Manuel García Morente, Vida y pensamiento
José María Montiu de Nuix
Prólogo del obispo Jaume Traserra
Edicep
Valencia, 2010
419 pág.
Hay libros de los que la recensión se puede hacer en cualquier momento, y no necesariamente poco después de su salida. Los hay que desafían al tiempo, ya sea por el interés de la materia o por el trabajo que en él se ha invertido, y se les puede pronosticar una larga vigencia. Esto ocurre con este volumen que recoge el trabajo de su autor para la obtención del doctorado en la Facultad de Filosofía de Barcelona, con esta tesis, con Premio extraordinario, dirigida por el Dr. Eudald Forment, catedrático de Metafísica. Es el estudio de la vida y el pensamiento de Manuel García Morente, este andaluz nacido en Jaén que se convirtió en catedrático de Ética en la Universidad de Madrid. La investigación va siguiendo todos los avatares de su formación, los estudios, las características de su enseñanza, oral y escrita, y el cambio realizado en su vida, a raíz de la guerra del 1936-39, y el exilio, cuando se produce lo que se ha denominado el "hecho extraordinario". Y, aparte el valor académico del libro del cual hacemos la recensión, hay que decir que ha sido escrito a conciencia, y se comprueba que el autor en la investigación ha ido al fondo de todas las materias que toca, y también en las relaciones del personaje con la historia general y de la cultura, sobre todo en cuanto a aquel tiempo concreto en el que se formó y vivió, ciertamente convulso y complejo, las postrimerías del siglo XIX y casi la mitad del XX.
En los resultados de la investigación de este erudito sacerdote de Cervera, el lector puede encontrar el porqué de muchos de los detalles de la evolución del pensamiento filosófico en el ámbito universitario de su tiempo: el destierro de la filosofía tradicional, y la repercusión en los centros de la cultura oficial –en institutos y universidades– de los dogmas filosóficos que venían de Kant, de la Ilustración propia del siglo de las luces. Y con ello, todo lo que deriva de las grandes corrientes del racionalismo y del idealismo, con los autores secundarios que han podido tener influencia en el área concreta de la España de este período, con especial incidencia en la proyección de la cultura a través de la enseñanza en todos sus niveles.
Esto fue paralelo a la difusión del krausismo, que fue en el origen de la formación intelectual de Francisco Giner de los Ríos y de la Institución Libre de Enseñanza, que surgió de él y de su entorno, que tuvo una serie de iniciativas –como la Junta de Ampliación de Estudios o la Residencia de Estudiantes de Madrid–, y que se hizo notar por la preocupación por la enseñanza, en todos los niveles en España, que tuvo un carácter laico, y a menudo laicista y hasta anticlerical, a través de aquellas iniciativas, en los siglos XIX y XX, especialmente en el periodo de la II República. Todo esto influyó en difundir la cultura en todos los niveles, con aquel sello, e informó la actuación de muchos intelectuales que fueron ministros o altos funcionarios, en la segunda mitad del siglo XIX, después de la Primera República, y sobre todo en la preparación y el advenimiento, y en la marcha de la Segunda, la que llevará de 1931 hasta el final de la guerra del 36-39. Y en aquella atmósfera creció intelectualmente, Morente, el filósofo, y participó activamente en la vida de la sociedad.
Manuel García Morente (1886-1942) había nacido en Jaén, de familia más bien acomodada, y estudió en su momento también en Madrid, Francia y Alemania, y cuando estalló la Guerra era catedrático de ética y psicología en la Universidad de Madrid, y habiendo sufrido también en su familia el flagelo de la guerra del 36, se exilió voluntariamente a Francia, y allí donde vivía, en París, en 1937, experimentó una transformación espiritual, que culminó, mientras recibía, durante un par de horas, el impacto de lo que se ha llamado el "hecho extraordinario". Fue una noche en la casa donde se alojaba, mientras sentía, en la radio, música, en buena parte religiosa, de autores franceses (César Franck –final de una sinfonía–, Ravel –la Pavane pour une enfante défunte– y Berlioz –l´Enfance de Jésus–), cuando experimentó como una sensación de una particular presencia de Dios.
Uno de los servicios que presta el libro de Montiu es la reproducción de la narración en la que García Morente describe y analiza ese momento, y las circunstancias que la acompañaban, y que redactó, en septiembre de 1940, a petición de quien fue rector del seminario de Madrid, José María García Lahiguera, después obispo bien conocido, y ahora en proceso de canonización. En el libro ocupa este texto original todo el Anexo I (entre las páginas 404 a 421). Las referencias preparadas por Montiu, que ilustran el Apéndice, llenan 6.
Después de aquel hecho extraordinario, acompañado ya de algunas personas de la familia, hizo una tournée de clases y conferencias por América Latina, en varias universidades de Argentina, con gran profundidad, brillantez y éxito, incluso con un notable rendimiento económico. Y que debía ser proporcionado a la calidad de aquellas lecciones. Como su esposa había fallecido, y ya mayores sus hijas, realizó el deseo que había concebido de hacerse sacerdote, y esta ayuda material le fue útil en el inicio de la nueva etapa. No le resultó nada fácil adaptarse a la vida clerical. Ciertamente que, prescindiendo del poco tiempo quevivirá en su condición sacerdotal a causa de su ya próximo tránsito, la vida de Morente constituyó un gran testimonio, primero por su honradez natural, y después por su reencuentro con la fe de la infancia, y el paso desde un Dios de los filósofos, lejano, a un Dios personal, muy próximo, el de los Evangelios.
Un buen reestreno del libro para el Año de la fe.
Ferran Blasi Birbe