwood, hija del tío que había hecho de intercesor ante el padre cuando este se oponía al viaje de Charles. Fue un matrimonio que toda la vida se mostró bien avenido, sin problemas. La pareja fue a vivir al pueblo de Down (condado de Kent), en una casa de campo, recibida en herencia del padre, por consejo de los médicos porque para la débil salud de Darwin era desaconsejable el clima londinense.

Allí vivió nuestro hombre el resto de su vida. Su posición económica le permitía dedicarse exclusivamente a la ciencia y así lo hizo con un ritmo muy metódico de horario fijo y mesurado, mientras iba estudiando todo el material image-1e5fd6a4ea12e236ef3916f6a9519946recogido. Que desde la vuelta del Beagle tenía claro que las especies no eran inmutables, y que habían variado al compás de les circunstancias ambientales, provinentes sobretodo de la convivencia con otras especies en la lucha por la vida, lo sabemos porque en 1842 ya había dado a conocer a sus amigos naturalistas un esbozo de sus ideas elaborado en aquellos seis años.

Pero no será hasta 1859 la publicación de su famoso libro. Y quizás aún habría tardado más si en 1858 no le hubiese llegado una carta sorprendente. Un joven naturalista, Alfred Russell Wallace (1823-1911), le escribía desde las Molucas y le exponía la teoría de una evolución de las especies basada en la lucha por la vida. Era exactamente el mismo pensamiento de Darwin. iLe adelantaban! Sus amigos Lyell y Hooker le aconsejaron que publicase conjuntamente la nota de Wallace, de solo unas pocas hojas, y un breve avance de su teoría. Y así se hizo. La Linnaean Society publicó el extenso artículo “On the Tendency of Species to form Varieties and Species by Natural Means of Selection”, firmado por los dos. Y el gran libro de Darwin, de 596 páginas: “On the Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life” aparecía al año siguiente. Se dice que los mil doscientos ejemplares de la primera edición se agotaron en un solo día. Quizás no fue tanto, pero enseguida se preparó la segunda edición, y aún otras. En 1876 ya se habían vendido dieciséis mil ejemplares de la obra. Y no hay que decir que aparecieron enseguida traducciones a otras lenguas. Y ¿cuál era el pensamiento de Darwin en este famoso libro?

 Se podría resumir así: Hay una cierta variabilidad en la descendencia de los seres vivos, ya que los hijos se parecen image-692f35be41d2142c908782fb7c783811a los padres, pero no son exactamente iguales. Ahora bien, todas las especies tienden a aumentar en proporción geométrica, pero de hecho los individuos que las integran se mantienen prácticamente en número constante o con pocas variaciones. Es así a causa de la lucha constante por sobrevivir en la competencia con las otras especies o con las dificultades del medio ambiente. Resulta, pues, que solo hay supervivencia de los individuos más dotados y esto hace que se produzca una selección natural que origina especies más fuertes o mejor adaptadas. Y esto se demuestra con muchísimos ejemplos, con el estudio de los fósiles y con la distribución geográfica de los animales.

 

Un segundo libro más atrevido que el primero

En este libro de 1859, Darwin no afirmaba nada sobre e1origen de1 hombre, y decía al final: «Hay grandeza y brillo en la idea de que la vida, con les diversas energías y facultades que tiene, fuese originalmente alentada por el Creador en contadas formas, o quizás en una sola, y que, mientras nuestro planeta ha ido girando según las leyes de la gravitación desde aquel comienzo tan simple, se hayan desarrollado y evolucionen interminablemente incontables formas de vida, de las más bellas que pueda concebir la fantasía». Respecto a la especie humana, solo había hecho una alusión en una frase anterior: «Se hará (se entiende: con todo lo que he expuesto) mucha luz sobre e1origen de1hombre y su historia».

Pero, por la presión de algunos amigos materialistas, acabó publicando en 1871 el libro “The Descent of Man and the image-ee80fe4922f55e92fe17ae3c629bee74Selection in Relation to Sex”, en el cual afirmaba que e1 hombre, como animal que es, proviene también de un animal anterior del mismo grupo biológico que el gorila y el chimpancé, el grupo de los primates. Y pretende demostrarlo fundamentalmente con tres razones: homología de los órganos, similitudes en el desarrollo embrionario y la existencia en el hombre de órganos rudimentarios, vestigios de los que son funcionales en otros animales. No expone ningún argumento paleontológico porque en aquel momento aún no se había encontrado ningún fósil que indicase la transición de un primate hacia el ser humano. El libro da gran importancia a la selección sexual, que le ocupa más de la mitad de su exposición.

Este segundo libro, desde el simple punto de vista científico, es inferior al primero. Cuando habla de la mente humana y afirma que solo difiere en grado de la de un animal, no da ningún argumento de valor. No ve que la autoconciencia en el hombre implica un «salto ontológico». Les razones que aduce para la selección en relación con el sexo ya no hay ningún biólogo que las admita. Lo que sí hemos de decir es que queda claro que el pensamiento de Darwin ha variado mucho en verdad. De temeroso a decir nada que pudiese ofender la religión, ha pasado a hacer afirmaciones que le alejan de la fe cristiana y que, por otra parte, no demuestra con argumentos suficientemente convincentes. ¿Será, entonces, que Darwin, de estudiante de sacerdote en su juventud, ha pasado a convertirse en ateo?

 

¿Qué es preciso decir del ateismo de Darwin?

Está bien claro que hubo también una evolución en el pensamiento de Darwin respecto a la creencia en un Dios creador. Cuando se va embarcó en el Beagle, aún no había perdido la vocación para el sacerdocio. El mismo lo dice y, después, como ya sabemos, afirma que la perdió «de muerte natural» a lo largo del viaje. Pero no murió del todo image-e4982d90de8beed7801fb62b9768363fsu fe cristiana. Solo se fue enfriando. Esto parece provocarle dudas y luchas en su espíritu. Lo podemos demostrar con los documentos que nos ha dejado. Es claro que la postura intransigente de la Iglesia anglicana fue la que acabó haciéndole perder la fe en el cristianismo, porque le decían que era de fe que Dios lo había creado todo de manera que todas les especies habían existido desde un principio. Pero pensamos que la fe en un Dios autor de la naturaleza no llegó a perderla nunca en su espíritu, contra los que nos dicen que acabó siendo un ateo.

¿Eran sinceras les palabras citadas anteriormente y que puso al final de El origen de les especies, que dicen que la vida fue alentada por el Creador? No hay ningún motivo cierto para negarlo, aunque no podemos tampoco afirmar categóricamente que las pusiera con toda sinceridad (podía haberlo puesto por miedo a que su libro fuese rechazado por ateo). Lo que sí nos consta por las cartas escritas a amigos materialistas es que ha perdido la fe en el Dios de la Biblia. Pero está claro que ello no equivale al ateismo total. Y lo que podemos afirmar es que veía compatible con la fe en un Creador toda su teoría evolucionista, y nunca dijo que como consecuencia de lo que la ciencia iba descubriendo, en relación a la evolución, había que negar la existencia de Dios. “Como también decimos que no hay contradicción entre creación y Dios. Así lo creo, en general, y cada vez más al hacerme viejo... Mi estado de ánimo podría ser descrito como el de un agnóstico”. Y, cuando escribe un prólogo autobiográfico que le han pedido para la edición alemana del origen de les especies, un año antes de su muerte, dice: «Tocante a mis sentimientos religiosos, considero que este es un asunto image-9b15579015c54246daca1f85c2816eabque no interesa a nadie más que a mi. Sólo diré que creo que la evolución es compatible con la existencia de Dios. Asimismo [...] no he pensado demasiado en la religión al tratar con la ciencia».

Creemos que Darwin era sincero cuando decía que era un apasionado de la verdad y que sus dudas de fe provenían del hecho de que el cristianismo que le habían enseñado era incompatible con los resultados de sus investigaciones. Escribió en su autobiografía: «Creo que he obrado bien siguiendo siempre la ciencia y dedicándole toda mi vida. No tengo ningún tipo de remordimiento por haber cometido ningún pecado grave, pero sí tengo un sentimiento por no haber hecho más bien al prójimo». Sentimiento bien noble. Creemos que el amor misericordioso de Dios también se habrá hecho presente a la hora de acoger a este ilustre científico en la eternidad.

 

Francesc Nicolau

                                           Profesor de la URL, subdirector del Museo Geológico del Seminario de Barcelona, Licenciado en Sagrada Teología y  en Ciencias Exactas

  • 28 agosto 2009
  • Francesc Nicolau
  • Número 32

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