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La catequesis, exigencia de la Nueva Evangelización

El Siervo de Dios Juan Pablo II dedicó una gran atención, en su amplio magisterio, al concepto de Nueva Evangelización. Pero algunos manifestaron sus reservas y miedos ante un concepto que les parecía volver a tiempos image-c53f9775b7412514c4fa539ae372c007anteriores, en que el Evangelio configuraba toda la realidad cultural y social. Una visión muy alejada de la que el Santo Padre señalaba en su propuesta, que, en realidad, era un llamamiento a toda la Iglesia a realizar una nueva propuesta de la fe, teniendo en cuenta la actual situación cultural y social que vivían muchas regiones de antigua cristianización, y que las había llevado a alejarse de la fe cristiana. Una propuesta que adquirió una intensidad especial con motivo de la caída del muro de Berlín y los cambios sociales y políticos que conllevaba, y de los que se hizo eco la I Asamblea Especial para Europa del Sínodo de Obispos, del año 1991: «Europa hoy no debe apelar simplemente a su herencia cristiana anterior; hay que alcanzar de nuevo la capacidad de decidir sobre el futuro de Europa, en un encuentro con la persona y el mensaje de Jesucristo».

Mucho se ha hablado, en los últimos años, de esta nueva propuesta evangelizadora, pero últimamente había quedado algo en la penumbra. Ha sido Benedicto XVI quien la ha rescatado y la ha puesto como una bandera para toda la Iglesia, creando el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. Un organismo pontificio para impulsarla en las Iglesias particulares, el cual tendrá que pensar a fondo el alcance de esta acción evangelizadora y crear los instrumentos para desarrollarla. En este sentido, llama la atención que se hable de la necesidad del uso del Catecismo de la Iglesia Católica como elemento fundamental para la formulación esencial e íntegra de la fe. Una propuesta que recuerda que la catequesis debe formar parte del nuevo dispositivo evangelizador de la Iglesia, pues no puede haber una propuesta del Catecismo sin catequesis. Y esto, tanto a la hora de la necesaria evangelización interna de la comunidad eclesial como en su misión evangelizadora a través del primer anuncio de la fe y del proceso de la iniciación cristiana.

 

La catequesis momento privilegiado de fundamentación

El Directorio General para la Catequesis sitúa la catequesis como un momento fundamental del proceso total de evangelización y dice: «El momento de la catequesis es el que corresponde al período en el que se estructura la conversión a Jesucristo», fundamentando esta primera adhesión. Los conversos, mediante «una educación y un aprendizaje convenientemente prolongado durante toda la vida cristiana», son iniciados en el misterio de la salvación y en el estilo de vida propio del Evangelio. Se trata, pues, «de iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana» (DGC, 63).1 Esta indicación es muy iluminadora a la hora de plantear la relación entre catequesis y nueva evangelización. Ciertamente implica una novedad respecto de un concepto amplio de evangelización. Quiere responder a la situación cultural y espiritual de quienes, habiendo sido bautizados, han perdido la capacidad de vivir a la luz del Evangelio; de aquellos que necesitan pasar de una fe que se ha convertido en una costumbre social a una fe más personal y madura, o de quienes necesitan reencontrar aquella experiencia de Dios que sea el fundamento de un testimonio que dé razón de la esperanza cristiana. Ante esta realidad, la Iglesia debe ofrecer de nuevo el Mensaje de la Fe, centrándose en lo esencial, suscitando aquellas experiencias que nos vinculan más radicalmente a Dios y nos abren al amor a los demás. En esta hora no basta con una propuesta de la fe que se sitúa dentro del dinamismo de una mayor justicia y solidaridad. Debe proclamarse la novedad de Dios, fundamento de una manera de vivir más humana y fraterna y, al mismo tiempo, abierta a la novedad de un «cielo nuevo y una tierra nueva».

 

La nueva evangelización no es un programa ideológico sino un encuentro con Cristo en el seno de la Iglesia

La nueva evangelización no es un programa ideológico, sino una propuesta que quiere promover la meta que el Papa image-d9abd57189cf8c8dbc6c256e1defb07aBenedicto XVI indicaba en la primera encíclica Deus caritas est: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por la encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva». Se trata de un encuentro con Jesucristo en el seno de la Iglesia. En este sentido, la catequesis tiene una gran misión que cumplir porque su finalidad más evidente es poner a alguien, «no sólo en contacto, sino en comunión, en intimidad con Jesucristo» (CT, 5)2. Desde esta perspectiva vale la pena recordar lo que al respecto dice el Catecismo de la Iglesia Católica: «La transmisión de la fe cristiana consiste primariamente en anunciar a Jesucristo, para conducir a creer en El. Desde el comienzo, los primeros discípulos tenían el deseo ferviente de anunciar a Jesucristo: "nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído" (Ac. 4, 20). E invitaban a los hombres de todos los tiempos a entrar en el gozo de su comunión con Él» (CEC, 425).

Esto quiere decir que la catequesis, en el proceso de la nueva evangelización, debe tener un tono radicalmente evangélico. Se trata de poner en relación con Jesús a través del conocimiento de las narraciones evangélicas, del contacto con quienes fueron testigos de lo que dijo e hizo Jesús. Una catequesis que debe desarrollar la capacidad para escuchar la Palabra de Dios, para dejarse iluminar por su sabiduría. Una catequesis que debe llevar a la oración ya la celebración, porque así se entra en contacto personal y se participa en el acontecimiento salvador que continuamente se actualiza por la fuerza del Espíritu Santo en la Iglesia. Una catequesis que no se puede quedar en las palabras, sino que, a través de éstas, ha de introducir en el misterio que proclaman, pasando de los signos a la realidad del misterio de la fe, que resplandece en una vida según el Evangelio. Una catequesis que se sabe siempre abierta la acción del Espíritu, que prepara y acompaña, y que hace crecer el mensaje de la fe sembrado en el corazón de quienes le escuchan.

 

Trabajar la educación de la fe en la familia

Naturalmente, esto exige una renovación de la propia comunidad eclesial. A veces podemos caer en la tentación de convertir la nueva evangelización, o la misma acción catequética, en un eslogan. Se trata de situar los adultos y los jóvenes en el punto de mira de la acción pastoral de la Iglesia, ya sea personalmente, ya sea en su condición de padres y madres de familia. La nueva evangelización y la catequesis que la debe acompañar tiene en los adultos y en los jóvenes sus destinatarios fundamentales, porque son ellos quienes mejor pueden realizar en la vida personal y social todo el dinamismo humanizador y salvador de la fe cristiana. Además, en el trabajo pastoral con los niños, tan afectados por el marco cultural en que vivimos, no podemos olvidar sus vínculos con los jóvenes y los adultos, especialmente en el seno de su familia. Trabajar la educación de la fe en familia y ayudarla a desarrollar su misión fundamental como transmisora de la fe, es tarea ineludible. Esta realidad, tan decisiva para el futuro de la sociedad y de la Iglesia, es un verdadero laboratorio para incorporar el Evangelio en la vida concreta, en los momentos de tomar decisiones y dar sentido a los acontecimientos que nos afectan. De esta manera, se irá tejiendo un nuevo estilo que intenta superar la distancia entre la fe y la vida.

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Acompañar a los que buscan a Dios

La situación por la que se propone una nueva evangelización está también vinculada a una cuestión fundamental y que da un nuevo sabor a toda la acción catequética de la Iglesia. Se trata de responder a una cuestión antigua pero siempre nueva: ¿qué hacer para acompañar a quienes buscan a Dios a ser cristianos?. Uno de los frutos de la nueva evangelización debería ser abrir nuevos caminos para que muchas personas que no han conocido la fe se puedan acercar a la fuente de vida que es el Bautismo. Esto pide que la catequesis se sitúe dentro de la dinámica de la iniciación cristiana, del diálogo entre quien busca sentido a la vida  y la Palabra, entre quienes va conformando su vida al Evangelio y los Sacramentos que nos hacen cristianos. Un proceso que tiene en el catecumenado bautismal su referente fundamental e inspirador. En realidad, si tuviéramos que establecer la novedad de la catequesis dentro de la amplia propuesta de la «nueva evangelización», ésta sería la dimensión catecumenal. A través de las etapas y los ritos propuestos por Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos, se dibuja el nuevo rostro que debe adquirir la catequesis para responder a muchas personas que hoy quieren acercarse a la fe que proclama y celebra la Iglesia, o que vuelven a Ella. El catecumenado nos ayuda a renovar el conjunto de la acción catequética y señalar los elementos más originales de la pedagogía de la fe. El Directorio General para la Catequesis nos propone algunos elementos que deben caracterizar la acción catequética en esta hora en que la misión más radical es introducir a la vida cristiana. He aquí algunos de estos elementos:

– El catecumenado recuerda la importancia fundamental de la función de iniciación. Nadie nace cristiano, llegamos a ser cristianos por la fe y el Bautismo. Es Dios mismo quien nos inicia en la nueva vida de la fe, incorporándonos a su familia que es la Iglesia. Es el primado de la gracia como punto de partida y de llegada de la iniciación cristiana.3


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– El catecumenado es responsabilidad de toda la comunidad eclesial, y esto pide su participación y vitalidad. La fe no es la transmisión de un libro. La fe es la incorporación a una memoria viva que vive una comunidad concreta. Memoria que incluye los documentos de la fe; es decir, los textos en los que la Iglesia recoge la Revelación, la custodia e interpreta. Por eso, el Catecismo de la Iglesia y otros Catecismos locales tienen un gran valor como instrumentos al servicio de la educación en la fe.

– El catecumenado sitúa en el centro de la fe el misterio pascual, corazón de la salvación, ya que en él Cristo realizó su amor, más fuerte que la muerte; el perdón de los pecados; la novedad de la vida nueva, con todas sus consecuencias para nuestra vida hoy en el camino de la historia, como luz que guía y nos llena de esperanza.

– El catecumenado es un lugar inicial pero decisivo para una primera inculturación de la fe. Se realiza el diálogo salvador entre las aspiraciones y las búsquedas de cada uno y la Palabra salvadora. Se va tejiendo esa respuesta, ese sentido de la vida que nos ayuda a encontrar significado a los acontecimientos, mostrando las consecuencias humanizadoras de la fe.

– El catecumenado es un proceso formativo y verdadera escuela de fe. Muestra que la finalidad de la catequesis es el encuentro con Cristo, el cual se alcanza a través de diferentes caminos que nos ayudan a vivir todas las dimensiones del misterio de la fe y de la vida: conocer, celebrar, vivir y orar son los caminos que llevan al encuentro con el Señor.

– El catecumenado, como camino que nos introduce en la vida cristiana en todas sus dimensiones, sitúa la primera y fundamental vocación a la santidad como el horizonte al que debe aspirar todo seguidor de Cristo. En este camino ha de encontrarse con aquellos en quienes resplandece la luz del Evangelio en plenitud, como son la Madre de Dios y los Santos. Aprenderá a vivir la fe en el corazón mismo de las realidades humanas, como son la familia, la profesión, la acción cultural y política.

La nueva evangelización constituye una nueva oportunidad que el Señor nos ofrece. Hay que aprovechar esta image-6c8a14843da5c30b0ea325ba57920312iniciativa que nos propone el Papa Benedicto XVI. Escuchando su predicación podemos aprender el modo de proponer hoy la fe. Pero tendremos que recordar que esta tarea nos supera, y hemos de ser dóciles a la acción del Espíritu Santo que acompaña a los que anuncian el Evangelio y abre el corazón de los que le escuchan. Esto quiere decir que también la catequesis debe tener cada vez más conciencia de instrumento al servicio de la acción del Espíritu y, por tanto, estar abierta, tanto en los catequistas como en los catequizandos, a la acción del Espíritu. Una realidad que tiene nombre concreto: oración. Necesitamos orar siempre, pero especialmente en este momento en que queremos adentrarnos en un nuevo camino de anuncio de la fe. Si nuestra propuesta fuera una sabiduría para vivir, bastaría con elaborar un buen discurso. Si nuestra propuesta fuera tan sólo un nuevo estilo de vida, sería suficiente con contar con gente virtuosa. Pero la propuesta del Evangelio, sin excluir ninguna de estas dimensiones, va más allá. Se trata de entrar en una vida nueva, en el misterio de Dios Amor, en la vida íntima de la Trinidad Santa: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Una realidad que pide humildad y, al mismo tiempo, confianza, y que tiene una expresión que llena el corazón de esperanza: la oración. Una catequesis al servicio de una nueva evangelización pide ser también escuela de oración, y debe contar con aquellos que rezan por toda la Iglesia, y con los que ya son testigos de una oración que ha transformado su vida: los Santos.

Mons. Xavier Salinas Viñals 

Obispo de Tortosa y presidente de la subcomisión episcopal

de catequesis de la Conferencia Episcopal Española

 


1 El Directorio General para la Catequesis sitúa la catequesis como una acción al servicio de la iniciación cristiana. Un planteamiento íntimamente relacionado con lo que nos propone la nueva evangelización; es decir, introducir de nuevo a la vida cristiana. En este sentido, la pastoral al servicio de la iniciación cristiana y la nueva evangelización son realidades que se complementan internamente, aunque los objetivos de la nueva evangelización son más amplios.

2 JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Catechesi Tradendae sobre la catequesis en nuestro tiempo, 1979.

3DGC, n. 88-91.

  • 26 mayo 2011
  • Xavier Salinas Viñals
  • Número 39

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