La confianza en Dios. Ejercicios espirituales
Jacques Philippe
Ed. Cristiandad
Madrid 2012
147 págs.
El autor es suficientemente conocido y no necesita una presentación prolija. Sacerdote, nacido en 1947 en Larraine, Francia. Después de licenciarse en Matemáticas y ejercer como investigador y profesor se une en 1976 a la Comunidad de las Bienaventuranzas. Es autor reconocido de otros libros de espiritualidad que han tenido una gran difusión y que han servido a numerosos lectores de guía para adentrarse por caminos de vida interior y de progreso espiritual. Para entender la arquitectura de estos libros y su lógica y armonía nos remitimos a la entrevista al autor publicada en esta misma revista: cfr. Temes d´avui, n. 42 (2012), págs. 35-40.
Además, Jacques Philippe es un gran predicador de Ejercicios Espirituales. Ha recorrido Francia y otros países ejerciendo esta labor, y el libro que comentamos es fruto de un Curso de retiro de un fin de semana en una parroquia cercana a Madrid en octubre del 2010. La editorial pidió a Philippe que revisase el texto de las meditaciones y las vertiese en un lenguaje escrito más adecuado para la lectura, cosa que hizo. Así pues nos encontramos con el primer texto publicado en castellano de Jacques Philippe basado en su predicación oral. Es decir, lo vemos en su faceta de predicador.
¿Y cómo enfoca el autor la estructura de su Curso de retiro? Pues hay que decir que de un modo ciertamente sorprendente. Se propone leer y comentar un pasaje de la autobiografía de Santa Teresita de Lisieux, que corresponde al manuscrito C del año 1897. En él expone a su superiora la Madre María de Gonzaga sus sueños de ser santa, pero comparándose con otros santos ve que su sueño era imposible. Pero no se resigna: si Dios pone ese deseo en su alma no puede ser irrealizable. Necesita un invento, un ascensor para elevarse hasta Jesús. Y ese ascensor es el caminito recto y corto totalmente nuevo: hacerse pequeña y que el ascensor sean los brazos de Jesús.
Jacques Philippe va paso a paso analizando este texto y aplicándolo a la vida cotidiana de sus oyentes y dice: «lo que faltaría ahora es mostrar cómo practicar esta actitud de pequeñez en los distintos ámbitos de nuestra vida. Puesto que no sería posible para mí desarrollarlo en todos los ámbitos durante el transcurso de este corto retiro, os invito a que vosotros mismos leáis y meditéis los escritos de Teresa. No obstante, tendremos en cuenta algunos temas que en mi opinión parecen más importantes». Y esto lo hace en los dos primeros capítulos del libro.
Decíamos que sorprende esta estructura de los Ejercicios pues deja de lado otros temas clásicos como puedan ser la Creación, los novísimos... Aunque eso no quiere decir que no estén presentes. Lo están pero transversalmente, como marco de otras meditaciones, pero sin formar un capítulo específico. Toma pie del texto mencionado de la santa de Lisieux para insistir en el tema clave que también desarrolla en sus otros libros: la necesidad de la práctica de la oración mental.
Relata una anécdota de su juventud: cuando tenía veintitrés años, consideraba que iba por el mal camino, entonces decidió una cosa: realizar un retiro de una semana en un monasterio cisterciense. Su convicción después de ese retiro es que Dios le pedía dedicarle un cuarto de hora de oración todos los días, sin fallar. Y así lo hizo. Incluso cuando llegaba tarde a casa por la noche. Antes de acostarse hacía su rato de oración si no lo había podido hacer antes. Progresivamente ese rato de oración fue cambiando su vida.
Lo mismo que en su libro Tiempo para Dios, destaca que lo importante es la fidelidad a esos tiempos de oración, porque eso es lo que da fruto. Da una razón del por qué es tan importante la perseverancia en la oración haciendo una comparación con el amor humano: «no se reza, dice, sólo por placer, por sentir una satisfacción, sino sobre todo para complacer a Dios. Cuando con ello obtengamos mucho placer, tanto mejor, pero cuando la oración sea difícil debemos continuar igualmente. Así se purifica el amor de Dios, haciéndose más libre, más desinteresado, más auténtico, y no sólo una búsqueda egoísta de uno mismo. Las cosas son parecidas en lo que la relación con el prójimo se refiere: tú quieres a tu mujer cuando es joven, bonita, amable, agradable y responde a todas tus expectativas. Ahora que te has dado cuenta de que a veces su carácter es difícil, y que ya tiene algunas arrugas, ¿la sigues queriendo? ¿la amas para ti mismo o es amor verdadero, un amor que consiste en querer el bien del otro, y no solo buscar la satisfacción propia?».
La oración facilita, pues, el clima de confianza en que se han de desarrollar nuestras relaciones con Dios. Esa confianza crece, y se manifiesta especialmente cuando debo confiar en la misericordia de Dios. Ahí se distingue claramente si esa confianza era confianza en mí mismo o era verdaderamente en Dios. Hay que pedir perdón a Dios por nuestros pecados y recibir el perdón que viene de Dios, y, cómo le decía Santa Teresita, nosotros nos podemos atrever a decirle al Señor: «icastígame con un beso!». La práctica frecuente de la confesión nos hace conocer mejor el corazón del Señor y confiar en Él.
Hay un punto difícil que es el equilibrio entre la aceptación de la debilidad y la no complacencia en el pecado. A veces la diferencia entre los dos no es tan fácil. Es necesario por un lado un deseo verdadero de conversión, y por otro aceptarse pobre y pecador. Siguiendo las huellas de la santa se ha de aspirar a amar a Dios con todo el corazón y a sentir la necesidad de su misericordia hasta el momento de la muerte, depositando la confianza no en nosotros sino en la gracia divina.
En el último capítulo se afronta la verdadera piedra de toque de la confianza en Dios que son los momentos de prueba. Como Jesús, que siente el abandono de Dios en la cruz, así el alma puede sentirse sola en el momento de la prueba. Lo primero que hay que hacer es no tener miedo a la vida, a las dificultades, al sufrimiento. Todo puede contribuir a nuestro bien. Las pruebas son una ocasión de poner en práctica las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, y de crecer en ellas. Se trata de no atormentarse con preguntas del tipo: ¿por qué me pasa esto a mí? Y cambiarlas por otras como: ¿cómo debo vivir lo que me pasa? ¿qué me pide Dios que debo hacer en esta situación? Es decir aceptar las cosas tal como son y así descubriremos la parte positiva que tienen y cómo nos pueden ayudar a crecer interiormente. El libro, como todos los del autor, está dirigido a un público amplio, no especialista. Servirá para profundizar en la confianza en Dios y en la vida de oración. Puede servir también como guía para unos días de retiro y también como introducción a la lectura de las obras de Santa Teresa del Niño Jesús.
Joaquim González-Llanos