Archivo > Número 33

Literatura cristiana antiga. C.M.Pifarré

 

Cebrià M. Pifarré i Clapés

Publicaciones de la Abadia de Montserrat
Barcelona, 2009, 2ª edición
750 páginas

 

"En el origen de este libro –explicaba hace unos meses el padre Cipriano M. Pifarré, monje de Montserrat y experto en patrología– hay unas conversaciones en Radio Estel, conducidas con amabilidad y destreza por Rosa Deulofeu, y unas notas orientativas, a raíz de unas clases en el Instituto de Ciencias Religiosas en Barcelona". Lo dijo al image-c9a65d4a7d0a5e4cbb39f0f503120ff8semanario Catalunya Cristiana poco tiempo después de aparecer la obra Literatura cristiana antigua, que es un profundo estudio de los Santos Padres y otros escritores eclesiásticos de los ocho primeros siglos de la historia de la Iglesia. Por tanto, el libro que tenemos en las manos no es un pequeño manual o apuntes sobre el tema mencionado, sino un verdadero y profundo tratado de patrología de 750 páginas, muy bien ordenado y claro en todas sus vertientes. Aporta algunas novedades que son fruto de un cuidadoso estudio de este largo período de la vida de la Iglesia y que no se encuentran en otros tratados anteriores.

La intención del autor fue la de exponer con claridad los más importantes testimonios de la doctrina y vida eclesial, como fueron los Santos Padres y otros escritores de cada una de las épocas hasta el siglo octavo. Cada testimonio es presentado en el propio contexto histórico, desde los comienzos postapostólicos hasta los escritos del último Padre griego –san Juan Damasceno y los de la literatura cristiana visigótica –santos Leandro e Isidoro–; aporta todo lo que se refiere a símbolos, concilios, vida litúrgica, formación del canon bíblico, herejías –sobre todo las trinitarias y cristológicas– u otros desvíos doctrinales, algunos muy graves y otros no tanto, divergencias en cuestiones teológicas, entre escuelas teológicas, disidencias sutiles en la interpretación de la Sagrada escritura o en otros temas, malentendidos doctrinales, indebidas intromisiones de los poderes civiles en la doctrina y disciplina de la Iglesia, amenazas político-militares de los pueblos bárbaros, la división y decadencia del Imperio Romano, etc. Es decir, tenemos una espléndida herramienta para conocer mejor cuáles han sido nuestras raíces a fin de enriquecernos con el testimonio de aquellos grandes hombres y mujeres –verdaderos gigantes– de la Iglesia de los primeros siglos, que se gastaron y desgastaron por servirla hasta dar la vida. También se sugieren muchos otros aspectos filosóficos, culturales o sociales, etc., propios de cada etapa estudiada.

El libro nos ayuda a entender el hecho de cómo la fe y la vida cristiana empapan las instituciones religiosas y civiles, la idiosincrasia de los diversos pueblos, las lenguas más comunes del Imperio Romano –griega y latina– las costumbres, las familias, los hechos políticos –en la persecución y en la paz– y también de cómo nuestros escritores fueron herederos de la mejor literatura clásica anterior o contemporánea.

Como deja entrever el padre Cebrià Pifarré en la entrevista citada, el vigor, el talante y las reacciones de cada uno de los Padres y los escritores cristianos, que los rodean, marcan muchos de los acentos que configuraron toda la rica tradición eclesial de estos primeros ocho siglos. Se entiende perfectamente que el tan conocido Cardenal Newman –el famoso teólogo anglicano converso y Cardenal de la Iglesia Católica pocos años después de dar su paso hacia Roma– comprendiera, con el estudio profundo de los santos Padres, que la continuidad del Cuerpo de Cristo nos viene de esa tradición eclesial, la legada por nuestros antepasados, los santos Padres, y que dejaba sin argumentos las interrupciones dolorosas o culpables rupturas que sitiaron y destruyeron la unidad de la Iglesia del siglo XVI.

Las 750 páginas se dividen en 39 capítulos. En cada uno de ellos, el autor sigue el mismo esquema, que consiste en hacer primero una reflexión historicodoctrinal de cada siglo o cada época, teniendo en cuenta los diferentes hechos y sus protagonistas –los Pontífices Romanos, los santos Padres, los escritores eclesiásticos, los fautores de los movimientos heréticos, etc.– que configuraron el desarrollo de los avances o retrocesos de la vida de las diversas iglesias locales o de diferentes regiones, en segundo lugar, el padre Pifarré da unas interesantísimas notas historicobiográficas que con el título "Para saber más" completan muchos datos relacionadas con el "antes", el "durante" y "después" de aquella época, y en tercer lugar nos presenta una escogida antología de los mejores y principales textos de los Padres y otros escritores, citados en el resumen histórico. Cada capítulo concluye con una lista de obras de los Padres, editadas en diferentes países, y la bibliografía adecuada de muchos patrólogos.

Para hacerse una buena idea del contenido de esta magna obra, mencionaremos el índice general, que incluye, además del capítulo primero e introductorio sobre la actualidad de la literatura cristiana antigua de los Padres de la Iglesia, treinta y ocho capítulos más. Capítulos significativos que muestran el alcance de la obra del padre Pifarré, con todos sus patentes aciertos y sus sugerentes contenidos: matrices judías de la literatura cristiana antigua: sobre el judeocristianismo; el amanecer de la literatura cristiana no bíblica: los Padres Apostólicos, la literatura neotestamentaria extracanónica: los textos apócrifos, la literatura gnóstica: sobre la gnosis y el gnosticismo, la literatura griega y latina: los apologistas cristianos, Justino, filósofo y mártir, modelo de los apologistas griegos, la literatura cristiana sobre los mártires y el martirio, la literatura antignóstica: Ireneo de Lyon, una defensa del hombre, la literatura homilética en la fiesta de la Pascua: el Pseudo-Hipólito y Melitón de Sardes, la literatura cristiana en Didascalion de Alejandría, primeras especulaciones: Clemente y Orígenes, la literatura cristiana griega: Orígenes, teólogo, todo espíritu y fuego, dos capítulos más sobre la literatura cristiana latina: Tertuliano y el África cristiana, y naturalmente otro dedicado a Cipriano de Cartago.

Pasa después a la literatura cristiana con el giro constantiniano: Lactancio y Eusebio de Cesarea, otro dedicado a la política y la teología en los escritos de los santos Padres: la literatura cristiana entre el Concilio de Nicea y la crisis arriana, la literatura griega en defensa de Nicea: Atanasio de Alejandría, la literatura espiritual: los orígenes del monaquismo cristiano; literatura monástica del desierto: los Apotegmas de los Padres, la literatura cristiana en las fiestas de Navidad y Epifanía: la Iglesia de Jerusalén, peregrinación y catequesis; tres capítulos más dedicados a la literatura cristiana en Capadocia, con Basilio el Grande, Gregorio Nacianceno y el Concilio de Constantinopla (381), Gregorio de Nisa y la teología mística, una exposición sobre la literatura cristiana en la escuela de Antioquía, con Juan Crisóstomo, la literatura teológica: Cirilo de Alejandría y Nestorio en torno al Concilio de Éfeso (431).

A continuación vienen los siguientes capítulos: la literatura teológica y la mística: el Pseudo-Dionisio el Areopagita; la literatura teológica de Máximo el Confesor y los Concilios de Constantinopla II (553) y III (680), un compendio de literatura patrística: Juan Damasceno, la crisis iconoclasta y el Concilio de Nicea (787), la literatura cristiana en antiguas lenguas orientales, la literatura latina antiarriana: Hilario de Poitiers, la literatura latina: el obispo Ambrosio de Milán; sigue Jerónimo: entre el ideal ascético y la pasión por la literatura bíblica, dos capítulos más de literatura latina, dedicados a San Agustín de Hipona –un itinerario en busca de Dios– y sus grandes escritos, uno dedicado al maestro latino de espiritualidad: Juan Casiano y la Galia cristiana; la literatura teológica latina: León Magno y el Concilio de Calcedonia (451); la literatura latina: Gregorio Magno, el anhelo de Dios y los deberes pastorales, la literatura cristiana en la Hispania visigoda: Isidoro de Sevilla herencia de los Padres, y un último capítulo consagrado a las figuras femeninas en la literatura patrística.

A todo esto hay que añadir, para terminar, un largo índice analítico y otro de autores modernos.

Se espera una traducción castellana de esta obra. Y también una revisión o reedición de la actual que se ha publicado con algunos errores tipográficos que, con seguridad, han hecho sufrir al autor. Creo que un estudio y una lectura pausada de esta obra, que recomiendo, ayudará mucho a los estudiosos de la literatura cristiana antigua.

 

Josep Vall i Mundó

  • 10 diciembre 2009
  • Cebrià M. Pifarré i Clapés
  • Número 33

Comparte esta entrada