Con Dios o sin. Cuarenta cartas cruzadas
Francesc Torralba y Vicenç Villatoro
Ed. Fragmenta
Barcelona, 2012
352 págs.
Ignasi Moreta, editor de Fragmenta, explica el origen de este libro así: «El libro es fruto de una invitación de Fragmenta a ambos autores. Creemos absolutamente necesario el diálogo entre creyentes y no creyentes, entre las religiones y la cultura, y por eso nos pareció muy oportuno un intercambio epistolar entre dos intelectuales catalanes del relieve de Torralba y Villatoro. Además, el diálogo que han sostenido no ha polarizado sólo las ideas en torno a la fe, sino que también nos permite ver la confrontación entre las herramientas discursivas de un filósofo y un escritor, las de un teólogo y un periodista. Y también resulta enormemente estimulante el hecho de que ambos autores convierten a menudo el epistolario en un dietario: en la exposición abierta y desacomplejada los senderos –interiores y exteriores– de la propia vida. Es un singular ejercicio de despojamiento».
Ignasi Moreta, en el prólogo, también nos aclara que el encargo le hizo a los dos protagonistas de las cartas cruzadas para que lo encontraba conveniente para que este diálogo entre creyentes y no creyentes se hiciera a un alto nivel intelectual, tocando desde de temas tan importantes como la fe y el agnosticismo, a las «cuestiones últimas y penúltimas» del hombre; quería enfocar el mundo cultural-religioso desde las dos perspectivas diferentes, pero sin que ellos representaran oficialmente ninguna institución específica. Pareció adecuado el género epistolar, como el más sincero y más íntimo, y, al mismo tiempo que, con este intercambio, pudieran compartir vivencias, convicciones, experiencias sin caer en un monólogo tedioso. El editor quería dos intelectuales, denominados por Torralba «indagadores» de «dentro y fuera de la fe», pero que a la vez resultaran creíbles por su manera de exponer las diversas cuestiones. El editor les dejó una gran libertad de expresión, lo que ha sido muy acertada, y la verdad es que lo ha conseguido plenamente, ya que la obra se lee con gusto y con un interés constante.
Del mismo modo que en otros casos, también aquí, y quizás a raíz de las actividades del Atrio de los Gentiles, se ha querido potenciar el diálogo entre un hombre creyente y un agnóstico confeso, para confrontar las divergencias y las convergencias entre ellos. Y también para demostrar cómo este diálogo es posible cuando entre los dialogantes hay respeto y estimación mutuos como se demuestra a lo largo del libro. Tal es el caso de Francesc Torralba, filósofo y teólogo, y de Vicente Villatoro, periodista, escritor, profesor, y actual director del Instituto Ramon Llull, que aceptaron la invitación de Ignasi Moreta.
«Afortunadamente –explica Villatoro–, la cuestión religiosa ha perdido la centralidad y virulencia que había llegado a tener en el debate político y social de otros tiempos, no creo que haya una gran colisión entre creyentes y agnósticos, sino actitudes más distendidas, que pueden ir del respeto a la ignorancia de este componente». Francesc Torralba, profesor en la Universidad Ramon Llull, también destaca que la posibilidad de un tal diálogo es ahora mucho más constructiva, ya que se ha facilitado en las últimas décadas por el hecho de aceptar que una gran mayoría –tanto de cristianos como de no creyentes– han reconocido sus limitaciones a la hora de buscar y contar la verdad y de indagar aquella parte de verdad que se puede encontrar en todos los que creemos que están en el lado contrario. Además, él parte, como también lo hace Villatoro, de la buena voluntad de los interlocutores.
También esto ha sido facilitado por el hecho de que el cristiano se ha deshecho de antiguas intolerancias, de prejuicios sin fundamento, al tiempo que se armado de un verdadero amor hacia el prójimo y de una fe más sensata que nunca. Y también tal facilidad se ha visto potenciada por un laicismo no virulento: se habla, desde hace tiempo, de un laicismo positivo hacia la religión, que es vista como una libre y madura opción sobrenatural totalmente aceptable. «No soy partidario de una cultura reactiva» –apunta Torralba–, «los católicos hemos de presentar lo que creemos de manera clara e inteligible, prudente y razonable, sin perder de vista que es una opción libre y razonable». En efecto, como los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI han repetido a menudo, la Fe siempre se debe presentar dentro del contexto de la racionalidad, sin caer en el racionalismo. Torralba expresa también claramente que la fe es al mismo tiempo «un don recibido que deseamos comunicar a todos». Y por eso, dice, «es esencial encontrar ámbitos de intersección y cooperar activamente en la construcción de un mundo y de una sociedad genuinamente humanos». El conocido filósofo catalán, autor de obras que han llegado muy bien al gran público, se ha encontrado un «agnóstico amigo de las religiones», un amigo de aquellos que, como sucede con en el caso de Vicenç Villatoro, son dialogantes y se alejan de una inútil, perjudicial y gratuita confrontación. Aunque parezcan unas frases hechas, cara a la galería, uno y otro afirman: «Yo me considero un agnóstico amigo de las religiones, admirador de las religiones» (Vicenç Villatoro). «Soy un cristiano escéptico, un cristiano que busca, que trata de entender mejor aquello en lo que cree» (Francesc Torralba).
Un buen resumen del contenido de estas cuarenta cartas, todas ellas llenas de sensatez, de buen humor, de profundidad intelectual, de creciente amistad, es ver cómo abordan el sentido de la existencia humana, la visión de Dios –un Dios Creador o un dios creado por el hombre–, como tratan el hecho de lo sagrado y lo profano en el mundo, cómo enfocan los ámbitos o espacios de la esfera religiosa y la esfera pública y sus relaciones dentro de la sociedad. También se trataba de abordar el tema de la muerte, el luto y el consuelo, que menudean en estas páginas, ya que no podemos olvidar que Vicenç Villatoro perdió la esposa hará poco más de un año. Ellos dos conversan sobre la belleza como camino de plenitud y perfección, sobre una posible ética sin Dios al lado de la ética revelada. Ambos no dejan de adentrarse en el misterio del mal en el mundo y la libertad humana en relación con el bien y el mal. Se preguntan mutuamente como transmitir los valores positivos y las profundas convicciones a los hijos que naturalmente aman. Opinan sobre la presencia ejemplar de cristianos y agnósticos en la vida y ámbitos públicos y sobre la capacidad, si es posible, de vivir y sentir la espiritualidad humana sin necesidad de la fe sobrenatural.
Las cartas toman prestado vez muchos pensamientos de Sócrates, Séneca, Llull, Tomás de Aquino, Pascal, Marx, Russell, Freud, Edith Stein, Maragall, Cohen, Comte-Sponville, Mounier, Levinas, Machado, Simone Weil, Heidegger, y un largo etcétera. Al mismo tiempo, las encontramos llenas de sugerencias periodísticos, de experiencias en el campo de la educación, de recuerdos y experiencias familiares entrañables, que se enlazan con otros asuntos cotidianos vividos durante el medio año de redacción. Esta es una de las características del libro: los dos autores presentan, escriben, sostienen sus ideas a través de unas cartas que han ido escribiendo desde lugares tan distantes o varios como han sido Morjovejo (León), Matadepera y Martinet (Cataluña ), Manacor (Mallorca) o bien aprovechando un rato de tren (Barcelona-Madrid), lo que da una gran naturalidad en el libro.
Durante la presentación del libro, Vicenç Villatoro explicó que la importancia de esta obra radica en que uno se pregunte por el «gran tema del siglo XXI, es decir, ¿cómo nos lo hacemos para vivir juntos, siendo diferentes?», un libro, pues, que ayude también un poco a todos con el fin de reflexionar sobre lo que él piensa realmente sobre temas que nunca se habría detenido a considerar –sobre la vida y las creencias– y que, con el amigo Francisco, ha podido descubrir. Por otro lado, Torralba aseguró que no había tratado a Vicenç Villatoro de «cristiano anónimo» y mencionó las «cordiales diferencias tenidas» con el conocido periodista, «resumidas con la pregunta ¿Estamos solos o hay un Tú?», admitiendo que «a veces el otro te puede dejar sin argumentos». También resaltó el género epistolar, «casi decimonónico, en un entorno de prisas», pero que ha tenido un buen final con un buen éxito en cuanto a lectores.
Recomiendo, pues, la lectura pausada de esta obra.
Josep Vall i Mundó