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Notas sobre la obra poética de Joan Maragall

Siempre, siempre mar adentro

Ell primer centenario de la muerte de Joan Maragall (1860-1911) poeta y periodista, se ha conmemorado con una serie de actos, enmarcados bajo el título de Año Maragall. Nuestra personal aportación no pretende ser otra cosa image-6e9191473d9c7263896a9b7329461674que una breve introducción a su figura; no para engrosar la abundante bibliografía de que ya disponemos, sino con el simple propósito de ordenar mis propias reflexiones e intentar esbozar el perfil de una vida y de una obra literaria y periodística que, aún hoy, se mantienen frescas y sorprendentemente vívidas para el hombre contemporáneo.

Una bomba y una vaca ciega

La trágica noche del 7 de noviembre del año 1893, Joan Maragall, con su mujer, sus padres y sus hermanas, asistían a la representación de una ópera en el Liceo; costumbre habitual entre la burguesía barcelonesa de la época. Aquella noche, sin embargo, pasó tristemente a la historia porque, en medio de la sala del teatro, estalló una bomba que mató a 20 personas. Empezaba una nueva etapa de agitación social y de anarquismo terrorista. Maragall lo vio y lo vivió, dejando constancia de aquello hechos en un escrito: Paternal; y, al llegar el verano, compuso uno de los poemas más famosos y conmovedores de la literatura catalana, La vaca cega[1]:

Topant de cap en una i altra soca,

avançant d´esma pel camí de l´aigua,

se´n ve la vaca tota sola. És cega.

D´un cop de roc llançat amb massa traça,

el vailet va buidar-li un ull, i en l´altre

se li ha posat un tel: la vaca és cega.

Ve a abeurar-se a la font com ans solia,

mes no amb el ferm posat d´altres vegades

ni amb ses companyes, no: ve tota sola.

Ses companyes, pels cingles, per les comes,

pel silenci dels prats i en la ribera,

fan dringar l´esquellot, mentre pasturen

l´herba fresca a l´atzar... Ella cauria.

Topa de morro en l´esmolada pica

i recula afrontada... Però torna,

i abaixa el cap a l´aigua, i beu calmosa.

Beu poc, sens gaire set... Després aixeca

al cel, enorme, l´embanyada testa

amb un gran gesto tràgic; parpelleja

damunt les mortes nines, i se´n torna

orfe de llum sota el sol que crema,

vacil·lant pels camins inoblidables,

brandant lànguidament la llarga cua.

Topando de cabeza en una y otra cepa,
avanzando maquinalmente por el camino del agua,
se viene la vaca sola. Es ciega.
De un pedrada lanzada con harta maña,
el muchacho le vació un ojo, y el otro
quedó velado: la vaca es ciega.
Viene a abrevar a la fuente como antes solía,
pero no con la seguridad de antaño
ni con sus compañeras, no: viene sola.
Sus compañeras por lomas y cañadas,
por el silencio de los prados y en la ribera,
hacen sonar el cencerro, mientras pacen
al azar la hierba fresca... Ella caería.
Topa de morro en la afilada pica
y retrocede afrentada... Pero vuelve,
y baja la cabeza al agua, y bebe calmosa.
Bebe poco, sin mucha sed... Después levanta
al cielo, enorme, la enastada cabeza
con un gran gesto trágico; parpadea
sobre las muertas pupilas, y se vuelve
huérfana de luz bajo el sol que quema,
vacilante por caminos inolvidables,
blandiendo la larga cola lánguidamente.

Este poema, es ya de por sí muy bueno, aunque careciera de toda referencia alegórica, y ha sido interpretado de diversas maneras. Poco tiempo después, Maragall aludía a la sociedad de su tiempo que, como la vaca ciega, daba síntomas de desconcierto y de ceguera. Lo hizo a través de diversos artículos en la prensa y también en su célebre Oda a España:

Per què vessar la sang inútil?

Dins de les venes vida és la sang,

Vida pels d´ara i pels que vindran;

Vessada, és morta.

¿Por qué derramar la sangre inútil?

Dentro de las venas la sangre es vida.

Vida para los de ahora y para los que vendrán;

Derramada, está muerta.

 

Esta Oda a España (publicada en el año 1900) se refiere a los eventos históricos que perturbaron por entonces la vida pública del país: la crisis colonial había llevado al Estado español a enfrentarse en guerra a los Estados Unidos de América; el verano de 1889, vendría marcado por la perdida de Cuba y Filipinas. Diez años después, en 1909, el Gobierno de Maura reclutó soldados para combatir en Marruecos (otro episodio cruento del conjunto de inútiles guerras coloniales), llamando a filas a los «reservistas», a gente civil, cuya edad rondaba los cuarenta años, a menudo casados y con prole.[2] Esto provocó el comienzo de la Semana Trágica,. Por  entonces, Maragall publicó tres célebres artículos sobre la cuestión: Ah, Barcelona..., La ciudad del perdón y La iglesia quemada.


Poeta y ciudadano
Los ejemplos anteriormente citados nos sirven para introducir un núcleo temático relevante de su obra (tanto en verso como en prosa): la preocupación social y la conciencia de su papel como intelectual comprometido y, al mismo tiempo, independiente.

En aquella época, los periódicos, como medio de comunicación, tenían una gran influencia en la sociedad. No se había producido todavía, la difusión arrolladora de la banalidad televisiva. Había menos gente que pudiera leer, pero leer era aún una manera de pensar. No se "consumían productos culturales», como diríamos hoy, sino que el arte y la prensa eran foros de debate abierto y vivo. Maragall no escribió nunca por necesidades económicas ni tampoco image-e3a2aeecd57ede338fa76129fa34147eescribió demasiado. Pero lo hizo en los momentos en que realmente creía que debía hacerlo. Hemos mencionado antes dos poemas, el último de los cuales (Oda a España), es ya una premonición de los conflictos sociales que se avecinan, tardarían sólo nueve años en hacerse presentes con el sangriento pórtico de laSemana Trágica. Fue entonces cuando Maragall se siente impulsado a escribir. Tras el estallido violento de la furia anarquista y anticlerical, vino una dura represión policial. El Poeta se sintió entonces impulsado a publicar los  tres artículos ya mencionados. Desde los diversos medios, cada entidad defendía la legitimidad de sus propios actos de violencia. Maragall, aconsejado por el obispo Torras i Bages, escribe los tres artículos que, con el paso de los años, son considerados los más lúcidos de su época. Aunque, en su momento , no fueron bien atendidos, precisamente porque Maragall intentaba evitar la confrontación y buscaba la reconciliación y el perdón. Así, criticó duramente los excesos y las atrocidades anarquistas, pero no dejó de recriminar a la burguesía y a una parte de la Iglesia que tolerase las injusticias sociales y se desentendiera de los juicios y las ejecuciones policiales. Desgraciadamente, ni unos ni otros le escucharon. Pero la violencia genera violencia y, al final, fue la Historia quien le dio la razón: todo se repetiría, de forma mucho más virulenta, con la Guerra Civil Española. Es interesante, por ejemplo, leer el fragmento, en el que Maragall habla de la falta de «cohesión social» de Barcelona, ??una ciudad que había crecido en poco tiempo, de forma exagerada:

«Barcelona és una gran conglomeració d´energies individuals que no ha pogut crear un organisme social proporcionat a la seva massa.»[3]

«Barcelona es una gran conglomeración de energías individuales que no pudo crear un organismo social proporcionado a su masa.»

 

Y aún sorprende más leer estas palabras suyas, referidas a Cataluña y de una extraña vigencia social y política:

«En la nostra supèrbia individual, hi ha la nostra ineficàcia col·lectiva.»[4]

«En nuestra soberbia individual, está nuestra ineficacia colectiva.»

 

Mirar hacia adentro

Ahora bien, ¿cuál era el origen de estas preocupaciones sociales? En este punto, conviene recordar, aunque sea brevemente, algunos aspectos de la biografía del poeta. Era hijo de una familia acomodada dedicada al negocio textil. Para seguir la tradición familiar, estudió derecho y se hizo cargo, sólo en los momentos más difíciles, de la empresa de su padre. Es una historia muy peculiar y muy humana, la de la relación con su padre. El señor Maragall padre era hombre de empuje, y, contando con la colaboración de unos fabricantes ingleses (que entonces disponían de la tecnología más avanzada), quiso hacer una importante inversión. El hecho es que, por una actuación dolosa de los socios, todo el capital invertido en aquella aventura iba a convertirse en una ínfima participación de una sociedad anónima. Joan Maragall, hijo, alertó, a tiempo, la operación fraudulenta y con el consejo de sus mejores amigos en el gremio de las leyes, pudo evitar la ruina familiar.[5] Desde hacía años, vivía retirado del negocio familiar y se dedicaba a escribir en los periódicos, pero, en los momentos clave, se dedicó en cuerpo y alma a enderezar el patrimonio familiar. Su padre lo tuvo siempre presente, y a Maragall y a su numerosa familia (tuvo trece hijos), nunca les faltó,  cunado hizo falta, el apoyo económico necesario.

Varios testigos de la época (como Josep Maria de Sagarra)[6], coinciden en destacar el carácter humanísimo del poeta. Sus artículos sobre la Semana Trágica manifiestan una honda raíz cristiana, y una convicción esencial de su pensamiento cristiano es el carácter sagrado de la vida humana. Este es el punto de partida de la condena de los atentados anarquistas y, a la vez, el fundamento para pedir que no se aplique la pena capital a los inculpados, en un estremecedor alegato contra la pena de muerte. Todo ello nos lleva a considerar un aspecto muy revelador, que habría que tratar de exponer más extensamente. A menudo, se oye hablar de la influencia de Nietzsche en Maragall . Podemos afirmar que, si si esta influencia existe, abarca un campo muy delimitado. Maragall admira el vitalismo de Nietzsche (pero, no, ciertamente la idea de la muerte de Dios); precisamente porque el poeta catalán parte de la idea sagrada de la vida humana quiere regenerarla tanto en el aspecto personal como en su dimensión colectiva., En este sentido, se ha afirmado que Maragall «cristianiza» las influencias que recibe de autores como Nietzsche. Maragall siempre saca la fuerza del interior del alma. Lo dejó escrito en 1903:

«Tots tenim una feina esencial i importantíssima en aquest món, la indefinida elevació i depuració del nostre esperit»

«Todos tenemos un trabajo esencial e importantísimo en este mundo: la indefinida elevación y depuración de nuestro espíritu.»[7] 

Es significativa La Oda infinita que por aquel entonces escribió el Poeta:

Tinc una oda començada

que no puc acabar mai

d´una força que s´esbrava

dictant-me-la sens parar.

Tengo una oda empezada
que no puedo acabar nunca
de una fuerza embravecida
dictándomela sin parar.

El poeta busca saber:           

A cau d´orella,

Esbrinant-ne, fil per fil

de la ignota meravella

que a la vida ens aparella

el teixit ferm i subtil.

Al oído,
Desbriznando, hilo a hilo
de la ignota maravilla
que en la vida nos ensambla
el tejido firme y sutil.

Y buscar en él:           

Un ressò de les cadences

de l´ocell d´ales immenses

que nia en l´eternitat.

Un eco de las cadencias
del pájaro de alas inmensas
que anida en la eternidad.

 

La Oda infinita contiene todo el proyecto vital y poético de Maragall. Y también algunas palabras-clave, que se irán repitiendo en todos sus escritos: «la vida» y «la eternidad». El afán de dejar unos versos que resuenen como instantes eternos.

 

La palabra viva

Hasta aquí, hemos repasado, de forma sintética, dos temas importantes del universo del poeta: en primer lugar, la búsqueda de la pureza espiritual y la defensa de la vida humana y, como consecuencia de ello, la reivindicación de image-4f069eb5db28781905bcdad038d22c95una necesaria justicia social y política.

Ahora bien, ¿cómo expresar poéticamente estos contenidos? ¿Qué léxico debía emplear Maragall? Aquí entramos en una cuestión compleja. La poesía, y aún más en el caso de un poeta como Maragall, al que podemos considerar neorromántico, se caracteriza, precisamente, por el hecho de expresarse de una manera irreductible. Por tanto, los buenos poemas no pueden «ser explicados», no pueden ser reducidos a un enunciado sólo racional. Intentaremos, pues, hacer una aproximación que no pretende ser más que una hipótesis personal. Hay un aspecto que voy a subrayar de modo especial: Gran parte de la poesía occidental se ha alimentado a lo largo de los siglos de una concepción idealista del arte, de raíz platónica. En este sentido, el artista (el escritor, el pintor o el escultor) ya tenía unos modelos previos, inmutables, perfectos (las ideas), y su trabajo consiste en hacer una buena «copia», en «ilustrar» estas ideas. Era, por decirlo así, ir de arriba hacia abajo (y esto a menudo desembocaba en una poesía artificiosa, poco emotiva). Maragall, en este sentido, es plenamente aristotélico: empieza siempre por la realidad física, por un mundo que en sí mismo es considerado real, bello y bueno, y es a partir de esta mirada pura e inocente, donde el poeta busca la trascendencia. Podríamos decir, que, cuando Maragall escribe poesía, lo que busca es precisamente hacer el trayecto inverso: ir de abajo arriba. Esto supone, como mínimo, dos cosas: en primer lugar, la lengua debe ser simple, comprensible, pura, y debe evitar la expresión demasiado artificiosa o culta. En segundo lugar, la poesía debe transmitir una emoción real, debe tener fuerza expresiva. Pere Gimferrer lo ha sintetizado con estas palabras:

«Si alguna cosa pot sorprendre avui, en l´obra de Joan Maragall, és l´aparença d´estranya facilitat i alhora de ple poder expressiu que hi té la paraula».

«Si algo puede sorprender hoy, en la obra de Joan Maragall, es la apariencia de extraña facilidad y a la vez de pleno poder expresivo que en él tiene la palabra»[8].

 

Hemos de añadir que, en aquel momento de la historia de la lengua, Maragall no lo tenía nada fácil. Había elegido escribir en una lengua pura y clara, sin cultismos ni palabras rebuscadas. Por lo tanto, tenía que sortear dos escollos: por un lado, los numerosos barbarismos del habla popular y, por otro, el modelo de lengua que, a partir de Pompeu Fabra y el novecentismo, se iba imponiendo, le resultaban demasiado artificioso y no se avenían a sus propósitos estéticos.

 

El viaje eterno

Este afán de Maragall para atar las cosas temporales y las eternas, esta búsqueda de los instantes eternos, ha influido poderosamente en algunos de los mejores poetas catalanes del siglo XX (desde Carles Riba hasta el mismo Gimferrer, por poner sólo dos ejemplos). Pero en el caso de Maragall (y también de Carner o de Riba), no se trata de querer sustituir, por así decirlo, la eternidad del más allá por una estética del instante limitada a la temporalidad humana, sino de buscar «el tejido firme y sutil que nos empareja en la vida» y que nos permite también escuchar el «eco de las cadencias / del pájaro de alas inmensas / que anida en la eternidad». Así lo leíamos más arriba, en La Oda infinita, y Maragall lo vuelve a proclamar en Excelsior:

Sempre amb les veles suspeses

del cel al mar transparent;

sempre entorn aigües esteses

que es moguin eternament.

 

Fuig-ne, de la terra immoble,[9]

fuig dels horitzons mesquins;

sempre al mar, al gran mar noble,

sempre, sempre mar endins.

 

Siempre con las velas suspendidas
del cielo al mar transparente;
siempre en torno aguas extendidas
que se muevan eternamente.

 

Huye, de la tierra inmóvil,
huye de los horizontes mezquinos;
siempre al mar, al gran mar noble,
siempre, siempre mar adentro.

La naturaleza es, según la tradición clásica, una especie de libro que nos permite «leer en ella» la eternidad. Fijémonos, por último, en los primeros versos del famoso Canto espiritual:

Si el món ja és tan formós, Senyor, si es mira

amb la pau vostra a dintre de l´ull nostre,

què més ens podeu dar en una altra vida?

 

Perxò estic tan gelós dels ulls, i el rostre,

i el cos que m´heu donat, Senyor, i el cor

 que s´hi mou sempre... i temo tant la mort!

Si el mundo ya es tan hermoso, Señor, si se mira
con vuestra paz dentro de nuestro ojo,
¿qué más nos puedes dar en una otra vida?

 

Por eso estoy tan celoso de los ojos y el rostro,
y el cuerpo que me diste, Señor, y el corazón
que en él late... y itemo tanto la muerte!

 

El poeta ama apasionadamente la vida y el mundo: lo encuentra extremadamente «hermoso» o bello, si se mira «con vuestra paz dentro de nuestro ojo». La imagen es sencilla, pero de gran eficacia visual («nuestro ojo», diminuto, en el que se refleja la vastedad de "vuestra paz», del Señor). Observamos que nos lo indica con una construcción condicional: es decir, de la naturaleza y del mundo se disfruta, cuando se les ve precisamente con un sentido trascendente, cuando se ha descubierto la armonía, cuando se les mira con aquella pureza espiritual que era, como veíamos más arriba, el punto de llegada a que debía aspirar la vida del hombre. Dentro del pensamiento de Maragall, es lógico y humano, que la llegada de la muerte, la separación de esta vida tan querida, le turbe. Si hay algún concepto que se repita casi constantemente en su poesía es precisamente éste: «la vida» (energía, creatividad, belleza), opuesta a «la muerte» (convencionalismos estériles, fe muerta, indiferencia). Si la presencia de la muerte no fuera temida, no podríamos creer en la autenticidad de este amor suyo por la vida.

Ahora bien, estos versos y los que cierran el Canto espiritual, apuntan a lo que ya nos indicaba el título: un canto espiritual y, en definitiva, una forma de oración. Recordémoslos:

I quan vinga aquella hora de temença

en què s´acluquin aquests ulls humans,

obriu-me´n, Senyor, uns altres de més grans

per contemplar la vostra faç immensa.

Sia´m la mort una major naixença!

Y cuando venga la hora de temor
en que se cierren estos ojos humanos,
ábreme tú, Señor, otros más grandes
para contemplar tu faz inmensa.
iSéame la muerte un mayor nacimiento!

Josep Pelfort

Licenciado en Filología Catalana
Profesor y traductor

(Versión castellana on line de L.R.)


[1] Este poema es muy popular. y puede hallarse en la mayor parte de Antologías. El grupo Victor Pi/ Andana ha hecho recientemente una muy apreciable versión musical. Por otra parte, Glòria Casals hizo la edición crítica de toda la obra poética de Maragall: Poesia de Joan Maragall (Barcelona, La Magrana, 1998)

[2] En este punto (y en general, en todo el artículo), seguimos la breve y fascinante biografía de M. Serrahima, Vida i obra de Joan Maragall, Editorial Laia, Barcelona, 1981.

[3] Cito para La Setmana Tràgica. Tres articles (edición e introducción de Ignasi Moreta), Fragmenta Editorial, Barcelona, 2009 (pág. 46). Quien se cuida de esta interesante edición también ha publicado un excelente y completo ensayo sobre pensamiento y religión en la obra del poeta: No et facis posar cendra. Pensament i religió en Joan Maragall (Fragmenta Editorial, Barcelona, 2010).

[4] Ver M. Serrahima, obra citada.

[5] Sigo la biografía de M. Serrahima, antes citada.

[6] Ver, en este sentido: Antologia poètica. Joan Maragall (estudio introductorio de Josep Vallcorba), Hermes, Barcelona, 2005.

[7] Ver M. Serrahima, obra citada.

[8] P. Gimferrer, Introducció a Catalunya. Joan Maragall, Blas Aristio Editor, Madrid, 1985. (Cito por Antologia poètica (a cargo de Josep Vallcorba), obra citada.

[9] Immoble: inmòvil.

  • 22 febrero 2012
  • Josep Pelfort
  • Número 41

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