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Año sacerdotal. Entrevista a Mn. Salvador Cristau, vicario general de la diócesis de Tarrasa. J.Gonzàlez-Llanos

«La falta de vocaciones no es consecuencia del celibato, sino de la secularización de nuestra cultura y sociedad occidentales, de la pérdida de fe, en definitiva.»


Mn. Salvador Cristau es vicario general de la diócesis de Tarrasa y rector del seminario diocesano con sede en Valldoreix, donde ahora hay 25 seminaristas. Tiene la amabilidad de responder a algunas preguntas sobre el año sacerdotal.

El 19 de junio comenzó un año sacerdotal con motivo del 150º aniversario de la muerte del cura de Ars, San Juan María Vianney. ¿Qué cabe esperar de esta iniciativa del Santo Padre Benedicto XVI?

El Santo Padre Benedicto XVI ha convocado este Año Sacerdotal ante la importancia de los grandes cambios sociales image-5c410dcaa66be6ca27687a5af2057d32que se han producido en los últimos años y la necesidad, por tanto, de velar especialmente por la formación de los candidatos al ministerio sacerdotal, así como por la vida de los mismos ordenados. Este debe ser un año para orar especialmente por los sacerdotes, para valorar más su ministerio y su importancia en la Iglesia, para que los fieles y las comunidades cristianas manifiesten su estimación y estén orgullosos de sus sacerdotes. Al mismo tiempo, para reafirmar la identidad del sacerdote como llamado por el Señor y configurado por el Espíritu Santo con Jesucristo Sacerdote en la sagrada ordenación. La figura de san Juan María Vianney, cura de Ars, es en este sentido un referente claro para todos los sacerdotes y un modelo hacia el que debemos dirigir nuestra mirada.

 

¿Qué actualidad tiene san Juan María Vianney para un sacerdote de hoy? ¿Qué podemos aprender de él?

Los santos han vivido cada uno de ellos en una época concreta y en medio de circunstancias históricas y sociales diferentes. Pero tienen en común que Jesucristo ha estado en el centro de su vida y que han vivido las virtudes en grado heroico. Los sacerdotes santos no sólo han influido con su vida y su ministerio mientras estaban en este mundo, sino que lo siguen haciendo ahora con su intercesión y como modelos de caridad pastoral, de entrega y generosidad en su ministerio. Modelos en dejarse configurar por el Señor como Buen Pastor. Tenemos que aprender mucho del santo cura de Ars, de su vida de oración, de su pobreza, de su penitencia, de su humildad, de la entrega de su vida con amor a los hermanos en el ejercicio sencillo pero radical de su ministerio. Todos estos aspectos reflejan la predicación del Reino, la vida de Jesús y los Apóstoles, y por eso siguen siendo muy actuales hoy en día.

 

Hemos vivido unos años en que se ha planteado con fuerza cuál es la identidad del sacerdote, lo que ha provocado un poco de desconcierto entre los sacerdotes y los fieles. A la luz del sacerdocio de nuestro santo, ¿qué perfil piensa que debe tener hoy un sacerdote? ¿Qué puede hacer el seminario diocesano para conseguir este tipo de sacerdotes?

En medio de cambios culturales tan rápidos y profundos como los que hemos vivido y estamos viviendo, también la identidad del sacerdote ha sido a veces puesta en cuestión. Incluso ha habido algunos que llegaron a decir que el sacerdote ya no era necesario en nuestra sociedad, que para trabajar en la construcción de un mundo mejor no hacía falta ser sacerdote...

Y precisamente por eso, la figura de nuestro santo manifiesta la auténtica y profunda dimensión del sacerdote de hoy y de siempre: ser "otro Cristo", llamado por el Señor, configurado con Jesucristo Sacerdote, enviado como Él al mundo a seguir su misma misión. Por eso el sacerdocio no es una profesión, ni un "trabajo pastoral", sino una consagración total a Dios, y es también una misión pues es enviado a hacer presente a Jesús en medio del mundo, a llevar su vida y su gracia a los hombres y hacerlo con la continua entrega de la propia vida, en todos sus aspectos y dimensiones. La expresión de san Pablo "Ya no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí" (Ga 2, 19) debe llegar a ser una realidad para todos los cristianos, pero muy especialmente para el sacerdote ordenado

Por este motivo, el Seminario es, ciertamente, el lugar y el tiempo de la vida en que los llamados por Jesús lo dejan todo para vivir con Él. Esta continua convivencia con el Señor constituye el centro de la vida del seminarista y del Seminario. Deben vivir y convivir con el Señor como los Apóstoles para ser también como ellos enviados a predicar: "Jesús subió al monte, llamó a los que quiso [...] para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar" Mc 3, 13-14.

 

Estamos atravesando una crisis de vocaciones para el sacerdocio, al menos en Europa. ¿De dónde salen las vocaciones que llegan al seminario?

Es verdad que estamos viviendo un tiempo de falta de sacerdotes, pero yo no hablaría tanto de crisis de vocaciones image-7f83f111ed7a1ce25675c13c4c3846b8como de crisis o falta de respuestas. Porque no hay duda de que el Señor sigue llamando a muchos a seguirlo por este camino. La crisis que vivimos en el mundo occidental es sobre todo una crisis de fe y esperanza, de virtudes cristianas e incluso humanas. Las "vocaciones", es decir los jóvenes, que llegan al Seminario de Terrassa provienen la mayoría de familias cristianas. Son chicos que han crecido en un ambiente de fe y de vida cristianas... En este sentido, se trata sobre todo de favorecer el oir la llamada, de posibilitar, de ayudar a dar la respuesta que pide este llamada. La familia es la tierra que hay que cultivar especialmente para que fructifiquen las semillas de la vocación para el sacerdocio. La familia, la parroquia, la escuela y, sobre todo, el testimonio de los sacerdotes que viven con gozo su entrega y su ministerio y que pueden ayudar y acompañar a los niños y a los jóvenes en el proceso de discernimiento de la vocación.

 

En pocos años al seminario de Terrassa se han incorporado un buen grupo de seminaristas. Sin embargo, hay sitios en los que cuesta mucho que salgan vocaciones sacerdotales. ¿Piensa que la exigencia del celibato puede ser un obstáculo para que algunos jóvenes respondan a la vocación? ¿Se puede enfocar positivamente esta exigencia?

Se ha hablado mucho de este tema, y ha habido quien ha dicho que eso del celibato es una imposición casi inhumana, una carga demasiado pesada. Pero hay que ver el celibato como lo que es realmente: un don, una gracia inseparable de la llamada al sacerdocio. No se trata sólo de una renuncia al amor humano, de la negación de la posibilidad de formar una familia, sino que se trata sobre todo y ante todo de la consagración de toda la vida, de todo nuestro ser a Jesucristo. Él es quien nos ha llamado a vivir con Él de tal manera que Él mismo, su amor, su Reino han de llegar a llenar toda la persona del sacerdote: su tiempo, la afectividad, la castidad, la dedicación y entrega a los hermanos. Por tanto, no es que el celibato se pueda enfocar positivamente, es que este es su verdadero y auténtico sentido. Hay que añadir, pues, que la falta de "vocaciones" no es consecuencia del celibato, sino de la secularización de nuestra cultura y sociedad occidentales, de la pérdida de fe en definitiva.

 

¿Cómo se puede hacer una pastoral vocacional eficaz? ¿Qué importancia tiene el acompañamiento espiritual en la pastoral vocacional?

Toda pastoral auténtica es acción de Jesucristo Buen Pastor en su Iglesia. Así, una parte de esta acción de Cristo debe ir dirigida, como decíamos, a preparar y favorecer la respuesta a la llamada —vocación— del Señor. Y eso pasa necesariamente por la vida de oración, para promover el crecimiento en la fe y la esperanza, por el cultivo de las virtudes cristianas y también las humanas, por una vida exigente con uno mismo tal como se nos propone en el Evangelio. Y esto vale tanto para quienes son llamados, los jóvenes sobre todo, como para los fieles, las familias, los grupos y las comunidades cristianas que deben valorar el sacerdocio como un gran don de Dios a su Iglesia y al mundo. Para ayudar a discernir la voz del Señor que llama, es indispensable, pero no hacer este camino solos, hay que dejarse aconsejar, orientar, es necesario el acompañamiento espiritual.

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Al cura de Ars le costaban los estudios para llegar a ser sacerdote. ¿Cómo son ahora estos estudios? ¿Son bastante exigentes?

La dimensión intelectual es una de las que fundamentan los años de formación en el Seminario. Ciertamente, no es la única, pero sí una muy importante. Junto con ella hay otras, como por ejemplo la formación espiritual, que son tanto o más importantes. Los cuatro elementos de la formación sacerdotal que nos propone la Exhortación Apostólica Pastores dabo vobis del Papa Juan Pablo II (1992) son la formación espiritual, la intelectual, la humana y la pastoral. Los estudios son y deben ser exigentes y serios, sí, aunque no absorbentes ni hechos por pura erudición, sino con sentido pastoral, o sea, para el bien de la Iglesia y de los hombres y mujeres a los que los presbíteros son enviados a servir.

 

Algunos cristianos dudan ahora de la necesidad del sacramento de la penitencia porque piensan que hay otras formas de ser perdonados por Dios. El cura de Ars pasaba muchas horas en el confesionario y dirigía a muchas personas que se acercaban a él. ¿Es necesario que los sacerdotes de hoy también lo hagan?

Evidentemente, el sacramento de la Confesión sigue siendo tan necesario como siempre. Por eso el Señor nos lo dejó y lo encomendó a la Iglesia, porque el hombre necesitará siempre en este mundo la misericordia de Dios y su perdón vivificador que nos ofrece en el sacramento de la Penitencia. La confesión es el sacramento de la alegría, porque hace posible el retorno al amor y a la casa del Padre, seguir viviendo como hijos de Dios a pesar de nuestras faltas y la realidad del pecado. Negarlo, olvidarlo, sería tanto como negar la realidad del ser humano, negar que Dios nos llama a vivir con Él como hijos unidos a su Hijo, sería tanto como olvidar la misericordia de Dios, como dudar de su poder y de su amor que se nos han manifestado en Jesucristo y en la redención. Por ello, el sacramento de la confesión es para el sacerdote también una gran fuente de alegría y uno de los momentos más intensos y felices, junto con la Eucaristía, de vivir unidos a Jesucristo. Si se ha llegado a hablar también de "crisis" de este sacramento es igualmente por la falta de fe y del sentido del pecado. San Juan María Vianney dedicó mucho tiempo y muchos esfuerzos a este sacramento. Montones de gente iban de toda Francia a confesarse con el cura de Ars. Su caridad de pastor, su santidad fueron los instrumentos de los que Dios se sirvió para atraer a tantos corazones heridos por el pecado, y, al mismo tiempo, él creció en la santidad con su entrega de amor en el ejercicio del ministerio sacerdotal.

 

¿Qué diría a un joven que se esté planteando la posible vocación al sacerdocio?

Que vale la pena entregarse a ella del todo. Que no puede haber nada comparable a emplear la propia vida en hacer presente a Jesucristo en medio del mundo: a los niños, los jóvenes, las familias, los enfermos, etc. Hacerles llegar su gracia, su amor. Y les diría también que, puestos a hacer, ya que nos lanzamos a esta aventura porque el Señor nos llama, hay que hacerlo con una respuesta generosa, convencidos de que esta llamada es también una llamada a la santidad, que no hay otra forma de ser sacerdote, confiando plenamente en Él. San Juan María Vianney no sólo fue un buen sacerdote, fue un sacerdote santo que dio la vida por las ovejas que le habían sido confiadas. Así es la llamada que hace Jesús, el Buen Pastor, a sus sacerdotes: "quien quiera ser importante entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero, que sea vuestro esclavo; como el Hijo del hombre, que no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos» Mt 20, 26-28. 

Dr. Joaquín González-Llanos

Doctor en Teología

  • 10 diciembre 2009
  • Joaquim Gonzàlez-Llanos
  • Número 33

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