Archivo > Número 37

El sueño de Geroncio

John Henry Newman

Edición bilingüe

Ed. Encuentro 2003

147 pág.

A raíz de la reciente beatificación del conocidísimo John Henry Newman –intelectual inglés, presbítero anglicano, converso más tarde al catolicismo, ordenado sacerdote y obispo en la Iglesia Católica, nombrado cardenal por el Papa image-aaf4e2af742da64e19858c70538ffc63León XIII, pensador y teólogo, escritor fecundo, emprendedor de proyectos universitarios, etc.–, algunas de sus obras han sido reeditadas en lugares diversos. Siempre han sido muy actuales y fueron citadas a menudo durante el Concilio Vaticano II. Son muy leídas todavía: El asentimiento religioso, Apología pro vita sua, Discursos sobre la Fe, Pensamientos sobre la Iglesia, Sermones católicos, Historia de mis ideas religiosas, Esperando a Cristo, Meditaciones sobre las letanías de la Santísima Virgen..., Rosa Mística, Crónica de un amor a la verdad, Carta al Duque de Norfolk, Discurso sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. También lo son novelas como Perder y ganar o algunas antologías de poesías, aunque él nunca se consideró poeta.

Ediciones Encuentro reeditó el poema El sueño de Geroncio. Ya se había publicado, por parte de ediciones Rialp, en 1954, traducido y comentado por Andrés Vázquez de Prada, con el título de El Sueño de un anciano, en vez de El Sueño de Geroncio, el título del original es The Dream of Gerontius. Como es sabido, la raíz gerontos en griego quiere decir anciano, viejo o entrado en vejez o ancianidad, por lo tanto las dos versiones son bastante similares. Al agotarse la edición de 1954, Encuentro tuvo la buena idea de ponerlo en el mercado literario, sabiendo el interés de Juan Pablo II para la próxima beatificación de Newman, y así recuperar para el lector –en una edición bilingüe: inglés y castellano– esta bonita y original obra del cardenal inglés.

Este poema teológico –escrito según algunos tratadistas alrededor del año 1865– trata de la muerte de Geroncio y su paso a la vida eterna, después del juicio divino. Adivinamos enseguida que detrás de este nombre se esconde el autor. John Henry Newman, envejecido y cercano a la muerte, imagina este atravesar el umbral de las dos vidas, la temporal y la eterna, bajo la forma de sueño en el sentido poético del dream inglés. Newman no intenta escribir un tratado o sermón sobre las postrimerías del hombre, sino que quiere contemplar, con una gran fuerza imaginativa, alguna de las verdades eternas. Teológicamente lo hizo en el Sermón de la grandeza y la pequeñez de la vida humana, mostrando que la vida temporal es un sueño verdadero que no acaba aquí en la tierra.

La obra que ahora comentamos, como apuntaba, es un dream, otro tipo de sueño: no un simple sleep –el hecho de ir a dormir o el reposo cotidiano–, ni es una pesadilla, sino una fantasía literaria poetico-religiosa de un anciano que ve llegar el fin de sus días teniendo en cuenta todo el realismo trascendente de la muerte. Newman, en The Dream of Gerontius, no predica, sino que contempla el momento exacto en que comienza la eternidad, la primera transformación del hombre mortal. En una carta a su amigo John Telford, Newman le explicó: «He dicho lo que vi, he plasmado el sueño tal como se ofrece a un hombre "durmiente" durante el último momento de la vida». Entre los personajes del poema incluye especialmente a su Ángel de la Guarda, que la acompaña en estos momentos. El sueño del anciano comienza experimentando éste la profunda transformación que conlleva el paso definitivo de la vida en el tiempo a la vida eterna.

En los primeros versos nos habla del paso del umbral de la muerte física a la eternidad; y nos colocan en el ambiente del poema: «¿Estoy vivo o muerto? Muerto, no; aún me siento en mi cuerpo, porque mantengo como una extraña confianza que me dice que cada uno de mis miembros se encuentran en su lugar, formando con los demás la clara simetría que me envuelve y me hace hombre; si quisiera, tal vez podría mover algunos. Pero no consigo ahora hacerme la idea –tan sólo con el pensamiento– que esto sea así. Es extraño, no puedo levantar la mano, ni hacer que entre los labios o los dedos haya un contacto que testimonie su presencia, ni que el parpadeo de los ojos me asegure que aún poseo un cuerpo. Tampoco sé en qué postura me encuentro: si derecho, si acostado, si de rodillas o sentado».

Como se ve, al inicio del dream aparece una especie de suspensión del flujo de la temporalidad: ésta va desapareciendo poco a poco. Enseguida hay súplicas a Jesús y a María, y a todos los santos intercesores. A lo largo del poema, Newman expresa, a través de Geroncio, de los ángeles y los otros protagonistas, las diversas verdades de la fe, la moral y la ascètica cristiana: la Trinidad divina, la creación, la caída de los ángeles, el pecado del hombre, la gracia redentora, la misericordia de Dios, la santidad y la Comunión de los santos –la Iglesia celestial, la militante y la purificante–, la libertad humana, la vida de oración... Se añaden momentos litúrgicos, como los Kyrie eleison, Christe eleison, Kyrie eleison... y el Santa María ruega por él..., así como una conocida oración: Todos los santos y ángeles rogad por él. El Sanctus, Sanctus, Sanctus tomado de la liturgia común de la Iglesia es un buen ejemplo de la armónica mezcla entre liturgia, religión y poesía.

Durante el poema, el espacio-tiempo se desvanece, junto con los sentidos corporales, como si el espíritu se encontrara ya en la nueva realidad sin haber dejado del todo la vieja: «He ido a dormir, y ahora estoy descansando. Como un extraño reposo, ya que siento en mí una extrema ligereza y una especie de libertad, como nunca la había sentido antes, como la de encontrarme muy a gusto [...]. No se siente ya el correr del propio tiempo ni tampoco mi jadeo o mi esforzado pulso, ni un momento difiere del siguiente». Geroncio siente las palabras de un sacerdote que reza por él: «Proficiscere, anima christiana, de hoc mundo...» («Sal de este mundo, alma cristiana y prosigue tu camino...»). En unos cantos posteriores, el alma dice: «No soy yo quien se mueve. iSilencio! Escucho un canto, si bien no consigo discernir si lo siento, lo toco, o lo veo, o si su melodía me llega de alguna otra forma. iQué música tan cautivadora!».

Poco a poco aparecen nuevos personajes. Y con ellos, el alma de Geroncio habla, pregunta y dialoga... en un diálogo que es pura oración. A su Ángel de la Guarda, que se ha hecho presente para acompañarlo hasta el Juicio divino y lo defiende de los enemigos infernales disonantes o asquerosos, tiene mucho que decirle y preguntarle... Se oyen nuevos cantos e himnos angélicos, que animan a Geroncio hasta encontrarse delante mismo del juicio de Dios. También el Ángel de la Agonía de Cristo reconforta al anciano que acaba de agonizar. Siente lejanamente el leve murmurar de las almas del purgatorio. Y todo termina con estas palabras: «La noche de tu juicio será breve, y te despertarás al despuntar el día».

Recomiendo vivamente la lectura de tan magno poema del Cardenal Newman, que tiene, al mismo tiempo, un tono romántico y realista.

Josep Vall i Mundó

  • 11 enero 2011
  • John Henry Newman
  • Número 37

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