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Algunos aspectos polémicos de la reforma sanitaria de Obama

El caso del “mandato anticonceptivo”:

¿una grieta en la libertad religiosa en los Estados Unidos?

 

El 20 de enero de 2012, la administración del presidente Barak Obama anunció que las empresas e instituciones, también las de carácter religioso, debían financiar el seguro sanitario de sus empleados que incluía el acceso a la image-61c4cc22770fc01ce0d941389e990af5contracepción, la esterilización y los medicamentos abortivos. Esto último se popularizó como el “mandato anticonceptivo” (contraception mandate).

El anunció del “mandato” desencadenó una gran polémica, aún abierta. Sus partidarios la apoyan con la idea de que eson medidas de “medicina preventiva”, argumentando que la contracepción entra dentro del derecho a la salud –de la denominada “salud reproductiva”– y que el gobierno podía obligar a las empresas a facilitarla a sus empleados. La oposición al “mandato” vino, en primer lugar, de la comunidad católica y, en particular, de la Conferencia Episcopal estadounidense que lo entendía como un atentado a la libertad religiosa. También están en contra algunos incondicionales de Obama y líderes de otras confesiones religiosas que, sin oponerse a la contracepción, se muestran contrarios a la intervención estatal en cuestiones de conciencia.

Ante lo polémica desatada, el 10 de febrero siguiente, la Casa Blanca anunció que había encontrado una solución que evitaría que las instituciones de naturaleza religiosa tuvieran que financiar el acceso a la contracepción, la esterilización y los medicamentos abortivos. Esa cobertura iría a cargo de las empresas aseguradoras. La Conferencia Episcopal de Estados Unidos reaccionó alegando que la formula presentada no resolvía el problema. Por una parte, sería ingenuo pensar que las empresas aseguradoras ofrecerían tal cobertura bajando su margen de beneficios: seguirían pagándolo las instituciones en base a una mayor prima de seguro, por tanto, indirectamente también financiarían estas prácticas. Por otra parte, muchas instituciones católicas de cierta envergadura –como hospitales y universidades– cuentan con sus propias compañías aseguradoras, con lo que el problema moral seguiría intacto.

La Casa Blanca presentó el cambio como una postura dialogante, y una acomodación a las objeciones presentadas, frente a la “intransigencia” de los obispos que no habían cedido en su reivindicación. Además, puso el acento en la anticoncepción y el derecho de las mujeres a obtenerla de modo gratuito, eludiendo el problema de la libertad religiosa. Buena parte de la prensa se posicionó en línea con esta estrategia aunque algunos medios incluyeron voces que representaban a la otra perspectiva. En muchos casos, las referencias a la expresión “libertad religiosa” se incluían entrecomilladas.

En una sesión en el Senado norteamericano, dedicada precisamente a la libertad religiosa a propósito del mencionado “mandato” de la administración Obama, fue presentada por la prensa como una sesión sobre anticoncepción. Se silenciaron las intervenciones de líderes religiosos al tiempo que se planteó la cobertura informativa en términos de si había o no mujeres entre las personas que hablaron. El personaje estrella fue una estudiante de 30 años de Georgetown University (oficialmente católica), que abogó vibrantemente a favor de la normativa Obama. En cambio, tuvieron escaso eco en los medios las 150 declaraciones en favor de la libertad religiosa organizadas en otras tantas localidades de Estados Unidos.

El lunes 21 de mayo, el arzobispo de Nueva York, cardenal Timothy Dolan, la Universidad de Notre Dame y otras 41 instituciones presentaron 12 demandas judiciales por ser obligados a suscribir seguros de salud que cubren obligatoriamente la anticoncepción y “toda la gama de servicios de salud reproductiva”. El cardenal Dolan manifestó: “Hemos tratado de negociar con la Administración y los legisladores en el Congreso, y vamos a seguir en ello, pero todavía no hay solución al problema. El tiempo se acaba, y el valor de nuestro ministerio y nuestros derechos fundamentales están en juego, así que, ahora, tenemos que recurrir a los tribunales”.

De nuevo, ante la reacción desatada, en agosto de este mismo año tuvo lugar otra ligera revisión del mandato de anticonceptivo que ofrecía una protección adicional para ciertos empleadores religiosos, dando un margen de un año para su aplicación, pero insuficiente para aliviar las preocupaciones de la libertad religiosa.

El 4 de septiembre, la convención del Partido Demócrata expresó su apoyo al tan controvertido mandato federal. En el momento de escribir este caso, los tribunales todavía no se han pronunciado.

El caso sugiere varios comentarios que incluyen un conjunto de temas, que aparecen también un bastantes debates actuales. Los revisaremos a continuación.

Ataque a la libertad religiosa

Estados Unidos es un país de libertades. La libertad religiosa está recogida en la primera enmienda a la Constitución y establece que “El Congreso no hará ley alguna por la que adopte una religión como oficial del Estado o prohíba practicarla libremente” (la cursiva es nuestra). Obligar a los empleadores, incluidas instituciones religiosas, a ofrecer planes de salud que incluyen la anticoncepción gratuita, la esterilización y los primeros fármacos que inducen el aborto viola sus conciencias y las normas morales enseñadas por la Iglesia. No es que tales normas sean estrictamente confesionales, pero los obispos no quisieron entrar por esta línea que habría conducido a una debate poco efectivo para derogar la norma jurídica. Su estrategia fue apelar a la libertad religiosa. Tal libertad queda restringida si se prohíbe a las instituciones religiosas poder actuar contra sus principios morales. El “mandato anticonceptivo” es un atentado sutil a la libertad religiosa, que podía haber pasado inadvertido, pero no ha sido así.

La falacia de defender a las mujeres

Más que responder al ataque de falta de respeto a la libertad religiosa, los asesores de Obama demostraron gran astucia en su maniobra informativa. Afirmar que el “mandato” no era contrario a la libertad religiosa tenía pocas image-bcf069f5fdc50916c1bb69de93e6a1a1posibilidades de éxito; y lo que hicieron fue desviar la cuestión. La estrategia comunicativa para ganar la batalla en la opinión pública consistió en enfocar el debate hacía la anticoncepción y los supuestos “derechos de los mujeres”. De este modo, podría verse la demanda de los obispos como acto de agresión contra las mujeres o contra el control de la natalidad. Esto encontraría apoyo en grupos feministas y entre católicos “progres”, esos que se oponen al Magisterio especialmente en cuestiones morales como la anticoncepción y el aborto.

Presentar opciones ideológicas y políticas como la defensa de la mujer, tuvo cierto éxito, pero su fundamento –también utilizado en otros contextos– es muy endeble. Es un argumento, repetido en otros contextos, que encuentra rechazo. Recientemente, más de 33.000 mujeres han firmado una carta dirigida a Obama para que no se apropie la exclusiva sobre la salud y los derechos de la mujer. ¿Han dado las mujeres alguna representación a alguien para que defienda sus “derechos” anticonceptivos o abortistas? Como escribía una conocida periodista, “aquellas que pretenden representar nuestros intereses nunca han venido a pedirnos autorización para representarnos”. Añadía que las mujeres eran utilizadas sin su permiso para satisfacer objetivos políticos.

Presentar los defensores de la vida como intolerantes

Otro aspecto de la astucia comunicativa empleada es presentar a los opositores al “mandato anticonceptivo” como intolerantes e incapaces de transigir en sus posturas, mientras que los colaboradores de Obama transigían en modificar el texto, aunque sin alterar los aspectos morales de fondo. Se confunde aquí la tolerancia, que es una virtud cuando se refiere a las personas, con la claudicación en la defensa de la vida, una bien humano fundamental. En asuntos como la defensa de la vida no se puede transigir. Se podría recordar aquí la actitud de Pilato, muy tolerante con los falsos acusadores de Jesús. Lo recordó san Josemaría, hace muchos años: “Un hombre, un... caballero transigente, volvería a condenar a muerte a Jesús”. (Camino, 393)

Hay que alabar aquí la valentía de los obispos y de todos aquellos que no han sido “transigentes”, incluyendo no pocos líderes de otras confesiones, en la defensa de la libertad religiosa.

Manipulación informativa

El caso describe un elenco de prácticas periodísticas poco respetuosas con la verdad que pueden confundir al lector o, al menos predisponerle a una actitud sesgada. Dar gran énfasis a lo que interesa, mientras se silencian intervenciones contrarias, o entrecomillar lo que conviene para expresar la distancia entre lo afirmado y la posición del medio, son modos sutiles de manipulación informativa.

La veracidad es el valor fundamental en la comunicación, y esos es bastante más que no mentir. Es buscar la verdad y buscar la mayor objetividad posible, evitando posturas sesgadas o partidistas. No sabemos que motivos les han llevado a esta actuación. Puede haber sido gustar al poder político o a los propios lectores, o mantener una línea ideológica. Lo han hecho de un modo que muchos lectores no se sentirían interpelados a protestar, como sería el caso de una mentira manifiesta, lo cual no exime de falta de veracidad. 

La treta de reducir la ética racional a posturas confesionales

Los obispos, como decíamos, no quisieron entrar en la polémica de la anticoncepción, pero tanto la Casa Blanca como la prensa lo han presentado así, dando por supuesto que la condena de la contracepción, la esterilización y los medicamentos abortivos son normas exclusivas para los católicos impuestas por la Iglesia sin ninguna racionalidad, y que, además, muchos católicos no siguen.

Es verdad que la Iglesia, dentro de su misión, busca orientar la conciencia de sus fieles, pero estos temas tienen una sólida base antropológica y están fundamentados en una ética racional accesible a cualquier persona de buena voluntad y que profundice un poco en el carácter personal y no meramente instrumental de la sexualidad. No es, por tanto, un precepto exclusivamente religiosos –como lo es, por ejemplo, la asistencia a la misa dominical– sino algo argumentable desde la razón, y no sólo desde la fe. Así lo hace el Catecismo de la Iglesia Católica (núm. 2.366) recogiendo diversas enseñanzas pontificias:

“La fecundidad es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal tiende naturalmente a ser fecundo. El niño no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es fruto y cumplimiento. Por eso, la Iglesia, (...) enseña que todo acto matrimonial en sí mismo debe quedar abierto a la transmisión de la vida”. Es una doctrina “fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador”.

Un añadido final: la batalla de saber explicar las enseñanzas morales de la Iglesia 

Por otra parte, el propósito de dividir a los católicos entre “conservadores” y “progresistas” es bien conocido. Es cierto que hay muchos católicos fieles al Magisterio i otros que no siguen las enseñanzas de la Iglesia en cuestiones morales como la anticoncepción, y esto es un reto interno de la Iglesia.

Quizá no se ha sabido explicar suficientemente las razones de la postura de la Iglesia en temas de moral sexual, o tal vez, no se hayan querido escuchar. Por otra parte, durante décadas, en gran medida, se han silenciado las enseñanzas de la Iglesia sobre la anticoncepción por parte de muchos pastores.

La mentalidad poco respetuosa con la vida que se ha generado con la anticoncepción, ha desembocado a consecuencias dramáticas, que incluyen la aceptación, por parte de muchos católicos, de la píldora del día después, que puede impedir la implantación del embrión o su expulsión, e incluso el aborto en ciertos supuestos. Es un problema pastoral al que se refería el cardenal Dolan en una entrevista publicada por The Wall Street Journal: “No me asusta admitir que tenemos un desafío interno de catequesis –grande como una torre– para convencer a nuestra propia gente de la belleza moral y coherencia de lo que enseñamos”.

Domènec Melé 

Profesor Ordinario de Ética

IESE Business School, Universidad de Navarra

  • 21 noviembre 2012
  • Domènec Melé
  • Número 43

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