Abriendo camino en Europa. Semblanza de José María Hernández Garnica

El siervo de Dios José María Hernández Garnica (1913-1972) fue uno de los tres primeros sacerdotes del Opus Dei (1944). Siguió a san Josemaría en los comienzos de la Obra, a la que se incorporó en 1935. Se dedicó de modo particular, siendo ya sacerdote, a atender a las primeras vocaciones de mujeres en el Opus Dei, y a la expansión por toda Europa de los apostolados de la Obra. En concreto trabajó en España, Francia, Alemania, Inglaterra, Irlanda, Austria, Suiza, Bélgica y Holanda. Es decir, principalmente en países de Centroeuropa y las Islas Británicas, donde la labor era—y sigue siendo— costosa y donde los frutos apostólicos no eran lo que se dice muy boyantes. Don José María nunca perdió el ánimo. Es más, lo infundía a los fieles de la Obra que estaban a su lado. De manera que sentían el impulso de ese sacerdote fiel y santo que fue don José María. La fama de santidad se ha ido extendiendo y el Dicasterio de la Causa de los santos emanó el Decreto de validez de su proceso de beatificación en el 2010.

 

José Carlos Martín de la Hoz, autor de esta semblanza, es académico de la Academia de Historia Eclesiástica y director de la Oficina de las Causas de los santos del Opus Dei en España. En ella traza una biografía breve, con testimonios de las personas a las que trató y con testimonios de las personas que le rezan en el mundo entero para los que es ya  un modelo de santidad. El mismo autor remite a otra biografía suya más extensa, para conocer con más detalle la vida de este sacerdote (José María Hernández Garnica, Roturando los caminos, Palabra, Madrid 2013).

 

El libro se compone de 6 capítulos, un Prólogo y una Conclusión. El central, el capítulo 3o, se titula “la crisis existencial”. En él se describe cómo los años de la guerra hicieron mella en don José María. Estuvo varios meses en la cárcel, a punto de ser fusilado, después enfermó, estuvo aislado. Y su vocación se resintió. Tuvo sus momentos de dudas. Pero, se dejó ayudar. Fue sincero, y superó la oscuridad con la luz clara de renovar con determinación su disponibilidad y entrega. Hasta el punto que san Josemaría le confía enseguida cargos de responsabilidad, como ser Director del primer Centro de estudios del Opus Dei, es decir, el lugar donde se formaban cerca del fundador los que pedían la admisión en la Obra, y también desde 1940 le animó a prepararse para la ordenación sacerdotal cuando fuera posible, como él mismo rememoraba: “El Padre nos había hecho ver bien claramente la necesidad de sacerdotes en la Obra, que llegarán al sacerdocio después de haber vivido la vocación propia nuestra, para ayudar con su predicación —de acuerdo con las directrices señaladas por el Padre— a la formación de sus hermanos y para colaborar en su dirección espiritual, sobre todo a través del Sacramento de la Penitencia”.

 

San Josemaría puso una total confianza en este hijo suyo fidelísimo. Eso le hizo crecer e identificarse cada vez más con el espíritu del Opus Dei. No tenía cualidades humanas extraordinarias, pero  puso al servicio de Dios todo lo que tenía y hacía. También dio esas muestras de fidelidad a Dios en su enfermedad y prematura muerte a los 59 años. Lo aceptó todo con amor y buen humor.

 

Como dice el autor del libro en la Conclusión, ojalá sean muchas las personas que, conociendo su vida de entrega a Dios, acudan a su intercesión y se beneficien del ejemplo de su vida.

 

Joaquim González-Llanos 

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