La libertad religiosa, camino para la paz
Actualidad del Mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Paz de 2011
Parece claro que el tema elegido por el Santo Padre para el mensaje de este año de la Jornada Mundial de la Paz no está motivado por una preocupación principalmente intelectual, sino por la persecución a la que se ve sometida la Iglesia en muchos lugares y por la intolerancia religiosa hacia muchos creyentes. Para el Papa, las fuentes de la persecución vienen, por un lado, del fanatismo y el fundamentalismo, y en este caso llega hasta el derramamiento de sangre, y, por otro, del laicismo, que es más sutil pero muy excluyente. Ante esta situación, Benedicto XVI reivindica el derecho fundamental de libertad religiosa, teóricamente reconocido por los organismos internacionales y las constituciones estatales, pero sistemáticamente violado. A lo largo del mensaje, el Papa subraya las diferentes consecuencias negativas para la paz que se siguen del desconocimiento del derecho de libertad religiosa.
Comienza el mensaje señalando los «terribles actos de violencia e intolerancia religiosa que ha habido este año. Pienso en particular en la amada tierra de Irak [...] los recientes sufrimientos de la comunidad cristiana, y de manera especial el ataque vil contra la Catedral sirocatòlica de la Virgen del Perpetuo Socorro de Bagdad, en el que el 31 de octubre pasado fueron asesinados dos sacerdotes y más de cincuenta fieles, mientras estaban reunidos para la celebración de la santa misa.»
En este contexto, el Santo Padre ofrece en el mensaje una reflexión sobre «la libertad religiosa como camino para la paz». Me permito destacar algunos aspectos especialmente relevantes.
♦ El derecho a la libertad religiosa se fundamenta en la misma dignidad de la persona humana, es equiparable al derecho a la vida y condición irrenunciable para la legitimidad moral de cualquier otra norma moral y jurídica.
♦ La libertat religiosa no es sólo ausencia de coacción en su ejercicio y en todo su alcance, sino, incluso antes y positivamente, «capacidad de ordenar las propias acciones según la verdad». Esta apertura a la verdad y al bien «es garantía del pleno respeto recíproco entre las personas». Actualmente es casi un tópico considerar el relativismo moral como la clave para una convivencia pacífica, pero la realidad es que esta actitud constituye el origen de la división y la negación de la dignidad de la persona.
♦ El derecho a la libertad religiosa no es patrimonio sólo de los creyentes, sino de toda la familia humana: «es un elemento imprescindible del Estado de Derecho».
♦ Al igual que ocurre con todo lo bueno, el derecho de libertad religiosa también puede ser distorsionado y pervertido. Esto sucede cuando se instrumentaliza para subvertir el orden constituido o para retener el poder o los recursos por parte de un grupo. Fanatismo o fundamentalismo quieren imponer la religión por la fuerza, en estos casos los Estados y las comunidades humanas tienen que intervenir para que la verdad nunca se imponga con la violencia sino por la fuerza de la misma verdad. Sin embargo, es innegable la experiencia de la aportación positiva de las comunidades religiosas en la sociedad: instituciones caritativas y culturales, la contribución ética en el campo político, la religión vivida es la que orienta la sociedad hacia principios éticos universales, como ha sido la Declaración Universal de los derechos del hombre de 1948. Unos derechos que, desgraciadamente, hoy son incumplidos o negados.
♦ El otro extremo del fundamentalismo es el laicismo: «El fundamentalismo religioso y el laicismo son formas especulares y extremas de rechazo del pluralismo legítimo y del principio de laicidad». La dimensión religiosa de la persona y su apertura a la trascendencia no pueden ser ignoradas y menos manipuladas porque no son una creación del Estado, sino algo inherente a la persona que debe ser reconocido y respetado. Si la libertad de conciencia, de pensamiento y de religión se ve como rival de los poderes públicos, la sociedad queda expuesta a los riesgos de los totalitarismos políticos e ideológicos.
♦ A fin de que las religiones cumplan su cometido de colaborar en el bien común, la Iglesia, sin señalar ningún camino de relativismo o sincretismo religioso, no excluye el diálogo y la búsqueda común de la verdad en los diferentes ámbitos vitales, porque, como afirma santo Tomás, «toda verdad, independientemente de quien la diga, viene del Espíritu Santo». Por eso, el Santo Padre ve oportuno recordar que este año 2011 se cumplirá el 25º aniversario de la jornada mundial de la oración de Asís, en 1986. «En aquella ocasión, los líderes de las grandes religiones del mundo dieron testimonio de que las religiones son un factor de unión y de paz, no de división y de conflicto. El recuerdo de aquella experiencia es un motivo de esperanza en un futuro en que todos los creyentes se sientan y sean auténticos trabajadores por la justicia y la paz.»
♦ El mensaje también hace un llamamiento a la política ya la diplomacia para que promuevan la verdad moral dentro de su mundo. Esto consiste, en definitiva, en un compromiso constante para fundamentar la ley positiva sobre los principios de la ley natural. La Carta de la Organización de las Naciones Unidas presenta valores y principios morales universales que son referencia para todas las normas, instituciones y sistemas de convivencia.
♦ Los últimos párrafos del mensaje son una denuncia de las persecuciones, los actos de violencia y la intolerancia por motivos religiosos. Esto sucede en Asia y África con las minorías religiosas, donde se llega a la privación de libertad personal o de la misma vida. En los países occidentales, a veces se dan formas sofisticadas de hostilidad, renegando de la historia y los símbolos religiosos que reflejan la identidad y la cultura de la mayoría de los ciudadanos. Al final, el Santo Padre se dirige a todas las comunidades cristianas que son perseguidas y les pide que no se desanimen, recordando de que el Evangelio siempre es un signo de contradicción y que las Bienaventuranzas y el Padrenuestro son un compromiso de perdón.
♦ El mundo tiene necesidad de Dios. Tiene necesidad de valores éticos y espirituales, universales y compartidos. Una sociedad reconciliada con Dios está más cerca de la paz. La paz es el resultado de un proceso de purificación y elevación cultural, moral y espiritual. La libertad religiosa es un arma de paz con una misión histórica y profética. El Santo Padre desea que «todos los hombres y las sociedades, en todos los ámbitos y lugares de la tierra, puedan experimentar pronto la libertad religiosa» para la paz.
Dr. Joan Garcia Llobet Doctor en Derecho Canónico