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La Jornada Mundial de la Juventud, una oportunidad pastoral

La última Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Europa, el 2005 en Colonia, significó para todas las diócesis catalanas, coordinadas por el Secretariado Interdiocesano de Jóvenes (SIJ), una experiencia que marcaría la pastoral juvenil en nuestra tierra. Más de 500 jóvenes, acompañados de bastantes sacerdotes, religiosos y fieles laicos, image-f39960fe20411ee1b65c3d1ac466e5b4descubrieron una imagen de la Iglesia que les resultó desconcertante: la fe se convertía en una fiesta por las calles de Alemania; pastores y jóvenes compartían experiencias, se interesaban los unos por los otros, de tal manera que la catequesis oficial que impartían los obispos continuaba de manera natural en conversación amistosa en el tren o en la calle; la austeridad de la acogida fue escuela de virtudes; los largos ratos de oración se hacían cortos y la celebración de la reconciliación o de la Eucaristía eran un encuentro personal y comunitario con el amigo Jesús resucitado...

 

Y aún podríamos detenernos en la otra cara de la moneda, sólo intuida: ¿qué supuso para la gente de Alemania recibir a aquellos jóvenes peregrinos? Las críticas de la prensa enmudecieron y levantaron acta del civismo y la alegría de los jóvenes; las parroquias quedaron desbordadas por la fe de los jóvenes y los fríos cálculos de espacio y duchas necesarias quedaron en segundo término: la fe, que a menudo es "políticamente incorrecta", parecía que recobrara su valor y se podía vivir todo con alegría y satisfacción. Vivían la presencia de los jóvenes cristianos acompañados por sus obispos y los presbíteros como un tiempo de gracia. Y en torno al Santo Padre recibimos una nueva lección de fe: la fuerza del Papa reside en el hecho de ser sucesor de Pedro, hace presente a Cristo en medio de su Iglesia. Así lo muestra la naturalidad con que fue acogido Benedicto XVI, que se estrenaba en unas JMJ impulsadas claramente por Juan Pablo II: nuevamente, los protagonistas fueron los jóvenes y Cristo, tal y como quiso dejar claro el Santo Padre al proponer al millón de jóvenes presentes hacer juntos un rato de oración silenciosa ante Jesús en la Eucaristía. 

  

Ahora cambian las tornas

Y he aquí que ahora cambian los papeles. Del 16 al 21 de agosto de 2011 tendrá lugar en Madrid la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que irá precedida de unos días de convivencia en las diócesis (DED), del 11 al 15. Todos los obispados catalanes nos hemos ofrecido para ser diócesis de acogida de los jóvenes peregrinos venidos de otros países. Esto supone una oportunidad pastoral de primerísimo orden que hay que saber aprovechar bien. La presencia de miles de jóvenes puede suponer una fuerza y un testimonio de fe que enriquezca nuestras parroquias.Un peligro sería no ser conscientes de lo que supone eso: tengamos presente que, a un año vista de las JMJ, los obispados catalanes iya tenemos inscritos más de 30.000 jóvenes! 

 

¿Cómo colaborar?

En primer lugar, hay que tener presente que los frutos pastorales de estos eventos dependen sobre todo de la generosidad pastoral realizada antes y durante las Jornadas, así como del trabajo posterior. En nuestra tierra se ha procurado y se procura enlazar este momento de gracia con la pastoral ordinaria. Tal y como dice el documento "Mirada Nueva", en la pastoral de jóvenes hay momentos cortos –de densidad especial y de gran significación vivencial– y momentos largos –donde lo vivido en los momentos cortos se desarrolla en lo cotidiano–.Así mismo hay que tener presente que es toda la iglesia la que entra en misión y no sólo los jóvenes. Por tanto, conviene que todo el pueblo de Dios se implique en esta oportunidad de nueva evangelización. Nuestras diócesis –y, por tanto, nuestras parroquias, escuelas, y todas las realidades eclesiales– es necesario que se planteen cómo viven la dimensión evangelizadora entre los jóvenes y aprovechen esta oportunidad. Podemos acoger uno o varios autocares de jóvenes en nuestras parroquias, hacer participar a nuestras familias, catequistas o colaboradores. No hay que tener miedo: seguro que nuestra generosidad será como esos pocos panes y peces que permitirán al Señor alimentar a muchos corazones hambrientos. 

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Algunas características de la JMJ [1]

Si se dice que nuestra cultura está marcada por la fragmentación, también podemos decir que ésta se cuela fácilmente en la pastoral de la Iglesia. Podemos decir que en una JMJ y en los Días de Encuentro en las Diócesis (DED) los fragmentos se convierten en parte de un bonito mosaico. Descubrimos la belleza de la Iglesia, con tantos caminos y vocaciones, una Iglesia que se manifiesta como madre y maestra, como compañía de amigos, donde Cristo es el centro de la evangelización.La visibilidad del rostro de la Iglesia y el diálogo con los pastores hace que estos días sean como un "laboratorio de la fe", como le gustaba decir al papa Juan Pablo II, donde se descubre que la fe no se opone a la vida del joven. Descubrir, por tanto, la racionalidad y la belleza de la fe.Podemos decir que la larga trayectoria de las JMJ ha ido provocando una especie de "revolución silenciosa", que ha puesto sobre la mesa una fotografía de la juventud muy diferente a la que muestran los medios de comunicación: una juventud sedienta de valores y en búsqueda del significado más profundo de su vida, capaz de preguntarse, en el seno de la Iglesia y al abrigo de Jesús, sobre su vida y el sentido de su existencia. Es decir, la llamada al amor aflora con fuerza insospechada en medio de nuestro mundo postmoderno y se concibe la vida como vocación, de tal manera que el proyecto de vida se convierte en vocación de vida.Poco a poco, las JMJ han ido dibujando el esquema clásico de la traditio-redditio: anuncio de Cristo (las catequesis), celebración de Cristo (sacramentos y Eucaristía) y envío misionero. Este esquema pide un agente de pastoral formado y experimentado en la fe, que tenga un profundo conocimiento de la persona y del corazón del joven. 

  

Conclusión

Quizá sería iluso presentar una JMJ como la solución mágica a las dificultades pastorales con jóvenes, pero seguramente sería igualmente descabellado no aprovechar esta oportunidad pastoral. La presencia de jóvenes venidos de todo el mundo a nuestro país puede ser un empujón para nuestra pastoral cotidiana. Puede ser un momento de creatividad pastoral. Más que un espectáculo de masas, puede convertirse en parte de una verdadera revolución, la revolución de Dios, como dijo Benedicto XVI en Colonia. Se dará si conseguimos que los jóvenes tengan, en la Iglesia, experiencia de Dios. En nuestras manos está poner todos los medios para hacerlo realidad. Hay que lanzarse, pues, mar adentro.

David Compte

Presbítero del Obispado de Vic


[1] Card. Stanislaw Rilko, “las JMJ, don que compromete a toda la Iglesia”, conferencia a la Conferencia Episcopal Española, 22 de abril de 2010.

  • 11 enero 2011
  • David Compte
  • Número 37

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