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Massimo Introvigne: ''Un gran equívoco es reducir la libertad religiosa a la libertad de culto''.

Entrevista a Massimo Introvigne

Coordinador del Observatorio de la Libertad Religiosa (Italia)

Director del Centro Studi sulle Nuove Religioni (CESNUR)

En enero de 2012 se ha creado en Italia un Observatorio de la Libertad Religiosa promovido por el Ministerio de Asuntos Exteriores y la alcaldía de Roma. Esta iniciativa italiana se añade a otros similaresden países como EEUU y Canadá. Tienen en común el interés por documentar las violaciones de la libertad religiosa en todo el mundo, empezando por las zonas conflictivas donde las minorías sufren persecuciones. El Observatorio italiano tiene como coordinador el sociólogo, filósofo y escritor turinés Massimo Introvigne, el cual, hasta el año pasado, fue Representante de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) para la lucha contra el racismo y la discriminación hacia los cristianos y los miembros de otras religiones. Introvigne también es el director del CESNUR (Center for Studies on New Religiones) con sede en Turín.

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Hablamos con Massimo Introvigne de las dificultades que encuentra la libertad religiosa para manifestarse en nuestras plurales y secularizadas sociedades occidentales. También de cómo preservar un aspecto fundamental de la dignidad humana que demasiado a menudo se interpreta mal.

¿Cuál es el origen del Observatorio sobre la libertad religiosa en Italia?

Otros países son activos en la vigilancia de la libertad religiosa a escala internacional. Italia se ha añadido a ellos. A raíz de una sugerencia del santo padre Benedicto XVI al alcalde de Roma sobre la conveniencia de hacer algo similar en Roma, ciudad de un valor religioso único, para la defensa tan urgente como necesaria de la libertad religiosa. Existía ya la voluntad del Ministerio de Asuntos Exteriores de continuar una tarea comenzada en 2011, cuando yo era Representante de la OSCE para la lucha contra el racismo, la xenofobia, la intolerancia y la discriminación hacia los cristianos y los seguidores de otras religiones. Durante mi mandato en la OSCE, que precisamente terminó en diciembre de 2011, hice que Italia participara a menudo en iniciativas internacionales, entre otras, el 12 de septiembre organicé en Roma una cumbre de la OSCE sobre el tema «Prevenir y responder a los crímenes de odio contra los cristianos».

¿Quién forma parte del Observatorio y cuál es su misión?

El Observatorio consta de dos diplomáticos nombrados por el Ministerio de Asuntos Exteriores, dos representantes de organizaciones no gubernamentales nombrados por el alcalde de Roma y un coordinador nombrado de mutuo acuerdo entre el Ministerio de Asuntos Exteriores y el alcalde de Roma, que soy yo. El Observatorio tiene la misión de ayudar a la diplomacia y a las instituciones italianas en elaborar los dossiers relativos a la libertad religiosa y de hacer conocer al público los casos de crisis y la actividad internacional de Italia en esta cuestión. Desgraciadamente, también el Observatorio ha tropezado con la llamada «spending review» [revisión de gastos] posterior a la crisis económica que ha golpeado Italia –en España entenderéis fácilmente el problema–, por eso no tiene presupuesto para el 2012 y se ve obligado a buscar la financiación, de una en una, para cada nueva iniciativa.

Después de muchos siglos en que Europa, con algunas diferencias, compartía una visión cristiana de la vida, actualmente encontramos una gran diversidad cultural y religiosa. ¿Cómo podemos afrontar la libertad religiosa en un contexto tan variado?

No se debe confundir la libertad religiosa con el relativismo, con la idea de que no existe una verdad religiosa o que todas las religiones tienen el mismo valor cultural, filosófico o teológico. Esto es un gran equívoco, que crea confusión en muchos debates, a veces incluso en el campo teológico. Además, da de la libertad religiosa una idea exclusivamente occidental y poco atractiva, por ejemplo, para el mundo musulmán, al que repugna el relativismo. Hay que superar este equívoco.

La libertad religiosa se basa, sin duda, en un presupuesto antropológico, según el cual el acto de fe individual y comunitario ha de ser libre, pero en sí misma no es una noción filosófica o teológica. Es un derecho humano en virtud del cual el acto de fe –o la decisión de no creer– debe poder vivirse, incluso en su dimensión asociada y comunitaria, en una situación de «inmunidad» respecto a cualquier interferencia del Estado, en particular del Estado moderno, caracterizado por su naturaleza laica. La libertad religiosa fija las reglas del juego. Una vez fijadas y compartidas estas reglas, las diferentes religiones se dispondrán a jugar su partida. Cada una jugará "su" partida, tratando de ganarla y de proponer su mensaje como verdadero.

¿Podría hacer un balance de su trabajo en la OSCE como representante para la lucha contra el racismo y la discriminación hacia los cristianos y los miembros de otras religiones?

El trabajo ha sido muy positivo, gracias a la sensibilidad por el tema por parte de Lituania, presidente de turno de la OSCE el 2011, y al apoyo de algunos países, entre los que cabe mencionar en particular la Santa Sede, Italia, Hungría image-05038a46b828cec6140639b062b9e535y Rusia. También España, a pesar de algunos problemas internos de libertad religiosa contra los católicos durante el período del gobierno de Zapatero, se ha implicado en algunos dossiers internacionales, por ejemplo, en relación con Pakistán. La cumbre de Roma del 12 de septiembre, ya mencionada, ha permitido dar, por decirlo así, un estatuto internacional a la categoría de «crímenes de odio contra los cristianos», hoy ampliamente reconocida.

La OSCE funciona también por «country visits» en una serie de naciones cada año. He visitado, junto con los compañeros que se ocupaban de la lucha antisemitista y las discriminaciones hacia los musulmanes en Italia, Francia, Suiza y Ucrania, como también –por primera vez en la historia de la OSCE– la Santa Sede. En todas partes los resultados han sido muy positivos, aunque, naturalmente, también han surgido problemas. Cabe señalar, por otra parte, que mi mandato era más amplio que la libertad religiosa y se ocupaba, asimismo, de la lucha contra el racismo y la xenofobia. Por decisión propia y por necesidad, he privilegiado los problemas relativos a los gitanos y a los sintes, porque su situación en algunos países es dramática, y creo que he conseguido resultados pequeños pero importantes.

En el terreno de las situaciones problemáticas, cabe mencionar las dificultades en Irlanda debido a propuestas de ley y declaraciones de autoridades del Estado que, a partir de la justa exigencia de afrontar el trágico fenómeno de los curas pedófilos –que ha visto en Irlanda los casos más graves de Europa–, han puesto en cuestión los derechos de la Iglesia Católica e incluso el del sigilo sacramental. No revelo ningún secreto, ya que se trata de hechos de los que ha hablado la prensa internacional. Algunos países, interesados en las iniciativas que había iniciado durante mi mandato, deseaban que continuara en la OSCE en 2013 para llevar a cabo estas iniciativas. Pero, como el país presidente de turno de la OSCE para el 2013 es Irlanda, los problemas mencionados han hecho que mi permanencia fuera prácticamente imposible.

Se habla de una auténtica cristofobia, violenta en algunos países, más sutil pero no por ello menos efectiva en otros países. ¿Qué opina?

Hay que distinguir con rigor. No podemos comparar el asesinato y la tortura de cristianos en algunos países de África y de Asia con la intolerancia cultural o la sutil discriminación jurídica que vemos en Europa. Son dos realidades diferentes. Existe, sin embargo, una lógica del «plano inclinado», que hace que a menudo se pase de la intolerancia a la discriminación, y de la discriminación al auténtico crimen del odio.

En Occidente hay personas o pequeños colectivos que reclaman la desaparición de símbolos cristianos, como la cruz en los espacios públicos, porque se consideran «agredidos». ¿Cómo afrontar estas polémicas?

El problema es que cuando se empieza con estas polémicas no se sabe dónde terminan. Por suerte, la Gran Cámara del Tribunal Europeo de los Derechos del Hombre en fase de apelación ha dado razón a Italia, que quería mantener el crucifijo en las escuelas públicas, mientras que los jueces del primera instancia querían que desapareciera. Paradójicamente, Italia había sido atacada por una madre de familia finlandesa, con hijos en una escuela italiana, y Finlandia tiene una cruz en su bandera. De hecho, hay quien pide que se saquen las cruces de las banderas. Y también de las plazas públicas. Y que se eliminen de los programas escolares autores como Dante Alighieri, porque hace propaganda cristiana y también es «islamófobo» por sus críticas a la religión musulmana. Al final, como una gran parte de los símbolos, del arte, de la cultura, de la literatura, de la música en Europa son cristianos, habría que sacar de las escuelas y de las plazas casi todo lo que hay. Detrás de estas actitudes –que violan, además, el más elemental sentido común– está la idea de que sólo las minorías tienen derechos. Pero también existen los derechos de la mayoría.

¿Podría explicar qué se entiende por libertad religiosa? ¿Cuáles son sus límites?

Otro gran equívoco es entender que la libertad religiosa se reduce a la libertad de culto. En la OSCE antes y hoy en el Observatorio a menudo me reúno con diplomáticos de los países africanos o asiáticos que me dicen: «En nuestro país hay una libertad religiosa perfecta, venga cualquier domingo y encontrará todas las iglesias abiertas». Con frecuencia –no siempre– esto es verdad, pero las minorías cristianas ni siquiera tienen la libertad de celebrar sus ritos encerrados en sus iglesias. No pueden predicar fuera de las iglesias, hacer actividades culturales, publicar libros, periódicos, tener una radio, una escuela... Los cristianos a veces no pueden ser elegidos para ciertos cargos políticos ni alcanzar las categorías más altas del ejército. La libertad religiosa no consiste sólo en la libertad de culto. Comprende el derecho de no ser excluidos de alguna actividad pública a causa de su fe. Y comprende el derecho de evangelizar y el derecho, de quien acoge esta predicación, de convertirse y cambiar de religión, sin tener que temer por su vida como le pasa por ejemplo al musulmán que se convierte al cristianismo en Pakistán o en otros lugares.

Ante religiones que practican o aceptan hechos como la poligamia, la exclusión de grupos sociales (por ejemplo, el sistema de castas), la mutilación genital, limitan el acceso de las mujeres a determinados trabajos o la educación, ¿se pueden aceptar estos hechos amparándose en la libertad religiosa?

La libertad religiosa tiene límites. Y estos límites no se deben sobrepasar. Por ejemplo, en 1992, cuando se compiló el «Catecismo de la Iglesia Católica», se rechazó la idea de que la libertad religiosa encuentra sus límites en las «leyes vigentes» en un país determinado, porque estas leyes podrían ser injustas por ejemplo, las leyes de la Unión Soviética o de la Alemania nazi. O que el límite se debe buscar en el «orden público», porque un cierto positivismo jurídico considera que el orden público es el conjunto de las leyes vigentes, o al menos de las leyes consideradas más importantes, y con ello volvemos al caso anterior.

El límite verdadero está en el «bien común», interpretado, pero, según los parámetros de la ley natural. Las mutilaciones genitales, la poligamia y otras prácticas contrarias a los derechos fundamentales de la persona humana violan la ley natural y, por tanto, se pueden prohibir en nombre del bien común, sin que se viole la libertad religiosa. Hay, evidentemente, casos delicados difíciles de resolver. Pero el principio general es bien claro.

Vemos atentados y violencias donde se mezclan cuestiones religiosas, étnicas y probablemente terrorismo, como en Nigeria y Sudán. ¿Como diferenciar las verdaderas causas de estos ataques?

En mi opinión, la religión es más importante de lo que muchos creen y la prensa la infravalora. A veces, los mismos cristianos del lugar en conflicto tienen que decir en público que «no se trata de persecución religiosa, sino de cuestiones étnicas o políticas» a fin de evitar males mayores. Pero en privado dicen cosas bien distintas. En muchos países se lleva a cabo una «limpieza religiosa» contra los cristianos que se asemeja a la «limpieza étnica» que hemos visto en otros lugares.

¿La defensa de la libertad religiosa es competencia exclusiva de las religiones? ¿Qué papel deben tener los estados y las legislaciones civiles?

Hoy en día las religiones, ellas solas, no consiguen defender la libertad religiosa. En los Estados predominan otros tipos de intereses. Es, pues, indispensable que la diplomacia y las organizaciones internacionales se hagan cargo del problema de la libertad religiosa. La experiencia me demuestra, sin embargo, que no todos los Estados tienen la misma sensibilidad hacia el tema y que muchos tienen miedo de irritar a quien quizá vende su petróleo o adquiere bonos de su deuda pública. Por ello, a menudo es difícil que las organizaciones internacionales, que funcionan según el principio del consenso, se muevan de una manera rápida y eficaz. De ahí la oportunidad de iniciativas nacionales, como el Observatorio italiano, una «coalición de voluntarios» con la misión, en los casos de crisis, de reunir a los países más sensibles dispuestos a moverse de inmediato sin esperar la actuación de las organizaciones internacionales. 

Isidor Ramos Rosell

 Periodista

  • 21 noviembre 2012
  • Isidor Ramos entrevista a Massimo Introvigne
  • Número 43

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