''Se perdieron cuatrocientos sesenta y cuatro retablos''. R-O.Sánchez
"Se perdieron cuatrocientos sesenta y cuatro retablos, que si los pusiéramos uno junto a otro llegarían a los dos kilómetros y medio"
Entrevista a Mn. Josep Maria Martí Bonet, Delegado de Patrimonio Cultural del Arzobispado de Barcelona y autor del libro El martirio de los templos
El jueves 26 de febrero fue presentado en el Museo Diocesano de Barcelona el libro El martirio de los templos en la diócesis de Barcelona (1936-1939) de Mn. Josep Maria Martí Bonet. El libro detalla mediante 166 fotografías y documentos, la destrucción del patrimonio eclesiástico en los templos del actual arzobispado durante la persecución religiosa que se practicó en el periodo de la Guerra Civil española. También se inauguró la exposición en el mismo recinto, donde se recogen un centenar de piezas y documentos originales relacionados con el patrimonio destrozado en aquellos años.
Mn. Josep Maria Martí Bonet, actual delegado de Patrimonio Artístico de la archidiócesis de Barcelona, es el autor del libro, en el que se han aprovechado diversos informes existentes en el archivo diocesano. Mn. Martí Bonet nació en Terrassa (Vallès Occidental) el año 1937. Se doctoró en historia eclesiástica en la Universidad Gregoriana de Roma. También es diplomado en paleografía, diplomática y archivística. Actualmente es director de la Biblioteca Pública Episcopal y del Archivo Diocesano de Barcelona. Fue organizador y comisario de la exposición Mil·lenium y recibió la Cruz de Sant Jordi el año 1990. Entre sus últimos libros cabe destacar: Catálogo Monumental del Arzobispado de Barcelona (1978 y 1981), Sant Vicenç de Sarrià: 1.000 años de historia (1987), La Catedral de Barcelona (1997), Gregorio Modrego Casaus: obispo del XXXV Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona: documentos y notas históricas (2002) y El obispado de Egara: breve historia (2007).
Hablamos con el autor de la doble intención al publicar este libro: «presentar un instrumento útil para catalogar el patrimonio eclesiástico de la antigua diócesis de Barcelona, y contribuir a la posible reconciliación definitiva de una guerra civil que nunca se tenía que haber producido en nuestro país». El firme deseo de una plena reconciliación exige hacer patentes las heridas de un importante sector de la tragedia, para después poder curarlas. Ésta es la intención del libro, y hablamos a continuación.
¿Por qué aparece ahora El martirio de los templos, cuando ya han pasado setenta y dos años del inicio de la Guerra Civil?, o dicho de otra manera, ¿por qué no se había hecho antes?
Por dos motivos, uno es científico, para cumplir mi misión de hacer la catalogación completa, exhaustiva, de todas las piezas de arte que existen y que han existido. En este sentido, siempre me encontraba con el capítulo que hacía referencia a la Guerra Civil y, por lo tanto, era necesario saber qué es lo que sucedió en relación con tantas y tantas piezas que eran muy buenas y que fueron destruidas, de las cuales teníamos que dejar constancia al menos en los catálogos.
El segundo motivo es porque han pasado ya setenta años, pero todavía hay heridas abiertas porque cada parte cuenta sólo una parte de la verdad. Por eso, siguiendo las palabras de Jesús en el Evangelio de San Juan, en el capítulo noveno: «La verdad os hará libres», nosotros con este libro queremos explicar la verdad que nos hace libres de cualquier prejuicio y de cualquier odio que pueda existir sobre estos hechos. Para colaborar mediante la verdad a que se cierren las heridas y se alcance la reconciliación. Porque ahora que tanto se habla de la memoria histórica, esto también es memoria histórica.
La destrucción de bienes eclesiásticos durante aquel periodo fue muy grande. ¿Cómo podríamos valorar cuantitativamente las piezas de arte e iglesias perdidas?
Como aparece en el libro, solamente de la diócesis de Barcelona y sin contar los conventos, se destrozaron más de quinientas iglesias en menos de dos semanas, muchas fueron quemadas o se quedaron sin techo, a algunas de las pinturas se les tiró ácido sulfúrico para que fueran
irrecuperables, cuarenta templos fueron arrasados totalmente. Sólo siete iglesias de Barcelona no sufrieron ningún ataque destructivo. Se perdieron cuatrocientos sesenta y cuatro retablos muy importantes, de autores de mucha categoría artística, que si los pusiéramos uno junto a otro llegarían a los dos kilómetros y medio. Más de doscientos órganos y armonios, como por ejemplo el órgano de Santa María del Mar, que era uno de los más importantes de Europa. A todo esto hay que añadir pinturas, ornamentos, orfebrería...
¿Quién fue capaz de hacer una cosa así? ¿Quiénes son los autores materiales de esta destrucción?
No fue gente incontrolada, como se ha dicho, fue gente muy controlada, porque, si no, no se entiende que simultáneamente se quemaran todas las iglesias de Cataluña, eso quiere decir que anteriormente estaba ya programado. La finalidad era arrasar cualquier signo de tipo religioso, primero sacerdotes y católicos que fueron asesinados y después las grandes víctimas fueron los templos y todos los objetos de arte religiosos.
A diferencia, por ejemplo de Rusia, donde también se destruyeron las personas, pero en cambio allí se salvaron los templos. Está documentado que muchos de los autores materiales formaban parte de los comités locales, partidarios de uno revolución bolchevique como los miembros de la CNT y la FAI.
La Generalitat quedó desbordada por estos comités, el presidente Companys tenía que haber sido más duro y más valiente ante estos hechos. Él mismo queda bastante mal –cómo aparece en el libro– cuando dice textualmente que la Iglesia fue beligerante y que todas las parroquias tenían fusiles para defenderse. Y esto es totalmente falso.
Sin embargo, también hay que mencionar el esfuerzo de hombres del gobierno como Ventura Gassol y Joseph Espanya para salvar a muchas personas y parte del patrimonio de la Iglesia, como fue el monasterio de Montserrat, la moreneta y la catedral de Barcelona.
¿Se podía haber evitado, pues, aquella destrucción?
Evidentemente. Cuando a un gobierno se le escapa de las manos una situación como ésta, si es honrado tendría que dimitir, pero no lo hizo. Más bien al contrario, Companys dice: «en el fondo alienta siempre en el pueblo una justicia instintiva» (La Vanguardia, 29-XII-1936).
¿Qué elementos religiosos eran prioritarios a la hora de practicar este ensañamiento destructivo?
Todo lo que hacía referencia a los santos, a Madre de Dios y a Nuestro Señor, con quien se practicaron auténticas blasfemias. Y aquellas personas que estaban vinculadas por su ministerio, como los sacerdotes.
Cabe destacar, en este sentido, a los héroes que salvaron sacerdotes o bienes de la Iglesia. En mi casa, por ejemplo, mi padre escondió durante un año y medio a un cura que querían matar en Terrassa; si lo hubieran encontrado seguro que también habrían matado a mi padre. Este cura me bautizó a mí en casa, en aquel tiempo de guerra. Éstas son cosas muy íntimas, que se han de saber, se tienen que explicar, se han que curar, y al final se deben olvidar, tanto en un lado como en el otro.
¿Cuáles son, en su opinión, las pérdidas más irreparables de aquella destrucción?
Desde el punto de vista del patrimonio, aquellas imágenes a las que tenía tanta devoción el pueblo. Aquellos órganos maravillosos que se podían haber conservado para otras utilidades. Estos cuatrocientos sesenta y cuatro retablos, uno por uno, tenían un gran valor, son pérdidas horripilantes, simplemente por el odio a Dios y a la Iglesia.
Las piezas de más valor, como por ejemplo todo el románico y el gótico que se perdió, pero a veces el valor sentimental que tenía una estampita devocional familiar, que era causa de muerte si se hubiera encontrado, también es de un valor incalculable.
Lo que más me repugna de la Guerra Civil es este pisar los derechos que tiene una persona a la intimidad. Que te puedan matar sólo por tener en casa una imagen religiosa.
Hay que destacar también la gran tarea de restauración que se hizo después de la guerra, con la ayuda de todo el mundo y gracias a buenos artistas, y también cómo, poco a poco, se fueron recuperando algunas piezas que se habían escondido o trasladado. La Generalitat, por ejemplo, intervino para que no se perdiera la custodia de Barcelona, o el Santo Cristo de Lepanto, Montserrat o Pedralbes. Pero el resto fue quemado todo.
Mn. Ramon-Octavi Sánchez Valero
Sacerdote y periodista
Exdirector de Cataluña Cristiana y Radio Estel
––––––––––––––––––––––––––– El martirio de los templos en la diócesis de Barcelona (1936-1939) Josp Maria Martí Bonet Barcelona, 2008 464 pág. Un principio básico en medicina es que para curar una herida es necesario descubrirla, limpiarla, desinfectarla... un proceso doloroso, pero necesario para que cicatrice bien. Siguiendo este símil, José M. Martí Bonet, archivero diocesano y delegado del patrimonio cultural del Arzobispado de Barcelona, nos ofrece una obra monumental en El martirio de los templos en la diócesis de Barcelona (1936-1939). Las heridas en el patrimonio cultural y religioso de la diócesis catalana fueron terribles. De la misma manera que el tipo de herida dice mucho sobre qué la causó, en las heridas que recoge “El martirio de los templos” se descubre, al lado de la barbarie y la ignorancia, un sedimento de odio a todo lo religioso. El autor, en el prólogo, comenta que “era necesario destruir y borrar cualquier signo religioso” después de explicar el testimonio del artista Darío Vilás, quien testimonió que muchas pinturas al fresco fueron quemadas y destruidas con ácido sulfúrico para que no hubiera ninguna posibilidad de restaurarlas. Se han escrito, y se escriben, muchos martirologios de estos años de barbarie. En esta labor histórica, es imprescindible una investigación exhaustiva que presente los hechos con la mayor veracidad posible. Esto lo ha conseguido Martí Bonet manejando información de primera mano: el archivo de Mn. Manuel Trens, que fue director del Museo Diocesano de Barcelona; un informe de la Generalidad de enero de 1938 que contiene el significativo epígrafe: “Inventario de los edificios de carácter religioso del territorio de la audiencia de Barcelona con expresión de su destino”; así como el informe reservado que posiblemente se envió a Roma y que fue descubierto casualmente el año 2000. Este informe resume las respuestas a la encuesta, que justo después de la Guerra, los rectores de las respectivas parroquias del obispado tuvieron que llenar y que también hablan de los inicios de la gran restauración de todas les iglesias y de la recuperación de sus archivos. El martirio de los templos dedica la mayor parte de sus páginas (capítulo IV) al reportaje informativo y fotográfico de cada una de las parroquias durante la Guerra. Doscientas páginas de fotografías que hablan por si solas. Los capítulos previos ofrecen una introducción (cap. I), el marco histórico y la persecución religiosa durante la Guerra Civil (cap. II) y una amplia referencia al Informe o manuscrito inédito con el resultado de la encuesta sobre la situación de las parroquias barcelonesas (cap. III). El autor incluye cuatro apéndices de gran interés, entre ellos un manuscrito del Dr. Pedro Tarrés en el cual, después de relatar algunas experiencias de aquellos años, valora situaciones y la actuación de algunas personas públicas y acaba perdonándolas. Todo un resumen de este gran libro. Isidoro Ramos