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Los mártires, un tesoro para los cristianos y un gran bien para el mundo

La beatificación de Tarragona, un hecho exclusivamente religioso

La beatificación de Tarragona representa un gran evento. Ante nuestros ojos sitúa un elemento clave de la religión cristiana: los mártires. Serán beatificados 522 mártires. Será la mayor beatificación de la historia de la Iglesia.

Pero, ¿cuántos mártires ha habido en la historia de la humanidad? Seguramente, millones. Los ha habido a lo largo de image-a1c78c9728688cbfb49f6b6ad89f4bd1todo el caminar de la Iglesia Católica, desde sus mismos inicios. El beato Juan Pablo II llamó al siglo XX el siglo de los mártires. En los inicios del XXI vemos como son asesinados tantos cristianos en tantos lugares. Pero, mártir supremo y pleno, sólo hay uno. Éste es el Señor del cielo y de la tierra, Jesucristo, Nuestro Señor, el sumo y único mártir. Todos los demás mártires sólo son mártires en cuanto participan de lo que ha sido el martirio de Cristo. Mártir cristiano es el que hizo lo que Cristo mártir realizó de modo aún más excelso. Viendo, pues, a los mártires, a quién vemos es a Cristo mártir. Recordar a los mártires cristianos consiste, pues, en recordar a Cristo mártir.

Cristo dio su vida en la cruz, entregó martirialmente su sangre. También los mártires derraman su sangre. Mueren por amor a Cristo.

Cristo manifestó desear el martirio. El próximo beato, seminarista José Gassol Montseny, manifestó que si había de verter su sangre por Dios, la entregaría muy gustoso. El próximo beato, Agapito Modesto, hermano de la Salle, experimentó una radiante alegría al saber que lo llevaban al martirio. Cuando decenas de víctimas, el próximo beato claretiano Antonio Vilamassana Carulla y otros, sacados del barco-prisión “Río Segre”, eran llevados en camión hacia el martirio, cantaron cantos religiosos, entre ellos el Credo.

Cristo fue pacíficamente a la muerte. Ninguno de los 522 nuevos beatos mártires de Tarragona luchó contra los que actuaban contra ellos, sino que permanecieron en pacífica actitud. Cuando al próximo beato, sacerdote Pius Salvans Corominas, lo detuvieron, se despidió con un “Adiós. Hasta el cielo”. Acto seguido los siguió como un manso cordero llevado al matadero.

Cristo murió perdonando. Los mártires murieron perdonando.  El próximo beato, sacerdote Jocund Bonet Mercadé, al ir a la muerte, se arrodillo, crucifijo en mano y, con los ojos levantados al cielo, rogó por sus verdugos. iPerdónales, que no saben lo que hacen! Y, sufrió el martirio. El próximo mártir, sacerdote José Badia Minguella, poco antes de morir manifestó que perdonaba a los que le enviaban al cielo.  

Cristo murió amando a sus verdugos. El próximo beato, sacerdote Magín Civit Roca, pidió besar las manos a los que le harían mártir, pues con ellas le abrían el cielo. El mártir tiene el amor más grande. Como recuerda el Concilio Vaticano II: “Dado que Jesús, el Hijo de Dios, manifestó su amor entregando su vida por nosotros, nadie tiene mayor amor que el que entrega su vida por Él y por sus hermanos (cf. 1 Jn. 3, 16; Jn. 15, 13). Pues bien: algunos cristianos, ya desde los primeros tiempos, fueron llamados, y seguirán siéndolo siempre, a dar este supremo testimonio de amor ante todos, especialmente ante los perseguidores. Por tanto, el martirio en el que el discípulo se asemeja al Maestro, que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo, y se conforma a Él en la efusión de su sangre, es estimado por la Iglesia como un don eximio y la suprema prueba de amor”.

Cristo entregó su vida por el bien de los demás. El franciscano Maximiliano María Kolbe, canonizado en 1982, había image-bb92fb1fa9ba214388db58280ef29748dado su vida en el campo de concentración de Auschwitz a fin de salvar la vida de un padre de familia. El próximo beato, sacerdote José Colom Alsina, según parece, hizo lo mismo que el padre Kolbe. 

Cristo es quién más unió y quién más reconcilió. Nadie puede comparársele en este aspecto. Todas las estrellas brillan menos que este gran astro. Los mártires, amando y perdonando, en los momentos en que ello es más difícil, son un libro abierto que enseña una lección magistral, y grandemente elocuente, de unión y de reconciliación. Constituyen pues un gran bien para toda la sociedad.

Cristo fue llevado a la muerte por ser testimonio de la verdad. El mártir cristiano es un testigo de Cristo. El próximo beato, sacerdote Francisco Company Torrellas, al llevarle a la muerte, se arrodilló y, brazos en cruz, empezó a cantar el Credo. Dejando pues este mundo.   

La celebración de la magna beatificación tiene lugar en Cataluña, tierra de santos. Y, más concretamente, en Tarragona, lugar evangelizado por el apóstol san Pablo. Aquel Paulo de Tarso, antes perseguidor de los cristianos, que había consentido en la muerte del cristiano san Esteban, y que se convirtió después en gran y ardiente apóstol de Nuestro Señor Jesucristo. Firmando su amor con el derramamiento martirial de su propia sangre. Demostrando así, en su propia persona, que quién antes había sido perseguidor de la Iglesia, puede convertirse y llegar a ser un gran santo.

Así pues, lo que la beatificación de Tarragona celebra es, fundamentalmente, el martirio de Cristo, participado el mismo en los quinientos veintidós nuevos mártires. Celebra pues a Cristo y a su cruz. Se celebra a Cristo, del que la Sagrada Biblia enseña que es signo de contradicción, Amor, Bondad infinita, el mayor bienhechor del hombre. Se celebra la Cruz de Cristo, de la que la Sagrada Escritura dice que es escándalo para los judíos y necedad para los griegos, pero sabiduría y fuerza de Dios para los que se salvan. Dicha beatificación representa pues claramente un hecho únicamente religioso, un inmenso tesoro para los cristianos y un gran bien para todo el mundo.

Mn. José María Montiu de Nuix

Doctor en Filosofía, matemático

  • 18 febrero 2014
  • Mn. Josep Maria Montiu de Nuix
  • Número 46

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