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Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. J.M.Belloso

Josep Maria Rovira Belloso

Ed. Secretariado Trinitario

Salamanca, 2008

280 pàg.

Pasa a veces que, con libros excelentes e importantes, el que hace una recensión quiera ofrecer una síntesis o un resumen, para facilitar el estudio del lector, y quizá, sin pretenderlo, puede parecer que hace menos necesaria la lectura. Con este libro, no habría de ser así. No me gustaría –y la verdad es que no sería posible– ofrecerle lo esencial, image-422a5a346df7e950844b4f335a951aedporque en este caso el contenido de la obra es muy rico; lo que deseo es que si alguien hace caso de esta crítica busque el libro del Dr. Rovira Belloso, lo lea, pausadamente, lo profundice, y pueda disfrutar de él con la lectura.

El libro viene precedido por un trabajo de años de investigación y de enseñanza, que ha dado ocasión a valiosas publicaciones en esta materia y en todas las relacionadas. Y, por otra parte, no es incurrir en indiscreción si decimos que esta materia –la teología de Dios Uno y Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo– ha entrado en su vida y procura que pase también a las vidas de todos los que con él se han relacionado.

Quedan bien marcados en el libro los caminos que ha seguido para configurar el contenido, tal como ha quedado.

No hace falta decir que en la obra destaca un notabilísimo conocimiento de la Revelación, en uno y otro Testamento. Sabe aprovechar los textos de los Evangelios y de san Pablo, pero también los otros que de Dios ofrecen los Salmos y los Profetas, y cualquier otro libro, empezando ya por los pasajes más característicos del Pentateuco, y no digamos el pasaje del Éxodo en el que se relata la revelación de Yahvé y la explicación de su nombre.

Culmina en esta obra la importancia que desde hace años ha dado a la analogía, para el conocimiento de las cosas de Dios, una actitud que merece tener su repercusión en el trabajo ecuménico. Sabe presentar de forma sugestiva las cualidades y atributos de Dios, a los que se llega desde la bondad de la creación y de las buenas cualidades de los hombres y mujeres, elevadas a un grado infinito, como es el caso de la idea de Dios, como "Padre y Madre", que recoge de algún testimonio reciente –Juan Pablo I–, que ya estaba presente de alguna forma en otras anteriores, y que puede ser un desarrollo de textos de los Salmos y los Profetas, y que de alguna manera se refleja en la expresión "heset we emet", en la forma hebraica, que él glosa lúcidamente, y en la que aparecen cualidades que tienen matices diferentes en el padre y la madre: fidelidad, firmeza, misericordia o verdad, que tienen un posterior eco: en el "lleno de gracia y de verdad", (pleres chàritos kai aletheias), el "plenum gratiae et veritatis" de la traducción latina del evangelio de Juan, donde se presenta el Verbo convertido en carne .

Me parece ilustrativa de la actitud de Rovira, en cuanto a la atención a los filósofos, la referencia a Aristóteles, a quien dedica palabras de estima, aunque dentro de la limitación que muestran. Así, cuando menciona aquel pensador griego, mentor lejano de Tomás de Aquino, Rovira escribe: "Dios es algo más que la Causa Primera o cualquiera de las otras abstracciones que Aristóteles señala –eso sí, genialmente, y como en una cascada–, al final de la Metafísica", y la mención que hace de otros pensadores contemporáneos y de todos los tiempos, como Heidegger, denotan el conocimiento de los caminos humanos que, para ellos o para otros pueden marcar ese itinerario.

Muy sugestivas las cosas que Rovira dice a propósito del camino que pasa por la Belleza o de las cosas bellas, en la creación y en las artes, y que denotan la amplia cultura y la fina sensibilidad del autor.

También aquí, como en una excelente obra de la que nos ocupamos en esta sección ¿Quién es Jesucristo?, acompaña útilmente el itinerario que este tema sigue a través de los escritos de los Padres y Escritores eclesiásticos y de las intervenciones más destacadas del Magisterio eclesial, de los concilios y de los romanos pontífices. Me atrevería a aludir, gratamente, a la compañía en el oficio de teólogo entre el autor y Josef Ratzinger, y a las alusiones que hace de él, también en este caso. Y el capítulo destinado a recoger lo esencial de la Encíclica Fides et Ratio, de Juan Pablo II, refleja el aprecio que tiene por la aportación del papa, filósofo, teólogo y humanista, en este y en otros temas. Y no quisiéramos dejar de mencionar la síntesis de las enseñanzas de los primeros concilios, y gusta subrayar la oportunidad de recordar, en los tiempos que corren y en los ámbitos en que se mueve el autor, algunas de las conclusiones de Calcedonia, y en concreto cuando habla de este, como "punto de partida y de llegada", y añade "Que me sea permitido el que ahora sea un punto de llegada que nos llama a la mayor sencillez y profundidad posibles" y recuerda que "en la 'Persona´ de Jesús la humanidad y la divinidad son inseparables, tanto que se unen en un solo sujeto/persona".

También tienen su lugar en las entrañas de esta obra las referencias a los diversos santos y santas, hombres y mujeres de Dios. De todos los tiempos, obviamente los que más reflejan la devoción del autor hacia ellos o la gratitud que le merecen, referencias que siempre deben ser limitadas en la extensión o el alcance, para no alargar demasiado el tratamiento del tema, y gusta ver aquí, lógicamente, además de las autoridades en la materia: san Agustín y santo Tomás, y de hacer viajes a través de los escritos de san Ireneo o de san Gregorio Niceno y el Nacianceno, también Juan de la Cruz e Ignacio de Loyola, y en otro plano, pero no con menor reconocimiento, algunos profesores suyos de la Universidad Gregoriana de Roma y otros escritores como Urs von Balthasar, K. Rahner o Ladaria, y ahora también Bruno Forte y en otro ámbito, Karl Barth. No me parece un detalle menor, el de haber hecho mención, en una nota, de un autor ya fallecido, José Mª Casciaro –y se lo agradezco porque conocí bien su persona y obra–, que fue un biblista de la Universidad de Navarra, o que haga referencia a un amigo cordial y cercano, Eugenio Trías, que había trabajado mucho el tema de las raíces judías de Jesús.

Es un libro que puede considerarse universal y que merece ser una obra de larga duración, con elementos que, sin miedo, nos atrevemos a decir que pueden quedar para siempre.

 

Ferran Blasi i Birbe

  • 10 diciembre 2009
  • Josep Maria Rovira Belloso
  • Número 33

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