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Al servicio de nuestro pueblo

Pautas para una lectura serena

La conmemoración de los veinticinco años del documento del episcopado catalán Raíces cristianas de Cataluña ha sido la ocasión que han aprovechado nuestros Obispos para publicar Al servicio de nuestro pueblo, una relectura actualizada de ese documento.

No deja de asombrarnos la respuesta proveniente de algunas sensibilidades eclesiales ante este texto magisterial. De entrada, pienso que hay que tener siempre, como católicos, una actitud de recepción positiva de un documento de nuestros pastores. Y el hecho de que lleve la firma de todos los Obispos con sede en Cataluña no es un pequeño detalle.

Lo que mueve a los Prelados, es un interés netamente evangelizador que lleva a plantear si somos lo suficientemente generosos y creativos para alcanzar una presencia activa y comunicativa de nuestra fe, en todo el tejido social, cultural e image-a747d01e578c67a56b57923b802e243dinstitucional de la sociedad catalana en un contexto que ha variado en el último cuarto de siglo.

Efectivamente, hay que plantear la nueva evangelización en un nuevo clima cultural en el que Dios desaparece del horizonte del hombre, que intenta convertirse en el centro de todo. Benedicto XVI se preguntaba en Santiago de Compostela con una cierta perplejidad cómo se había podido producir, en el debate cultural y público, un silencio generalizado sobre la cuestión más esencial, sobre Dios. Hay que dar una respuesta adecuada a esta situación y romper este silencio tan empobrecedor

 

El contexto: valoración de la realidad catalana

Nuestros Obispos, como pastores de la Iglesia, manifiestan un profundo amor por el país y se ponen a su servicio, sintiendo la urgencia de anunciar la persona de Jesucristo y su Reino, que son para nosotros el tesoro más grande que tenemos con un claro compromiso de impregnar de espíritu cristiano toda acción con proyección social. Es realmente consoladora esta perspectiva evangelizadora con una centralidad cristológica bien nítida y con una voluntad de hacerse presente en todo el ámbito de la sociedad.

Algunos se sorprenden de la valoración que hacen los Obispos de la realidad catalana cuando afirman reconocer la personalidad y los rasgos nacionales propios de Cataluña, en el sentido genuino de la expresión, y defienden el derecho a reivindicar y promover todo lo que ello conlleva, de acuerdo con la doctrina social de la Iglesia. Esta valoración es muy normal y positiva e imprescindible para una evangelización necesariamente contextualizada. El mismo Papa Benedicto XVI, en el libro Luz del mundo, reconoce los rasgos propios de Cataluña. Hablando de España dice "es un país que, hoy como siempre, se encuentra en un gran movimiento histórico, que, además, tiene una gran pluralidad de culturas diferentes, por ejemplo, los vascos y los catalanes». La evangelización supone siempre un cuidadoso conocimiento y una valoración de los rasgos positivos de la identidad y cultura de los destinatarios. Calificar esto de nacionalismo excluyente es perder el mundo de vista.

Los pastores de la Iglesia saben muy bien cuáles son el alcance y los límites de su intervención política. Yo creo que nuestros Obispos lo saben muy bien cuando declaran: "Como pastores de la Iglesia defendemos la legitimidad moral de todas las opciones políticas que se basen en el respeto de la dignidad inalienable de las personas y los pueblos y que buscan con paciencia la paz y la justicia». A veces, por parte de ciertos eclesiásticos, se erigen en dogmas opciones políticas y de organización de una sociedad que son muy opinables y, como mínimo, tan legítimas como otras. Dogmas, para los cristianos, son sólo los dogmas de la fe.

Después de reconocer la aportación de la fe cristiana en la configuración de la identidad histórica de Cataluña, los Obispos advierten de los peligros del proceso creciente de secularización de la sociedad con lo que ello conlleva, incluso, para toda una axiología que ha sido muy positiva para nuestra sociedad. Los Obispos nos recuerdan que hay quienes sostienen que se pueden defender y vivir los valores heredados sin hacer ninguna referencia a la fe cristiana, pero que difícilmente se podrá mantener en el tiempo si se excluye explícitamente de la sociedad el espíritu humanizador del Evangelio de Jesucristo, que la Iglesia anuncia. La experiencia cristiana en Cataluña, como en todas partes, no sólo nos ha hecho cristianos, sino más personas, mejores ciudadanos, más virtuosos. La pérdida de la fe y de la presencia cristiana nos empobrece en muchos sentidos. El personalismo, que es una de las claves constitutivas de la cultura occidental, es ininteligible sin sus raíces en la fe en Jesucristo. El vacío ético que tantos males nos ha traído es igualmente consecuencia del olvido de Dios, fundamento de toda vida virtuosa. Muchos post ilustrados no conocen o han olvidado las sabias consideraciones de Kant en La Crítica de la razón práctica cuando asevera que sin Dios, la práctica de la virtud se queda sin fundamento.

Merece una consideración especial, en cuanto al contenido del documento de nuestros Obispos que estamos glosando brevemente, el análisis lúcido que hace de nuestra realidad, intentando dar una respuesta que nos ayude a transformarla positivamente desde nuestra experiencia cristiana.

Los temas que trata son variados e importantes. Pienso que marcan como una hoja de ruta para nuestra acción evangelizadora a corto y medio plazo.

 

Advertencia sobre la desvinculación de los fundamentos éticos de la sociedad

Valorando lo que ha aportado el proceso democrático en nuestro país, se constata con realismo un cierto desencanto y una grave irresponsabilidad ciudadana que le inhibe del deber de participar en la construcción armoniosa de la polis. Hay que recordar, como decía Pablo VI, que la política puede convertirse en uno de los más nobles servicios a la caridad.

Los Obispos detectan, con razón, un grave olvido y una desvinculación de los fundamentos éticos que hacen posible una democracia viva y estable. Actualmente hay un clamor cada vez más creciente por la virtud. Quizás al final nos image-0f567c29d3dda7e0eba14e362ac93a49daremos cuenta de la verdad de aquellas palabras lapidarias de Robespierre: «Aut virtus, aut terror».

También hay que entender bien una expresión muy manida que se repite a menudo y no todo el mundo la interpreta correctamente. Se trata de laicidad positiva, que en el documento Al servicio de nuestro pueblo se presenta muy acertadamente. Queremos citar un párrafo del discurso de los Obispos: "invitamos a todos a superar definitivamente actitudes beligerantes y promover una sana laicidad que, aunque dejando bien clara la distinción entre la esfera política y la esfera religiosa, reconozca suficientemente la libertad religiosa y la función positiva de la religión y de las instituciones religiosas en la vida pública». No puede ser de otra manera: la Iglesia ama la libertad don de Dios y hay que sacar las consecuencias. Esta laicidad positiva y abierta conlleva, en palabras de los Obispos, la independencia mutua del poder político y de la Iglesia, el reconocimiento del hecho religioso como humanizador y como motor de progreso, la valoración de la tradición cultural que le es propia, y la aceptación del relieve público de la fe, tanto en su manifestación exterior (liturgia, evangelización) como en cuanto a su proyección ética en la configuración de la sociedad.

 

Presencia pública de laicos con una seria formación doctrinal y espiritual

Ante el panorama tan diverso de valores, estilos de vida y creencias, los Obispos advierten del gran peligro de pensar que todo vale lo mismo y, siguiendo la advertencia constante de Benedicto XVI, insisten en el deber de evitar el relativismo y el sincretismo mediante un correcto ejercicio de discernimiento, así como en el deber de superar la tentación del enfrentamiento, mediante la colaboración y el diálogo franco y abierto. Esta afirmación a mí, personalmente, me sugiere la necesidad y urgencia de capacitar a todo nuestros laicos para afrontar este diálogo competentemente. Esto supone una seria formación doctrinal y espiritual que, por ahora, en muchos lugares brilla por su ausencia. Y, ciertamente, como dicen los Obispos, los desafíos que nos presenta una cultura que se quiere construir sin Dios son hoy el reto cultural más importante que tendremos que afrontar en el futuro inmediato. La catequesis sistemática y bien hecha, el seguimiento cuidadoso de un proyecto bien elaborado en cuanto a la iniciación cristiana, la enseñanza de la religión en la escuela con la debida seriedad y competencia, serán sin duda claves para superar con éxito estos desafíos .

En cuanto a los recién llegados y al fenómeno de una inmigración que en nuestro país se nos ha ido de las manos, el documento da principios claros y orientadores: hay que hacer un esfuerzo para garantizar los derechos de los recién llegados, para que sean tratados siempre con la dignidad que corresponde a toda persona humana, especialmente si sufren formas de vulnerabilidad social y económica. Y, al mismo tiempo, también hay que ayudarles a integrarse en nuestra cultura y en nuestra sociedad, sin que pierdan sus peculiaridades propias y legítimas, procurando evitar toda muestra de egoísmo nacionalista por parte de los pueblos que acogen. Y, evidentemente, añado y el documento lo da por supuesto, hay que anunciar a Jesucristo, invitándoles a creer y a compartir la alegría de la fe.

 

Recordar verdades fundamentales

Finalmente, yo destacaría la decidida opción que hacen nuestros Obispos, en sintonía con los signos de los tiempos, a favor de la familia y la vida en nuestra tierra. Nos recuerdan cosas tan elementales como que la familia es el núcleo primario y fundamental de la sociedad, una comunidad de vida y de amor, que está al servicio de la vida humana; y que a la familia pertenecen originariamente la misión, el derecho y el deber de la educación. Son muchas e importantes las batallas que se están librando alrededor de estas realidades y, según cómo acaben, irán bien o mal otras muchas realidades en nuestro país.

Después de otras consideraciones, el documento concluye con un llamamiento a la esperanza y al testimonio de una vida coherente; a una vida santa, en definitiva, por parte de todos los miembros de la Iglesia. Ojalá en algún otro documento los obispos aborden un tema de peso como es la secularización en muchos aspectos de la vida interna de la Iglesia, como causa principal de muchos males que nos agobian; y se trate también de los remedios a poner para preservarnos ante un gran peligro: la ausencia de la formación en la fe, de oír la palabra de Dios, de la frecuencia en la oración y en la recepción fructuosa de los sacramentos... Pero también hay que tener en cuenta que no todo se puede decir en un solo documento.

Creo que sería bueno que los católicos de Cataluña volviesemos a leer con atención esta carta de nuestros Obispos e hiciésemos una reflexión a partir de su contenido. Un ámbito apropiado para ello podrían ser los consejos de pastoral diocesanos y parroquiales, así como los consejos presbiterales presididos por el respectivo Obispo.

En sintonía con el Magisterio universal de la Iglesia, Al servicio de nuestro pueblo puede ser un instrumento útil para una programación realista de la gran misión que tenemos delante con la nueva evangelización.

Mn. Joan Antoni Mateo i Garcia

Rector de Tremp y arcipreste del Pallars Jussà

  • 13 septiembre 2011
  • Joan Antoni Mateo i Garcia
  • Número 40

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