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El largo camino hacia la libertad religiosa en el mundo musulmán

Intentar ofrecer una visión del estado de la libertad religiosa en el mundo musulmán puede desbordar las posibilidades de estas páginas. Desde una visión eurocéntrica fácilmente podemos caer en el peligro de unificar y homogeneizar una realidad muy diversa. No hay un mundo musulmán. Pero para hablar de realidades complejas hay que facilitar una aproximación, una simplificación con todas las limitaciones que esto tiene. En estas líneas vamos a centrarnos exclusivamente en los países en los que el Islam la religión mayoritaria.[1]

El Islam es una religión monoteísta que se fundamenta en la sumisión a Dios el Altísimo a través del monoteísmo, la obediencia y el abandono de la idolatría. Su libro sagrado es el Corán, dictado por Alá a Mahoma a través del arcángel Gabriel. Los seguidores de esta religión se llaman musulmanes, del árabe “el que se somete”. Para ellos Mahoma es el último profeta enviado por Dios. Aunque también aceptan como profetas a Adán, Noé, Abraham, Salomón y Jesús. Además del Corán, los musulmanes de tradición sunita siguen el Registro histórico de las acciones y enseñanzas del Profeta y aceptan como libros sagrados la Torá, (parte del Antiguo Testamento de los cristianos), los Libros de Salomón y los Evangelios.

Esta religión se ha desgajado históricamente en varias ramas, las principales son: la suní, la chií y el jariyismo; algunos también añaden el sufismo (denominación que engloba varias formas de espiritualidad dentro del Islam). Reuniendo estas ramas, el Islam reúne a unos 1.200 millones de fieles; estaría por detrás de las iglesias cristianas que agruparían a unos 2.100 millones. Si la comparamos con la iglesia Católica (1.100 millones) sería la primera religión en número de fieles.

La falta de un magisterio y una autoridad religiosa central más o menos reconocida por sus fieles, junto a las divisiones mencionadas explican la dificultad para encontrar interlocutores significativos, por ejemplo para el “diálogo con el Islam”. Políticamente tampoco se ha conseguido una integración o una mínima coordinación de las naciones de mayoría musulmana; la Liga Árabe ha sido un intento de alcance bastante limitado.

Para acercarnos a este complejo mundo de mayoría islámica y examinar el estado de la libertad religiosa, lo haremos agrupando estos países en 4 áreas que poseen una cierta homogeneidad. Sin duda, una primera asociación al Islam se produce con los países que primero recibieron esta fe: Oriente próximo y el norte de África; forzando un poco la realidad podríamos denominarlo Mundo árabe y geográficamente se extiende por el arco sur y el este del Mediterráneo. Un segundo grupo está formado por las naciones que han visto la luz tras la disolución de la Unión Soviética: las repúblicas euroasiáticas de mayoría musulmana y que se extienden entre el Mar Caspio y China. Otra agrupación de naciones mayoritariamente musulmanas la encontramos en el Sudeste de Asia y finalmente los países de mayoría musulmana en el África subsahariana.

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Mundo musulmán en torno al Mediterráneo

Los países del arco Mediterráneo son los que conocieron la primera y rapidísima expansión del Islam. Esta religión impregna desde hace siglos su cultura, vida social, política y económica. A pesar de su herencia común estos países no forman un bloque homogéneo: pueden tener poblaciones mayoritariamente suníes o chiíes, árabes o persas (Irán). Las diferencias políticas también son notables: conviven monarquías absolutas (Arabia Saudita) con monarquías discretamente parlamentarias (Marruecos y Jordania), dictaduras militares (Siria), repúblicas en crisis (Túnez, Libia, Egipto, Iraq, Afganistán...), otras más asentadas como Turquía y Bangla Desh; republicas teocráticas como Irán y repúblicas con rasgos totalitarios como Pakistán...

Por lo que hace a la libertad religiosa, y siguiendo especialmente el Rapporto 2012 Libertà religiosa nel mondo de AIN, se observa un denominador común en las legislaciones de estos países: la primacía legal de las creencias y disposiciones del Islam. En la mayoría absoluta de estos países el Islam es la religión del Estado (Argelia, Mauritania, Afganistán, Arabia Saudí, Yemen, Jordania, Quatar, Omaán, Bahrein, Irán, Kuwait, Pakistán, Bangladesh...). Con esto, en bastantes casos los textos constitucionales, por ejemplo el de Afganistán (2004), hacen referencias a la Declaración de Derechos Humanos y afirman (art. 7) que las religiones distintas del islam “pueden ejercer su fe libremente y celebrar sus ritos dentro de los límites establecidos por la ley”. Los Emiratos Árabes Unidos, Marruecos, Mauritania, Argelia, Omán o Kuwait en sus textos constitucionales recogen de alguna forma la libertad de culto para los no musulmanes. Pero este reconocimiento del derecho a existir del no musulmán suele quedar relegado al ámbito privado y con importantes restricciones.

Bastantes legislaciones prohíben o castigan las conversiones del Islam a cualquier otra confesión. Normalmente esto se refleja en la prohibición de hacer proselitismo a los no musulmanes, por ejemplo en Mauritania, Argelia, Afganistán, Arabia Saudí... en algunos casos, como en Yemen, la apostasía está penada con la muerte.

Otras restricciones vienen de la dificultad para practicar públicamente las religiones no islámicas. Arabia Saudí, el tradicional aliado de occidente en la zona, periódicamente está incluido en la lista de “Países de Especial Preocupación” del Departamento de Estado de EEUU por las persistentes violaciones graves de la libertad religiosa. No existen iglesias en todo el territorio saudí, los no musulmanes sólo pueden practicar su religión en privado, la minoría chií (entre el 10-15% de la población) vive discriminada de facto: con problemas para acceder a puestos gubernamentales, al sistema judicial y la escuela. Tienen prohibido celebrar sus festividades. 

La discriminación legal y social suele ser el mecanismo para hacer invisible socialmente, a los no musulmanes. Por ejemplo el Registro argelino no registra nombres cristianos, a esto se añade que el argelino con image-7071ffad1e40857090fb9eb37c653f8fnombre musulmán será enterrado en cementerio musulmán. Un caso de actualidad es el de la minoría cristiano-copta de Egipto (estimada en un 19% de los casi 100 millones de habitantes) que de facto están excluidos de los cargos importantes de la administración, el ejercito, las universidades... en este caso además se añaden los periódicos casos de violencia anticristiana con atentados y asesinatos por odio religioso.

Esta discriminación social y laboral la viven muchas minorías, aunque sean numéricamente significativas. En Turquía, a pesar de su tradición laica impuesta por los fundadores de la república mayoritariamente islámica suní, la minoría aleví, –un 20% de la población– a pesar de ser la segunda religión del país, el estado no la reconoce como religión independiente.

En Bahrein el estado ejerce un férreo control sobre suníes y chiítas, a pesar de que éstos son mayoritarios, el poder político lo detenta una familia suní. La religión del Estado iraní es el islam chií en su forma más radical, cuyo cumplimiento está garantizado por las autoridades religiosas. Esto provoca discriminación y violencia contra otras religiones, incluido el islam suní. A veces resulta tan difícil conseguir el permiso para construir una mezquita suní como una iglesia. El Estado sólo reconoce tres minorías religiosas: cristianos, judíos y zoroastras. Otras minorías, como los suníes, bahaíes, ahmadíes, etc. son perseguidas.

Muchos de estos países incorporan la sharia a su sistema legal, de forma que dejan en manos de los tribunales que la aplicanla interpretación y juicio de los casos individuales que conciernen, por ejemplo, a la blasfemia o apostasía. Difamar al islam (blasfemia) o renegar de él (apostasía) son delitos que se persiguen según la ley islámica, y que en algunos países implican una condena a muerte.

                                               Sharia                                                .

Sharia: Es el nombre que recibe el código de conducta, el modo de vida islámico, más que un sistema de justicia civil o criminal. No es sólo un código religioso de orientación para la vida (unas orientaciones morales a semejanza de las que pueden encontrarse en la Biblia), sino que codifica la conducta y todos los aspectos de la vida. De esta forma algunos estados que se definen como Estados islámicos, la han adoptado formalmente como ley, de forma que los tribunales de justicia actúan como tribunales islámicos y velan por su cumplimiento. Otros estados la adoptan parcialmente en su legislación aplicándola a algunos aspectos de la vida (matrimonio, herencia, algunas actividades comerciales...)

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La presión cultural y religiosa en la vida cotidiana llevan a periódicos episodios de intolerancia religiosa y violencia, a veces bajo apariencia de terrorismo. Son frecuentes en países como Iraq, Pakistán o Egipto. Recordemos los ataques contra iglesias en la Navidad y fin de año de 2010 (sólo en uno de los atentados murieron más de 20 personas), o las falsas acusaciones de blasfemia (por ejemplo, la quema del Corán... por parte de niños analfabetos) o el asesinato del ministro pakistaní de Minorias, el cristiano Shahbaz Batí el 2 de marzo de 2011, precisamente por oponerse a la ley antiblasfemia en su país y defender a una de las víctimas más conocida de esta ley: Asia Bibi todavía encarcelada.

Los conflictos históricos entre Israel, Palestina y el Libano envenenan las relaciones y propician discriminaciones y presiones, cuando no violencia física. Líbano tiene un sistema basado en el permanente equilibrio de sus minorías religiosas (en la política, ejercito...); Palestina, dividida en dos zonas: Gaza dominada por Hamás y Cisjordania gobernada por la Autoridad Nacional Palestina, se ve cada vez más presionada por los grupos islámicos más radicales.

Sin embargo hay países con un perfil bastante más respetuoso con la libertad religiosa: Jordania cuenta con un sistema razonablemente liberal en que el Estado reconoce a las Iglesias y éstas se benefician de todo tipo de libertades, e incluso tienen derecho a abrir las escuelas que necesiten. Sin embargo, también en Jordania, la libertad religiosa supone libertad de culto pero no de conciencia y la conversión de los musulmanes a otra religión está absolutamente prohibida.

Su vecina Siria es un cierto islote de libertad religiosa en este caso garantizada por la ideología laicista del partido Baaz, en el poder, dominado en gran medida por la minoría alauí (secta disidente del islam chií). La actual violencia desencadenada para derrocar a Bashar Al-Assad, es vista por muchos observadores como un peligro para la frágil paz religiosa del país. Siria podría replicar lo sucedido en Iraq tras la caída de Sadam Hussein, que gobernó un regimen laico ideológicamente similar al sirio, el país se ha sumergido en una espiral de intolerancia religiosa entre las comunidades chií y suní, con constantes ataques a los cristianos caldeos, presentes en la zona desde hace 2.000 años y a los que los sectarios quieren expulsar.

Ya en la parte europea, Albania (con un 62% de población musulmana), vive con respeto la diversidad religiosa que acoge; Bosnia y Herzegovina supera el trauma de las luchas políticas, étnicas y religiosas que terminaron con la disolución de Yugoslavia. Ha descendido el número de ataques contra símbolos religiosos, clérigos y propiedades en las tres zonas que se distinguen por su mayoría étnica. Sin embargo, los símbolos ortodoxos serbios siguen siendo objeto de vandalismo. La discriminación sigue siendo un grave problema, especialmente contra quienes no son serbios en la entidad de mayoría serbia, contra quienes no son croatas en el oeste de Herzegovina y contra quienes no son bosnios en el centro de Bosnia.

Un caso peculiar es Bangladesh, país que inicialmente unido a Pakistán, tras la independencia y partición de la India. Actualmente gobierna el partido laico que llevó el país a la independencia de Pakistán. Es un estado islámico, pero reconoce a los ciudadanos el derecho a profesar, practicar y difundir la religión que prefieran. Una situación bastante excepcional. Con todo, socialmente se producen episodios de discriminación y persecución por motivos religiosos y étnicos. En la muchos casos, la policía no interviene para defender a las minorías cristiana e hindú de las agresiones infligidas por musulmanes fundamentalistas. A veces las coacciones tienen motivaciones económicas: se presiona, coacciona y se llega a la violencia contra los cristianos para que vendan sus propiedades y se marchen.

 

          Martini sobre el Islam: integración y anuncio del Evangelio         

El pasado 19 de septiembre, el vaticanista italiano, Andrea Tornielli publicaba en VaticanInsider un interesante artículo sobre como veía el recientemente fallecido cardenal Martín, antiguo arzobispo de Milán, las relaciones con el Islam. Ofrecemos algunos párrafos. (Puede verse el original en http://vaticaninsider.lastampa.it)

image-a5fcf31d35b9cc9e94a1ffdcf7f7b9f4Mientras aumentan las protestas islámicas por la película blasfema y por las caricaturas de Mahoma, –escribe Tornielli– el occidente debe reconsiderar su Mediterráneo con mayorías musulmanas. En diciembre de 1990, once años antes de los atentados a las Torres Gemlas que pusieron en evidencia un cierto “choque de civilizaciones” y muchos problemas de integración, el arzobispo de Milán Carlo Maria Martini pronunció un discurso dedicado justamente al Islam. Y sus palabras siguen siendo muy actuales, aunque parezca que no coincidan con algunos clichés usados para clasificar al cardenal.

«Quisiera hablar aquí –escribió Martini– sobre un punto que me parece poco atendido hasta ahora, es decir la necesidad de insistir en un proceso de “integración”, que es muy diferente de una simple acogida y de un simple alojamiento. Integración implica la educación de los recién llegados para que se inserten armoniosamente en el tejido de la nación que les recibe, para comprender sus leyes y sus costumbres fundamentales, para no exigir desde el punto de vista legislativo tratos privilegiados que tenderían a formar guetos y a hacer de ellos potenciales hogueras de tensiones y violencia. Hasta ahora –indicaba el arzobispo de Milán– la emergencia ha un poco cerrado un ojo ante este grave problema».

«Es necesario, en particular, hacer que los nuevos inmigrantes, sobre todo a los que provengan de países en los que las normas civiles son reguladas solo por la religión y en los que la religión y el estado forman una unidad indisoluble, comprendan que en nuestros países las relaciones entre el estado y las organizaciones religiosas son profundamente diferentes. Si las minorías religiosas aquí entre nosotros tienen las libertades y derechos que deben tener todos los ciudadanos, sin excepción, no se puede apelar, por ejemplo, a los principios de la ley islámica (sharia) para exigir espacios o prerrogativas jurídicas específicas».

«Por ello, es necesario elaborar un camino hacia la integración multiracial –añadía Martini– que considere una verdadera integración de diferentes grupos étnicos. Para que exista una sociedad integrada es necesario garantizar la aceptación y la posibilidad de asimilación de, pro lo menos, un núcleo mínimo de valores que constituyen la base de una cultura, como por ejemplo los principios de la declaración universal de los derechos del hombre y del principio jurídico de la igualdad de todos ante la ley».

 

(...) En cuanto al anuncio de la fe cristiana, Martini había afrontado este tema proponiendo el ejemplo de San Francisco de Asís, que en su Regla, en el capítulo XVI (“De aquellos que van entre los sarracenos”), escribió: «Los frailes que van entre los sarracenos con el permiso de su ministro y siervo pueden ordenar las relaciones espirituales entre ellos de dos maneras. Una de ellas es que no peleen ni disputen, sino que estén sujetos a cualquier criatura humana por amor de Dios y que confiesen ser cristianos. La otra es que, cuando vean que agrade al Señor, anuncien la palabra de Dios... y todos los frailes, en donde se encuentren, deben recordar que han entregado y abandonado sus cuerpos a Nuestro Señor Jesucristo y que por su amor deben exponerse a los enemigos tanto visibles como invisibles».

«Entonces, ninguna pelea –comentaba Martini–, ningún uso de la fuerza, exposición sincera, en el momento oportuno, de lo que creen». «¿Puede la Iglesia católica renunciar a proponer el Evangelio a los que todavía no lo poseen? Claro que no, así como no se le pide a los musulmanes que renuncien al deseo de extender la “umma”, la comunidad de los creyentes».

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Repúblicas musulmanas post-soviéticas

Tras el colapso de la Unión Soviética en diciembre de 1991 numerosos territorios accedieron a la independencia. Cinco nuevas repúblicas post-soviéticas nacieron con mayoría musulmana Azerbaiyán, Kazajastán, Kirguistàn, Tayikistán y Uzbequistán, todas situadas entre el Mar Caspio y China.

Los primeros pasos de estas repúblicas, a excepción de Uzbequistán, fueron de tolerancia y respeto a la libertad religiosa; pero desde los años 2009-10 suscitan cierta preocupación ante un posible deterioro de esta libertad. Están llevando a cabo algunos cambios legislativos que restringen la expresión de la fe de grupos minoritarios, acentúan las trabas legales, exigen registro administrativo y los estados tienden a ejercer un control asfixiante sobre personas e instituciones religiosas. Se apunta como motivo el afán por reforzar el poder estatal ante los extremismos islámicos y la inestabilidad política que ha hecho caer a alguno de los gobernantes de la zona.

Un caso a parte es Uzbequistán que está clasificado como uno de los peores países desde el punto de vista de las libertades civiles y políticas. Está gobernado por uno de los sistemas políticos más represivos de Asia, tal y como demuestran los informes del Departamento de Estado de Estados Unidos, de la Comisión para la Libertad Religiosa de Estados Unidos y de la asociación que elabora Freedom in the World. Tanto los individuos como los grupos sociales están férreamente controlados por el estado. Además reina una cultura de impunidad respecto a las violaciones más graves de los derechos humanos, entre las que se cuenta la utilización generalizada de la tortura y la violencia.

Sudeste de Asia

Asia acoge la nación con más musulmanes del globo: Indonesia, con un 79% de sus 235 millones de habitantes como seguidores mayoritariamente de un Islam moderado. El proceso democratizador de final de los años 90 sin duda ha contribuido a una mejora en los derechos humanos en el país. La mayor parte de las comunidades religiosas está reconocida y realiza su labor abiertamente, a pesar de que se producen algunas violaciones, en ocasiones significativas, del principio de libertad de culto.

Paralelamente, en estos últimos años la presión de los grupos islámicos ha influido enormemente en la agenda pública y en la política del gobierno, determinando el comportamiento y las decisiones de jueces, fiscales y políticos. Para J. Kristiadi, analista del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales CSIC, por sus siglas en inglés) los partidos islamistas están ganado terreno a causa del creciente declive de la pancasila, los cinco principios filosóficos del nacionalismo laico sobre los que Indonesia ha construido su historia y su independencia. El gobierno ha intensificado su lucha (también militar) contra el islamismo radical y Al Qaeda y los intentos de algunos grupos de aprobar leyes sobre moralidad y comportamiento han encontrado la oposición del Islam moderado.

El sultanato de Brunei, cumple con el requisito de reconocer la libertad religiosa, establece el Islam salafí como religión de estado y restringe la práctica de las demás religiones. El país se caracteriza por un gran control de los grupos no salafistas, de las reuniones públicas y privadas y pone gran cantidad de trabas administrativas a todo lo que no tenga que ver con la religión oficial.

Malasia con 28 millones de habitantes, tiene una gran diversidad religiosa: los musulmanes son mayoría con el 56,36% pero el resto se lo reparten minorías muy importantes de religiones chinas tradicionales, cristianos, hinduistas, budistas, animistas... El país cuenta con dos sistemas legales, uno basado en la ley islámica y el otro en el derecho secular anglosajón. El islam es la religión del Estado, pero los principios de la sharía sólo se aplican a los musulmanes. Sin embargo, se han producido casos en los que los límites de la sharía se han sobrepasado peligrosamente y ésta ha invadido el ámbito la legislación secular, violando el derecho del individuo a elegir la propia religión tal y como queda establecido en la Constitución.

 

                                                    El precio a pagar                                                    

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Ioseph Fadelle

Ediciones Rialp, 2ª Edición

Madrid, 2012

207 págs.

Estamos ante una historia real, narrada por el mismo protagonista, realmente impresionante. Se trata de la sorprendente conversión al catolicismo de un musulmán chiita iraqui perteneciente a una familia de alto rango social y económico. En Ioseph (el nombre cristiano adoptado por Mohamet) se cumple a letra la palabra profética de Jesús cuando anuncia: “el hermano entregara a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo”.

 Todo empezó cuando fue movilizado en 1987 con motivo de la guerra con Irán. En su tienda coincidió con un cristiano llamado Massoud a quien decidió convertir al islam. Éste, al principio procuraba evitar el trato con Ioseph porque sabía lo peligroso que era que un cristiano tuviese un trato amigable con un musulmán, pero el asedio al que fue sometido más el interés creciente que Ioseph mostraba hacia la persona de Jesús le llevó a exponerse y explayarse cada vez más y a hacerle entrega de un ejemplar de los Evangelios. Un sueño completó su camino hacia la conversión: un misterioso personaje, al parecer el mismo Cristo, le hace saber la necesidad de comer “el pan de vida”, cosa que se convertirá para el protagonista en una sublime obsesión

A partir de aquí la vida de Ioseph se va a convertir en un auténtico martirio sin morir. Va a ser “el precio a pagar por su conversión”. Pero antes de todo esto hay que reseñar otro hecho de gran importancia en su camino: su matrimonio decidido por su familia sin contar para nada con él y celebrado una semana después de haber conocido a la mujer que tenía que ser su esposa: Anouar. Pero Dios escribe recto con renglones torcidos: Anouar se convertirá también, seguirá la suerte de su marido y será un apoyo para él.

Voy a resumir brevemente las penalidades que tuvo que sufrir Ioseph. En primer lugar el rechazo por parte de las primeras comunidades cristianas a las que acudió, incluido el obispo, porque sabían que se exponían a una muerte segura. La negación del bautismo una y otra vez. Después la fatwua, la condena a muerte dictada por parte de su mismo padre, pero que será sustituida por un secuestro y metido en el maletero de un coche es entregado al servicio secreto que le someterá a toda clase de vejaciones y torturas para hacerle confesar los nombres de los cristianos que le han inducido a abandonar la fe del islam, así durante un año y cuatro meses.

A partir de ahí adquieren protagonismo en el libro una colección de personajes cristianos –el abouna (padre) Gabriel, Michael y la extraordinaria hermana Miryiam– que ayudarán de manera decisiva a confirmar a Ioseph en la fe y en su odisea para salir de Irak.

De la lectura de esta narración se pueden deducir algunas conclusiones: por ejemplo la falta de libertad religiosa y la discriminación que sufren los cristianos en algunos países islámicos, discriminación no solo por parte de las autoridades sino también por parte de los creyentes musulmanes. La heroica fortaleza en la fe por parte de las comunidades cristianas. Y lo más importante de todo: la acción de la gracia de Dios en el alma de sus escogidos.

Joan Garcia Llobet

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África Subsahariana

En este epígrafe podemos situar a los países del continente africano Mediterráneo con mayorías musulmanas miran hacia el sur a partir de la frontera natural del Sahara. Comparten algunas características: el Islam no es la religión dominante sino la mayoritaria y en muchos casos está bastante equilibrada con las denominaciones cristianas; desde un punto de vista político son países frágiles en los que el estado está interesado en hacerse eficazmente con los resortes del poder y en lograr una estabilidad que la diversidad étnica, lingüística, religiosa y tribal no facilitan. También es notable el avance de un Islam, a menudo radical, que busca imponer la sharia en aquellas zonas en las que tiene una importante presencia.

Burkina Faso y Chad, dos países con algo más del 50% de población musulmana reconocen la libertad religiosa y permiten a musulmanes y cristianos fundar colegios e impartir enseñanza religiosa, mientras que en la escuela pública no se ofrece enseñanza religiosa.

Gambia está en una situación de equilibrio reconociendo la libertad religiosa, permite la enseñanza religiosa en las escuelas públicas y privadas y la sharia se aplica a los musulmanes en cuestiones relacionadas con el matrimonio, divorcio y herencia. Otro caso de tolerancia y buena convivencia es Malí, país que tiene un regimen laico, pero que para afrontar decisiones sobre cuestiones controvertidas acude a un “Comité de Sabios” constituido por obispos católicos, protestantes y líderes islámicos. A pesar de la tradicional tolerancia entre religiones los extremistas en la órbita de Al Qaeda presentes en la zona sahariana del país son un elemento de presión. Senegal también es un país image-69640e6baf95eab23756aa3ff86f86f7mayoritariamente musulmán, constitucionalmente laico que reconoce la libertad religiosa y da plena autonomía a las distintas iglesias. Los musulmanes pueden solicitar que se les juzgue según la ley islámica en algunas cuestiones. En Sierra Leona los musulmanes son la minoría mayoritaria (46%) y la ley reconoce el derecho a profesar y difundir la propia fe, se da opción para escoger o no la enseñanza religiosa en las escuelas y las relaciones entre cristianos y musulmanes, tradicionalmente buenas, se han visto enturbiadas por algunos episodios de intolerancia musulmana (concentrados mayoritariamente en el norte) y cristianos (mayoritariamente presentes en la zona meridional del país).

Un ejemplo de control estatal sobre el ámbito religioso lo ofrece Eritrea, en el que musulmanes y cristianos coptos-ortodoxos están casi a la par (49% y 47% de la población respectivamente). El estado declara reconocer sólo cuatro confesiones religiosas: la Iglesia copto-ortodoxa de Eritrea, la Evangélica, la Católica y el Islam. En el caso de las religiones mayoritarias las autoridades imponen a hombres afectos al régimen al frente de sus jerarquías. Con las minorías no permitidas son frecuentes las arbitrariedades y arrestos.

La inestabilidad política es la causa de que en algunos países como Níger, la legislación reconozca la libertad religiosa pero también vele por cualquier expresión que pueda suponer una amenaza al orden público y la unidad. Está prohibido que el programa de los partidos políticos se base en principios religiosos. La enseñanza religiosa no se permite en la escuela pública.

La presencia y expansión de algunas comunidades musulmanas radicales ha desencadenado enfrentamientos en algunos países. Sudán ha vivido 22 años de guerra civil y el intento de imponer la sharia en todo el país sin tener en cuenta su diversidad religiosa. Las hambrunas en Darfur han sido consideradas por algunos expertos como un auténtico genocidio para realizar una limpieza étnica y religiosa en la zona. Sudán tras un plebiscito en julio 2011 oficializó la fracción en dos del país: el norte musulmán en el que la sharía que se aplica a todos los habitantes con independencia de la religión que profesen, dispone la pena de muerte para quienes apostaten del islam e impone castigos corporales que varían dependiendo de la gravedad del delito cometido (desde la flagelación, pasando por la amputación de miembros, hasta la pena de muerte) y el sur cristiano.

Nigeria es el país más poblado de África, con 160 millones de habitantes. Cuenta con un 45% de cristianos, un 45% de musulmanes y un 10% de animistas. La Constitución reconoce la libertad de religión, que comprende las libertades de manifestar, propagar y cambiar de religión o credo; también estipula que ni el Gobierno del Estado Federal ni el Gobierno de ningún estado particular “adoptará ninguna religión como religión de Estado”. Sin embargo, Nigeria es miembro de la Organización de la Conferencia Islámica (OIC, por sus siglas en inglés) y, a partir de octubre de 1999, 12 de los 36 estados de la Federación ampliaron la aplicación de la sharía de la materia familiar (donde ya estaba introducida) al ámbito penal. Los episodios de intolerancia y discriminación religiosa más generalizados son los denunciados por diversas comunidades cristianas en los estados más islamizados del país.

Conclusión

Hemos visto como países de mayoría musulmana tratan la libertad religiosa de sus ciudadanos de formas muy diversas. Para muchos esta libertad únicamente se entiende como una limitada libertad de culto y no como auténtica libertad de conciencia para cambiar de religión o no tener ninguna.

También es llamativo el papel del estado, frecuentemente confesional en algunos casos y simplemente controlador en otros.

Esperanzadores son los ejemplos de reconocimiento de este derecho fundamental y de su ejercicio práctico en bastantes naciones del África subsahariana y Asia. Esto muestra que existe un Islam moderado, tolerante y respetuoso con la diversidad que debe enfrentarse a la presión islamista más radical. Este Islam moderado se juega su credibilidad y posible liderazgo en el mundo musulmán y puede ser clave para el entendimiento con el mundo occidental.

Xavier Vilella

Periodista


[1]Como fuentes he consultado el Informe 2010 de AIN, Ayuda a la Iglesia Necesitada, así como el Informe sobre la situación de los derechos humanos (2012) del Departamento de Estado de los EEUU.

  • 21 noviembre 2012
  • Xavier Vilella
  • Número 43

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