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ÁGORA (2009), el nuevo film ''histórico'' de Alejandro Amenábar

Una crítica directa del cristianismo y de toda experiencia religiosa

Con una gran expectación y enorme publicidad –a su estreno asistiría casi en pleno el Gobierno socialista– se ha presentado la película más cara del cine español realizada hasta hoy (50 millones de euros). Meses antes se exhibió en image-c374a3902dfa193a1b4375cb46bd8869el Festival de Cannes, fuera de concurso, y allí fue recibida con cierta frialdad y polémica en Francia, lo que obligó a su director a cambiar su montaje.

El madrileño Alejandro Amenábar (aunque nacido en Santiago de Chile en 1972) es su joven autor. Ganador del Oscar de Hollywood a la Mejor película de habla no inglesa por Mar adentro (2004) –un polémico alegato sobre la eutanasia– hoy es, junto a Pedro Almodóvar, uno de los cineastas españoles más famosos en el extranjero. Debutó en 1996, con la también galardonada Tesis, a la que siguieron Abre los ojos (1998) –que tuvo un remake en Estados Unidos– y Los Otros (2000), ya rodada en inglés, con Nicole Kidman como protagonista.

 

Sinopsis argumental

Alejandría, siglos IV-V d. C. Narra la tragedia de Hipatia, hija de Teón –el director de la célebre Biblioteca de la ciudad–, una reconocida matemática y astrónoma, que dedicó su existencia a la Filosofía. Entregada por entero a la ciencia –había renunciado a casarse– vivió en una época convulsa, cuando el Imperio Romano anunciaba su estertor y la religión pagana daba signos de decadencia. El Cristianismo ya no sufría la persecución de antaño, pero en su pujanza se enfrentaba con la religión judía, con los paganos y las primeras herejías. En ese ambiente conflictivo, la escuela de Hipatia de Alejandría tenía estudiantes cristianos y no cristianos, que después formarían buena parte de la élite de esa esplendorosa ciudad del Antiguo Egipto. Pero en marzo del año 415, un grupo de fanáticos –que antes había destruido la Biblioteca de Alejandría y echado a los judíos de la ciudad, con la venia del Emperador romano– asesinó a la filósofa pagana.

 

Valoración crítica

Pienso que el máximo error de Amenábar como realizador y coguionista es no haber ido a las fuentes originales, pese a los asesores históricos con que contó (entre ellos, el profesor Carlos García Gual, catedrático de Filología Griega de la Universidad Complutense de Madrid). La crítica ha afirmado que “el argumento está basado en uno de los peores materiales sobre Hipatia, el del divulgador de la ciencia Carl Sagan”. Además, la filósofa no murió a los 38 años –como aparece en el filme–, sino a los 61, cuando en plena Cuaresma un grupo liderado por un tal Pedro saqueó su carruaje y la arrastró hasta el templo del Caesarium, donde mataron a Hipatia con fragmentos de cerámica y después quemaron sus restos en las afueras de la ciudad. En la película, es su antiguo esclavo, Davo –un personaje inventado, enamorado de ella–, quien la asfixia, para evitarle el sufrimiento, y la entrega desnuda al vulgo. Con todo –y eso no se cita en el relato–, los antiguos autores cristianos condenaron el asesinato (Vid. Sócrates Escolástico, Historia eclesiástica, VII, 15).

Además, Carl Sagan presenta a Hipatia enfrentada al Cristianismo. En realidad, ella no era cristiana, pero como neoplatónica y pitagórica fue partidaria de la convivencia entre religiones y las culturas propias del mundo bizantino. Lo que se sabe de Hipatia –pues no se conserva su obra– es por los escritos de sus discípulos, sobre todo por el epistolario de Sinesio de Cirene, que fue obispo de Ptolemaida c. 409-410 y murió dos años antes que su maestra. Además, el prefecto de la ciudad, Orestes –quien también la había pretendido–, representante de la autoridad imperial y que le dio soporte, estaba enfrentado con el obispo de Alejandría, Cirilo (después santo y doctor de la Iglesia, como rezan los letreros finales del filme, e impulsor del Concilio de Éfeso, en 431), en unos tiempos en que aún no había la separación entre Iglesia y Estado; y las relaciones entre Ciencia y Religión estaban no sólo en conflicto, sino llenas de prejuicios por ambos lados.

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Falta de rigor

De ahí que se eche de menos una contextualización histórica más rigurosa, al tiempo que se evidencia la influencia del laicismo contemporáneo; ya que la película incurre en tópicos maniqueos –los paganos aparecen de blanco, iluminados; mientras los cristianos de negro, como energúmenos– y abunda en una lectura crítica demasiado actual: el mismo Amenábar declararía en la rueda de prensa en Cannes´09 que Ágora no es una película anticristiana, que su “condena es de todos los fundamentalismos”. Y ante la prensa especializada española, manifestó poco después: “Ningún católico de hoy debería sentirse ofendido; sólo deberían sentirse apelados los fundamentalistas que han estado poniendo bombas este verano (2009). Sirve para un terrorista islámico, para un terrorista de ETA, para cualquiera que lo practique. Ágora es, en muchos sentidos, una historia del pasado sobre lo que está pasando ahora, un espejo para que el público mire y observe desde la distancia del tiempo y del espacio, y descubra, sorprendentemente, que el mundo no ha cambiado tanto”. Y en una entrevista publicada en el diario Avui, se excusó también en estos términos: “No he hecho un alegato contra el cristianismo, sino contra el fundamentalismo. Evidentemente no todo el mundo piensa como yo. El problema es que haya alguien que esté dispuesto a matar por sus ideas, eso es fundamentalismo, que es lo que denuncia la película. Pero no es anticristiana, muchos grupos religiosos distintos han utilizado la violencia para imponer sus ideas.” (Cfr. Bernat Salvà, Avui, 5-X-2009, pág. 42).

Sin embargo, no todos han visto igual su voluntad de expresión. El crítico José María Aresté ofrece el siguiente juicio: “El director, dentro de su opción de cine comercial con contenido, sigue su línea de cuestionamiento del cristianismo, iniciado en Los Otros con suavidad, y continuada de modo más agresivo en Mar adentro. Aquí recupera las formas suaves, su forma de tratar la compleja situación del cristianismo del siglo IV en Alejandría podría describirse como “mano de hierro con guante de terciopelo”. De modo que alude a lo que puede resultar atractivo en la fe –Cristo y sus bienaventuranzas, la caridad con los necesitados, el perdón...–, pero poniendo el foco sobre todo en lo que puede generar fanatismo violento y lucha por el poder. En tal sentido queda especialmente mal parado el santo Cirilo de Alejandría. Pero también son cuestionables Orestes, con su cristianismo pragmático y cínico, y el obispo Sinesio, que invita a Hipatia a bautizarse porque ella ya en el fondo era cristiana, aunque no crea. Por contraste, la inmaculada ciencia parece la solución a todos los problemas, la única capaz de dar acceso a la verdad. En tal sentido, se obvian las manipulaciones que pueden hacerse en nombre de ella”. (“Hipatia, atea y mártir”, en www.decine21.com).

 

Fe y Razón

Por su parte, el teólogo Peio Sánchez iría incluso más lejos: “Ágora es una crítica directa al cristianismo pero en el fondo a toda experiencia religiosa. La tesis, a la que de forma didáctica sirve la película, es que la experiencia religiosa sea politeísta, judía o cristiana siempre desemboca en el derramamiento de sangre. Que la creencia en Dios o dioses termina aniquilando a los seres humanos que acaban matando en su nombre. Y así lo que podía, y debía en rigor histórico, haberse convertido en una crítica necesaria del fundamentalismo termina en un cuestionamiento último de lo religioso como dimensión del ser humano que se encuentra con Dios. Para el director a lo más nos queda un cielo estrellado al que miramos con perplejidad construyendo formas elípticas al viento. Lo que ya es algo, por lo menos Misterio (...) La imprescindible y urgente crítica del fanatismo, en este caso religioso, se inclina hacia una exaltación de lo laico que parte de un reduccionismo antropológico que cercena la dimensión espiritual del ser humano. El director ha querido presentarnos a esta nueva Antígona como heroína y modelo contemporáneo que encarna la búsqueda de la verdad, el sentido de la democracia pluralista, la integridad y la tolerancia hasta el perdón.” (“Ágora, ideología que denuncia el fanatismo para recaer en él”, en Catalunya Cristiana, 22-X-2009, pág. 27).

Ahí está, pues, el verdadero meollo de la cinta: el viejo conflicto entre Fe y Razón, actualmente desmontado por los filósofos y teólogos más rigurosos, y que Amenábar parece invocar apelando a tópicos hoy superados, pero de fácil efecto en el gran público. En este sentido, observé cómo en la noche del estreno en Barcelona un sector de espectadores aplaudía al término de la proyección, acaso identificados con el laicismo explícito del director.

 

Calidad

Lo que no se puede negar al filme es su calidad formal: Alejandro Amenábar sabe hacer cine de veras. Rodada en la isla de Malta, su brillante diseño de producción, la dirección artística –apenas se notan los efectos digitales; parecen decorados reales–, las tomas cenitales, una conseguida dirección de la 2ª unidad a cargo del coguionista Mateo Gil, las perspectivas planetarias, la banda sonora, el vestuario, esas lecciones cosmológicas que avanzaron a Kepler, la gran interpretación de Rachel Weisz y el resto del reparto... Todo resulta excelente. Estamos ante un realizador que puede competir en los Oscar de Hollywood con este ambicioso y espectacular peplum en inglés.

No obstante, el relato resulta un tanto frío, los personajes bastante planos –pues presentan una psicología no del todo bien desarrollada–, el metraje algo excesivo, se echa en falta más espectacularidad en las escenas..., así como unos edificios de estilo arquitectónico griego, cuando no eran propiamente ésos –me comentaría el profesor José Remesal, catedrático de Historia Antigua y Arqueología de la Universidad de Barcelona– los que había en la Alejandría de aquella época.

Parece, además, que en este “alegato laico” –calificado así por la crítica de Cahiers du Cinéma-España, Jara Yáñez– contra los fundamentalismos y el choque de civilizaciones, se culpa a las religiones monoteístas de misóginas y generadoras de conflictos frente al sufrido politeísmo-tolerante de los siglos IV-V. A la vez, invoca constantemente a la Gnoseología como verdad suprema en contra del literalismo bíblico deformado por los guionistas del filme. Por tanto, la película propone una Cosmogonía racionalista como la mejor vía para explicar el misterio del Universo. Todo ello, con un atractivo discurso didáctico y estético; didactismo que se aprecia en la caída de la estatua del dios griego, como si fuera la de Saddam Hussein, o retratando a los cristianos como cucarachas. Por último, Cirilo de Alejandría, Padre de la Iglesia, está retratado como un fanático e impulsor del asesinato de Hipatia.

Ahora bien, Amenábar está teniendo muchos problemas para distribuir su filme en Estados Unidos y en Italia, precisamente por el carácter anticristiano que se le atribuye. Así, el influyente semanario Variety escribió con motivo de su presentación en el Festival de Cannes (mayo de 2009): “Esta elaborada producción española en lengua inglesa es consistentemente espectacular y posee el suficiente conflicto y acción para hacerla remarcable, pero una cierta carencia de peso de estilo y de pulso emocional podría traerle problemas para su aceptación entre una audiencia masiva en Estados Unidos”.

Veremos si, finalmente, Ágora logra amortizar su coste, y cuál es la respuesta del público aquí y allende las fronteras, y la acogida de la Academia de la vieja Meca del Cine. Pero los premios “Goya” de la Academia Española los tiene asegurados.

Nota: (a 1 de diciembre de 2009). Ágora se ha mantenido 8 semanas entre las diez películas más taquilleras en las salas de cine españolas, y ha conseguido una recaudación de 20,5 millones de euros. Una potente campaña de publicidad y el estreno en 470 salas han hecho posible estos resultados.

Josep Maria Caparrós

Profesor Titular de Historia Contemporánea y Cine

Universidad de Barcelona

image-63834d97b80a87745df040dd17018853FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA

Título original: Ágora. P.: Himenoptero / Mod Producciones, con la colaboración Telecinco Cinema (España, 2009). Productores: Fernando Bovaira y Álvaro Augustín. Director: Alejandro Amenábar. Guión: Alejandro Amenábar y Mateo Gil. Fotografía: Xavi Giménez. Música: Dario Marianelli. Decorados: Guy Dyas, Dominique Arcadio y Frank Walsh. Vestuario: Gabriella Pescucci. Montaje: Nacho Ruiz Capillas. Intérpretes: Rachel Weisz (Hipatia), Max Minghella (Davo), Ashraf Barthom (Amonio), Óscar Isaac (Orestes), Michael Lonsdale (Teón), Rupert Evans (Sinesio), Homayoun Ershadi (Aspasio), Richard Durden (Olimpio), Sammy Samir (Cirilo), Omar Mostafa (Isidoro), Oshri Cohen (Medoro), Yousef Sweid (Pedro). Color – 126 minutos. Estreno en España: 9 de octubre 2009.

  • 13 marzo 2010
  • Josep Maria Caparrós
  • Número 34

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