Archivo > Número 32

Olor a yerba seca. Memorias

 

Alejandro Llano

 

Ediciones Encuentro

Madrid, 2008

527 pág.

 

Alejandro Llano es actualmente profesor de Filosofía en la Universidad de Navarra. Anteriormente fue decano de la Facultad de Filosofía y Letras y rector de esta universidad. Se formó en las universidades de Madrid, Valencia y Bonn. Comenzó siendo profesor en la Universidad de Valencia. Después ganó la Cátedra de Metafísica en la Universidad Autónoma de Madrid, y finalmente se incorporó a la Universidad de Navarra. Es también profesor visitante de numerosas universidades internacionales.

En el Prólogo se advierte que los recortes de memorias que se ofrecen no constituyen una image-032315d2843b440499db937bbb7843ddautobiografía, y que tampoco se puede considerar el libro como una autobiografía intelectual. No obstante esto, la exposición tiene un poco de todo: de autobiografía y de la evolución de las ideas y de los intereses filosóficos del autor. La característica principal de estas memorias es la facilidad de pluma del autor. Son francamente entretenidas y van pasando ante el lector sucesos y situaciones que no decaen en ningún momento. Es un libro que se lee de una tirada.

En cuanto a la trayectoria intelectual, afirma el autor: «En un momento de estas páginas, recojo algunas de les últimas palabras que Ludwig Wittgenstein dirigió a su discípula predilecta: 'Beth, he buscado la verdad´. “Ojalá pudiera decir yo lo mismo, aunque sea en un tono más bajo y con un alcance más corto. Lo que sobretodo querría mostrar en esta primera entrega de mis memorias es  mi difícil intento de unir existencialmente la indagación de las verdades filosóficas y la búsqueda de quien es Camino, Verdad y Vida. Los antiguos cristianos llamaban filosofía a la vida cristiana. Yo no confundo la una con la otra, pero estoy convencido como ellos que el cristianismo es la verdadera filosofía”.

Después de una infancia y adolescencia plácidas y tranquilas, a caballo entre Asturias y Madrid, se nos narra con minuciosidad el encuentro del autor con las aulas universitarias. Ya en estos momentos comenzaba la rebelión estudiantil, y el autor se mete de lleno en este mundo universitario que le apasiona. Primero en Madrid y después, en Valencia, se va encontrando con profesores que le sirven de maestros y va haciendo su carrera universitaria que después continuará como profesor.

Podría decirse que el autor va realizando la descripción de un paisaje en cada etapa de su vida. Del paisaje de Asturias donde pasa los veranos de su infancia en la casa familiar. Vemos su entorno familiar y de sus amigos y nos hace revivir esos años felices. Del paisaje de Madrid, donde va al colegio en el que pasa peripecias de diverso tipo. Nos narra, entre otras cosas, cómo se le aparece de repente su pasión por las letras, explica después cómo se va desarrollando su vocación cristiana. También se describe aquí el paisaje universitario de Madrid, una universidad que comienza a ser agitada por movimientos políticos en los cuales el autor se mueve con facilidad. Del paisaje de la Valencia universitaria, continuación del de Madrid, pero con sus características propias. Aquí comienza a dar clases haciéndolo compatible con la dirección de una residencia universitaria. Y, por fin, del paisaje de Pamplona, donde está actualmente y donde culmina su periplo universitario. En esta última parte, es donde da razón de sus ideas filosóficas, poniéndolas en relación con los profesores que trata y las influencias que recibe. Habla especialmente de su amistad con Fernando Inciarte, de sus múltiples encuentros y de como le orientó en algunos campos filosóficos que el autor ha cultivado.

El libro acaba unos años antes de la época actual. El autor, como ya se ha reseñado, manifiesta su disponibilidad a escribir una segunda parte que no dudamos será tan interesante como esta primera.


Joaquín González-Llanos Navarro

  • 01 septiembre 2009
  • Alejandro Llano
  • Número 32

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