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«Apreciado ateo...» Benedicto XVI dialoga con no creyentes

Cuando era arzobispo de Múnich y Frisinga, el Süddeutsche Zeitung elogió al recién nombrado para ocupar la sede de Corbiniano, diciendo que «de todos los obispos conservadores, Ratzinger es el que tiene una mayor capacidad de diálogo». image-f16abde1f65fc54733daf093d88d1d9aIndependientemente de lo apropiado de la etiqueta, sí que era cierto que le gustaban el diálogo y el debate. Esta capacidad de entendimiento le llevará a mantener debates públicos con iconos de la cultura laicista, como el filósofo Paolo Flores d´Arcais en 2000, el neomarxista Jürgen Habermas en 2004 o el historiador Ernesto Galli della Loggia. Aprovechaba entonces el cardenal bávaro para denunciar el peligro latente –por ejemplo– en la clonación humana o en la manipulación genética, en términos que podrían ser compartidos por cualquier buen ateo. A Ratzinger le parecía inherente a la fe cristiana ese diálogo con la «razón secular» y la cultura contemporánea. También poco después propuso a Marcello Pera, presidente del Senado italiano, un proyecto ético común basado en la razón y el sentido común.

Ateísmo y agnosticismo 

Pero sin lugar a dudas el debate más famoso será el que mantendrá en Múnich con Jürgen Habermas, en enero de 2004. El cardenal bávaro insistía en la importancia de la razón en el contexto contemporáneo. El teólogo, que se presentó a sí mismo como «amigo de la razón», declaraba ante un filósofo no menos conocido: «En la religión existen patologías sumamente peligrosas, que hacen necesario contar con la luz de la razón como una especie de órgano de control encargado de purificar y ordenar una y otra vez la religión (algo que, por cierto, ya habían previsto los Padres de la Iglesia). Pero a lo largo de nuestras reflexiones hemos visto que existen también patologías de la razón [...], una desmesurada arrogancia (hybris) de la razón, que resulta más peligrosa todavía por su potencial fuerza destructora: la bomba atómica o el ser humano entendido como un mero producto. Por eso la razón debe ser consciente de sus límites y aprender a prestar oído a las grandes tradiciones religiosas de la humanidad. Cuando se emancipa del todo y pierde esa disposición a aprender, esa relación de mutua correspondencia, se vuelve destructiva»[1].

Razón y religión se requieren y purifican recíprocamente. Constituyen la mejor arma contra la amenaza del vacío y de la arbitrariedad de la ley del más fuerte. También aquel lunes 18 de abril de 2005, en la misa pro eligendo pontifice concelebrada por los cardenales electores, el cardenal Ratzinger denunciaba la «dictadura del relativismo». Sus palabras fueron claras y duras: «iCuántos vientos de doctrina hemos conocido en estas últimas décadas! iCuántas corrientes ideológicas y modas de pensamiento! La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido agitada con frecuencia por las olas, zarandeada de un lado al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinismo; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago y difuso misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo. Cada día nacen nuevas sectas y se realiza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende a inducir en el error (cf. Ef 4,14)».

Tal vez la denuncia no iba descaminada. El filósofo francés André Glucksmann había publicado en 2001 un ensayo títulado La tercera muerte de Dios, que vendría tras la de Cristo en la cruz y la anunciada por los profetas ateos del siglo XIX. «La gente no siente la voz de Dios; es más, no la quiere oír», escribía allí. Por entonces se había publicado The End of Faith (2004) del neurólogo estaunidense Sam Harris, mientras por el contrario ese mismo año el filósofo ex-ateo Anthony Flew ofrecía su There is a God, en el que explicaba su paso a la creencia. Además, aparecerán entonces los libros de Christopher Hitchens titulado Dios no es bueno. Alegato contra la religión (2006) y Richard Dawkins, El espejismo de Dios (2007). En febrero de ese mismo año Thomas Vasek –tirando bastante a la baja– situaba en un 62 por ciento las probabilidades de que Dios existiera. En 2009 el filósofo italino Gianni Vattimo iba a declarar la muerte de la religión-institución[2]. A pesar de todo, Dios y la verdad seguían de cerca este mundo.

«Aunque el papa –afirmaba su primer portavoz, Joaquín Navarro-Valls, en mayo de 2007– esté diciendo cosas que son verdades absolutas, las dice de tal manera que abre las puertas a un diálogo ulterior sobre estas verdades absolutas, pues tiene una gran confianza en la razón humana –la propia y la ajena–, y porque cree que la persona está abierta a la verdad. [...] La opinión pública que es honesta lo ve así, con enorme respeto y lo sigue con la atención que le es debida». No son pocos los ateos y agnósticos que han conectado con él. En este sentido, es inevitable el parangón con su predecesor: «Juan Pablo II se movía a base de intuiciones, señalaba el no-creyente José Catalán; Benedicto XVI actúa de manera metódica. [...] Y debe hacer frente a dos rivales principales: el monoteísmo simple y rígido del islam (un enorme desafío que avanza en un frente de cuarenta mil kilómetros entre Senegal y Filipinas), y la amalgama formada por el ateísmo, el agnosticismo, el laicismo y el indiferentismo. El papa plantea un diálogo con ambos rivales, basado en la relación entre fe y razón, el respeto a la dignidad de la persona, y la libertad religiosa»[3].

Diálogo en positivo

El «papa de la razón» tuvo además alguna iniciativa. La idea fue de Benedicto XVI en persona. Y también el nombre: «Patio o atrio de los gentiles», tal como lo bautizó en el saludo navideño a la curia romana, el 21 de diciembre del 2009. Después de un pequeño prólogo el 12 de febrero en Bolonia, en la que fue la primera gran universidad de Europa, el Atrio de los gentiles celebró su primer encuentro el 24 y 25 de marzo de 2010 en París, en la Ville Lumière, en la ciudad-símbolo de la Ilustración moderna. Esos «gentiles» que en Jerusalén accedían al Templo en el lugar que les estaba reservado, serían hoy los alejados de Dios, los no-creyentes. Voces cristianas y agnósticas se confrontaron de modo más o menos amistoso: en una zona de frontera, cada uno con los pies fijados en el propio terreno, pero dispuestos a escuchar las razones del otro y sobre Cristo[4].

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«Estoy profundamente convencido –dijo Benedicto XVI en un vídeomensaje– de que el encuentro entre la realidad de la fe y de la razón permite que el ser humano se encuentre a sí mismo. Pero muy a menudo la razón se doblega ante la presión de intereses y la atracción por lo útil, obligada a reconocerlo como criterio último. La búsqueda de la verdad no es fácil. Y si cada uno está llamado a decidirse con valentía por la verdad, es porque no hay atajos hacia la felicidad y la belleza de una vida plena. Jesús lo dice en el evangelio: “La verdad os hará libres”»[5]. Frase favorita de Juan Pablo II. Vendrán después otras convocatorias del Atrio de los gentiles en Tirana, Estocolmo, Québec, Chicago, Barcelona y también en Asia, donde está menos presente un ateísmo de cuño occidental, pero se encuentran muy difundidas formas de religiosidad alejadas del Dios cristiano.

Era también una cuestión de talante y estilo. Por ejemplo, en sus visitas a España, ni una sola vez pronunció la palabra “laicismo”, ni salieron de su boca términos como “ateísmo”, “agnosticismo” o “anticlericalismo”. Pero, con mucha sutileza, Benedicto XVI denunció en el vuelo hacia Santiago de Compostela la «persecución larvada» que, a su modo de ver, los católicos sufren en el mundo. Exhortó a los creyentes a reivindicar su identidad cristiana en un clima de «respetuosa convivencia con otras legítimas convicciones». Los jóvenes –continuaba– «ven la superficialidad, el consumismo y el hedonismo imperantes, tanta banalidad a la hora de vivir la sexualidad, tanta insolidaridad, tanta corrupción. Y saben que sin Dios sería arduo afrontar esos retos». El actual papa emérito se detuvo con especial énfasis en denunciar el acoso que padecen los cristianos, a veces de manera violenta (léase en lugares como Irak, Egipto o China) y de un modo más sutil en algunos países de Europa, sin olvidar la misma España[6].

La novedad en la Jornada de oración por la paz era que el papa se dirigió también a los agnósticos. Así, como afirmó en Asís en 2011, «el Dios en que nosotros los cristianos creemos es el Creador y Padre de todos los hombres, por el cual todos son entre sí hermanos y hermanas y forman una única familia. [...] Su nombre es “Dios del amor y de la paz” (2Co 13,11)»[7]. Por eso debemos purificar todos nuestra propia religión por medio de la razón, vino a recordar de nuevo. Pero miró también hacia fuera para ofrecer respuestas: «los horrores de los campos de concentración muestran con toda claridad las consecuencias de la ausencia de Dios». Ante estos sufrimientos nos preguntamos: ¿Dónde está Dios? ¿Lo podemos mostrar de nuevo a la humanidad para fundar una verdadera paz? El cristianismo tenía esas respuestas. Por eso se dirigía a las personas que «buscan la verdad, y están en la búsqueda de Dios».

Los agnósticos podrían despojar de su falsa certeza tanto a los ateos combativos como a algunos seguidores de las religiones para que «no consideren a Dios como una propiedad». Los enemigos comunes, pues, serían el fundamentalismo religioso y el ateísmo violento. Benedicto XVI concluyó señalando a los representantes en el encuentro «la importancia del estar juntos en camino hacia la verdad, del compromiso decidido por la dignidad del hombre y de hacerse cargo en común de la causa de la paz, contra toda especie de violencia». Así, «vamos a permanecer unidos –concluyó–, vamos a seguir encontrándonos, a continuar juntos en este viaje, en el diálogo, en la construcción diaria de la paz». Era esta la conclusión: «La violencia es una anti-religión; que los creyentes no deformen la imagen de Dios». Matar en nombre de Dios suponía una de las más terribles contradicciones en términos[8].

Fe, franqueza y seriedad

Después de su renuncia como papa, el 3 de septiembre de 2013, el matemático italiano Piergiorgio Odifreddi recibió un sobre sellado, con once folios con fecha del 30 de agosto y firmada por Benedicto XVI. En el texto, el papa emérito image-b0b19d3bb8e366f7c66c20baec293c40respondía a Caro papa, ti scrivo (2011), un libro del científico. Tal y como el autor recuerda en la portada, este se define como una «luciferina introducción al ateísmo». En el fragmento que publicó el diario laicista La Repubblica, se puede leer cómo el papa emérito reconocía haber leído algunas partes disfrutándolo, mientras que en otras se había extrañado por la agresividad y la ligereza de la argumentación. Respecto a lo que el matemático afirmaba sobre la figura histórica de Jesús, Ratzinger le recomendaba los cuatro volúmenes que el protestante Martin Hengel publicó con Maria Schwemer, «un ejemplo excelente de precisión histórica y de amplísima información histórica». La seriedad de la investigación científica podría ofrecer luces también a un ateo descreído.

Continuaba el papa emérito afirmando que «si usted quiere sustituir a Dios por “La Naturaleza”, queda la pregunta sobre quién o qué es esta naturaleza. [...] Quisiera, por tanto, sobre todo destacar que en Su religión de las matemáticas quedan sin considerar tres temas fundamentales de la existencia humana: la libertad, el amor y el mal. [...] Su religión matemática no tiene información sobre el mal. Una religión que olvida estas preguntas tan importantes queda vacía». Y el vacío es cruel. «La carta de Ratzinger a Odifreddi –escribía Maurizio Crippa– presenta un tono suelto y riguroso, libre y en ocasiones severo»[9]. En efecto, en la última parte publicada de la carta, Benedicto XVI señalaba que «mi crítica sobre su libro es en parte dura. Pero del diálogo forma parte la franqueza; solo así puede crecer el conocimiento». El diálogo con no creyentes exige la seriedad y la franqueza de la razón y la historia. 

Pablo Blanco Sarto 

Profesor de Teología Dogmática

Facultad de Teología de la Universidad de Navarra

 


[1] «Vorpolitische moralische Grundlagen eines freiheitlichen Staates. Stellungnahme J. Kard. Ratzinger» (2004), en http://www.sbg.ac.at/sot/texte/kath.ak.-habermas-ratzinger-teil2.doc+habermas-ratzinger&hl=es; aparece una traducción al castellano, con el título Diálogo entre la razón y la fe, en La Vanguardia (1.5.2004) 29. Puede verse también J.L. Vázquez, «Amigo de la razón», Alfa y Omega 425 (26.5.2005) 24.

[2] Cf. J. CATALÁN, Después de Ratzinger, ¿qué? Balance de cuatro años de pontificado y los desafíos de su sucesión, Península, Barcelona 2009, 167-189.

[3] Id., 481.

[4] Cf. S. MAGISTER, «El “Patio” de París. Un balance», L´Espresso (26.3.2011).

[5] Videomensaje dirigido a los participantes en el “Atrio de los Gentiles” en el atrio de la catedral de Notre-Dame, París (25.3.2011).

[6] Cf. «El Papa critica la 'persecución larvada' contra los católicos», El Mundo (19.8.2011).

[7] Discurso en el encuentro interreligioso, Asís (27.10.2011).

[8] Cf. J. BASTANTE, «Benedicto XVI, preocupado porque las religiones puedan incitar a la violencia», Religión digital (27.10.2011).

[9] «L´effetto emerito. Nella lettera di Ratzinger che bastona Odifreddi c´è il vero motivo delle dimissioni (non è l´ateismo)», Il Foglio (25.9.2013).

  • 28 junio 2014
  • Pablo Blanco Sarto
  • Número 47

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