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Transparencia y reputación en la banca vaticana: en la buena dirección

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Domènec Melé

Profesor ordinario de Ética

IESE Business School

Universidad de Navarra

 

La Banca Vaticana, formalmente conocida como Instituto para las Obras de Religión (IOR) está, desde hace tiempo, en el punto de mira de muchas críticas. Las sospechas sobre el IOR empezaron en 1982, con la quiebra del Banco Ambrosiano, del que IOR era accionista principal. Varios escándalos y hechos obscuros del Ambrosiano, que nunca fueron suficientemente esclarecidos, salpicaron el IOR y a sus directivos. Más recientemente, el IOR ha sido acusado de tener cuentas cifradas, detrás de las cuales habría personas que lo utilizarían para “blanqueo de dinero”, esto es, para reciclar dinero de procedencia inconfesable.

El IOR fue creado en 1942 por el Papa XII como una institución jurídica dentro del Estado Vaticano. En la configuración actual, “el objetivo del Instituto es proporcionar a la custodia y administración de los bienes muebles e inmuebles transferidos o confiados al Instituto por personas físicas o jurídicas y destinados a obras de religión o de caridad”[1].

El IOR permite sacar rendimiento económico a los recursos depositados y financiar a las iglesias con mayores necesidades económicas situadas en países pobres. El capital recibido básicamente se invierte en bonos de Estado, en obligaciones y en el mercado interbancario. El IOR administra fondos por valor de 7.000 millones de euros, tiene 19.000 clientes de los cuales 5.200 son de instituciones católicas, que son titulares de más del 85% de los fondos administrados. Los otros 13.700 son empleados del Vaticano, religiosos y algunas categorías específicas como diplomáticos acreditados ante la Santa Sede[2] 

Una entidad con perfil propio

Auque el IOR se conoce vulgarmente por Banca Vaticana no es un banco convencional. En palabras del actual presidente del IOR: “No somos un banco, no prestamos dinero, no hacemos inversiones directas, no operamos con contrapartes financieras. No especulamos con divisas o monedas. Nuestro principio es que recibimos dinero y lo invertimos en títulos de Estado, en obligaciones de sociedades y en el mercado interbancario, en el cual depositamos a una tasa de interés ligeramente más alto a aquel en que lo recibimos, de manera de poderle restituir el dinero a nuestros clientes en cualquier momento”[3].

El margen entre el rendimiento de los activos del IOR y los intereses a los impositores puede ser de unos 55 millones de euros (alrededor de un 1% del capital) que quedan para Santa Sede y han de ser destinadas a los fines propios del IOR. Además de image-08d1d7774a67cdeab3c5bd1fee928a4ccustodiar los fondos que le vienen confiados “hay servicios de pagos, en particular a las entidades vaticanas y a las congregaciones que tienen actividades esparcidas por el mundo, en los lugares en los que realizan las mismas”[4].

En septiembre de 2009, Benedicto XVI nombró presidente del IOR a Ettore Gotti Tedeschi, un prestigioso y honrado profesional, anteriormente, máximo responsable del Banco de Santander en Italia. En 2010, Benedicto XVI promulgó en una nueva ley, muy exigente, para prevenir el lavado de dinero en el IOR. 

Inesperadamente, el 24 de mayo de 2012 Gotti Tedeschi dejó su cargo, tras una moción de desconfianza adoptada hacia él por parte del Consejo de Sobreintendencia de quien depende el presidente del IOR. Se habló que el motivo era que la voluntad de mayor transparencia de Gotti había encontrado oposición por parte de este Consejo de Sobreintendencia. Pero poco después de que Gotti dimitiera, la Santa Sede emitió el siguiente comunicado: “La moción de desconfianza adoptada hacia Gotti Tedeschi por parte del Consejo de Sobreintendencia está fundado sobre motivos relativos al gobierno del Instituto y no determinada por una presunta oposición a la línea de transparencia, que desean las autoridades de la Santa Sede como el mismo Instituto”. Gotti Tedeschi, quizá para no ofender a nadie, hasta ahora no ha hecho ninguna declaración al respecto. 

El 10 de junio de 2012, el Corriere della Sera publicaba una entrevista con el director general del IOR, Pablo Cipriani, quien declaró que este Instituto, en materia de transparencia, “en el exterior nunca se registró ni un solo problema, y tampoco en Italia durante tantos años”. Negó también la existencia de cuentas cifradas: “No las hay ni las podría haber porque todas las cuentas que llamamos 'posiciones' están en correlación con los datos del titular, mucho más detallados que los usados en Italia, por ejemplo el sistema electrónico no puede funcionar si no se completa todo”. Y aclaró: “Nosotros damos préstamos y todo lo que sale, o sea cheques y transferencias e incluso el efectivo queda todo registrado, y de manera más detallada que en Italia. Además del uso de documentos aduaneros que son entregados a nuestra Autoridad de control. Los flujos están bajo el control del sistema electrónico Ibis"[5].

Respecto a la entrada de dinero, declaró: “Nosotros no tenemos filiales, por lo tanto, lo que entra llega desde bancos extranjeros o italianos. Le corresponde también a ellos e incluso antes que a nosotros hacer los controles, pero los hacemos también nosotros usando sistemas como el OFAC, que es una lista internacional actualizada constantemente con los nombres de las personas sospechadas de reciclar: para entendernos, cualquier persona es enseguida bloqueada”[6].

Acciones para restablecer la reputación del IOR

El 15 de febrero de 2013, tras un proceso de selección de 40 candidatos, fue nombrado presidente del IOR Ernst von Freyberg, un abogado alemán, miembro de la Orden de Malta y presidente de la naviera alemana Blohm+Voss. Fue el último nombramiento de Benedicto XVI antes de pasar a ser emérito. El Papa Francisco, elegido el 13 de marzo siguiente, según el diario La Stampa, quería las cuentas claras en el IOR y sin duda los iba a impulsar. 

En una entrevista (aquí en inglés) a Ernst von Freyberg, Presidente del IOR, emitida con por Radio Vaticana el 31 de mayo de 2013 explicaba su prioridad de restablecer la reputación de este instituto[7]. 

Reconoció que la reputación del IOR debido a los casos del pasado no ha hecho honor al Santo Padre, “porque esta reputación oscurece el mensaje” y por ello la reputación hoy “es la tarea más importante que es necesario enfrentar”, más importante de lo que había pensado originariamente.  

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El señor von Freyberg puso de relieve, sin embargo, que la reputación no siempre coincide con la realidad. “Mi mayor preocupación en este momento –afirmó– “no es hacer limpieza o poner en orden las cuentas corrientes irregulares” del IOR, “como pensaba antes de venir aquí”. Puesto que “hasta ahora no hay nada de todo esto que haya podido detectar”.

Preguntado sobre supuestas cuentas cifradas el número uno del IOR no dejaba lugar dudas: “Es pura fantasía. No existen cuentas cifradas. Desde 1996 es técnicamente imposible con nuestro sistema abrir un depósito cifrado. Sería además contra la ley del Vaticano”. Y asegura: “Yo mismo fui a controlar el sistema, he hecho los debidos controles y no hay cuentas cifradas”. Añadía que el “sistema está proyectado para prevenir el reciclaje de dinero sucio y el financiamiento del terrorismo”. A pesar de todo, El señor von Freyberg no se daba por satisfecho y para recuperar la reputación detallaba un conjunto de medidas que se estaban tomado. Pueden sintetizarse como sigue:

Contratar a una de las mejores consultoras mundiales para “reescribir nuestro manual sobre cómo individuar las transacciones y clientes sospechosos y para re-controlar todas las cuentas”. (las estructuras y procedimientos serán operativos al final de este verano).

Controlar cada depósito individualmente (antes del final del presente año). Para ello se cuenta con varios consultores externos, “los más famosos a nivel mundial en el sector del anti-reciclaje”, para examinar cada cuenta, estructura y procedimiento que identifique el reciclaje.

Presentación de un informe anual, como lo hacen todas las instituciones financieras (se publicará el 1° de octubre en la web de IOR).

Aplicar una política de tolerancia cero hacia los clientes o empleados que pudieran estar relacionados con actividades de reciclaje de dinero.

Respetar las normas internacionales, aplicando incluso medidas más elevadas que las solicitadas por los bancos con quienes opera el IOR.

Actuar con diligencia ante casos sospechosos. En el presente año se han detectado seis casos de presuntas irregularidades. Von Freyberg afirma: “Personalmente encuentro en mi escritorio cada semana los casos sospechosos y tengo reuniones semanales con los responsables empeñados en el anti-reciclaje”.

Someterse a evaluación anual por parte del La Moneyval, el ente de la Unión Europea que se ocupa del antiriciclaje. La Santa Sede se sometió a esta evaluación el año pasado y según el informe Moneyval publicado en el 2012, la Santa Sede tiene un sistema funcional y no es considerado una jurisdicción crítica.

Los hechos descritos plantean sin duda un caso moral de gran calibre. Por una parte, de ser cierto el blanqueo de dinero –afortunadamente parece que no, excepto quizá algún caso aislado– estaríamos ante una actuación claramente reprobable por cooperación al mal y de grave escándalo por ser una institución, de algún modo, vinculada con la Santa Sede. Pero el IOR está bajo sospecha y, he hecho, ha habido episodios, como el relacionado con el Banco Ambrosiano, que son más que cuestionables. En todo caso, IOR por pertenecer a un estado independiente, tiene el riesgo de que se utilice para reciclar dinero de dudosa procedencia. Para ello se necesario tomar medidas contundentes para asegurar que nadie se aproveche de ello y dar garantías a todos –desde los empleados del Vaticano y demás impositores a la opinión pública internacional– que el IOR tiene méritos suficiente para tener una reputación excelente. Las medidas tomadas por el hoy Papa emérito Benedicto XVI y la batería de acciones emprendidas por el actual presidente del IOR, Ernst von Freyberg, van sin duda en la buena dirección para lograr una trasparencia amplia y fiable, y con ello una buena reputación.

La opinión pública es importante y las medios de comunicación actuales crean o destruyen reputación a gran velocidad. El IOR no es una institución eclesial, sino una institución con personalidad jurídica adscrita al estado Vaticano, pero la opinión pública le cuesta hacer distingos y con facilidad asocian el IOR con la credibilidad de los mensajes procedentes del Vaticano, ya sea la Sede Apostólica o el mismo el Papa. Tienen mucho sentido, una meta señalada por von Freyberg en la entrevista antes mencionada: “que cuando se piensa 'Vaticano' no se piense en el IOR, sino que se escuchen las palabras del Papa”.

Medidas de transparencia como éstas puede ser un ejemplo a seguir por otras instancias eclesiásticas que, aunque no tengan un “banco” propio, manejan fondos financieros y su uso puede ser cuestionado. Como afirma un viejo refrán, “la mujer del César no sólo tiene que ser honrada, sino también parecerlo.” En otras palabras: Ni “parecer” sin “ser”, ni “ser” sin “parecer”.


[1] Chirografo di Giovanni Paolo II Con il quale viene data nuova configurazione all'«Istituto Per Le Opere Di Religione» (11 marzo, 1990).

[2] RADIO VATICANA, Interview with IOR President, Ernst von Freyberg, 31 de mayo de 2013.

[3] Ibidem.

[4] Ibidem.

[5] Citado por la Agencia Zenit (10 de junio de 2012): http://www.zenit.org/es/articles/el-banco-vaticano-apunta-a-la-transparencia

[6] Ibidem.

[7] http://en.radiovaticana.va/news/2013/05/30/interview_with_ior_president,_ernst_von_freyberg/en1-696987

  • 21 agosto 2013
  • Domènec Melé
  • Número 45

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