¿Curas casados? 30 preguntas candentes sobre el celibato
Arturo Cattaneo (ed.)
Ed. Rialp
Madrid 2011
191 pàgs.
Arturo Cattaneo es profesor de la Facultad de Derecho Canónico San Pio X (Venecia) y de la Facultad de Teología de Lugano (Suiza) y sacerdote. En colaboración con otros colegas suyos de la Facultad de Teología de Lugano, y otros académicos y pastores, entre los que destaca el cardenal Mauro Piacenza, prefecto de la Congregación para el Clero, da respuesta a las objeciones más frecuentes y críticas acerca del celibato sacerdotal. Además, al final del libro se recogen extractos de los principales documentos del Magisterio y una bibliografía que permite una mayor profundización.
Comienza haciendo un poco de historia. Plantea la objeción de si el celibato sacerdotal se introdujo o no en la Edad Media y contesta que el celibato pertenece a la tradición de la Iglesia más antigua. Cristo no se casó ni engendró hijos. Este es el gran ejemplo que ya los apóstoles imitaban. Incluso, si estaban casados dejaban a la mujer y a los hijos para seguir a Cristo (cfr. Mc 10, 28-30). En el cristianismo más antiguo, la abstinencia (también llamada continencia) jugaba un papel más importante del que habitualmente se admite.
En la Iglesia latina, desde el siglo IX son ordenados casi exclusivamente candidatos célibes, en cambio, en Oriente, a partir del sínodo bizantino de Trullo (691), se permitió el uso del matrimonio a los clérigos casados mientras no ejercieran el servicio del altar. Para el episcopado, en cambio, tanto en Oriente como en Occidente siempre se ha requerido el celibato.
¿Qué dice la teología respecto del celibato? El principal texto del Magisterio sobre el celibato es la encíclica de Pablo VI Sacerdotalis caelibatus de 1967. En ella se tratan los distintos aspectos teológicos del celibato: se desarrolla la dimensión cristológica, que asimila y configura a la persona célibe con la caridad y la entrega de Cristo, la dimensión eclesiológica, que manifiesta en esta oblación el amor virginal de Cristo a la Iglesia, la dimensión escatológica: el celibato es signo particular de los bienes celestiales, la dimensión antropológica: requiere en la persona la capacidad de un amor auténtico –abierto a la más alta y amplia paternidad– y por último la dimensión espiritual y ascética, porque solo una auténtica vida espiritual ofrece una base sólida para poder perseverar en esta decisión.
En cuanto al equilibrio afectivo y sexual de la persona célibe se rechaza el considerarlo antinatural. Antinatural sería la vida célibe si el estar solo se volviera un modo de egoísmo encapsulado en sí. De tal peligro tampoco está inmunizado el hombre casado. Las crisis existenciales de algunos sacerdotes no se deben al celibato sino a consentir que la vida espiritual decaiga en la rutina. El celibato hace que el sacerdote sea libre para relaciones intensas de dirección espiritual, pudiéndose dedicar más –tanto desde el punto de vista del tiempo como existencial– a la dirección espiritual respecto a lo que podría hacer si estuviera casado.
También se rechaza que favorezca la homosexualidad ni que fomente los abusos sexuales a menores. Se dan entre otras cosas estadísticas concretas para rechazar como insostenible esa relación.
Sigue la exposición tratando otros puntos de interés, por ejemplo, cómo proponer la belleza y el valor del celibato a los jóvenes de hoy, se habla de diversos aspectos relacionados con la vida de los sacerdotes célibes. Y trata también el cómo presentarlo a culturas no occidentales. En algunos lugares como en la India, no hay mucho problema porque se tiene en gran estima a las personas célibes. En cuanto a África, dice Benedict Ejeh, sacerdote nigeriano: «la preponderancia entre los pueblos africanos de cierta mentalidad desfavorable al celibato no cierra la posibilidad de reconocer y acoger su valor en una época diferente, en circunstancias diferentes. La cuestión que en realidad hay que plantearse es antigua y de sabor colonial: si el africano es sustancialmente hombre del mismo modo que un americano, un asiático o un europeo. Si lo es, será también capaz de vivir los mismos valores humanos y espirituales, como el celibato». A continuación el cardenal Piacenza comenta las enseñanzas pontificias sobre el celibato, de Pio XI a Benedicto XVI. Como se ha comentado, el libro se cierra con una selección de otros textos del Magisterio acerca del celibato sacerdotal.
Es un libro de mucho interés para sacerdotes, para formadores de seminario y seminaristas, y para todos aquellos que quieran tener unos fundamentos sólidos sobre esta cuestión candente en la vida de la Iglesia.
Mn. Joaquim González-Llanos