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Sacerdote y anuncio de Dios en el actual contexto cultural

En el Año sacerdotal

En 1990 se celebraba en Roma un Sínodo sobre la formación de los sacerdotes en la situación presente. Dos años después Juan Pablo II recogía las conclusiones del Sínodo en la Exhortación apostólica “Pastores dabo vobis”. En ella expresaba esta convicción: “Hoy, en particular, la tarea image-35bba5d1b7d6e8ed0b01d001ab03ea65pastoral prioritaria de la nueva evangelización, que atañe a todo el Pueblo de Dios y pide un nuevo ardor, nuevos métodos y una nueva expresión para el anuncio y el testimonio del Evangelio, exige sacerdotes radical e integralmente inmersos en el misterio de Cristo y capaces de realizar un nuevo estilo de vida pastoral, marcado por la profunda comunión con el Papa, con los Obispos y entre sí, y por una colaboración fecunda con los fieles laicos, en el respeto y la promoción de los diversos cometidos, carismas y ministerios dentro de la comunidad eclesial".1

Aunque ya han pasado algunos años, sigue siendo necesario este nuevo estilo de vida pastoral en los sacerdotes que haga más eficaz el anuncio de Dios también en la actualidad. Habrá de contar con que el sacerdote tenga su raíz en Cristo y que colabore de forma fecunda con los fieles laicos. Además precisará una buena formación humana y cultural.

¿Cómo avanzar en este sentido? ¿Qué método seguir para proponer el anuncio de Dios hoy día? ¿Qué hay en la cultura actual que ayude o dificulte la evangelización? ¿Qué pueden hacer los sacerdotes y qué pueden hacer los laicos?

Todas estas preguntas cobran más actualidad con motivo del año sacerdotal decretado por Benedicto XVI hasta junio del 2010 con motivo del 150 aniversario de la muerte de S. Juan María Vianney, el cura de Ars. Un año en que la santidad de los sacerdotes se pone en primer plano, y toda la Iglesia reza con más intensidad por esta intención.

Estas reflexiones están elaboradas al hilo de algunas consideraciones de Benedicto XVI sobre estas cuestiones. Se basan sobre todo en respuestas del Papa en el marco de tres encuentros que tuvo con sacerdotes los años 2007, 2008 y 2009. Se han identificado hasta cuatro posibles itinerarios para el anuncio de Dios por parte de los sacerdotes. Se trata de propuestas pastorales dirigidas a personas sumergidas en la civilización actual y que frecuentemente están desprovistas de instrumentos y de formación adecuada para dar respuesta a sus inquietudes. La visión del Papa ofrece elementos e ideas de gran interés para la labor diaria pastoral. Veremos también alguna cuestión que emerge de estos itinerarios de evangelización. Como por ejemplo, la relación laicos-sacerdote y la centralidad de la Eucaristía en la evangelización. En estos temas haremos uso también de las enseñanzas de san Josemaría Escrivá de Balaguer, que trató particularmente estas cuestiones.

Antes conviene describir la situación cultural actual, y nos valemos para esto del análisis del Sínodo mencionado del año 1990 que dedica un amplio espacio a este tema y que pensamos no ha perdido actualidad.

 

Esperanzas y obstáculos de la cultura actual con respecto a la evangelización

Juan Pablo II recoge las conclusiones del Sínodo que hizo una reflexión pormenorizada de elementos positivos y negativos del mundo actual, y que influyen en la transmisión del mensaje evangélico. Respecto de los positivos señala: “En la sociedad encontramos, a pesar de tantas contradicciones, una sed de justicia y de paz muy difundida e intensa; una conciencia más viva del cuidado del hombre por la creación y por el respeto a la naturaleza; una búsqueda más abierta de la verdad y de la tutela de la dignidad humana (...). En el campo más propiamente religioso y cristiano, caen prejuicios ideológicos y cerrazones violentas al anuncio de los valores espirituales y religiosos, mientras surgen nuevas e inesperadas posibilidades para la evangelización y la renovación de la vida eclesial en muchas partes del mundo. Tiene lugar así una creciente difusión del conocimiento de las Sagradas Escrituras; una nueva vitalidad y fuerza expansiva de muchas Iglesias jóvenes, con un papel cada vez más relevante en la defensa y image-c702acc77dc5820959233d98556b7c00promoción de los valores de la persona y de la vida humana; un espléndido testimonio del martirio por parte de las Iglesias del Centro y Este europeo, como también un testimonio de la fidelidad y firmeza de otras Iglesias que todavía están sometidas a persecuciones y tribulaciones por la fe".2

Y se citan otros muchos elementos que son realmente motivo de esperanza y buena tierra donde puede fructificar la simiente de la Palabra de Dios.

Pero hay también obstáculos que resultan evidentes: “Todavía está muy difundido el racionalismo que, en nombre de una concepción reductiva de «ciencia», hace insensible la razón humana al encuentro con la Revelación y con la trascendencia divina. Hay que constatar también una defensa exacerbada de la subjetividad de la persona, que tiende a encerrarla en el individualismo incapaz de relaciones humanas auténticas. De este modo, muchos, principalmente muchachos y jóvenes, buscan compensar esta soledad con sucedáneos de varias clases, con formas más o menos agudas de hedonismo, de huida de las responsabilidades; prisioneros del instante fugaz, intentan «consumir» experiencias individuales lo más intensas posibles y gratificantes en el plano de las emociones y de las sensaciones inmediatas, pero se muestran indiferentes y como paralizados ante la oferta de un proyecto de vida que incluya una dimensión espiritual y religiosa y un compromiso de solidaridad".3

Otros obstáculos destacables pueden ser: el ateísmo práctico y existencial que lleva a una visión secularizada de la vida, la disgregación de la familia y el oscurecimiento o tergiversación del verdadero significado de la sexualidad humana, la ignorancia religiosa...

Benedicto XVI ha resumido todas estas dificultades en lo que él ha llamado la dictadura del relativismo, según la cual todos los valores son relativos; no hay nada que tenga el carácter de un absoluto moral. Son fenómenos que influyen de modo muy negativo en la recepción del anuncio de Dios, especialmente en la educación de los jóvenes y en su disponibilidad para asumir un compromiso cristiano.

Veamos ahora algunas líneas de actuación que traza el Papa para proponer al hombre actual el Evangelio, de manera eficaz y concreta.

 

Itinerarios de evangelización. Primer itinerario

La primera propuesta de evangelización la encontramos en la respuesta del Santo Padre a uno de los sacerdotes de las diócesis de Belluno-Feltre y Treviso a propósito de una frase del libro “Jesús de Nazaret” en la que dice que Jesús ha traído Dios al mundo. Propone el Papa seguir los siguientes pasos: “el mejor testimonio de Cristo, el mejor anuncio es siempre la vida auténtica de los cristianos (...) para mí el anuncio más consolador es siempre ver a familias católicas o a personalidades católicas impregnadas de fe. Naturalmente, después viene el anuncio de la Palabra. Debemos hacer todo lo posible para que se escuche y se conozca la Palabra".4 A continuación vienen todas las formas de anuncio. En primer lugar, “los sacramentos. Con Dios siempre vienen también todos los santos. Como nos dice la Sagrada Escritura desde el inicio, Dios nunca viene solo, viene acompañado y rodeado de los ángeles y de los santos (...). Con Dios, con Cristo, con el hombre que es Dios y con Dios que es hombre, viene la Virgen. Esto es muy importante. Dios, el Señor, tiene una Madre y en esa Madre reconocemos la bondad materna de Dios (...). image-02c61a36068393328400977c5e90f040Asimismo, todos los aspectos de la vida parroquial, incluso los humanos. No debemos andar siempre por las nubes, por las altísimas nubes del Misterio; también debemos estar con los pies en la tierra y vivir juntos la alegría de ser una gran familia: la pequeña gran familia de la parroquia, la gran familia de la diócesis, la gran familia de la Iglesia universal".5

El papel que se asigna al sacerdote no es el de figurar él primero, sino hacer que destaquen familias y fieles corrientes. En palabras de san Josemaría Escrivá: “Me parece, dice, que a los sacerdotes se nos pide la humildad de aprender a no estar de moda, de ser realmente siervos de los siervos de Dios –acordándonos de aquel grito del Bautista: illum oportet crescere, me autem minui (Ioan 3, 30); conviene que Cristo crezca y que yo disminuya–, para que los cristianos corrientes, los laicos, hagan presente, en todos los ambientes de la sociedad, a Cristo. La misión de dar doctrina, de ayudar a penetrar en las exigencias personales y sociales del Evangelio, de mover a discernir los signos de los tiempos, es y será siempre una de las tareas fundamentales del sacerdote (...). Quien piense que, para que la voz de Cristo se haga oír en el mundo de hoy, es necesario que el clero hable o se haga siempre presente, no ha entendido bien aún la dignidad de la vocación divina de todos y da cada uno de los fieles cristianos".6

También Benedicto XVI destacaba esta faceta –apoyarse en los laicos- en la vida del Cura de Ars: “Se interesaba por la educación de los niños; fundaba hermandades y llamaba a los laicos a colaborar con él. Su ejemplo me lleva a poner de relieve los ámbitos de colaboración en los que se debe dar cada vez más cabida a los laicos, con los que los presbíteros forman un único pueblo sacerdotal".7

 

Segundo itinerario

Otra manera de abordar el tema de la evangelización se encuentra en una respuesta a un sacerdote de la diócesis de Roma, en una reunión del año 2008. La pregunta es sobre lo esencial en el cristianismo.

“Lo esencial, dice el Papa, es Dios. Si no hablamos de Dios, si no se descubre a Dios, nos quedamos siempre en las cosas secundarias. Por tanto, me parece fundamental que al menos se plantee la pregunta: ¿Existe Dios? ¿Cómo podría vivir sin Dios? ¿Dios es en verdad una realidad importante para mí? (...). Naturalmente, yo diría que ahí están los praeambula fidei, que tal vez son el primer paso para abrir el corazón y la mente hacia Dios:  las virtudes naturales. En días pasados me visitó un jefe de Estado, que me dijo:  "no soy religioso; el fundamento de mi vida es la ética aristotélica". Ya es algo bueno, y estamos ya, juntamente con santo Tomás, en camino hacia la síntesis de santo Tomás. Por tanto, este puede ser el punto de enganche: aprender y hacer comprensible la importancia que tiene para la convivencia humana esta ética racional, que luego –si se vive de modo consecuente– se abre interiormente a la pregunta de Dios, a la responsabilidad ante Dios".8

Es importante, para entender el camino que conduce racionalmente a Dios, el hecho de vivir una ética fundamental. La ética, las virtudes humanas básicas, facilitan el camino hacia Dios. La vida exitosa de los clásicos, la vida virtuosa, ayuda a reconocer el rostro de Dios.

 

Tercer itinerario

El tercer itinerario lo encontramos en la respuesta a otro sacerdote romano, esta vez en un encuentro más reciente, el año 2009. Y la pregunta es similar a las anteriores: ¿cómo favorecer el encuentro con Jesús?

"Yo diría", contesta el Papa, "que no debemos cubrir la sencillez de la Palabra de Dios con valoraciones demasiado pesadas de consideraciones humanas. Recuerdo que un amigo, después de haber escuchado predicaciones con largas reflexiones antropológicas para llegar juntos al Evangelio, decía: "A mí no me interesan estas consideraciones, yo quiero entender lo que dice el Evangelio". [...] También hemos de tener presente, sin falsas simplificaciones, que los doce apóstoles eran pescadores, artesanos, de una provincia, Galilea, sin preparación particular, sin conocimiento del gran mundo griego o latín. Y, sin embargo, estuvieron presentes en todos los lugares del Imperio, incluso fuera de éste, hasta la India. Y anunciaron a Cristo con sencillez y la fuerza de la sencillez de lo verdadero. Y también esto me parece importante: no debemos perder la sencillez de la verdad [...]. Pero no debemos perder el hecho de que no proponemos reflexiones, no proponemos una filosofía, sino el anuncio sencillo del Dios que ha actuado. Y que ha actuado también conmigo".9

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Y ¿cómo hace esto un sacerdote? En primer lugar, intentando participar de la cultura de su tiempo, a la vez que hace uso de la propia experiencia personal. “Soy un hombre de este tiempo si vivo sinceramente mi fe en la cultura de hoy, siendo uno que vive con los medios de comunicación de hoy, con los diálogos, con las realidades de la economía, con todo, si yo mismo tomo en serio mi propia experiencia e intento personalizar en mí esta realidad (...). San Bernardo de Claraval, en su libro de reflexiones a su discípulo el Papa Eugenio, dijo:  intenta beber de tu propia fuente, es decir, de tu propia humanidad. Si eres sincero contigo mismo y empiezas a ver en ti qué es la fe, con tu experiencia humana en este tiempo, bebiendo de tu propio pozo, como dice san Bernardo, también puedes decir a los demás lo que hay que decir."10

En este sentido, un párroco puede hacer mucho, por el conocimiento que tiene de sus feligreses, a los que ayuda también a través del sacramento de la reconciliación, donde las personas abren su corazón. Se pregunta Benedicto XVI: “¿y quién conoce a los hombres de hoy mejor que el párroco? (...). Vienen al confesonario sin máscara, con su propio ser. Ninguna otra profesión –me parece– da esta posibilidad de conocer al hombre como es en su humanidad y no en el papel que desempeña en la sociedad".11

El sacerdote debe ser un “experto en humanidad” para poder orientar, aconsejar y consolar a los hombres de su tiempo.

 

Cuarto itinerario

En este mismo encuentro otro sacerdote le pregunta sobre los elementos que garantizan una buena evangelización. El Papa le señala dos. La Palabra y el testimonio. “Para el anuncio necesitamos dos elementos:  la Palabra y el testimonio. Como nos dice el Señor mismo, es necesaria la Palabra que dice lo que él nos ha dicho (...). Es absolutamente indispensable, fundamental, dar credibilidad a esta Palabra con el testimonio, para que no aparezca sólo como una filosofía bonita, o como una utopía bonita, sino más bien como una realidad. Una realidad con la que se puede vivir; y no sólo eso:  una realidad que también hace vivir. En este sentido me parece que el testimonio de la comunidad creyente, como telón de fondo de la Palabra, del anuncio, es sumamente importante".12

La Palabra influye en la vida y la modifica. De ahí la importancia de contar con un ambiente favorable, que permita poner en práctica lo aprendido. “Debemos abrirnos e intentar crear también vestíbulos, es decir, espacios de acercamiento. Uno que estaba alejado no puede entrar inmediatamente en la vida formada de una parroquia, que ya tiene sus costumbres. Para él, de momento, todo es muy sorprendente, lejano de su vida. Por tanto, debemos tratar de crear, con ayuda de la Palabra, lo que la Iglesia antigua creó con los catecumenados:  espacios donde se pueda empezar a vivir la Palabra, a seguir la Palabra, a hacerla comprensible y realista, correspondiendo a formas de experiencia real."13

Con esto hemos comentado brevemente algunos de los itinerarios de evangelización propuestos por Benedicto XVI en los encuentros con sacerdotes. Se refieren a la pedagogía de la fe y a la metodología que cabe tener en cuenta. image-6468f2db8abbb9ca4f7be4c03954e2d2La intención evangelizadora del Papa es evidente y es uno de los motivos por los cuales proclamó el año sacerdotal: intentar involucrar a todos los sacerdotes en esta tarea. También en la carta convocatoria del año sacerdotal anima a hacer examen de conciencia: “En la actualidad, como en los tiempos difíciles del Cura de Ars, es preciso que los sacerdotes, con su vida y obras, se distingan por un vigoroso testimonio evangélico. Pablo VI ha observado oportunamente: 'El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio´”. Y se pregunta: “¿Estamos realmente impregnados por la palabra de Dios? ¿Es ella en verdad el alimento del que vivimos, más que lo que pueda ser el pan y las cosas de este mundo? ¿La conocemos verdaderamente? ¿La amamos? ¿Nos ocupamos interiormente de esta palabra hasta el punto de que realmente deja una impronta en nuestra vida y forma nuestro pensamiento?".14

 

La Eucaristía, fuente y cima de la evangelización

Una última consideración es que en este proceso de evangelización se ha de tener en cuenta la Eucaristía como objetivo final del proceso.

El último Concilio afirma que “la Eucaristía aparece como la fuente y la cima de toda la evangelización; los catecúmenos, al introducirse poco a poco en la participación de la Eucaristía, y los fieles ya marcados por el sagrado Bautismo y la Confirmación, por medio de la recepción de la Eucaristía se injertan plenamente en el Cuerpo de Cristo".15

Cuantas veces es la asistencia a la Santa Misa el comienzo de un itinerario de conversión, como explican algunos conversos célebres, y por eso es fuente de evangelización. Pero también es cima, para los ya convertidos la mejor asistencia y aprovechamiento de la Misa debe ser un objetivo pastoral claro. Como dice el Concilio: “Enseñan los presbíteros a los fieles a ofrecer al Padre en el sacrificio de la misa la Víctima divina y a ofrendar la propia vida juntamente con ella".16

Las enseñanzas de san Josemaría están también en esta línea: “Todos los afectos y las necesidades del corazón del cristiano encuentran, en la Santa Misa, el mejor cauce: el que, por Cristo, llega al Padre, en el Espíritu Santo. El sacerdote debe poner especial empeño en que todos lo sepan y lo vivan. No hay actividad alguna que pueda anteponerse, ordinariamente, a esta de enseñar y hacer amar y venerar a la Sagrada Eucaristía".17

Benedicto XVI explicó con detalle a los jóvenes reunidos en Colonia para la Jornada mundial de la Juventud la fuerza transformadora de la Eucaristía: “Pan y vino se convierten en su Cuerpo y su Sangre. Llegados a este punto la transformación no puede detenerse, antes bien, es aquí donde debe comenzar plenamente. El Cuerpo y la Sangre de Cristo se nos dan para que también nosotros mismos seamos transformados. Nosotros mismos debemos llegar a ser Cuerpo de Cristo".18 Se trata de cambiar el mundo a partir de la Eucaristía: “Esta es la transformación sustancial que se realizó en el Cenáculo y que estaba destinada a suscitar un proceso de transformaciones cuyo último fin es la transformación del mundo hasta que Dios sea todo en todos (cf. 1 Co 15, 28). Desde siempre todos los hombres esperan en su corazón, de algún modo, un cambio, una transformación del mundo".19

Joaquim González-Llanos Navarro

Doctor en Teología

Notas pie de página

1 JUAN PABLO II, Exh. Ap. Pastores dabo vobis, n. 18.

2 Ibid., n. 6.

3 Ibid., n. 7.

4 Ibid.

5 Ibid.

6 J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, en www.escrivaworks.org, n. 59.

7 BENEDICTO XVI, Carta convocatoria de un año sacerdotal, 16.VI.2009.

8 BENEDICTO XVI, Encuentro 7.II.2008.

9 BENEDICTO XVI, Encuentro 26.II.2009.

10 Ibid.

11 Ibid.

12 Ibid.

13 Ibid.

14 BENEDICTO XVI, Carta convocatoria de un año sacerdotal, 16.VI.2009.

15 CONC. VATICANO II, Presbyterorum ordinis, 5.

16 Ibid.

17 J. Escrivá de Balaguer, Homilía Sacerdote para la eternidad, en Amar a la Iglesia, Editorial Albada, Tarrasa 2007, pág. 86-87.

18 BENEDICTO XVI, Homilía en Marienfeld - Colonia, 21.VIII.2005.

19 Ibid.

  • 24 agosto 2010
  • Joaquim González-Llanos Navarro
  • Número 36

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