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Las minorías creativas y su influencia social

Hace pocas semanas varios profesores universitarios se han reunido para proponer un Código ético para los políticos1. Algunos de los participantes creyentes –como es el caso de Francesc Torralba de la Universidad Ramon image-4f637b81099c75b74152d7bd13e0aac8Llull– seguro que se han inspirado en unas palabras de Juan Pablo II que afirmaba que «el futuro de la democracia depende de una cultura capaz de formar hombres y mujeres preparados por defender determinadas verdades y valores (...) La salud democrática de una nación se encuentra, en gran medida, en la naturaleza ética de sus ciudadanos y los representantes políticos». Otros que se declaran agnósticos también han participado activamente, con positivas aportaciones que nacen de un claro concepto ético de la labor política y económica.

Como se puede observar, y más aún últimamente se ha puesto de moda hablar de «minorías creativas» influyentes. Fue el Papa Benedicto XVI quien en una entrevista de hace unos años dijo que el futuro de la evangelización se encontrará seguramente en las «minorías creativas».

¿Qué entiende por este concepto? Todos, para poder captar la intencionalidad del Santo Padre, deben entender que estamos en un mundo secularizado y que los cristianos, de hecho, nos sentimos en minoría. Pero una minoría que, si se deja llenar de amor a Dios y al prójimo, puede iniciar un movimiento que también se podría denominar «el suplemento de alma» que el mundo de hoy necesita para despertar del adormecimiento. «Yo diría que normalmente las minorías creativas determinan el futuro, y en este sentido, la Iglesia católica se ha de autocomprender como una minoría creativa que tiene una herencia de valores que no es algo que pertenece al pasado, sino una realidad muy viva y actual». Y estas minorías deben hacerse presentes en el debate público, donde los valores como la paz, la libertad, la verdad, la belleza, la caridad, etc. son deseados como los grandes bienes a los que nadie de buena voluntad puede renunciar.

Benedicto XVI añade: «La Iglesia debe estar presente en el debate público. Yo diría que el primero de estos debates es el diálogo entre agnósticos y creyentes. Ambos se necesitan... al católico no le basta tener fe; debe permanecer en una constante búsqueda de Dios; más aún: es en el diálogo con los otros donde debe reencontrarse con Dios de una manera cada vez más profunda».2

El Santo Padre distingue tres niveles de acción para alcanzar el objetivo trazado: el intelectual, el moral o ético y el caritativo. En el primero, debe haber un profundo diálogo intelectual entre agnósticos y creyentes. El agnóstico no puede contentarse con el «no saber si Dios existe o no», tiene la obligación de buscar, de moverse en la búsqueda del Absoluto, para poder iniciar el camino que le lleve a la fe. Y el creyente no puede tampoco quedar tranquilo al tener fe, sino que la debe mostrar, la ha de actualizar, debe confesarla con obras y con una conducta ética que ilusione, ofreciendo todo como un gran Bien a los demás. Es la herencia que ha recibido y de la que debe hacer partícipes a los demás. Las obras de caridad, de solidaridad, de amor al prójimo por parte de los cristianos completarán esta oferta, ya que uno de los grandes signos eclesiales –como es el caso de «Cáritas»; y esto en todo el mundo– ha sido siempre un claro testimonio de ayudar a los pobres y de ser instrumentos de amor y de justicia, paliando la pobreza y la marginación. No podemos olvidar la afirmación de la doctrina social cristiana, según la cual la «paz es obra de la justicia y del amor».

Los cristianos, en esta tarea, no deben sentirse «acomplejados», ya que es un precioso reto lo que el mundo les pide, quizá sin saberlo, para aportar ese suplemento de alma mencionado, tan necesario para poder llegar a un positivo desarrollo humano y para conseguir «sobrevivir» en un mundo que se está como ahogando en un claro relativismo moral, en un creciente escepticismo intelectual, en un desesperanzador futuro.

Perfil de las minorías creativas cristianas

Como apuntaba el Papa, la sociedad, si quiere subsistir como tal, debería encontrar en el trabajo de estas minorías creativas «lo que hay de mejor en su espíritu», que a su vez –por lo que se refiere a Europa– es reencontrarse con sus raíces cristianas, sin menospreciar, por supuesto, otras visiones culturales que también pueden aportar todo lo que tienen de bueno, de acuerdo con la esencia natural fundamental en la que todos también podemos coincidir. Y esto no es porque nos movemos en una superficial aceptación de un vaporoso multicuturalismo sin alma.

Las minorías creativas cristianas deben escuchar o mirar a todas las demás culturas, pensando que la idea de la «complementariedad de las culturas» es enriquecedora para todos. Muchas de estas culturas no cristianas conservan connaturalmente lo mejor que puede haber del mundo familiar, social, cultural, económico, político... aunque también ellas seguramente necesitan hacer una autocrítica para purificarse de ciertos desvíos o errores originados con el paso del tiempo. A todos nos hace falta enmendarnos de posibles faltas relacionadas con el tratamiento que hemos dado a los derechos humanos, a la dignidad de la persona, a la libertad humana, etc. Necesitamos, por tanto, una profunda conversión para poder ser minoría creativa.

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Las «minorías creativas» cuentan con las ventajas de la globalización que supone la universalidad de la Iglesia: en todo el mundo; la catolicidad de la Iglesia se ha visto, además, reafirmada por la sana inculturización, ya que «la fe ­–la evangelización– debe hacerse cultura», tal como apuntaba Juan Pablo II. Y así ha sido. Las minorías creativas cuentan también con todo el trabajo llevado a cabo por muchas organizaciones internacionales católicas, sobre todo teniendo como protagonistas a los laicos que trabajan desde hace mucho tiempo, sin ser forzosamente sólo una «longa manus»­ de la Jerarquía.

Por ejemplo, hace pocos meses hemos visto y palpado la experiencia de la magna reunión, en Viena, de la 31ª Asamblea Internacional de Pax Romana ICMICA (Movimiento internacional de intelectuales y profesionales católicos). También los diferentes trabajos y sesiones junto al celebrado Atrio de los gentiles, en muchas diócesis europeas, entre ellas Barcelona: estos encuentros han contribuido a aportar nuevas iniciativas creativas en este mundo intercultural e interreligioso.

Otro ejemplo de minoría creativa –mixta, podríamos decir, ya que estaba formada por creyentes y no creyentes– ha sido el encuentro, con sesiones y trabajos, de unos cuantos profesores universitarios catalanes que han tenido como objetivo redactar un «código ético para los políticos». Algunos de los participantes se han inspirado en unas palabras de Juan Pablo II, que afirmó, hace años, que «el futuro de la democracia depende de una cultura capaz de formar hombres y mujeres preparados para defender determinadas verdades y valores... corre peligro cuando la política y la ley rompen toda conexión con la ley moral inscrita en el corazón humano».3

El documento firmado por estos diferentes profesores –minoría creativa– contiene afirmaciones y contenidos de gran profundidad:

♦ Democracia y ética son consustanciales.

♦ El ejercicio político debe procurar mantener unos valores con un claro contenido moral, como por ejemplo: la igualdad, la libertad, la responsabilidad, la verdad, la dignidad humana, el respeto mutuo, la justicia, el espíritu de servicio, la integridad, el buen ejemplo, la imparcialidad, la profesionalidad, la transparencia, la austeridad, etc.

♦ Así pues, la acción política debe orientarse por estos y otros valores morales universales que pueden ser defendidos por muchas personas.

♦ Sin representantes políticos de alta calidad moral y ética, no se consigue llegar a aquellas metas que los súbditos esperan, reclaman o exigen.

♦ Se ha visto que un partidismo cerrado en sí mismo puede acabar en un vacío moral aterrador.

♦ La guía práctica de la política debería tener un «mínimo común denominador moral» formado por el reconocimiento de los derechos humanos y del bien común como puntos centrales. Estos principios mínimos deben ser aceptados por todos los que se quieran dedicar a tareas políticas, más allá de las creencias religiosas, del lugar de origen y de la ideología de cada uno.

♦ El cristianismo –con todo su patrimonio cultural– se considera fundamental para el Código ético y se ve, con respecto a la doctrina social, que puede ser compartido por otros políticos no creyentes que aman los valores morales cristianos por sus exigencias y altitud ética.

Las minorías creativas de raíz cristiana deberán contar, sobre todo, con un ingente número de laicos comprometidos, bien formados en la doctrina de la Iglesia, capaces de mantener un diálogo sano y deberán hacerlo con toda clase de asociaciones o estructuras, sin que necesariamente se tengan que fundir en un solo movimiento. Todos juntos o por separado podrán influir en todo tipo de iniciativas ricas y creativas –que afectarán a la nueva evangelización, directa e indirectamente, y lo podrán hacer con eficacia– en el mundo de la ética política, económica, familiar y social. La Jerarquía eclesial sabe perfectamente que la cooperación orgánica entre laicos, sacerdotes, religiosos, etc. es absolutamente necesaria, a la vez que se ha de huir de todo tipo de fundamentalismo intransigente; aunque habrá que ser siempre claro en cuanto a la doctrina de Cristo.

Lanzamos, pues, un llamamiento a todos los católicos para que sigan en tiempos difíciles, cada uno desde el lugar que le pertenece, lo que el santo Padre Benedicto XVI ha querido expresar con el concepto de minoría creativa. Como ha interpretado muy bien Teodor Suau, «la conciencia de que ser "minoría" no es nada malo. Por el contrario, la condición de posibilidad para llegar a ser significativos en un mundo globalizado donde las cosas se valoran en última instancia por su capacidad de provocar experiencia y no sólo sensación de placer. Todo intento, entonces, de recuperar una posición hegemónica en la sociedad, centrada en la masificación y el número, no podrá ser nunca considerada en la línea establecida por el Papa».4

Así lo esperamos.

Josep Vall i Mundó

Presbítero, doctor en Derecho Canónico

 


1 La revista Ramon Llull Journal of Applied Ethics ha publicado en su tercer número del año 2012 el Código ético para profesionales de la política.

2 Benedicto XVI, Viaje a la República checa (26-28 de septiembre de 2009). Encuentro del Papa con los periodistas durante el vuelo hacia la República checa, 26 de septiembre de 2009.

3 Juan Pablo II, Discurso a los obispos norteamericanos en visita ad limina, 27 de junio de 1998.

4 http://www.catedraldemallorca.info/principal/es/opiniones/113-su-au/2234-una-minoria-creativa

  • 21 noviembre 2012
  • Josep Vall i Mundó
  • Número 43

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