Archivo > Número 47

El estilo comunicativo de Francisco

Marc Carroggio[1]

Profesor de comunicación institucional a la

Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma)

 

El pasado 2 de noviembre la cuenta @ Pontifex de Twitter superaba los 10 millones de seguidores. (En el momento de la publicación de este número 47 de Temes d'Avui). En los últimos seis meses, algunos medios internacionales especializados en la cobertura del Vaticano (como el digital Vatican Insider o image-2ad83ef47d22683f18acea39283e58afla agencia televisiva Rome Reports) han experimentado el mayor incremento de tráfico por internet de su historia. Los directivos de otros medios de gran difusión advierten que el público conecta con el Santo Padre y las noticias sobre su persona aparecen con inusitada frecuencia en las pantallas de las principales cadenas televisivas[2]. A los que nos dedicamos a la comunicación, nos hacen a menudo esta pregunta: ¿Por qué la gente conecta fácilmente con el papa Francisco?

Son señales del empuje comunicativa del actual pontífice. Consciente o inconscientemente, el Papa argentino ha generado una corriente de simpatía que despierta interés hacia el mensaje cristiano y hacia la Iglesia. Algunos datos también sugieren que este clima positivo en la opinión pública tiene repercusiones en las parroquias y en la acción evangelizadora de los católicos: aumento en la práctica del sacramento de la confesión, mayor participación en las actividades de catequesis, retorno a la práctica religiosa de personas que lo habían abandonado[3].

Cada pontífice lleva un bagaje humano, espiritual y cultural, que desemboca en un estilo propio de transmisión de la fe. Junto con los elementos comunes a cualquier comunicación de naturaleza cristiana (primacía de la caridad, promoción de la verdad, respecto a la libertad), algunos estudios han puesto de manifiesto ingredientes más originales de Juan Pablo II (gestos de humanidad, estilo poético, unidad y coherencia, capacidad de interacción con las multitudes), de Benedicto XVI (lenguaje cristalino, confianza en la inteligencia, capacidad de escucha, elegancia literaria, amabilidad) y de sus predecesores[4].

En la misma línea, se empiezan a publicar análisis sobre el estilo del Papa actual[5]. En las páginas siguientes, agruparé alrededor de cinco conceptos diversas reflexiones dispersas en estas publicaciones sobre el «paradigma comunicativo Francisco», que es empático, inclusivo, esencial, gestual y cotidiano. Apuntan a una manera de comunicar que se podría resumir en la expresión que aconsejó a los fieles durante la pasada vigilia de Pentecostés: «no tantas palabras, sino hablar con la coherencia de vida» (18 de mayo). En mi opinión, estos cinco elementos y la síntesis antedicha explican, al menos de manera parcial, la sintonía que hoy existe entre el Papa y la opinión popular reflejada en los medios de comunicación.

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Algunos aspectos de la biografía del papa Francisco que seguramente han dejado una huella en su estilo comunicativo son su experiencia profesional en un laboratorio químico, la formación recibida en la Compañía de Jesús, el periodo de estudios en Alemania, la misma condición de argentino, y los años que estuvo al frente de la archidiócesis de Buenos Aires.

Al mismo tiempo, analizar Francisco desde el punto de vista comunicativo es un ejercicio que requiere un enfoque amplio y abierto a la acción del Espíritu Santo en la Iglesia. Por su ministerio y su visibilidad universal, todos los papas son difusores de primer orden, y en algunos casos, sus lecciones comunicativas constituyen un libro abierto: la comunicación de los pontífices mencionados antes (Juan Pablo II y Benedicto XVI) contiene elementos desde mi punto de vista insuperables e irrepetibles, también por los retos históricos que les tocó afrontar. Cada uno de ellos ha llegado con especial intensidad a audiencias específicas: jóvenes, intelectuales, artistas, teólogos, etc. Desde esta perspectiva cristiana, no tendría mucho sentido analizar las capacidades comunicativas de un papa en contraste con los otros: aparte de que no hay suficiente perspectiva (desde Pedro hasta hoy ha habido 265 obispos de Roma), se olvidaría que el estilo de uno es a menudo interdependiente de la labor realizada por el anterior (Francisco, por ejemplo, puede descansar en la relevante labor de clarificación doctrinal llevada a cabo por los pontificados precedentes, y por el Concilio Vaticano II).

Con esta premisa, nos planteamos de nuevo la pregunta del inicio: ¿Por qué la gente conecta fácilmente con Francisco?

Una empatía transformadora

Quien se le acerca, nota enseguida su participación afectiva. Con excepción de las celebraciones litúrgicas, en las que aparece concentrado, su lenguaje corporal y facial se modifica continuamente: lee con atención los signos y señales enviadas por el interlocutor, los procesa con rapidez y reacciona con un arco gestual que va desde la alegría-sorpresa hasta el dolor-gravedad. Conecta con el estado de ánimo ajeno, entra en sintonía y genera un retorno.

Como afirma Mora, «nuestra sociedad está superpoblada de corazones rotos y de inteligencias perplejas». Y en este contexto, «hay que aproximarse con delicadeza al dolor físico y al dolor moral»[6]. Francisco se anticipa a las necesidades y deseos de los demás, y procura relacionarse con el interlocutor de la misma manera que querría para sí mismo, partiendo de la comprensión y de la escucha respetuosa.

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En la teoría del acto lingüístico, se considera que el texto (entendido aquí en el sentido amplio de evento semiótico completo, en el que un sujeto tiene la intención de comunicarse con otro a través de signos) es verdadera comunicación cuando provoca un cambio. El acto comunicativo tiene sentido cuando no deja indiferente al interlocutor, cuando por ejemplo le enciende el corazón o la abre a una manera diferente de ver las cosas. Un texto que lo deja todo como antes, no tendría sentido, sería «insensato»: contendría quizás informaciones inocuas, pero no sería verdadera comunicación.

Francisco tiende a convertir las relaciones y los discursos en eventos personales transformantes. En su primera Misa in Coena Domini como pontífice, limpió y besó los pies de unos jóvenes presos. Tras la celebración, uno de los reclusos aludía con el siguiente comentario en su cambio interior: «es la primera vez en mi vida en que me he sentido querido»[7].

En medio de las multitudes, la mirada de Bergoglio tiende a ser individual. Va a encontrar el niño, el anciano, el enfermo y a quien lo reclama. Provoca contactos singulares: utiliza diariamente el teléfono para consolar a una persona, agradecer una carta, dar un consejo[8]. En sus audiencias privadas, atiende el político y el líder institucional, pero rompe enseguida el protocolo para penetrar en la interioridad de la persona.

El paradigma comunicativo de Francisco implica el interlocutor. A las familias reunidas en la plaza de San Pedro el pasado 26 de octubre, aconsejaba el uso de las expresiones «por favor, gracias, perdón». Tras glosar cada una de ellas, animaba a repetir juntos: «Por favor, gracias, perdón». El recurso a los interrogantes y el reclamo a la participación son vías típicas para suscitar «complicidad».

En otros casos, el medio de implicación es una precisa petición de oraciones. En su primer saludo como Papa, invita a rezar un padrenuestro y un avemaría por Benedicto XVI, «que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja» (13 de marzo). Y antes de bendecir al pueblo reunido en la plaza, pide que se rece por él en silencio.

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Rezar in situ se ha convertido en práctica corriente del pontificado. La llamada a la misericordia y al perdón, en el Ángelus del pasado 15 de septiembre, se concretaba en una exhortación final: traer a la memoria una persona «con la que estamos enfadados». Y «en este momento, en silencio, oremos por esta persona, y seamos misericordiosos con esta persona».

La comunicación empática del Papa es, en parte, don natural. Pero es también un proceso que requiere iniciativa. Comporta huir de la zona de confort de uno mismo y ponerse a disposición del otro. Hacer su voluntad más que la propia. Salir de uno mismo es algo que cultiva Francisco, el cual, en las audiencias semanales de los miércoles, saluda personalmente a unas 500 personas.

Como le sucede al padre de la parábola evangélica, el Papa empático corre el riesgo de ser mal interpretado cada vez que abraza a los hijos pródigos de nuestro tiempo e intenta penetrar en sus sentimientos. A veces, se suscitan reacciones similares a las del hermano mayor de la parábola evangélica, cuando algunos parece que ven un reproche al «hijo fiel» –o un exceso de complicidad con el lejano– donde no hay sino deseo de acercar a los demás al borde del hogar paterno.

Este «ponerse en la situación del otro» no implica renuncia a las propias convicciones. Al contrario, es una manera de comunicar característica del misionero. En Francisco, la empatía es un supuesto natural para transmitir la verdad del Evangelio.

Con las puertas abiertas a todos, como en un hospital de guerra

El análisis semántico de las intervenciones públicas del Papa ha revelado que, después de la palabra «Jesús», el término más utilizado por el pontífice argentino es «todo / todos»: esta expresión aparece en sus textos 963 veces[9]. El uso del demostrativo «todos» tiene finalidad inclusiva. En el ámbito espiritual, refleja la intención de Bergoglio de hacerse eco de un mensaje central del Concilio Vaticano II: que la santidad es una llamada universal, no un privilegio para unos pocos.

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La reiteración de la palabra «todos» parece un supuesto de su acción como comunicador de la fe: esparcir esta llamada a los hijos pródigos que pululan en las diversas periferias existenciales. Es el razonamiento seguido por Cristo cuando, al recriminar la falta de fe de los doctores de la ley, les dice que los publicanos y las prostitutas que creyeron en Él les precederán en el Reino de los Cielos (cf. Mt 21, 30-32).

La Iglesia es «casa de todos», capaz de «curar heridas y dar calor a los corazones», y se hace cargo de las personas, con misericordia, como una madre buena que ama y quiere lo mejor para sus hijos e hijas[10]. Consciente de esta realidad, Francisco utiliza una eficaz metáfora bélica: «Veo la Iglesia –afirmaba en la entrevista con la Civiltà Cattolica– como un hospital de campaña después de una batalla. Que inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curar las heridas. Ya hablaremos después del resto. Curar heridas, curar heridas... Y hay que empezar por lo más elemental»[11].

Este carácter inclusivo de la comunicación del Papa apela al creyente a despegarse de la lógica limitante de la auto-referencialidad. Para Francisco, la felicidad es necesariamente «felicidad con los demás».

Empezar por lo esencial

Cuando se trata de curar heridas, hay que ir a lo esencial. En una sociedad alejada de Dios y carente de una base cultural cristiana, el método comunicativo de Francisco consiste en comenzar «por lo elemental». Por eso, como ha escrito Spadaro, «su lenguaje es más misionero que especulativo»[12].

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Para llegar a todos, Francisco parece seguir al pie de la letra aquella pauta comunicativa propuesta por su predecesor durante una entrevista: «El cristianismo, el catolicismo, no es un cúmulo de prohibiciones, sino una opción positiva. Y es muy importante hacerlo ver de nuevo, porque hoy esta conciencia casi ha desaparecido del todo. Se han dicho tantas cosas sobre lo que no está permitido que ahora hay que decir: de hecho, nosotros tenemos una idea positiva a proponer»[13].

La respuesta de Benedicto XVI contenía un profundo significado teológico, que el pontífice latinoamericano hace propio: el cristianismo es la religión del amor y del perdón, es transmisión de la vida de Cristo, es sobre todo afirmación aunque comporte negación de todo lo que impida el desarrollo de una vida feliz. Al mismo tiempo, se trata de una pauta con consecuencias evidentes para la transmisión de la fe, porque con este enfoque esencial –decía el hoy Papa emérito– «las otras verdades resultan más claras».

Francisco «se concentra de manera particular en el amor de Dios por todos los hombres, en la misericordia, en el anuncio positivo de la caridad como centro de la misión de la Iglesia», explica el portavoz vaticano, Federico Lombardi[14]. Su predicación dedica un espacio y un tiempo privilegiados al precepto de amar a Dios y al prójimo como a uno mismo: «De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas» (Mt 22,40).

La paradoja es que, concentrándose en temas esenciales, su predicación es percibida como revolucionaria[15]. Conceptos tan tradicionales para el cristiano como la misericordia divina, el perdón o el regreso a casa, aparecen como nuevos y noticiables[16]. Este mecanismo parece reflejar la realidad misma del Evangelio y de la Iglesia que es, «al mismo tiempo, esencialmente tradicional y esencialmente revolucionaria»[17].

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Pero, en su comunicación esencial (Evangelio, Catecismo, vida), el Papa no excluye temas aparentemente poco revolucionarios: la conveniencia de bautizar a los niños cuanto antes, la bondad de rezar el Rosario, la centralidad de la familia o la enseñanza sobre la presencia activa del demonio. Se aplica a sí mismo la línea de acción que propuso a los catequistas: imitad a Maria –les decía– para «hablar y transmitir todo lo que Dios ha revelado, es decir, la doctrina en su totalidad, sin sacar ni añadir nada» (29 de septiembre). Los temas apenas mencionados no suelen ser titular del New York Times y en ocasiones son completamente ignorados fuera de la Iglesia, pero constituyen alimento rico en valores nutritivos para los médicos y enfermeros de este moderno hospital de campaña.

La búsqueda de la esencialidad reclama la concisión. Dosifica los contenidos, que a veces adquieren un tono sapiencial. Sus intervenciones son más breves que las de sus predecesores. Suele estructurar los textos alrededor de tres palabras o ideas, fáciles de recordar. En su primera Misa como pontífice, por ejemplo, alienta a los cardenales a «caminar, edificar, confesar» (14 de marzo). A los jóvenes reunidos en Copacabana, los invita a "ir, sin miedo, para servir» (28 de julio). Exhorta a las familias a «rezar juntos, conservar la fe y vivir la alegría» (17 de octubre). Pide a los integrantes de las cofradías que se centren en «la evangelicidad, la eclesialidad y la misionariedad» (5 de mayo) y, durante la solemnidad de Pentecostés, organiza la homilía para los representantes de los movimientos eclesiales en torno a las palabras «novedad, armonía, misión» (19 de mayo).

La coherencia del gesto

En Francisco, la sencillez del discurso va unida a la profusión del gesto. La concisión en los textos contrasta con la generosidad de tiempo dedicado al saludo, a la caricia, a la acogida.

Su pontificado es descifrable a través de las palabras y por medio de las imágenes. La foto en la que aparece pagando la factura a la romana «Casa del Clero», al día siguiente de ser elegido Papa, comunica de manera eficaz la responsabilidad personal y la reluctancia al privilegio. La manera austera de presentarse ante los demás, transmite el carácter liberador de la virtud de la pobreza y el desprendimiento de los bienes materiales. Su homenaje floral a los difuntos de Lampedusa, lanza al mundo un mensaje sobre la justicia y dignidad humanas. En este relativamente breve período de tiempo, son ya miles las fotos que nos lo presentan saludando y dando un beso a niños y ancianos, subrayando así el valor de cada vida humana.

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El actual pontificado confirma la tesis de McLuhan que el medio es el mensaje. Los fotogramas que lo presentan llevando un ramo de flores cada vez que visita a la Virgen en la basílica de Santa María la Mayor, testimonian con autenticidad el valor de la piedad. Dedicando un buen tiempo a escuchar confesiones en sus visitas a las parroquias romanas, envía una señal a los sacerdotes de todo el mundo sobre la centralidad de este sacramento en la vida de una parroquia. Pasando largos ratos ante el Sagrario, muestra cuál es la fuente de la vida cristiana.

Especialmente, Francisco dedica buena parte del tiempo de sus audiencias semanales en el Vaticano a acariciar e imponer las manos a los enfermos. El pasado 6 de noviembre, daba la vuelta al mundo, a través de las redes sociales, la imagen del Papa besando y abrazando efusivamente a un hombre con la cara desfigurada a causa de una neurofibromatosis, una enfermedad neuronal que causa tumores en la piel y en los huesos, produciendo gran dolor. Este conjunto de gestos e imágenes constituyen una encíclica no escrita, la de la ternura de Dios, uno de sus temas favoritos[18].

En la víspera de Pentecostés, el Papa decía que "la comunicación de la fe se consigue a partir del testigo, es decir, con el amor. No con nuestras ideas, sino con el Evangelio vivido en la propia existencia, y que el Espíritu Santo hace vivir dentro de nosotros». La autenticidad de una vida coherente, como aval comunicativo que acompaña y potencia las palabras. En ese mismo 18 de mayo, añadía: «En la Iglesia la llevan adelante santos, que son precisamente los que dan ese testimonio. Como dijo Juan Pablo II, y también Benedicto XVI, el mundo de hoy tiene mucha necesidad de testigos. No tanto de maestros, sino de testigos».

Los gestos del Papa no sólo son coherentes con su mensaje, sino que lo hacen altamente comunicable y comprensible. Además, el gesto tiene la ventaja de alejar las posibles interpretaciones ideológicas.

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Lenguaje espontáneo y cotidiano

Hay un tipo de orador que lo confía todo al texto escrito. Y el papel, a veces, levanta un muro de autoprotección –puede ser ligero, pero al fin es un muro–que separa el orador de la audiencia. El Papa argentino se fundamenta en sus textos, pero estos se le quedan cortos. Como apunta Spadaro, los discursos del Papa se inician de manera aparentemente rígida, pero en realidad es como si estuviera buscando el feeling adecuado, la sintonía con la platea. Y, a medida que el texto avanza, introduce elementos improvisados ??que le alejan del papel: añade una anécdota, repite una palabra, matiza una expresión, lanza una pregunta, incluye algunas dosis de vida y experiencia[19].

El estilo comunicativo de Francisco se caracteriza por esa capacidad-necesidad de manifestarse de manera espontánea. Tiene expresiones originales, que actúan como conectores entre lo sublime y lo vulgar, entre el lenguaje de las cosas de Dios y el de las realidades de la vida cotidiana, hecha de facturas, viajes en autobús, alegrías y problemas familiares.

A los casados ??les dice: «peleaos, tiraos los platos, pero no acabéis nunca el día sin hacer las paces; nunca» (5 de octubre). Anima un grupo de monjas que «el monasterio no sea un purgatorio, que sea una familia» (4 de octubre). Repite que la alegría del cristiano es compatible con el dolor, pero no con la «cara de pepinillo en vinagre» (10 de mayo). Estimula a vivir sonriendo, no con la «sonrisa de una azafata, sino la de la alegría que viene de dentro» (4 de octubre). Invita a los sacerdotes a ser «pastores que huelan a oveja» (28 de marzo) y pide a los obispos que eviten la tentación de convertirse en «obispos de aeropuerto» (19 de septiembre). En su viaje a Brasil, apelando a la solidaridad, recuerda a los habitantes de la favela Varginha que «siempre se puede añadir más agua a los frijoles» (24 de julio). A todos recuerda que "Dios es Persona, no es un dios spray» (18 de abril). Y anima a los jóvenes de la Jornada Mundial de la Juventud a «hacer alboroto en las diócesis» (25 de julio). En sus homilías en la capilla de la Casa de Santa Marta, nos tiene acostumbrados a otras expresiones de este tipo.

Las referencias a la vida cotidiana hacen que la audiencia se sienta en terreno conocido y facilitan la comprensión. Cuanto mayor es el mundo compartido entre los interlocutores, mayores son las posibilidades de influir y conectarse con el otro sin necesidad de explicitar todo.

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También los textos de mayor densidad teológica, como los de las recientes catequesis sobre la Iglesia –con una construcción dogmática clásica–, se enriquecen con elementos extraídos de la cotidianidad, que en algunos casos ya habían sido utilizados por Benedicto XVI: la Iglesia es como una «gran orquesta» donde cada uno enriquece a los otros, «como ocurre en la vida familiar» (9 de octubre); la Iglesia se parece a «una buena madre que ayuda a sus hijos a salir de uno mismo, a no quedarse cómodamente bajo sus alas» (11 de septiembre), la Iglesia «no es un movimiento político, ni una estructura bien organizada», no es tampoco una ONG, y cuando la Iglesia se convierte en una ONG pierde la sal, no tiene sabor, es sólo una organización vacía» (18 de mayo). La Iglesia «no está fundada en una idea, en una filosofía, sino en Cristo» (16 de octubre), etc.

En el pontífice actual, los textos de carácter narrativo igualan los descriptivos, los expositivos, los argumentativos o los directivos. Las vivencias personales se injertan en su acción comunicativa y ayudan a captar la atención: historias de la abuela Rosa Margherita (que ya ha conquistado un espacio en varias homilías), «de uno de mis cardenales», de un amigo o un pariente.

Su espontaneidad se manifiesta también en el distanciamiento que muestra hacia sí mismo cuando habla italiano: no le importa equivocarse en una expresión o un tiempo verbal, ya que prevalece el deseo de comunicarse con quien tiene delante.

Algunas consecuencias pastorales

¿Por qué la gente conecta con Francisco? En las páginas previas, hemos explorado algunas razones que trataban de responder a esta pregunta, aunque sea de manera parcial. El Papa argentino comunica la fe de manera esencial, con empatía, con el deseo de dirigirse a todos, con su propio ejemplo de vida y con una espontaneidad que después de siete meses resulta ya familiar. Como comentaba recientemente el anterior portavoz vaticano, «en un mundo que tiene necesidad de testigos, más que de predicadores, tenemos la suerte de estar ante un Papa que ha puesto en primer plano la pastoralidad, el testimonio, la atención a las personas, y también, a la comunicación»[20].

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Las corrientes de simpatía que provoca el papa Francisco suponen un excelente punto de apoyo para iniciar un diálogo con los que no tienen fe, con los que se han alejado de la práctica religiosa o con los que se encuentran viviendo situaciones existenciales difíciles. Este marco positivo, construido por palabras y gestos, por modos de expresar y de relacionarse, ha eliminado prejuicios y ha creado un espacio nuevo, una especie de preámbulo de la fe, para millones de personas que se sitúan al margen.

Para el creyente, el atractivo de la Iglesia se encuentra en aspectos esenciales de su naturaleza; su visión es menos dependiente de los climas cambiantes de opinión. Si bien la difusión de la fe puede seguir diferentes modelos comunicativos –según el estilo y las preferencias personales de cada fiel– la lección comunicativa del Papa Francisco y su dinamismo evangelizador ofrece a los católicos un modelo idóneo en este contexto mayoritariamente postcristiano y configurado para la cultura de la mediación.

En resumen, los primeros meses de pontificado permiten afirmar que Francisco ha desarrollado un estilo comunicativo que se ajusta como anillo al dedo a su deseo pastoral de llevar a Jesucristo a las periferias del mundo. Se trata de un paradigma que tiene impacto directo en personas alejadas de la Iglesia. Al mismo tiempo, apela positivamente el creyente, ofreciéndole una pauta adecuada de movilización hacia los límites. Se trata de una forma de comunicar la fe que se apoya más en el testimonio que en la palabra, y que quiere ser complementaria a la tarea de profundización doctrinal realizada durante el Concilio Vaticano II y durante los intensos pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI.
 


[1] El autor es profesor de comunicación institucional en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma).

[2] Un ejemplo fue la cobertura de la BBC sobre la Jornada Mundial de la Juventud (Río de Janeiro), un evento que había sido habitualmente ignorado por la televisión británica.

[3] El sociólogo italiano Massimo Introvigne, autor de la encuesta más relevante hasta ahora sobre los efectos pastorales del Papa, concluye que «en Italia, las personas que han vuelto a la Iglesia gracias a las invitaciones del Papa Francisco son cientos de miles . Por tanto, teniendo en cuenta los límites de un trabajo sociológico y estadístico, hay que concluir que se trata de un efecto masivo y espectacular ». («Il Papa commuove e riporta y Fedeli nelle Chiese», La Nuova Bussola Cotidiana, 11.XI.2013). Otros artículos que testimonian un efecto idéntico en varios países son, por ejemplo: «aumentan confesiones en Reino Unido», Aci-EWTN, 17.IX.13; «Aumentan las confesiones en Latinoamérica», Clarín, Buenos Aires, 25.III.2013; «España: el 'efecto Francisco' aumenta la participación de los Católicos», Zenit, 7.XI.2013, «aumentan confesiones debida al efecto Francisco», El Universal, México, 15.V.2013.

[4] Por ejemplo: Stefano RIZZELLI, «Urbi et Orbi. Y papi, le immagini, le parole, y gestión da ricordare (Papi e Comunicazione: da Pio XI a Benedetto XVI) », Rai Educational, Roma 2006; Luca MANZANA, «Giovanni Paolo II, y più grande comunicatore del secolo», Notizie Ferpi, 27.IV.2011; Juan Manuel MORA, «La comunicación de Benedicto XVI», Cataluña Cristiana, 25.I.2013.

[5] He seguido especialmente algunos textos escritos con motivo de los 100 días o seis meses de pontificado, que ofrecen ya una cierta perspectiva. Por ejemplo: «Il disegno di Papa Francesco" (Antonio Spadaro SJ, Emi, 2013, 128 pp.); «Insieme" (Andrea Tornielli, Piemme, 2013); «La Comunicazione semplice di Papa Francesco» (Zenit, Roma, 29.X.2013), «Los discursos del Papa que no Hacen titulares» (Juan DOMÍNGUEZ, Aceprensa, 14.X.2013), «More than Words" (John Wauck, L'Osservatore Romano, 15.X.2013), etc.

[6] Juan Manuel MORA, «Proviamo a convincere senza querer sconfiggere», Osservatore Romano, 21.VIII.2011.

[7] Cfr. Corriere della Sera, 29.III.2013.

[8] Andrea Tornielli, «Le telefonate, le lettere. Il senso del Papa para la Comunicazione », Vatican Insider, 12.IX.13.

[9] «La ABIC di Franceso, ma come hable?», Vita, n. 11, noviembre 2013 (el estudio evaluó los textos desde el inicio del pontificado hasta el 10 de octubre).

[10] Mariano FAZIO, «Una nueva pastoral, Cercana e inclusiva», La Nación, Buenos Aires, 25.IX.2013, p. 30.

[11] «Intervista Papa Francesco», La Civiltà Cattolica, núm. 3918, año 164, 19.IX.2013, pp. 449-477.

[12] Antonio Spadaro, «Francesco e la innominados», Avvenire, Milán, 2.XI.2013, p. 45.

[13] BENEDICTO XVI, Entrevista, Radio Vaticana, 05.VIII.2006.

[14] «La Comunicazione semplice di Papa Francesco (comentarios de Federico Lombardi)», Zenit, Roma, 29.X.2013.

[15] El término "revolución" parece ir unido a la figura de Francisco, los artículos y libros que se publican. En estos días, por ejemplo, se publica una importante biografía de la corresponsal en Italia del diario argentino La Nación, que se titula «Francisco, vida y revolución" (Elisabetta Piqué, Lindau, 2013, 384 pp.).

[16] Cfr., Por ejemplo: John ALLEN, «Mercy, The one word to Describe Pope Francis 'papacy to date", National Catholic Reporter, 2.VIII.2013.

[17] Cfr. Thomas MERTON, «Seeds of Contemplation», Shambhala Publications, 2003.

[18] Entrevista con Marta LAGO, «Raccontiamo la fraternidad di Francesco», Style, 10.X.2013, pp. 96-100.

[19] Cfr. Antonio Spadaro, «Francesco e la innominados», Avvenire, 2.XI.13, p. 45.

[20] Entrevista de Federico MURZIO a Joaquín Navarro-Valls, Il Giornale di Vicenza, 19.X.2013, pp. 71-72.

  • 29 junio 2014
  • Marc Carroggio
  • Número 47

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