Archivo > Número 37

Barro con luz. El sacerdote en la literatura. Antología

J. José Alviar

Editorial Rialp

Madrid, 2010

180 pág.

 

J. José Alviar, sacerdote y profesor de la facultad de teología de la Universidad de Navarra, nos ofrece una breve antología de algunos capítulos de novelas donde el sacerdote es el protagonista, parcial o totalmente. El autor de la image-96e5a58b859bfe670291856ae6c5e7e3obra recoge una serie de personajes bastante conocidos, del amplio panorama de la reciente literatura universal, que nos muestran desde diversos ángulos la figura del sacerdote católico. Lo extrae de escritores de muy diversa procedencia, tanto por su nacionalidad como por su fe religiosa, aunque todos ellos tienen en común el ser cristianos (católicos, anglicanos, bautistas, episcopalianos, presbiterianos, etc).

Hay que decir que todo ha sido muy bien elegido. Quizás se podrían haber añadido unos cuantos más, pero Alviar ha querido mantenerse en una elección selecta y variada, donde han cabido autores muy distintos. Por eso en cada capítulo añade un resumen de la vida del novelista y del contenido de la novela en cuestión, situando de este modo cada relato en su contexto.

El título de la obra –Barro con luz– viene dado por el contenido de aquellas conocidas palabras de san Pablo a los Corintios: "Llevamos el tesoro del ministerio que Dios nos ha confiado, como en vasijas de barro" (II Cor. 4,7). Queda claro que los poderes ministeriales altísimos del sacerdote vienen de Dios y no de los hombres, y que éstos son meros instrumentos de la gracia. Los poderes que ellos reciben nos hacen ver cómo trabaja Dios con el barro humano para hacer su obra divina. Así, en muchos de los relatos, queda patente el contraste de siempre: por un lado, la fragilidad del hombre que es sacerdote, y por otro, la grandeza del sacerdote que es hombre. La figura sacerdotal es exactamente eso: "barro lleno de luz".

Un repaso del índice nos ilustra perfectamente del contenido del libro: figuras de obispos y sacerdotes en Los miserables de Victor Hugo, en Los novios de Alessandro Manzoni, en El candor del Padre Brown, de GK Chesterton, en Emily, la de Luna Nueva de L. Maud Montgomery, en La muerte llama al Arzobispo de Wila Carther, en El diario de un párroco de pueblo de G. Bernanos, en El poder y la gloria de G. Greene, en Las llaves del reino de A.J. Cronin, en el Don Camilo de G. Guareschi, en el Mucho después de medianoche de Ray Bradbury y en El Diario de un cura urbano de J. L. Olaizola.

Por estas páginas pasan pues sacerdotes de todo tipo: santos, intelectuales, misioneros, mártires, sacerdotes rurales, hombres intelectuales, sacerdotes atrevidos, enfermizos, presbíteros divertidos y amables, sacerdotes heroicos... y todos ellos muy humanos y muy sobrenaturales, lo que despierta a la vez admiración y curiosidad. Su dedicación al ministerio, la bondad y la entrega de todos al servicio del prójimo, forman el común denominador de estos personajes, sacados de las mencionadas novelas.

El libro que tenemos el gusto de presentar coincide, en el tiempo, con el trabajo que un sacerdote –Mn. Peio Sánchez– de la diócesis de Barcelona, está haciendo actualmente: la figura del Sacerdote en el cine, por medio de una muestra de secuencias de muchas películas, donde el sacerdote es también protagonista de alguna conocida película: Los miserables de Dayan, El fugitivo de J. Ford, La misión de Joffe, Bajo el sol de Satán de Pialat, Diario de un cura de pueblo de Bresson, Nazarín de Buñuel, El Cardenal de Preminger, Yo confieso de Hitchcock, La ley del silencio de Kazan, Roma, ciudad abierta de Rossellini, Don Camilo de Duvivier, La hija de Ryan de Lean, Escarlata y negro de London, El exorcista de Friedkin, etc. Muchas de estas películas están basadas en algunas novelas de literatos famosos. Por esta razón hablo de una cierta coincidencia.

Volviendoo al libro de J. José Alviar, hemos de reconocer que ha hecho una magnífica elección, sobre todo de gran calidad literaria. Los diversos relatos muestran siempre al sacerdote católico como un elegido para llevar a cabo el ser y la misión de Cristo. Los relatos –como apuntaba anteriormente– nos muestran la figura y el trabajo del sacerdote en las diversas facetas del ministerio. Nos harán ver cómo la gracia de Dios no entra nunca en contradicción con la libertad y la debilidad o poquedad humana. Ellos son instrumentos, de carne y hueso, con grandes dosis de optimismo, de miedos, de tentaciones, de perspicacias, de prudencia, de sensatez, etc.: el martirio de un sacerdote mexicano perseguido y heroico hasta la muerte, durante la revolución cristera, pero que fue alcohólico, el padre Whisky; un sencillo y perspicaz sacerdote con especiales dones para investigar crímenes o robos, el padre Brown; sacerdotes de pueblo que han de enfrentarse con algunas posturas políticas de izquierda, como el fogoso Don Camilo, o bien con los agnosticismos o dudas de los poderosos, como sucede con el párroco de Ambricourt; obispos benévolos y caritativos con los pobres o desgraciados, como el obispo Myriel, otros compartiendo difíciles tiempos de pestes, como el caso del religioso Fray Cristóbal; sacerdotes, llenos de bondad, que se encuentran ante situaciones morales absurdas, como Father Cassidy, o quienes se encuentran con los frutos a última hora, como Father Chisholm cuando abandona las misiones de China; o bien el vicario madrileño, en un caso de chica embarazada y con problemas familiares agudos. Algunos de los relatos o cuentos son especialmente divertidos, como es el caso de Father Malley reaccionando ante el penitente adicto al chocolate.

Recomendamos vivamente esta antología que refleja algunas de las situaciones paradójicas, profundamente humanas y divinas, con que se encuentran los presbíteros en el curso de su sacerdocio ministerial.

Josep Vall i Mundó

  • 11 enero 2011
  • J. José Alviar
  • Número 37

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