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Auge del cine religioso

De Lourdes a There Be Dragons

En los últimos meses, se ha estrenado un buen número de filmes que evidencian el auge del género religioso, o más muestras de cine abierto a la trascendencia; tema que ya tratamos en otro artículo (cfr. “The Nativity Story, cinema cristià amb intenció ecuménica”, Temes d´Avui núm. 25, juliol-setembre 2007, pp. 58-66).

Tres nuevas películas de ficción argumental aunque basadas en hechos reales y dos documentales han centrado especialmente la atención del público español y mundial. Vamos a comentarlas en dos artículos por orden de estreno en nuestro país: Lourdes, La última cima, Visión, De dioses y hombres y Encontrarás dragones.

 

Un excelente documental ficcionado: Lourdes

Coincidiendo con el inicio del centenario de L´Hospitalitat de la Mare de Déu de Lourdes –entidad de voluntarios que organizan peregrinaciones de enfermos y los acompañan a Lourdes– de Barcelona y las otras diócesis de la provincia eclesiástica, se presentó un documental sobre el famoso Santuario francés, que el año 2008 celebró su 150 aniversario.

Lourdes (2009) es un importante filme testimonial, que retrata el ambiente de Lourdes con enorme respeto, desde la neutralidad y evitando todo atisbo de mitificación o desmitificación religiosa. Nos explicaremos con el apoyo de las declaraciones de su realizadora, la cineasta austriaca Jessica Hausner (Viena, 1972).

El relato está centrado en una peregrinación y protagonizado por la joven Christine, enferma de una forma de esclerosis, que está postrada en una silla de ruedas y parece resignada a su suerte, y se la observa desde fuera. Viaja con una expedición que encabeza una abnegada guía, asistida por jóvenes enfermeras, familiares y cuidadoras de los pacientes. Asimismo, todos conviven con varios sacrificados voluntarios de la Orden de Malta, a veces algo escépticos y atentos a flirtear amablemente con las bellas enfermeras. También la presencia de un sacerdote que viaja con el grupo y los funcionarios del Santuario forman parte de esta narración coral.

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Hasta aquí, no parece pasar nada; es simplemente la vida cotidiana de Lourdes, con el ir y llegar de los peregrinos, los oficios religiosos, las visitas a la gruta donde se apareció la Virgen a Bernadette Soubirous, en 1858, la procesión de las antorchas, los baños en la piscina, etc. Pero, una noche, la protagonista –Christine (que encarna la actriz Sylvie Testud de forma espontánea y muy creíble)– se levanta de su lecho y deja la silla de ruedas ante el asombro de todos. Entonces, con la ayuda del sacerdote, empieza el examen de los médicos para testificar y validar el posible milagro.

Ciertamente, el tema central del film es el hecho supuestamente milagroso de la curación de una joven enferma de esclerosis múltiple y que, al presentarse al final de la película, queda sin una respuesta definitiva, tanto de las autoridades médicas como de las personas que han sido testigos de los hechos. Con todo, hay otros aspectos en este documental ficcionado que pueden tener una dimensión religiosa. El primero de éstos es el mismo fenómeno de la peregrinación asistiendo a los enfermos –una manifestación de caridad con el prójimo–, que lleva a personas de distintas edades a dedicar su tiempo a quienes les necesitan, y con los que comparten sus días. Así pueden conocer de una manera directa las circunstancias de las personas que sufren una enfermedad o deficiencias en su estado físico y que en buena parte experimentan la esperanza de curarse. Entre los cuidadores, en esta película, hay un buen grupo de voluntarios, hombres y mujeres, colaboradores de la Orden de Malta –que históricamente adquirió muchos méritos en la asistencia a los peregrinos de iban a Tierra Santa–, que en el caso del film son gente joven, movidos por ese espíritu de servicio, a quienes ese trabajo les da ocasión de reflexionar y madurar, ante los problemas y dificultades de la vida, y algunos de los cuales son legítima y correctamente sensibles a la relación entre personas de ambos sexos, lo cual ayuda a dar un aire amable a la película, al no centrarse exclusivamente a los problemas de los enfermos crónicos. La presencia de un sacerdote, que se desenvuelve con naturalidad y en el que se nota experiencia y conocimiento de la vida, sirve para que en las relaciones con las personas de la peregrinación salgan algunos grandes temas, como el significado del sufrimiento o la relación que ello puede tener con Dios. Y este capellán del grupo sabe considerar los temas con amplitud y ayudar a no reducir los deseos o las esperanzas de los enfermos a una curación física, sino también a la del alma y con ello al mejoramiento de toda la persona, cuerpo y alma. Lógicamente cada uno tiene su posición, que será más o menos satisfactoria, y no faltan los más diversos sentimientos: la conformidad, la gratitud y un asomo de envidia o de queja.

Un valor que se manifiesta, pues, es el de la solidaridad: en la ayuda que se presta, en la contribución a un buen ambiente, cosa que culmina en una fiesta final en la que, si bien con un cierto tono agridulce –sobre todo porque no se ha podido comprobar todavía la entidad del milagro– hay un aire de alegría, al que ayuda una orquesta de simpáticos músicos, con sus canciones italianas, con letras muy adecuadas al momento, que acompaña un animado baile que también contribuye a la felicidad, aunque sea momentánea de los enfermos y voluntarios y voluntarias.

Con cierto tono de ambigüedad, debido a su final abierto, la película profundiza en la psicología de las personas, en las reacciones de la joven sanada y de los otros pacientes y acompañantes, que se alegran y sienten envidia a la vez –¿por qué ella y no yo?–, o la anciana cuidadora que advierte que se convertirá en una inútil si la enferma ya no requiere su servicio. Todo esto está apuntado en la película y refleja muy bien la condición humana. Pero veamos cómo valora este film un crítico exigente, José María Aresté:

“La guionista y directora austriaca Jessica Hausner cuenta la historia sin aspavientos ni histerismos, con claro respeto al hecho religioso –llama la atención la pausa casi reverencial con que se detiene en ceremonias como la bendición con el Santísimo y la procesión de antorchas, o en las visitas a la gruta–, y sin intención de persuadir o imponer un punto de vista acerca de lo que el espectador ve. Aunque abierta a múltiples lecturas, presenta en pantalla con naturalidad el presunto milagro. Y éste obliga a las preguntas habituales –cuya respuesta desde la fe no consuelan del todo–, acerca del sentido del dolor, del modo en que unos sufren y otros sanan, en lo que se diría capricho de Dios; no se entiende la lógica divina, el modo en que 'reparte' lo que toca a cada ser humano, su estruendoso silencio; e incluso el escándalo que sigue al milagro, las reacciones encontradas de los testigos, de alegrarse pero no del todo. La felicidad perfecta no existe, es una idea recurrente del film. Uno puede experimentar bienestar, pero resulta imposible afirmar cuánto durará aquello, si tras acabar una prueba no estará aguardando otra a la vuelta de la esquina”. (Cfr. “Milagro”, www.decine21.com).

Rodada en escenarios naturales –con la autorización del obispo de Lourdes y Tarbes, Mons. Perrier–, esta pequeña joya cinematográfica opta por el realismo, y propone al aficionado a este tipo de temas un acercamiento al misterio. Al mismo tiempo, el film huye de las fáciles exaltaciones milagreras y también del laicismo o sectarismo imperantes. La misma directora ofreció estas valiosas reflexiones sobre su intencionalidad y voluntad de expresión:

“Ante todo, yo tenía la idea de hacer una película sobre un milagro. Los milagros representan una paradoja, una fisura en la lógica que nos conduce hacia la muerte. Esperar un milagro es en cierto modo la esperanza de que todo va a terminar bien y de que hay alguien que vela por nosotros. He investigado mucho para encontrar el marco adecuado para contar la historia de un milagro y me he fijado en un caso concreto de Lourdes porque yo quería destacar el hecho de que los peregrinos se dirigen allí con la esperanza de vivir un milagro. Se podría pensar que un milagro siempre es positivo: supone la repentina curación de una persona paralizada. Sin embargo, durante mi búsqueda de historias de curaciones, he comprobado que algunas de las personas curadas han experimentado una recaída: el milagro no ha durado. Y en ello se encuentra un paralelismo con el lado arbitrario de la vida: algunas cosas nos parecen maravillosas, incluso milagrosas, y luego se convierten en horribles o simplemente triviales”.

Y concluye así su discurso Jessica Hausner: “Mantuvimos varias conversaciones con monseñor Perrier acerca de cómo representar Lourdes. También hablamos de milagros con algunos teóricos. Lo más interesante es que los propios dignatarios católicos son conscientes de la ambivalencia del milagro. Nosotros nos planteamos todas estas preguntas y la Iglesia debería aportar una respuesta. La cuestión del sentido de la vida está en el centro de mi película, pero también lo está en el centro de las reflexiones de la Iglesia”.

Resulta una postura honesta la adoptada por la cineasta austriaca. Honrada en sus planteamientos y rigurosa en su sugerente puesta en escena. Con imágenes austeras, se podría decir que a la película no sobra ni falta un plano. Delicado y lleno de connotaciones, este excelente documental ficcionado refleja la idea de que no se puede encontrar una solución. La respuesta acaso está en el Más Allá.

Por último, cabe señalar que sin hacerse pesados los personajes del film, ni la dirección de éste, está presente el tema de la oración: en la conciencia de la dependencia personal de Dios, que les consuela y les puede curar, en la música de fondo de carácter religioso –a menudo conocida internacionalmente– y que se oye en Lourdes; y también en las sencillas oraciones, como por ejemplo el avemaría que a veces se reza en particular con algún enfermo, o el padrenuestro, o conocidas jaculatorias, que es seguro removerán el recuerdo de algunos espectadores.

Lourdes recibió el primer premio del Festival de Cine Europeo de Sevilla 2009 y fue galardonada como la Mejor película en el Festival Internacional de Cine de Viena. Y su gran protagonista, Sylvie Testud, no ha ganado el Oscar de Hollywood como hiciera su precedente –Jennifer Jones, la intérprete de La canción de Bernardette (1943), de Henry King–, pero posiblemente como aquélla pasará a la historia del cine mundial.

 

La última cima

El cineasta español Juan Manuel Cotelo (Madrid, 1966), que debutó en 1998 con El sudor de los ruiseñores, también ha ofrecido otra lección fílmica por medio de un relato biográfico, que da un salto aún más trascendente. Narra la trayectoria del sacerdote Pablo Domínguez, que murió a los 42 años ascendiendo el Moncayo.

Pero no piense el lector-futuro espectador que se trata de una película “carca”, sino todo lo contrario: es el sencillo testimonio de una vida entregada a los demás. Como dice el realizador madrileño de manera castiza, “Pablo era un cura listo, guapo y simpático, que tuteaba a Dios”. Tenía todas las cualidades: físicas, intelectuales y morales que se pueden buscar en un hombre de su edad, y que las aplicaba a la tarea pastoral a la que se entregó con toda generosidad, con toda clase de personas. Ese trabajo le ocupaba todo su tiempo, sus energías y capacidades, y aunque tantas veces podía apreciarse su superioridad, esto no era objeto de envidia y nunca repelía. Era sorprendente la difícil facilidad con que, de manera simpática y oportuna trataba, con conocidos y desconocidos, de los temas que interesaban a las personas acerca de la fe y la práctica religiosa y sobre problemas de la vida familiar y social, como son algunos de bioética; así en un caso en que acompaña de cerca a la familia de un niño que nacerá con graves deficiencias y les anima a apreciar toda vida, aun en esas condiciones, y se comprueba el impacto positivo que habrá image-8d5855cfd29ef71d44617c3a0f4f3679causado en ellos la aceptación de ese hijo que, por otra parte, después de ser bautizado, vivió poco, y les ayudó a encontrar el papel que ha tenido en la vida. Se nota que el protagonista de esa película había ido recibiendo, en su familia y en los ambientes en que se movió, una formación que había de ser muy adecuada para enseñar a encontrar a Dios en la vida corriente.

De Pablo Domínguez hablan sus amigos, familiares y las personas a las que dirigía espiritualmente, e incluso varios conocidos obispos, a lo largo de La última cima (2010). Un documental excelente y nada ambicioso, que presenta el propio Cotelo dirigiéndose al espectador. Además, se combinan esos testimonios con declaraciones en plena calle de distintas personas entrevistadas sobre el sacerdocio hoy.

El doctor Domínguez fue decano de la Facultad de Teología de San Dámaso en Madrid y ha dejado huella en muchas almas, que reconocen ante la cámara su heroísmo en lo cotidiano, su gran generosidad y amor a la libertad.

Por eso, La última cima se transformaría en un fenómeno mediático, como reconoció la misma Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España en su revista especializada. Y algunos lo pudimos comprobar al visionar este importante documental –cuya intención contrastaba con la campaña urdida contra la Iglesia Católica a propósito de casos de pederastia–, donde numeroso público acudía encantado a la sala de estreno y a quien vimos se le saltaban las lágrimas.

El gusto de Pablo Domínguez por las excursiones, no expresaba sólo un amor a la naturaleza de quien veía en ella el objeto de la creación de Dios. También se extendía en su afición por la alta montaña y su muerte en la ascensión al Moncayo, que siguió a un accidente parece un signo muy expresivo de su deseo de llegar a las máximas alturas a las que se sentía llamado como sacerdote que quiere imitar a Jesucristo. Él, que conocía bien el evangelio, sabía que su maestro pudo poner de acuerdo la eficacia redentora de la subida al Calvario, y la ascensión al Monte de la Transfiguración podía verse como un anticipo de la gloria del Cielo.

Sin duda, La última cima –como ocurrió hace cuatro años con el estreno de El gran silencio (Philip Gröning, 2005)– hará reflexionar seriamente sobre el valor y sentido de la vida, y acaso el espectador saldrá un poco más bueno del cine.

 

Visión

Con el título original de Vision - Aus dem Leben der Hildegard von Bingen, la cineasta alemana Margarethe von Trotta (Berlín, 1942) ha llevado a la pantalla la vida de una de las mujeres más influyentes en la Alta Edad Media en los países germánicos.

Visión (2009) es un biopic de la beata Hildegard von Bingen, una monja benedictina que destacó en el siglo XII como maestra de novicias, abadesa, fundadora, autora de tratados de teología, medicina, música, obras poéticas y de teatro con contenido moralizante, además de dejar el testimonio escrito de sus visiones, experiencias místicas de especial unión con Dios, que su confesor Volmar y la joven hermana Ricarda le ayudaron a redactar.

La beata Hildegarda fue una mujer de carácter. Avanzada en su época –abordó incluso una incipiente sexología–, trató a un gran santo muy influyente en su época, reformador del Cister y doctor de la Iglesia, san Bernardo de Claraval, y también a papas, obispos y al emperador Federico I Barbarroja. Menos conocida que otras santas de hace siglos, como Teresa de Jesús o Catalina de Siena, supo reformar la rama femenina de su orden y fue escogida por sus superiores y hermanas como maestra de novicias en su función de abadesa. Le da vida perfectamente en la pantalla la bella actriz germana Barbara Sukowa (Madame Butterfly). Pero veamos lo que escribió un crítico, el antes citado José María Aresté, sobre este excelente film biográfico:

“Otra mujer de fuerte carácter, la directora y guionista también alemana Margarethe von Trotta (La Calle de las Rosas), acierta en primer lugar trasladándonos verdaderamente a la Edad Media, época de sombras pero también de luces. Hay un esfuerzo de rigor histórico, de no ofrecer visiones –nunca mejor dicho– de hechos y costumbres, sesgadas por image-0592cdb37063066be40f7ec8ee491e0cprejuicios contemporáneos: la idea es la objetividad de lo acontecido, y ahí están mostradas las tremendas prácticas penitenciales –tan alejadas de la sensibilidad actual– y las miserias de hombres y mujeres de Iglesia, pero también la alegría de la vida conventual, el deseo de agradar a Dios (...). Von Trotta muestra las preferencias de Hildegard por trabajar ascéticamente el alma antes que castigar duramente el cuerpo, y lo hace con trazos delicados, sin caricaturas que descalifican sin más a los que piensan diferente. Por otro lado, sorprende la humanidad de los personajes, son creíbles porque arrastran virtudes y defectos”. (“Una mujer de armas tomar”, www.decine21.com).

Con todo, ciertos sentimientos de afecto, admiración y gratitud de algunas de las monjas jóvenes hacia ella, y algunas de sus reacciones, que seguramente no retratan del todo la realidad histórica de esos conventos en que vivió esta mujer excepcional tal como aparecen en la película, podrán parecer un poco ambiguos. La directora del film hace muy bien en no entrar en el difícil tema de reivindicar las notas de la santidad que popularmente se atribuyó a Hildegarda, ni tampoco en el difícil tema de sus visiones, y se quedó en el trabajo, muy bien realizado, de dibujar su personalidad humana y su papel de mujer adelantada a su tiempo.

 

Se refleja en la película la preocupación feminista de Margarethe von Trotta –mujer del gran pionero del Joven Cine alemán de los años 60, Volker Schlöndorff–, ya por el hecho de haber recuperado para el cine histórico este personaje tan valioso por sus cualidades, de las que recoge no pocos detalles. Su fuerte carácter, unido a una gran sensibilidad para el trato y para la cultura; su capacidad para reivindicar la autonomía de las monjas respecto de ciertas estructuras eclesiásticas, como la de una abadía mixta de hombres y mujeres, con los inconvenientes de una cierta convivencia, en la que las mujeres eran gobernadas por hombres. Ello la llevará a dejar ese género de vida y a adquirir terrenos y a poner a prueba sus condiciones para construiredificios y organizar la vida en ellos. Y esto da ocasión para ejercitar sus habilidades artísticas, especialmente para la música, de manera que en el film se recogen abundantes muestras de su producción musical, muy bien interpretadas, y hasta se subraya el carácter humano y festivo que quiere dar a la vida de las religiosas, haciéndolas representar alguna adecuada obra de teatro. Están en general mejor retratados los personajes femeninos, también algunos ajenos a la vida religiosa, que los de los hombres, que en algún caso hasta parecen caricaturescos.

Por último, se pone de relieve la formación científica de Hildegarda y su disposición para tratar a los sabios de la época, y su constancia en la preparación de libros sobre las diversas materias. Abierto su proceso de canonización por Gregorio IX, en 1227; y reabierto por Inocencio IV, en 1244, sin que llegaran a concluirse, su nombre está inscrito en el Martirologio romano y se incluyó en algunas letanías. Juan Pablo II se refirió a ella como profetisa y santa, con ocasión del 800 aniversario de su muerte; y Benedicto XVI le dedicó las audiencias generales del 1 y 8 de septiembre de 2010, siendo la primera mujer presentada en estas catequesis, puntualizando el valor teológico de sus escritos y enseñanzas. Hay propuestas para nombrarla Doctora de la Iglesia.

Dejando aparte una tendencia a cierto preciosismo, resulta muy agradable en este film el paisaje, con atrayentes colores, las reconstrucciones arquitectónicas y la decoración, y la ambientación de los lugares donde conviven los personajes, sobre todo las religiosas, de cuya piedad destacan más los aspectos estéticos que una profunda espiritualidad. Con secuencias de gran belleza, Visión sitúa al espectador en pleno Medievo germano, y en concreto da mucha importancia a la música; esa delicada melodía que cultivó la polifacética Hildegard von Bingen, que ahora podemos escuchar y hemos visto evocada por el cine.

 

Des hommes et des dieux

Titulada en España De dioses y hombres, esta obra maestra del Séptimo Arte ha sido un gran acontecimiento en el país vecino: tres millones de franceses ya habían visto la película cuando llegó a nuestras carteleras. Presentada en el Festival de Cannes´2010, obtuvo el Gran Premio del Jurado. Y ahora acaba de recibir el “César” a la Mejor película del año.

El actor y director galo Xavier Beauvois (Bruay-en-Artois, 1967) ha realizado un film cercano al cine trascendente y austero del gran Carl Theodor Dreyer. Aquí narra los últimos días de una comunidad de monjes cistercienses del Tibhirine, que vivieron sacrificadamente en el monasterio del Atlas, hasta que siete de ellos fueron asesinados por terroristas islámicos, en la Argelia de 1996.

El realizador francés ha optado por la sobriedad, los largos silencios y la contención emotiva. Y logra secuencias tan antológicas como esa última cena –cuando sospechan que van a morir– que evoca, sin mencionarla, la Santa Cena de Cristo y los apóstoles, donde escuchan emocionados El lago de los cisnes; o la del vuelo de un helicópero, que hace pensar en La cabalgata de las Walkirias de la célebre Apocalypse Now (Francis Coppola, 1979), mientras el piloto planea sobre el espacio aéreo del convento y los monjes responden con cantos gregorianos.

Des hommes et des dieux (2010) puede ayudar a conocer el sentido de la vida religiosa y una de sus formas características: una orden, la del Císter, fundada por San Bernardo. Que está tan unida a las raíces culturales de la image-7ec4f67f4a39a0c976023b1e5aa03670historia de Europa, que se ha distinguido por el rigor de su género de vida, en su silencio, en sus ayunos y en su trabajo. Muchos saben que, salvando lo esencial, hay notables diferencias en los detalles de la vida en las distintas órdenes y congregaciones. Ello muestra la multiformidad o el pluralismo de las instituciones eclesiásticas, cada una de las cuales cree haber respondido a un carisma recibido del cielo a través de su integración en la Iglesia, la cual ha aprobado su género de vida. Y esta pluralidad de actitudes se ha de ver, no sólo en el género de vida de esas instituciones, sino que ha de respetarse la libertad personal de cada uno para aquellas cosas en la que no esté limitado por las reglas de su sociedad para llevar un género de vida en común, sino que pueden tener una respuesta personal en todo aquello que no caiga dentro de ese respeto único a los mandamientos de la ley de Dios.

En el caso de estos monjes aparecen diversas actitudes, que responden a lo que cada uno entiende como la mejor manera de servir a Dios con la propia vida: unos piensan que han de hacer lo posible para salvar su vida y esconderse –como finalmente hace el hermano Amédée, que contaría la historia–, y después continuar trabajando; otros quieren imitar la fortaleza y la generosidad de los mártires –y tal vez recuerden aquello de “la sangre de los mártires es la semilla de los cristianos” y piensen en aquellas tierras áridas como las primeras beneficiarias de esto–, y que el testimonio dado con su vida será más eficaz que su palabra; otros preferirían buscar la manera, con el diálogo, de llegar a un acuerdo, a pactar. Todas pueden ser salidas legítimas. Pero la verdad es que no somos los demás los que hemos de juzgar, sino Dios que ve la conciencia de cada uno y más tratándose de una caso real. Y lo mismo podría decirse si el grupo fuera el claustro de profesores de un seminario u otra comunidad religiosa.

Por eso, un colega valoraría así la película: “Cada monje es una persona: todo un mundo, único, distinto en su vocación. Con sus dudas, sus temores, sus debilidades, vacilaciones y distintas formas de pensar. A veces son muy humanos, en ocasiones desgarradoramente sobrenaturales, tan locos que se hicieron monjes, antes médicos o fontaneros, pero seducidos por la gracia” (Gustavo de Prado, “De dioses y hombres”, en Televídeo familiar, núm. 116, febrero 2011).

De ahí también que el crítico Jordi Costa escribiera: “L´estrena de De dioses y hombres porta a reflexionar sobre la supervivència d´un gènere que es considerava mort: el cinema religiós. Hi ha qui, davant De dioses y hombres, es veu obligat a plantejar-se si estem davant d´una pel·lícula religiosa o no. No sé si Beauvois és o no creient, però el cert és que la seva pel·lícula és el més semblant a la idea platònica d´un bon cinema religiós que un pot trobar en el molt descregut àmbit del cinema contemporani”. Y concluye citando asimismo a Roberto Rossellini: “No sóc un cineasta religiós, m´agrada filmar la gent que creu”. Y añade: “I això és De dioses y hombres: un acte de fe (cinematogràfica) en la mirada que ha escollit un cineasta (que potser no creu) i que és la mirada de la forma més aclaparadora, íntegra, heroica... de l´home que creu”. (Cfr. “Homes que creuen”, Avui, 15-I-2011, p. 38).

En efecto, el propio director manifestaría en una entrevista su postura de fondo: “Creo en todo y a la vez en nada. Lo que tengo claro es que creo en estos monjes. De todas formas, ésta no es una película sobre la fe, sino sobre el diálogo y la tolerancia. Ni tampoco es un film católico, como he oído. Los hermanos no son misioneros y no hacen proselitismo de nada. Y yo tampoco. Yo también defiendo el ascetismo en estos tiempos de obsesión por el dinero y el éxito. Me reconozco en estos monjes, que prefieren el verbo ser al verbo hacer. Su vida consiste en la reflexión y no en el consumo, lo que hoy resulta bastante exótico”. (Álex Vicente, “Entrevista a Xavier Beauvois”, Fotogramas, núm. 2007, enero 2011).

Des hommes et des dieux recibe el título del Salmo 81 (82, 6-7): Yo he dicho: idioses sois!... e hijos todos del Altísimo. Sin embargo, moriréis como todos los hombres.

Según la teología católica, aún con la diferencia infinita entre Dios y el hombre, Dios hace participar al hombre de su vida divina, de manera que se oye a Dios que dice a los hombres: idioses sois!, como recuerda Cristo, dirigiéndose a los que le escuchan, y se puede deducir de ello que también es legítimo decir a los hombres que son “hijos de Dios”, y ello porque les llama a participar de una manera viva de su naturaleza divina, les llama a su intimidad. Al decir “moriréis como hombres”, se puede entender que se ha querido indicar que morirán con fortaleza, ejemplarmente.

El testimonio de fidelidad a la fe que dan estos religiosos podía haber sido también el de cristianos corrientes, dedicados a buscar a Dios en el ejercicio de sus funciones en su familia, en su trabajo y en la vida pública. En la película se ha elegido a un grupo de religiosos, de monjes, y esto puede tener un sentido; los que han elegido la vida religiosa han muerto voluntariamente al mundo, y así muestran con su vida a los demás que la muerte es una dimensión de la vida, y que todos se han de preparar para ello. En la película, se nos hace ver que los protagonistas, sin dejar de ser humanos y tener sus sentimientos y ocuparse de los demás, están siempre dispuestos para dar ese paso hacia Dios, cuando les llame, con la entrega que han formulado en su profesión religiosa. Y ellos sabían, en las circunstancias difíciles que les había tocado vivir, que el testimonio personal y comunitario podía culminar con el tipo de muerte que les llegó.

Con todo, se puede apreciar en De dioses y hombres que también ofrecieron su vida terrena, diaria, a los demás, conviviendo fraternalmente con los habitantes del lugar, con los de profesiones de fe distintas –en el film, mayoritariamente musulmanes, pero también judíos–, provocando los mismos sentimientos en todos: los que recibían atenciones médicas de uno de los monjes, los que compartían su pobreza, los que podían prestarles servicios. Demuestran prácticamente que es posible convivir con todos, que todos pueden llegar a ser conscientes de que también los otros son hijos de Dios y, por tanto, todos hermanos. Los causantes de su muerte no son los que cerca de ellos practican una religión distinta, sino el Grupo Islamista Armado (GIA) que con finalidades políticas, que no es el caso concretar aquí, quieren también obtener una compensación con sus vidas. Esto es lo que les hace mártires, y otras circunstancias, aunque con discreción no aparecen en la película, como la negativa de algunas autoridades locales; pues con el canje de otros prisioneros el Gobierno argelino hubiera podido evitar su inmolación, por lo menos en aquella ocasión.

Agrada conocer los sentimientos de los monjes cuando está próximo su fin, que no confunden al pueblo ni al Islam con los causantes de su muerte. Hablan bellamente del pueblo y de la fe islámica como el cuerpo y el alma. Los que les mataron no representaban al Islam. Son hechos que alimentan en el espectador la esperanza de la convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos; en los escenarios de la película, pero también en otros lugares del Medio Oriente o de Europa es posible, y podría ser un objetivo a lograr.

 

Un biopic ejemplar: There Be Dragons

El último film que comentamos es una coproducción hispano-norteamericana, There Be Dragons (2011). Su coproductor, guionista y realizador es el británico Roland Joffé. Y aunque Encontrarás dragones se sitúa en unos momentos tan polémicos como la Guerra Civil española (1936-1939), no deja ninguna incomodidad en el espectador sin prejuicios. Joffé ha visto este conflicto con ojos bastante imparciales, y también con gran acierto el compromiso espiritual y moral expuesto en la trama; pues trata de un aspecto de la persecución religiosa, que fue una de las características en la vida de uno de los dos bandos, manifestado en la mitad de España, pero no en el País Vasco. Se centra en la figura del ahora santo canonizado Josemaría Escrivá de Balaguer, si bien no se propone hacer un diagnóstico del complejo problema político o social de aquel conflictivo período.

Nacido en una familia de origen judío, Roland Joffé (Londres, 1945) es autor de una premiada trilogía: Los gritos del silencio (1984), La Misión (1986) y La ciudad de la alegría (1992). Y cuenta en su haber con títulos tan acreditados como Creadores de sombras (1989), La letra escarlata (1995) y Vatel (2000). Ahora, tras realizar cintas menores y series para TV, ha vuelto a la pantalla grande con una obra ambiciosa, ya que toca temas tan trascendentes como la libertad, el idealismo político, la persecución religiosa, el amor, la amistad, el odio, la traición, los errores, la culpabilidad, el perdón, la reconciliación, el dolor, la paz; en definitiva, la búsqueda del sentido de la vida. Y la componente humana de un santo, que se va modelando a lo largo de la vida para ser un sólido cimiento de los valores espirituales; y en este caso, cabe fijarse particularmente en las virtudes humanas de la fortaleza, la fidelidad o la lealtad y la sinceridad. Así se muestra al Josemaría del film y personas de su entorno.

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Ésta es la sinopsis argumental. Un joven periodista, Robert, que tuvo una mala relación con su autoritario padre, Manolo Torres –quien durante la guerra civil fue espía de los nacionales en las filas republicanas, y se prendó de una joven húngara de las Brigadas Internacionales, amante del líder anarquista Oriol–, investiga sobre el pasado de uno de los que habían sido amigos de su padre, para escribir un libro sobre él. Éste es Josemaría, que había coincidido con Manolo en el seminario, y en 1928 fundaría el Opus Dei. A través de su denodada búsqueda, Robert dilucidará la actitud comprometida de ambos –que están en situaciones espirituales enfrentadas y son muy diferentes en cuanto a los valores humanos en que han sido formados–, descubrirá sus orígenes y se encontrará también a sí mismo.

El primer guión de la película –original de la norteamericana Barbara Nicolosi– se había ofrecido antes a Alejandro González Iñárritu (Biutiful) y al cineasta británico Hugh Hudson (Carros de fuego). Pero al caer en manos de Roland Joffé, no sólo aceptó el proyecto sino que reescribió totalmente el guión y se hizo coproductor. Veamos, por tanto, cuál es su postura como autor, clarificando al mismo tiempo el enigmático título del film:

“Los mapas medievales calificaban los territorios desconocidos con las palabras Hic sunt dracones, 'aquí hay dragones´. Cuando comencé a investigar sobre el tema y a escribir el guión, dado que realmente no sabía lo que me esperaba ni cómo acabaría, Encontrarás Dragones me pareció un título apropiado. Era como si me saliera de mi mapa y me adentrara en un territorio inexplorado al tocar temas como qué es la santidad, temas de religión y de política del siglo XX, el pasado de otro país. Me había golpeado la afirmación de Josemaría: 'A Dios se le encuentra en la vida ordinaria´, y esa vida ordinaria, en aquel momento, fue la Guerra Civil española. Me pregunté: ¿cómo es posible encontrar lo divino en la guerra? Pero la misma pregunta puede hacerse sobre los desafíos fundamentales de la vida, y sobre la manera en que los afrontamos: cómo respondemos al odio y al rechazo, o al deseo de venganza y justicia. Todos esos dilemas aumentan en tiempo de guerra. Estos dilemas son, en cierto sentido, los 'dragones´ de la película, momentos de inflexión en nuestras vidas en los que afrontamos opciones decisivas. Opciones que afectarán a nuestro futuro”.

Asimismo, Joffé –que se manifiesta agnóstico, fue trotskista en su juventud y se divorció tres veces– ha hecho notar que el cristianismo predica el amor y que las enseñanzas de san Josemaría fomentan una relación con Dios a través de cosas muy sencillas: cocinar, dedicar tiempo a la familia o, incluso, tener una discusión. “Ésta es una película sobre lo que significa ser santo hoy en día. La reconciliación importa. La vida es una oportunidad para amar. Es una elección, y en ella uno se hace libre. El odio no te hace más libre. Cuando amas de verdad, sientes como una bocanada de libertad; piensas: Dios mío, he elegido esto y es precioso”, concluyó. (Cfr., en este sentido, las declaraciones del mismo Roland Joffé al productor Ignacio Gómez-Sancha, en 100 preguntas sobre Encontrarás Dragones, Madrid, Palabra, 2011).

El guionista y director sabe bien la importancia que en un personaje tiene el temperamento, con el componente natural psicosomático, que unido a las variadas experiencias que dejan su impronta en la persona y a la adquisición y cultivo de unas cualidades, van configurando su carácter. Combinando diversos episodios de la niñez y la infancia de Josemaría, retrata las reacciones que, evolucionando y purificándose, estarán presentes en su fisonomía de adulto y harán de él un hombre con capacidad de agradecer los ejemplos de hombres y mujeres de todos los niveles y que ayudan a hacer de él una persona inteligente y con capacidad de amar, llena de afecto y delicadeza en su firmeza, capaz de conducir a hombres y mujeres, para modelar santos y santas, con fortaleza y prudencia, para llevar adelante el proyecto que Dios le hacía descubrir y le encargaba realizar.

Hay que subrayar la extremada sensibilidad de Roland Joffé para expresar aquello que en la vida del santo se intuye como sobrenatural, movido o inspirado por Dios, lo expresa con habilidad de manera que el espectador pueda discernir si es una visión, un sueño o una imaginación, sin que sea el director quien lo juzgue, pero aparece siempre muy coherente con la vida del personaje y con el film.

Así, cuando capta la resolución de Josemaría niño, que siente la llamada de Dios, movido por la circunstancia del caminar descalzo de un fraile, y entiende que aquello únicamente puede hacerse por amor a Dios. O también cuando en su interior el Fundador del Opus Dei ve de alguna manera lo que después se ha llamado santificación del trabajo o de la vida ordinaria. Se imagina a Cristo trabajando en su taller, y una variedad de hombres y mujeres en sus tareas, pendientes de Él, y él se da cuenta, y se apresura a tomar nota en un papel, de que afecta a todo y a todos. Es lo que más adelante vería ilustrado con una vivencia en la que estaba seguro haber recibido luces para entender un pasaje del evangelio (Jn 12, 32): “y yo, cuando fuera levantado a lo alto atraeré a mí todas las cosas”, en la que esta última expresión se ha traducido en distintas épocas como “todo” o “todos”.

A veces, sin que tampoco se pueda conocer exactamente la intención del cineasta, el espectador puede sentirse movido a encontrar un sentido en algún detalle que parece anunciar hechos importantes futuros. Más de uno ha relacionado una alusión de una mujer joven, que ha sufrido mucho, con gestos y palabras gratas, que alude a “las montañas”, con unos momentos de inquietud de Josemaría cuando se inicia el paso de los Pirineos en busca de libertad, en los que mira tiernamente una imagen de la Virgen, con una fisonomía agradable y muy parecida a la referida joven, que está en el suelo, y cree, con ello y con el hallazgo de una rosa de madera, haber encontrado una prueba sensible de la aprobación del Cielo a sus planes encaminados a salvar su vida y la de quienes le acompañan.

Por otra parte, aparecen en la película algunas características de la manera de actuar de san Josemaría Escrivá, y que desde el principio transmitió a los que le siguieron: el buen humor en el trato con todos y un espíritu de familia en la convivencia con ellos. Un principio por el que se ha regido la actuación de aquellos primeros ha sido la libertad personal para formar las propias opiniones y para vivirla en el campo profesional, social, político, y también en los temas doctrinales que no sean enseñanza oficial de la Iglesia. En el film, los estudiantes que siguen a san Josemaría expresan distintas interpretaciones sobre las causas y problemas que se manifiestan en la España de entonces, y él da su opinión encaminada a mostrar comprensión para los que tienen actitudes violentas hacia la Iglesia, y en sus explicaciones aparecen los criterios que ha seguido siempre: que la Iglesia no ha de aliarse con ningún partido político, y ha de evitar que pueda darse la impresión de que está con uno de los bandos –el de la derecha– en que se encuentran, entre otros, los conservadores y los ricos.

Rodada en inglés y en escenarios naturales de Argentina y España, la película está perfectamente ambientada en tres épocas: principios del siglo XX, el período bélico y la década de los ochenta. Arranca con la muerte en Roma de Josemaría Escrivá (26 de junio de 1975), para en diversos flashback narrar una apasionante historia. Un relato inspirado en hechos reales, pero un tanto novelado y con romances incluidos.

Como apuntábamos más arriba, el conflicto bélico español ha sido abordado con precisión por el cineasta británico. Por eso, no hay duda que vale la pena reproducir las clarificadoras declaraciones de Roland Joffé:

“La Guerra Civil española era también complicada de afrontar. Hubiera sido fácil tomar partido, pero de este modo hubiese traicionado el eje central de la actitud con que quería contar esta historia. La historia, como bien se sabe, es partidista, escrita por los vencedores y reescrita por los vencidos. Muchos creerán el rumor o la leyenda que les parecerá más agradable, y estoy seguro que tendremos que afrontar ciertas opiniones sobre lo que es o era el Opus Dei, sobre quién era Josemaría, y sobre lo que realmente fue la Guerra Civil española. Quise mostrar lo que sucedió en España durante la guerra civil sin espíritu partidista. De hecho, España vivió, en un período de tiempo muy condensado, lo que Gran Bretaña, por ejemplo, experimentó y absorbió durante un centenar de años: Revolución industrial, ideología de lucha de clases, sin contar que España había perdido su Imperio y la estabilidad económica. Para la sociedad española, era muy fácil fracturarse y, según la mentalidad de la época, era muy fácil abrazar opiniones totalmente opuestas y radicales sobre la justicia social, el papel de la Iglesia, etc. Al final, según es propio de la naturaleza de estas tensiones sociales, las posiciones extremas comenzaron a marginar a las demás. Con la debilitación del centro, los dos polos opuestos empezaron a hacerse más fuertes. En la Guerra Civil española los dos bandos tenían ideales y su propio sentido de los valores. Como los movimientos políticos del resto de Europa, las personas de los dos lados de la demarcación política comenzaron a demonizar al otro campo. Pero las divisiones, que en Europa se convirtieron en divisiones nacionales, en España fueron fratricidas y dejaron heridas psicológicas profundas y difíciles de cicatrizar. Lo que sucedió en España fue una herida que realmente desgarró a familias de la manera más dolorosa y atroz. El hermano tomó una opción diferente a la de su hermano, ¿pero esto significa que ya no eran hermanos? Si esto significa que ya no eran hermanos, si queremos matar a nuestros hermanos a causa de aquello en lo que creemos, entonces, ¿no tendremos que preguntarnos por el valor de nuestras opciones?”.

Sin caer, pues, ante el fácil maniqueísmo ni en la parcialidad acostumbrada en estos temas, Encontrarás dragones es una película que hará reflexionar seriamente al espectador y, por su hondura y dinamismo –las secuencias bélicas son impresionantes y exigen gran capacidad técnica en sus realizadores–, provocará también el interés del gran público. Es más, el film posee un arranque francamente logrado, al tiempo que nos introduce en el drama que después veremos. Además, las escenas íntimas resultan muy conseguidas, sobre todo los pasajes de Barbastro y Madrid. Se nota que hay un maestro tras la cámara: Roland Joffé, quien sin duda ha realizado una obra magistral, de la altura artística que The Killing Fields y The Mission. No nos extrañaría que volviera a optar a los Oscar de Hollywood.

No obstante, parte de este mérito hay que atribuirlo también al sufrido cuadro interpretativo. Sin duda, protagonistas e intérpretes secundarios están espléndidos y dan perfectamente los tipos. Desde Charlie Cox, como Josemaría Escrivá, y Wes Bentley, como su amigo Manolo Torres, hasta Douglas Scott, como Robert; Rodrigo Santoro, como el miliciano Oriol, o la antigua “chica Bond” Olga Kurylenko, como la joven húngara Ildiko; pasando por Geraldine Chaplin, Ana Torrent, Jordi Mollà y Unax Ugalde, por no citar más, todos encarnan con credibilidad sus respectivos personajes. El diseño de producción del “oscarizado” Eugenio Zanetti, la dirección de fotografía de Gabriel Beristain, el vestuario de la también “oscarizada” Ivonne Blake y la música de Stephen Warbeck (asimismo Oscar de la Academia por Shakespeare in Love) son excelentes.

Cabe añadir que nos ha encantado e incluso conmovido There Be Dragons; pues muestra la figura de san Josemaría Escrivá y su mensaje de santificación en medio del mundo, en la vida ordinaria y aunque las circunstancias eran entonces extraordinarias, la gente que las había de vivir era ciertamente ordinaria, en el mejor sentido de la palabra, que esperaba la normalidad de la sociedad para adaptarse de manera natural a ellas. Y ésta era una parte esencial del mensaje de Josemaría Escrivá, incluso en aquellas circunstancias excepcionales no dejaba de recordar, con el deseo de hacerlo llegar a todas partes, y como él había dicho entonces, también a Nueva York, París, Londres o Tokio.

Por tanto, el guionista y director insiste con mucho respeto y agudeza intelectual, sin atisbo de prédica, con inteligentes metáforas y situaciones dramáticas, en la idea principal que presenta su film: el perdón. Más en esta sociedad contemporánea, que difícilmente perdona y olvida. Un tema que ya estaba presente, a modo de constante creadora, en la referida trilogía de Roland Joffé. De ello también se haría eco el fiscal y crítico de cine Eduardo Torres-Dulce: “Una simple mirada a los temas y los personajes de Los gritos del silencio y de La Misión basta para comprobar que el tema no le es ajeno. Joffé rechaza las convenciones del tradicional biopic. Más que la vida y las circunstancias de Escrivá de Balaguer le interesa el hombre, el ser humano que busca una vocación, una misión, y se enfrenta a la cruda realidad de un tiempo incendiado de odios y pasiones, los años de la República y de la Guerra Civil españolas. A la vez se centra en su maduración espiritual, en la que tiene que atravesar desiertos de dudas, de conciencia, de luchas contra dragones internos y externos”. (“Joffé y los dragones”, en Expansión, 26-III-2011, p. 16).

Y sin que el cineasta inglés quiera llevar al espectador a tomar partido con ninguno de los bandos de la Guerra Civil española, su voluntad de expresión es coherente con la actitud de san Josemaría a lo largo de su vida, de respetar la libertad política de todos, de no hacer juicios en las materias opinables de la política, y de no hablar de la guerra y de sus motivaciones. Además, no se le ocultaba que las causas de la contienda fratricida fueron muy complejas, y que no se trataba de dos bandos bien definidos, sino que resultaron así por las circunstancias, y que en cada uno de los sectores hubo gente idealista y honrada y otros que no merecerían elogios. Él sabía bien que de los chicos que iban con él, Pedro, tenía en su padre un hombre del que se conocía una actuación destacada como de izquierdas en la República, y de gran honradez, cuya vida corrió peligro y, como consecuencias de ello, la de su hijo, que fue víctima de represalias y de sospechas.

Se trata, en definitiva, de un biopic ejemplar, alejado de las biografías de santos a las que antaño nos tenían acostumbrados el cine español y también las películas estadounidenses. Ha tenido que ser un veterano cineasta británico, de origen judío y francés, quien nos aproximara con mayor rigor a un tema tan controvertido como la Guerra Civil española y la persecución religiosa que tuvo lugar dentro de ella.

Se muestra aquí un ejemplo del hecho que en los santos se da un desarrollo de la transformación que a partir del bautismo se produce en ellos. En muchos este proceso se acelera cuando tiene lugar alguna conversión o se recibe una profunda impresión a causa de algún hecho sucedido, lo cual es un reflejo de la acción de Dios sobre esa alma, respetando su libertad y haciéndola conciente de su llamada a la santidad y del afán de poner los medios para corresponder a ello. El film ha captado algunos de estos momentos decisivos de la vida de Josemaría Escrivá de Balaguer, como fue la impresión que le produjeron esas huellas del paso de un fraile descalzo sobre la nieve. Y como una dulce herida en el alma se va recordando en otros momentos de la vida, con nuevos hechos que confirman esa convicción que ha surgido en él. Hacia el final del film, la cámara toma otra vez unas huellas sobre la nieve y parece evocar aquella escena que no ha dejado de tener una presencia en la cercanía de la muerte, de sus tres hermanas y en la guerra –también en los personajes de ficción, como Manolo y Oriol–, la cual ha podido ser otro de esos despertadores. Y el guionista –el mismo Joffé– lo ha sabido captar. La experiencia de la historia enseña que para introducir esos cambios en las personas, y concretamente en los que se mueven en ámbito cristiano, Dios se sirve de hombres de Dios, en especial de aquellos a quienes ha llamado para confirmar a los demás. En Encontrarás dragones se intuye algo de todo ello, como en los jóvenes estudiantes que acompañaron a Josemaría, en los inicios del Opus Dei y en el paso de los Pirineos. Ahora falta que el público español y mundial lo aprecie y responda ante su propuesta.

Ferran Blasi Birbe

Doctor en Teología. Periodista

Josep Maria Caparrós

Catedrático de Historia Contemporánea y Cine

Universidad de Barcelona

 

  FICHAS TECNICOARTÍSTICAS  

 

____            ______    ______FICHA TECNICOARTÍSTICA: LOURDES  ____     __ __    _     ______

image-0d65e836a742c805249fa1bdb70da050Título original: Lourdes. Producción: Arte/Österreichischer Rundfunk/Essential Filmproduktion/ Société Parisienne de Production (Austria-França-Alemanya, 2009). Productores: Philippe Bober, Martin Gschlacht i Susanne Marian. Directora: Jessica Hausner. Guión: Jessica Hausner. Fotografía: Martin Gschlacht. Sonido: Uve Haussig. Decorados: Dietlind Rott. Vestuario: Tanja Hausner. Montaje: Karina Ressler. Intérpretes: Sylvie Testud (Christine), Léa Seydoux (Maria), Gilette Barbier (Fr. Hartl), Gerhard Liedmann (Pater Nigl), Bruno Tedeschini (Kuno), Elina Löwensohn (Cécile), Katharina Flicker (Sonja), Thomas Uhlir (Max). Color - 96 minutos.

 

_________      ___ _____ Ficha TecnicoARTÍSTICA: LA ÚLTIMA CIMA __ __     __    _________

image-9326bf31b962e4980bc8822579d85f47Título original: La última cima. Producción: Infinito Mas Uno (Espanya, 2010). Productores: Manuel de Cominges, Antonio Torres y Javier de Silos. Director: Juan Manuel Cotelo. Realización: Alexis Martínez Soriano. Guión: Javier Cotelo. Fotografía: Alexis Martínez Soriano. Decorados: Raúl E. Recuero. Sonido: Iñigo Guerrero. Intérpretes: Pablo Domínguez, familiares y amigos. Color - 80 minutos.

 

 

 

____      _____    _ __  ______ Ficha TecnicoARTÍSTICA: VISIÓN  ___  _ _        _____________

image-1485f33273fcd7e9e1ef66b00406c1d0Título original: Vision - Aus dem Leben der Hildegard von Bingen. Producción: ARD Dageto Film/Celluloid Dreams/Concorde Filmed Entertainment (Alemania-Francia, 2009). Productores: Markus Zimmer y Christian Baute. Directora: Margarethe von Trotta. Guión: Margarethe von Trotta. Fotografía: Axel Block. Música: Christian Heyne y Hildegard von Bingen. Decorados: Volker Schäfer y Margarethe von Trotta. Vestuario: Ursula Welter. Montaje: Corina Dietz. Intérpretes: Barbara Sukowa (Beata Hildegarda), Heino Ferch (Mönch Volmar), Hannah Herzprung (Ricarda), Gerald Alexander Held (Abt Kuno), Lena Stolze (Jutta), Sunnyi Melles (Mare de Ricarda), Paula Kalenberg (Klara), Nicole Unger (Ursula), Tristan Seith (Monk), Vera Lippisch (Gunhild). Color - 110 minutos.

 

____   __  __ ____ Ficha TecnicoARTÍSTICA: DES HOMMES ET DES DIEUX____     __ ______

image-026b82dbf4827c227526e6b6f24e2a4fTítulo original: Des hommes et des dieux. Producción: Why Not Productions/Armada Films, con la colaboración de France 3 Cinéma (França, 2010). Productores: Pascal Caucheteux y Etienne Comar. Director: Xavier Beauvois. Guión: Etienne Comar y Xavier Beauvois. Fotografía: Caroline Champetier. Sonido: Jean-Jacques Ferran y Éric Bonnard. Decorados: Michel Barthelemy. Vestuario: Marielle Robaut. Montaje: Marie-Julie Maille. Intérpretes: Lambert Wilson (Christian), Michael Lonsdale (Luc), Christophe (Olivier Rabourdin), Philippe Laudenbach (Célestin), Jacques Herlin (Amédée), Loïc Pichon (Jean-Pierre), Xavier Maly (Michel), Jean-Marie Frin (Paul), Abdelhafid Metalsi (Nuredín), Sabrina Ouazani (Rabbia), Abdallah Moundy (Omar), Olivier Perrior (Bruno). Color - 120 minutos.

 

___________ _____ Ficha TecnicoARTÍSTICA:   THERE BE DRAGONS___________________

image-e4cb1c9e97bf5d243c40660c8bbfc60cTítulo original: There Be Dragons. Producció: Mount Santa Fe, con la colaboración de Antena 3 TV (España-EUA-Argentina, 2011). Productores: Roland Joffé, Ignacio Gómez-Sancha, Ignacio Núñez y Guy J. Louthan. Director: Roland Joffé. Guión: Roland Joffé. Fotografía: Gabriel Beristain. Música: Stephen Warbeck. Diseño de producción: Eugenio Zanetti. Decorados: Sonia Aranzabal y Marcelo Salvioli. Vestuario: Ivonne Blake. Montaje: Richard Nord. Intérpretes: Charlie Cox (José Maria Escrivá), Wes Bentley (Manolo Torres), Douglas Scott (Robert), Olga Kurylenko (Ildiko), Rodrigo Santoro (Oriol), Ana Torrent (Doña Dolores), Jordi Mollà (Don José), Geraldine Chaplin (Abileyza), Pablo Lapadula (Isidoro), Unax Ugalde (Pedro), Dolores Reynals (Carmen), Golshifteh Farahani (Leila), Alfonso Bassave (Jiménez), Alejandro Casaseca (Jaime), Rusty Lemorande (P. Lázaro), Yaiza Guimaré (Pilar), Jan Cornet (Ortiz), Pedro Merlo (Álvaro), Derek Jacobi (Honorio), Carlos Leal (Jorge). Color - 117 minutos.

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  • 12 septiembre 2011
  • Ferran Blasi i Birbe / Josep Maria Caparrós
  • Número 40

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