Archivo > Número 39

Evangelizar en la escuela

Los documentos del Concilio Provincial Tarraconense, que enmarcan la vida eclesial de las iglesias diocesanas de nuestro pueblo en este período histórico, se inician con un capítulo primero que lleva por título «Anunciar el Evangelio en nuestra sociedad». En image-2b568bb0a661e636beffc159de2a0bf0este apartado, después de echar una mirada al estado de la sociedad catalana a fines del siglo XX, se plantea la evangelización como el primer reto de la Iglesia. Anunciar a Cristo a aquellos que lo desconocen es hoy un indeclinable objetivo de la Iglesia, un objetivo que arranca del indiscutible mandato del Señor Jesús a sus discípulos y que, en los textos más relevantes del magisterio eclesial, se concreta en la extraordinaria exhortación apostólica de Pablo VI "Evangelii Nuntiandi".

La Iglesia existe para evangelizar a todos los hombres y mujeres, de todos los tiempos y en cualquier lugar. El apóstol Pablo exclama en su carta a los corintios: «ay de mí, si no predico el evangelio» (1C 9, 16). Por eso el discípulo de Cristo –es decir, todo bautizado– ha de sentirse llamado a proclamar la Buena Nueva mediante la palabra y el testimonio, su mensaje ha de llegar con nitidez aun a las almas más «alejadas», hombres y mujeres que, tal vez, no conocen a Cristo, o que ni siquiera conocen a Dios, aunque le busquen «con un corazón sincero y se esfuercen bajo el influjo de la gracia, en cumplir con obras su voluntad» (Lumen Gentium 16).

La escuela es uno de los ámbitos de nuestra sociedad donde el anuncio del Evangelio no puede ignorarse. Habrá quien se sorprenda al escuchar esta afirmación y quizá piense que sólo me refiero a las escuelas de ideario cristiano. Pero, no. En cualquier escuela donde haya cristianos, lo mismo da que sean de titularidad pública o de iniciativa social, la evangelización en la escuela es un deber y un derecho de todo bautizado. La manera práctica de llevarla a cabo variará según las diversas circunstancias. A veces, en una escuela pública, será conveniente modular el anuncio explícito del Evangelio, mas en todo caso siempre será posible dar un testimonio personal de una vida vivida de acuerdo con el Evangelio del Señor Jesús.

La escuela cristiana, por otra parte, tiene una identidad bien definida y un claro proyecto educativo, y «es un verdadero lugar de evangelización» (Congregación para la Educación Católica, Dimensión religiosa en la escuela católica). No se puede ignorar que una escuela cristiana, bien integrada en la Iglesia diocesana, que propone una vivencia de fe a la comunidad educativa y que crea un clima de buenas relaciones interpersonales entre todos sus miembros es, para muchas personas de nuestro país ( algunas ciertamente alejadas de la fe), el referente eclesial más cercano de que disponen, para acercarse a la Iglesia y escuchar la palabra evangélica.

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Los laicos, testigos de la fe

En la escuela pública, los laicos y laicas cristianos son los primeros testigos de la fe en este ámbito. Son laicos los docentes, lo son los miembros de las asociaciones de madres y padres, el personal de servicio de las escuelas, y también, y, no en último lugar, los propios alumnos.

El Concilio Vaticano II ha puesto de relieve la profunda vocación a la santidad personal y al apostolado de todos los laicos cristianos, los cuales, «llevando a cabo su propia profesión guiados por el espíritu evangélico, contribuyen a la santificación del mundo desde su interior, como la levadura en la masa» (Lumen Gentium 31). La evangelización de nuestro mundo tiene hoy tal complejidad y requiere tanta creatividad que en algunas situaciones, sólo las laicas y laicos podrán ser, tales casos, testigos del Evangelio. El mundo de la escuela pública es una de ellas. Allí el docente laico ejerce su vocación de educador. Es un docente, pero su misión va más allá de la docencia, ya que es formador de los hombres y mujeres del futuro al servicio de la Verdad.

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El educador cristiano

El docente cristiano no ignora que hoy hay concepciones muy variadas del ser humano. A pesar de ello, tiene presente que la concepción cristiana del hombre sitúa a éste en su más alta dignidad: la de hijo de Dios, libre y solidario con los demás hombres y mujeres por mandato evangélico de la caridad fraterna.

 La Congregación para la Educación Católica publicó hace unos años un importante documento que ofrece una síntesis muy clarificadora del papel del laico cristiano en la escuela. Podemos leer allí, que el educador cristiano «ejercita su ministerio en la Iglesia viviendo desde la fe su vocación secular en la estructura comunitaria de la escuela, con la mayor calidad profesional posible y con una proyección apostólica de esta fe en la formación integral del hombre, en la comunicación de la cultura, en la práctica de una pedagogía de contacto directo y personal con el alumno y en la animación espiritual de la comunidad educativa a la que pertenece y de aquellos estamentos y personas con los que la comunidad educativa se relaciona »(Sagrada Congregación para la Educación Católica, El laico católico, testigo de la fe en la escuela, núm. 24).

El educador cristiano vive su vocación laical en la escuela y ejerce un verdadero ministerio eclesial en medio de la sociedad y en concreto en el seno de la escuela donde trabaja. Es bueno que los maestros cristianos tomen conciencia de que la familia y la Iglesia les han confiado tan importante tarea educativa.

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Los padres y madres

Es cosa bien sabida que los padres y madres son los responsables primeros de la educación de sus hijos. Esto es reconocido en los tratados internacionales más importantes, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos donde se declara: «El padre y la madre tienen el derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrán de recibir sus hijos» (núm. 26.3). También, en el Estatuto de Cataluña se afirma: «Los poderes públicos deberán promover e impulsar la implicación y la participación de la familia en la educación de los hijos e hijas, en el marco de la comunidad educativa , y deben facilitar y promover el acceso a las actividades de educación en el ocio» (art.44.3).

Hoy los padres y madres, pueden, a través de las AMPAS, tomar parte de manera directa en la vida de las escuelas y en los diversos consejos escolares. Por eso, tiene una gran importancia que participen activamente en estos órganos, y hagan respetar los derechos que asisten a sus hijos e hijas a recibir «la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus convicciones, en las escuelas de titularidad pública, en las que la enseñanza es laica» (Estatuto de Autonomía, art. 21.2).

En la escuela pública, los padres y madres deben velar especialmente para que la clase de religión y moral católica simage-4a53b95dfe695cb4525f7d2cc26d6116ea ofrecida en igualdad de condiciones que las otras materias y que esta se imparta de acuerdo con el currículo de la materia aprobado por la Conferencia Episcopal y publicado en el BOE.

También en las escuelas de iniciativa social, los padres y madres deben estar atentos para que esta materia sea impartida de acuerdo con lo que la Iglesia enseña y no se "diluya" en una vaga "cultura religiosa", que no estaría de acuerdo ni con la legalidad vigente, ni con el ideario del centro cuando se tratara de una escuela cristiana.

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Los jóvenes cristianos

Son el principal objeto de la evangelización en la escuela, pero a la vez han de ser también los principales sujetos de esta evangelización. Desgraciadamente, y quizá demasiado a menudo lo hemos olvidado. Los obispos de Cataluña, en el mensaje de clausura del Encuentro del Espíritu de Tarragona, decían: «Tenemos que vivir con alegría el tesoro de la fe, y sois vosotros, los jóvenes, quienes con vuestro entusiasmo debéis ser los evangelizadores de los otros jóvenes».

Efectivamente, los jóvenes, a través del lenguaje y del estilo propio de su cultura juvenil, deben proponer los valores que brotan del Evangelio a sus compañeros de manera eficaz y asumir así un auténtico compromiso misionero para ser testigos del Evangelio de Jesucristo.

Tomar en serio la vocación bautismal pide tomar en serio la misión de evangelizar "para que toda la Iglesia, dejándose regenerar por la fuerza del Espíritu Santo, se presente en el mundo contemporáneo con un impulso misionero capaz de promover una nueva evangelización» (Benedicto XVI, Carta apostólica Ubicumque et semper).

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La clase de religión

Un ámbito privilegiado de la evangelización en la escuela lo constituye la clase de religión y moral católica. Hace pocas semanas, el arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol, invitando a los padres y madres a inscribir a sus hijos para las clases de religión, escribía: «La clase de religión es el campanario que, junto a las otras materias del conocimiento, invita a aquellos que libremente lo desean a conocer mejor la cultura cristiana, a entender la concepción cristiana del mundo y de la persona, y a descubrir el evangelio». Efectivamente, la clase de religión, en la actualidad, es una materia que ha alcanzado en nuestro país una dignificación importante gracias a un buen grupo de maestros y profesores muy competentes, así como a unos materiales educativos bien preparados. Los docentes de religión, mayoritariamente, imparten esta materia con profesionalidad y preparación, y desde las diócesis así como también desde las titularidades de las escuelas privadas y concertadas con ideario católico, se procura que este profesorado se forme con la misma intensidad con que se preparan los docentes de otras materias.

De todos modos, se nos presentan hoy en la escuela pública algunos retos importantes. A pesar de que la asignatura de religión es de oferta obligatoria en todas las escuelas (y, a la vez, de libre elección para las familias y los alumnos), no siempre esta oferta es presentada a los padres y madres de forma correcta. Algunas escuelas no facilitan la información adecuada en el momento de la matriculación y en otras se ofrecen materias alternativas a la religión que no se ajustan a lo que manda la ley. Esto tiene como consecuencia que en algunos niveles de escolaridad, tales como el bachillerato, la matriculación sea muy baja.

Otra motivo de preocupación viene dado por la existencia de algunos libros de texto, utilizados en diversas escuelas cristianas, que no respetan el currículo de la materia y, en vez de religión católica, presentan una simple aproximación a la cultura religiosa en general.

De cara al futuro, me parece fundamental que los padres y madres se hagan más conscientes de la grave responsabilidad que tienen en la educación religiosa de sus hijos y sean ellos quienes exijan a la administración educativa que se cumpla la ley en este punto.

Hace pocos días, Benedicto XVI decía a los miembros de la Congregación para la Educación Católica: «Es necesaria la valentía de anunciar el "amplio" valor de la educación para formar personas sólidas, capaces de colaborar con los demás y dar sentido a la propia vida». En esto, la asignatura de religión y moral católica tiene un papel educativo de primer orden y, al mismo tiempo, un carácter evangelizador grande, por su clara expresión de amor y de testimonio de la verdad.

Mn. Norbert Miracle Figuerola

  • 28 mayo 2011
  • Norbert Miracle Figuerola
  • Número 39

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