Archivo > Número 40

La Doctrina Social de la Iglesia en el magisterio de Juan Pablo II

En octubre del año 1978 el Espíritu Santo habló a la Iglesia católica reunida en cónclave para elegir al sucesor del papa Juan Pablo I, recien fallecido. Finalmente, fue el arzobispo de Cracovia Karol Wojtyla (nacido en 1920) el escogido para ser el sucesor de Pedro y nuevo Vicario de Cristo en la Tierra. Un Papa polaco, no italiano desde hacía 445 años. Un nuevo Papa "venido de image-1e80f9985c715de501fd46324d7e1e9blejos», ante un panorama de finales del siglo XX bastante complejo por la amplitud de horizontes que va adquiriendo la cuestión social de dimensiones mundiales: A) Ese año, había muerto en Roma el ex primer ministro y presidente del Partido Demócrata Cristiano, Aldo Moro, a manos de las Brigadas Rojas. B) En Estados Unidos, se habían firmado los acuerdos de Camp David destinados a asegurar la paz en Oriente Medio. C) En España se aprueba en referéndum la Constitución con el 87,87% de los votos a favor. D) En Gran Bretaña, en Manchester, nace el primer «bebé probeta», fruto de la fecundación in vitro.

El panorama de la cuestión social ya no es sólo la tensión capital-trabajo, sino la antropología, el ser humano, amenazado en conflictos de violencia terrorista, de tensión política mundial, de amenazas a la vida humana. Frente a esta situación, el magisterio ordinario de Juan Pablo II se hará notar en catorce encíclicas y multitud de discursos y de visitas apostólicas por todo el mundo. Tres encíclicas fueron de naturaleza social: Laborem exercens (1981); Sollicitudo rei socialis (1987), y Centesimus annus (1991). Hay que añadir los Discursos a la ONU (1979 y 1995) sobre la paz, los derechos del hombre y los derechos de los pueblos. Los 27 mensajes de la Jornada Mundial de la Paz sobre temas de moral internacional. Aquí nos gustará fijarnos en el magisterio social del Discurso en Montjuïc (1982), dirigido a los trabajadores y empresarios.

Desde el punto de vista de la Doctrina Social de la Iglesia, los 27 años de pontificado de Juan Pablo II (1978-2005) serán excepcionalmente proféticos por la amplitud de horizontes, por la profundidad con que trata la moral social desde la raíz antropológica, bíblica y filosófica; por la metodología teológico-moral, que situará el corpus de la Doctrina Social de la Iglesia en el ámbito de la Teología moral (SRS, 41).

 

Una amplitud de horizontes

La cuestión social tiene una dimensión mundial y una amplitud de horizontes en el magisterio de Juan Pablo II, donde son tratados casi todos los problemas de la sociedad industrial. Todos los temas recibieron su diagnóstico moral.

- La Justicia social. «La lucha por la justicia social debe ser vista como una dedicación normal “a favor” del bien justo: image-33ec263d3e49af831319fb753bafad70no es ninguna lucha “contra” los otros (LE, 20).

- Las estructuras de pecado. Una de las novedades del magisterio social del Papa Wojtyla es la consideración estructural del pecado en la sociedad, el cual comienza siendo personal, en el plano de la conducta personal, pero la suma de muchos pecados personales cristaliza en una permanente red de dificultades , obstáculos, complicidades, indiferencias, colaboraciones erróneas y maneras de hacer o de pensar que están en la raíz de los males sociales que se consolidan rígidamente en la sociedad y hacen difícil su eliminación. Sollicitudo rei socialis (núm. 36) analiza y emite un juicio ético-moral de las decisiones egoístas, imprudentes, estrecheces de miras, cálculos errados en la gestión política y económica. Las estructuras de pecado que nacen del afán de poder y de ganancia exclusivo. Propone el camino de la solidaridad Norte-Sur en las relaciones internacionales: Opus solidaritatis pax.

- El trabajo. Un Papa que fue obrero habla del trabajo. Laborem exercens presenta la clave de la cuestión social centrada en el trabajo humano. Adopta un tono más actual, personalista, ético y subraya la dimensión subjetiva del trabajo: «el trabajo está en función del hombre y no el hombre en función del trabajo» (LE, 6). Una vez revisados los sistemas capitalista y socialista, llega a formular, en clave de espiritualidad, una cuestión decisiva para la vocación divina que el hombre ha recibido: se impone una imprescindible espiritualidad pascual del trabajo, un deber moral que santifica el día a día del hombre que trabaja, aunque no hay que perder de vista la realidad colectiva del mundo laboral. En este tiempo de crisis económica que estamos sufriendo y de tanto paro, podemos recuperar ese Discurso de Juan Pablo II a los trabajadores y empresarios de Barcelona reunidos en Montjuïc (1982), donde reclama a los empresarios que puedan, la obligación moral de invertir para crear puestos de trabajo y frenar el paro disparado por aquella crisis del petróleo. El Papa propone "no abandonar la empresa».

- La solidaridad. Una categoría nueva que incorpora Juan Pablo II en el ámbito de la lectura teologicomoral de los problemas de nuestro tiempo que eleva a virtud cristiana, porque tiene muchos puntos de contacto con la caridad, signo distintivo de los discípulos de Cristo (SRS, 40).

- La guerra. Un Papa que rechaza la guerra con unas clarividentes posiciones: «La guerra es una aventura sin retorno», «nunca más la guerra», «un fracaso de la humanidad» (la guerra de la ex-Yugoslavia, del Golfo Pérsico y la invasión de Irak).

- Las ideologías. Ante las ideologías del capitalismo liberal y del colectivismo marxista, Juan Pablo II adopta una metodología moderna para la Doctrina Social de la Iglesia basada en «asumir una actitud crítica» (SRS, 21). No adopta una posición de condena dogmática, sino de crítica de los sistemas dominantes a fin de que sean susceptibles de transformaciones que favorezcan el desarrollo humano integral. Repudia el capitalismo salvaje que sólo busca el beneficio desenfrenado, desprecia las condiciones de trabajo y los valores que dignifican al trabajador (CA, 33 y 48). También rechaza el capitalismo rígido como inaceptable, ya que defiende el derecho exclusivo de la propiedad privada de los medios de producción, como un dogma intocable en la vida económica (LE, 14). El capitalismo no es la alternativa a la derrota del socialismo como único modelo de organización económica (CA, 35). Advierte que el mercado, cuanto más libre es más riqueza produce, en la sociedad se pierden valores importantes en los ámbitos personal, espiritual, religioso o familiar; la vida familiar pierde consistencia y la vida se vuelve más consumista.

 

Una profundidad moral

- La centralidad del hombre. El hombre es el valor supremo. Dios es el fin del hombre. Ante las tensiones ideológicas, la Doctrina Social de la Iglesia propone que el hombre es el camino de la Iglesia, porque confía en él (CA, 53). El image-d0d4540dea6c53ba01a4e8be91ff7315hombre concreto, es decir, la persona humana como principio, sujeto y fin de las instituciones sociales. Desde esta perspectiva, Juan Pablo II aporta la categoría del amor u opción preferencial por los pobres y destaca su validez teológica dentro de la perspectiva mesiánica dirigida a los pobres (SRS, 42). El amor por el pobre, donde la Iglesia ve a Cristo y donde concreta la promoción de la justicia en el ámbito de la evangelización (CA, 54, 58).

- Las amenazas a la vida humana y los derechos humanos. El derecho a la vida es el primer derecho fundamental de los derechos humanos. La nueva cuestión social es ahora la vida humana amenazada. Evangelium vitae (1995) propugna un compromiso a favor de la cultura de la vida sobre la cultura de la muerte.

 

Una metodología teológica

Juan Pablo II enfoca los temas de la Doctrina Social de la Iglesia desde una metodología nueva. Esta se nutre de fundamentos de ética de Max Scheler y de teología moral, partiendo siempre de las Sagradas Escrituras, de la patrística y del personalismo cristiano. La interdisciplinariedad será una característica de su pensamiento social (CA, 59). Juan Pablo II orienta el debate moderno sobre la ley natural entre el objeto naturalista y el sujeto personalista, es decir, como aquella dignidad de la naturaleza humana que Dios ha inscrito en el corazón de toda persona humana. Así, la Doctrina Social de la Iglesia remite a la Revelación y procura la transformación de los corazones y las culturas de manera que oriente las cosas temporales sin pretender dar soluciones de carácter técnico a los complejos problemas de hoy.

La Doctrina Social de la Iglesia insiste en que debe ser aplicada (SRS, 8) en la vida de los hombres, tanto en el orden temporal como en el análisis de la realidad: en la lectura teológica de las cuestiones actuales y en la revisión de vida, principalmente en el apostolado seglar. En Tertio Millennio Adveniente (núm. 36), el Papa se lamenta, entre otros males de nuestro tiempo, de la corresponsabilidad de tantos cristianos en graves formas de injusticia, por lo que «es preciso preguntarse cuántos de ellos conocen a fondo y practican coherentemente las directrices de la doctrina social de la Iglesia». Efectivamente, la nueva evangelización necesita la doctrina social cristiana (CA, 5).

Deseo haber aportado unos puntos de reflexión sobre la Doctrina Social de la Iglesia del beato Juan Pablo II. Un deseo que puede culminar con el relanzamiento de esta enseñanza eclesial abierto a todos los hombres de buena voluntad, con el fin de lograr la paz por la vía de la justicia, de la solidaridad y del respeto a la conciencia del otro.

Antoni Babra

Profesor de Moral Social en la Facultad de Teología de Catalunya

y director del Seminario de Doctrina y Acción Social de la Iglesia (SEDASE)

  • 12 septiembre 2011
  • Antoni Babra
  • Número 40

Comparte esta entrada