Archivo > Número 35

Un premio Ciudad de Barcelona a San Lucas

Es cosa grata en los tiempos que corren comprobar que no siempre hay discriminación cuando se trata de valorar desde ámbitos de la pública administración, libros que tratan adecuadamente temas religiosos. Se ha atribuído uno de los Premios Ciudad de Barcelona, a una edición bilingüe –en griego y catalán– del evangelio de Lucas y de los Hechos de los apóstoles, que son, como se ha dicho siempre, del mismo autor, y parecen formar como un todo. El trabajo ha sido hecho en colaboración entre el Dr. image-1478ad1cbcb4b833957a7e3404f55a25Josep Rius-Camps, profesor emérito de la Facultad de Teología de Catalunya –especialista en Patrística y autoridad mundial en Ignacio de Antioquía– y la Dra. Jenny Read-Heimerdinger, investigadora asociada en la Universidad de Bangor, en Gales, que habían llegado, investigando por separado, a parecidas conclusiones y que después de ello han continuado, en colaboración sus trabajos.

En el caso presente ha pesado en la atribución del Premio el mérito literario de la obra, y se ha dado directamente al trabajo como traducción, pero se ha tenido muy en cuenta lo que tiene de investigación erudita en el campo de los estudios bíblicos, aspecto de que tratarán a su tiempo los especialistas –sobre todo a partir del texto en inglés– con comentarios más extensos, y esta edición pasará sin duda a la historia de los estudios histórico-críticos sobre la Biblia. Se presenta bellamente el texto griego y la traducción catalana, en paralelo, en páginas distintas, en una pulcra impresión. Se hace preceder de un importante estudio introductorio y con abundantes notas sobre los puntos de mayor interés.

La aportación del libro será la consecuencia del estudio exhaustivo que han hecho los autores, y que se edita en inglés en varios volúmenes, pero en el publicado ahora está lo esencial. El trabajo, que ha llevado a los autores a remover todo el material documental sobre los dos libros de Lucas, ha partido del interés que ha suscitado en ellos un códice que hasta ahora no se había apreciado en lo que dicen ellos que vale: el llamado Códice de Beza (o Cantabrigiensis) –cuyas siglas son (D 05/d 5)–, al que se le daba una datación más tardía pero que ahora estos autores sitúan en la época (siglos IV-V) de otros grandes códices a los que se reconocía la mayor autoridad, como eran el Vaticano, el Sinaítico y el Alejandrino. Esperemos que, no sólo convenza a sus posibles críticos de la importancia del Códice y de sus peculiaridades, sino también en lo que se refiere a esa temprana redacción. El trabajo de revisión de la datación ha tenido muy en cuenta, además de los criterios externos, entre los cuales la presentación o la paleografía, los internos, para tratar de adivinar el porqué de supresiones o de añadidos que se producen en ciertos momentos y que van dando image-8595b5bd13f78b7277a82c1af7ba898dlugar a trabajos de recensión para establecer con siempre mayor probabilidad el texto primigenio. No hay necesidad de recalcar que, dentro de notables diferencias, nada esencial falta en este códice, pero sí que pueden encontrarse algunas palabras o formas de decir propias de él, si se compara con los demás códices, de los mismos libros, con la misma estructura y orden de redacción, y por el contrario son muchos detalles se que se podrán tener en cuenta en adelante, si llega a haber el conveniente consenso entre los expertos, y no hay duda de que sus aportaciones pueden pasar a enriquecer en algún grado el aparato crítico de las ediciones “standard” del texto griego.

En una primera aproximación al libro hay dos puntos dignos de reclamar la atención a un público de no especialistas. Son los relativos a la persona del autor, Lucas, y del destinatario, Teófilo. Empezando por este último sostiene la hipótesis de que no se trata, como se pensaba, de un cristiano ilustrado, al que se le daba el nombre simbólico de Teófilo (el óptimo [krátistos] Teófilo [amador de Dios]), como se encuentra en la traducción latina, y al que nuestros autores dan el tratamiento de excelentísimo, el mismo que el Códice de Beza da a otros personajes públicos importantes, sino que sería un judío culto, hijo de Anás y cuñado de Caifás, sumo sacerdote en ejercicio entre los años 37-41 d.C. Es sugestiva en ese sentido la exégesis que hace del prólogo de Lc (1,1-4).

Y sobre la persona del que escribió los dos libros, deduce, por diversos indicios que el autor del texto del Códice de Beza no solamente era un judío culto sino incluso un rabino con el cual Teófilo habría coincidido muchas veces en el Templo

He de decir que antes de hacer a fondo, como corresponde, el examen crítico de la obra, me he contentado con algunas catas, y he de reconocer que he disfrutado con la lectura de algunos pasajes: las dos páginas paralelas, la primera, el texto de la anunciación a María (a Mariam, dice en ese lugar el Códice, con la noticia de la encarnación, (1,26-37) y creo haber encontrado el gusto de siempre en el texto griego, con la salutación del ángel “Chaire, kecharitoméne” (v.28). Y también he leído con fruición la narración sobre el hijo pródigo (15,11-32), y el pasaje de la última cena (22,14 y ss). Y he dado un voto de confianza: a Lucas, y a Beza, a Rius y a Jenny R-H.

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De todas maneras, ya seguiré haciendo, con el tiempo que sea necesario, la lectura exhaustiva que merece el estudio y espero que me dé también completa satisfacción. Hasta ese momento utilizo el beneficio de la presunción, y concluyo que todo será tan atractivo como lo que he leído. Y aunque no entramos por ahora a fondo en los apasionantes temas de la transmisión del texto de la Escritura, y concretamente del Nuevo Testamento, que llevan a apreciar la gran riqueza documental existente y el respeto con que se ha tratado la transmisión del texto. Pero ya se ve que con sus peculiaridades, también este texto de Beza, avala en sus líneas generales la importancia del trabajo de los copistas y de quienes hicieron las grandes recensiones o han tratado de aproximarse al máximo a los textos originales.

Es un trabajo que ha de merecer atención en nuestro país donde –aparte algunas grandes obras de valor histórico– se han preparado o editado, entre otras las dos magnas ediciones, en varios volúmenes, de la Biblia de Montserrat y de la Fundació Bíblica Catalana –y en ediciones más manuales–, o el Nuevo Testamento que preparó J.M. Bover y actualizó J. O´Callaghan, y la más reciente: la edición –que pasa por ser la standard– de Nestle-Aland, con el texto griego y el latino de la Vulgata, al que se ha añadido la traducción interconfesional. Y Barcelona, y después Montserrat son los lugares donde Ramon Roca-Puig, desde la papirología, contribuyó también a enriquecer ese tesoro documental, entre otras maneras, aportando varias páginas de la copia más antigua que se conoce del evangelio griego que se conoce, del que se conservaban: los “papyri barcinonenses” con su sigla internacional, del mismo códice del que se conservaban diversos fragmentos en Manchester, publicados en su momento por C. H. Roberts.

Ferran Blasi Birbe

Doctor en Teología. Periodista

Datos del libro:

Lluc, Demostració a Teòfil

Evangeli i Fets dels Apòstols segons el Còdex Beza

Edició i traducció de Josep Rius-Camps i Jenny Read-Heimerdinger

Fragmenta Editorial

Barcelona 2009

733 pág.

  • 13 julio 2010
  • Ferran Blasi i Birbe
  • Número 35

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