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Recordar, sentir, orar y hablar

Antonio Iglesias Valdés

Barcelona, 2008

122 pág.

 

Ante un libro de poesía que se tiene la oportunidad de leer, se pueden dar, entre otras, dos actitudes. Una, la de hacer la lectura atenta que requiere y mientras tanto ir descubriendo la personalidad del autor. La otra, parte del conocimiento del image-fdd35a14ba7c2884926f147d19cfb491autor y lleva a experimentar progresivamente la alegría de comprobar, también con sus palabras escritas, la fisonomía de quien lo ha escrito. En el caso presente es un hombre joven, acostumbrado, por su trabajo, a acoger a las personas y hacer amable la relación con el centro de enseñanza superior, donde debe destacar la nota humanística, del que él mismo ha recibido frutos y título con una fina sensibilidad para captar lo más característico de las situaciones y los valores de las personas.

Aparece en el libro un hombre joven, de fina sensibilidad, que en poesía ha sido muy satisfactoriamente un autodidacta, con un esmerado lenguaje, y con versos libres a los que no costaría dar, a nuestro gusto al menos, un poco más de ritmo que favorecerá la musicalidad. Y, por otra parte, su sinceridad sería perfectamente compatible con la elipsis que lleva a insinuar, sin necesidad siempre de describir, como podría suceder con el título, tan expresivo. Con la atención a los valores humanos que reflejan la sintonía con su entorno –la amistad, el servicio, el amor–, destaca también el afecto a las tierras de la infancia, bien compatible con el que muestra el marco de su vida actual. Y siempre la estima de estos valores humanos y espirituales hace pensar en una proyección más amplia y que ayuda a captar una dimensión trascendente.

Ferran Blasi

  • 23 marzo 2010
  • Antonio Iglesias Valdés
  • Número 34

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