Archivo > Número 39

Santo Rosario. Edición crítico-histórica

Preparada por Pedro Rodríguez,

Constantino Anchel y Javier Sesé.

 

Rialp

Madrid 2010

424 pág.

 

El eminente teólogo Romano Guardini, al prologar en 1940 su obra El Rosario de nuestra Señora, escribió: «La idea básica de este escrito surgió hace más de treinta años; desde entonces ha venido acompañándome, durante media image-dcfc98b768a1ac5b4367aad5cd30c787vida. A menudo intenté exponerla, pero no lograba conseguirlo, y los bocetos se quedaban sin desarrollar. Este último acabo de terminarlo pero tampoco sé si está realmente conseguido[...] La tarea más elevada de un escrito espiritual debiera ser sin duda hablar de Dios de tal modo quAe el corazón humano lo entienda de inmediato. Pero, ¿quién puede hacerlo...? [...] El lector debería tener la sensación de que es tomado de la mano y llevado a un ámbito de vida que desborda serenidad» Y agrega con sencilla humildad: «Para esto no me siento preparado, pero he intentado sugerirlo con ideas. Ojalá que al menos, sean estas verdaderas y útiles». «Lo son ciertamente y profundas», asegura el Profesor Pedro Rodríguez al recoger en su nuevo libro las palabras del ilustre teólogo alemán, nacido en Italia (Verona). Y añade que esa simplicidad, “que el corazón humano entiende de inmediato” y que tanto anhelaba Guardini, es sin duda lo que una fría mañana de diciembre le vino a la mente, al corazón y a la pluma, a un joven sacedote, junto al presbiterio de la Iglesia del Patronato de Santa Isabel, acabada la acción de gracias, terminada la Misa. Madrid 1931.

El profesor Rodríguez que en el 2002 publicó un exhaustivo estudio crítico-histórico de Camino, nos ofrece ahora un segundo volumen de las obras publicadas del Fundador del Opus Dei, la edición crítico-histórico de Santo Rosario. Lo primero que se observa es que una edición crítico-histórica –según la rigurosa metodología actual– conlleva un trabajo ímprobo de investigación que deleita al lector atento y depara muchas sorpresas. Así , un libro que en su primera edición ilustrada (1945) ocupaba tan solo 147 páginas en pequeño formato, llenará un voluminoso tomo de 370 páginas, cuya lectura compensa sobradamente el tiempo que se le dedique.

Santo Rosario fue escrito de “un tirón” nos dice san Josemaría , “en una sentada” –corrobora don Álvaro del Portillo– al terminar la acción de gracias después de celebrar la Santa Misa en la iglesia del Patronato de Santa Isabel; año 1931, probablemente el 6 de diciembre, séptimo día de la Novena de la Inmaculada Concepción. Tiempo de Adviento que influirá en el redactado de los misterios de gozo. «Lo escribió porque Dios le empujaba por dentro y “le salía del alma” ese modo contemplativo de trato con el Señor y con la Virgen María. A la vez quería imprimirlo –explicó a su Director espiritual– “con el fin de empujar a nuestros amigos por el camino de la contemplación”. Se refería a los jóvenes estudiantes y profesionales que trataba» (Entrevista a P. Rodríguez)[1]

La redacción de 1931 vino a culminar unos meses especialmente intensos en la vida interior y apostólica de san Josemaría, marcados por particulares luces sobrenaturales sobre la filiación divina y la infancia espiritual, y por una generosa respuesta personal a esas luces, que enriqueció a fondo su vida personal y contribuyó decisivamente al primer desarrollo de la labor del Opus Dei. Todo ello en un ambiente de penurias y dificultades extremas que le afectaban no solo a él, sino también a su familia y a la Iglesia en toda España.

Don Javier Sesé, matemático experto en Teología espiritual, destaca la capacidad que tuvo el autor para expresar en pocas, pero certeras y bellas palabras, la hondura de los principales misterios de la vida de Jesucristo y de María, alcanzando una difícil armonía entre esos dos elementos de la oración cristiana: piedad de niños y doctrina de teólogos.[2]

El manuscrito, entregado a su confesor, que ocupa quince cuartillas por una sola cara, es probablemente una copia del original pasado a limpio. En enero o febrero de 1932, se sacaron unas cien copias a velógrafo, teniendo en cuenta alguna acotación hecha por su confesor, que fueron distribuidas entre los chicos que azompañaba espiritualmente. Pasar el texto a letra impresa requería obtener la censura eclesiástica del texto y el permiso de la autoridad diocesana. Una primera edición de 1000 ejemplares, con solo el texto, se imprimió en Madrid, y se distribuyó a mano, nunca fue comercializada. Acabada la guerra, en 1939, la 2ª y 3ª edición fueron hechas en Valencia, con una presentación poco afortunada por la mala calidad del papel y de la impresión. «Es una grandísima pena– escribía D. Luis Latre, –un sacerdote de Zaragoza, buen amigo de San Josemaría– porque la Virgen Santísima te inspiró al escribirlo».[3]

La «edición normativa» –así la llaman los críticos– con ilustraciones de Luis Borobio, joven estudiante de arquitectura que, con trazo vigoroso, decidido y sobrio, logra captar la ternura y sobrenaturalidad del texto, será la 4ª edición (Madrid 1945) de la que se harán múltples reediciones. La maqueta, muy cuidada, la realizaron las mujeres del Opus Dei en la incipiente editorial Minerva. Esta maquetación comportó un nuevo problema por la distinta extensión de los comentarios a cada misterio. San Josemaría solucionó el problema igualando la longitud de los textos. No modificará el texto original, solo añadirá breves acotaciones bíblicas que describan el pasaje que se contempla. Esto no había sido necesario cuando escribió el libro para los jóvenes que trataba, buenos conocedores del Evangelio, pero sí era conveniente para una edición «de peso y mucha difusión»[4] tal como ahora deseaba. Texto y adiciones se armonizaron perfectamente y el resultado muy satifactorio.

Gran parte de la edición crítico-histórica se interesa también por las diversas ilustraciones con las que se ha presentado el libro en España y en todo el mundo. Los dibujos de Borobio, reelaborados, con simpáticas modificaciones: en la edición polaca se ve al Niño Jesús envuelto en pañales, y no desnudico[5], para la segunda edición japonesa, se corrige el latín del grafiti de un soldado[6], etc. También preparó Luis Borobio las ilustraciones para los misterios de Luz, que se publicaran por primera vez en Nigeria.

Don Constantino Anchel comenta: «Los editores del libro han buscado constantemente en el riquísimo patrimonio artístico cristiano, representaciones de los misterios que sintonizaran con el texto de san Josemaría[7], pero también han estimulado la creatividad de bastantes artistas, que han elaborado las representaciones de las escenas, acordes con lo que les sugería la lectura de la obra. En este sentido sorprende cómo autores de distintas sensibilidades culturales y étnicas han sabido plasmar las escenas de los misterios de acuerdo con las tradiciones de su pueblo, como se comprueba en las ediciones rusas, chinas o de Kenia» (Entrevista) [8] . La 20 edición española (1977) está ilustrada con los azulejos de los misterios del Rosario de Torreciudad, un deseo explícito de San Josemaría manifestado en Castelldaura, en setiembre de 1974, al pintor José Alzuet Aibar que le llevó bocetos y fotografías de los mismo: «Me dijo que le gustaban mucho, porque realmente ayudaba a rezar».[9] 

Por falta de espacio, no puedo detenerme comentarios a algunas adiciones de gran interés, como son el Prólogo de Fátima, y las notas adicionales de 1952, 1971 y 1973. Ni a los capítulos dedicados al l origen y propagación de la devoción al Santo Rosario en la Iglesia. Sin embargo, quiero recordar una anécdota de la primera edición portuguesa, poco conocida, per muy significativa:

En 1945 o 1946, una Profesora de Coimbra, Julieta de Carvalho, en uno de sus frecuentes viajes a España, conoció Camino y Santo Rosario que le cautivaron profundamente y que tradujo por su cuenta. Julieta era también una servita de Fátima, asociación de fieles cuya finalidad es el servicio del Santuario y la acogida de peregrinos. Su encargo consistía en atender la enfermería de mujeres; por un error cayó allí un joven de unos veinte años, que se encerraba en su mutismo y se mostraba molesto. En su deseo de ayudarle, Julieta, hablaba en voz alta con la enferma de la cama de al lado, de manera que también el chico pudiera oír alguna consideración espiritual. Cuando se le acabaron los argumento,, Julieta mostró a la enferma el Santo Rosario que se había traído de España y se ofreció a traducirlo allí mismo a la enferma. El joven de la cama de al lado se puso a escucharlo con llamativa atención. Cuando ya llevaba un buen rato, interrumpió la lectura y dijo: «Ese libro me interesa». Antonio Lencastre de Silva, el joven de la historia, sanó de una extraña dolencia en la rodilla, por intercesión de la pastorcilla Jacinta, hoy beata. Fue ordenado sacerdote y falleció el 31 de enero del 2005, sesenta años más tarde, siendo párroco de S. Pedro de Cintra. Allí le entrevistaron para documentar la historia de la traducción portuguesa de Santo Rosario.«Extendió la mano y cogió inmediatamente su libro  –dijo–, que seguía usando desde entonces»[10]

Mons. Echevarría, ha escrito sobre el Santo Rosario de San Josemaría Escrivá: «muchos escritores e innumerables lectores consideran este libro como una verdadera joya desde el punto de vista literario, por su estilo y sus imágenes sugestivas; por la claridad de su prosa, que lo hace asequible a toda clase de personas, independientemente de su formación cultural o literaria; por la profundidad y sencillez con que expone la escenas evangélicas»..[11]

La detallada investigación de los profesores P. Rodríguez, J. Sesé y C. Anchel era necesaria y obligada, y la prueba serán sus frutos.. Los textos de Santo Rosario, –senteciará un experto filólogo– «son textos que hacen, más que dicen».[12]

Lluís Raventós Artés


[1] «http://www.es.josemariaescriva.info/articulo/santo-rosario-edicion-critica-opus-dei».

[2] ibid.

[3] p. 23.

[4] p. 34.

[5] p. 335.

[6] p. 336.

[7] p. 351 La edición catalana de 1990 lleva ilustradciones de cerámicas catalanas del Museu Vicenç Ros. Martorell.

[8] «http://www.es.josemariaescriva.info/articulo/santo-rosario-edicion-critica-opus-dei».

[9] p. 328.

[10] pp. 300-302.

[11] p. XIV-XV (Prólogo).

[12] p. XV (Prólogo). A. Vilarnovo. Santo Rosario, escena y contemplación en el discurso, en M.A. Garrido (ed) La obra literaria de Josemaría Escrivá. Eunsa 2002, pp.88-89.

  • 09 junio 2011
  • Pedro Rodríguez, Constantino Anchel y Javier Sesé
  • Número 39

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