Archivo > Número 32

Escrito mecanográfico sobre ''Los monjes de Montserrat''

 

Hilari Raguer

Editorial Base

Barcelona, 2008

173 pág.

 

Con sus trabajos de investigación, sus clases de alto nivel y sus publicaciones, Hilari Raguer es uno de los nombres que se saludan siempre, en las materias en las que da gusto verlo celebrado por todos, como son, por ejemplo, las que se refieren a la espiritualidad, en una doble vertiente escriturística y litúrgica, como han sido entre otros, sus estudios de los salmos, y yo mismo me he sentido honrado con su aceptación para hacerme, en su momento, un prólogo a un libro sobre la Biblia.

Y no pasan nunca inadvertidos sus trabajos en la materia de una de sus especialidades: la historia, donde hace image-b501dc4c9c74402cf67068cf0b04a36euna particular referencia a temas, a veces polémicos, como son aspectos problemáticos de la relación de la Iglesia con los poderes civiles —pensemos en la guerra de España y los años que la precedieron y la siguieron— o a la actuación de los católicos en la vida pública. Y todos ven siempre un trabajo serio y una actitud coherente y esto no puede sino llevar a muchos a sentirse identificados, y a otros a dar una respuesta personal sincera y a encontrar siempre una voluntad de diálogo en el autor.

Este libro, del que damos cuenta, no pertenece a ninguno de los géneros aludidos anteriormente, ni tiene nada de polémico, pero ciertamente que ha sido posible gracias a esta excelente preparación básica del autor, en unas materias sobre las que está en condiciones de dar una información que merece toda la confianza, y que toca los valores que ha cultivado en su vida, con su trabajo intelectual, la piedad doctrinal y afectiva, propia de aquellos lugares en los que ha pasado tantos años de su vida y los sentimientos colectivos de su pueblo, en un doble aspecto: de pueblo de Dios, al que pertenece como cristiano y al que sirve espiritualmente con su vida monástica y del pueblo en el que tiene sus raíces, que pasan por su familia y por su formación intelectual y por sus sentimientos. El libro no quiere ser, ni es una autobiografía, pero sirve, afortunadamente, para conocer al autor, y en ver presentes significativamente los valores que ha sabido presentar en los monjes que han habitado los lugares donde se encuentra la Virgen de Montserrat, desde hace más de un milenio. El libro puede dar una visión de lo que es y significa Montserrat, desde una constante perspectiva de quién ha mirado siempre Montserrat, y no ha sido simplemente observador, sino que la ha visto como cosa propia.

Aunque no se lo proponga, vamos conociendo cada vez más al monje que es el autor, al ritmo de las descripciones que hace de todas aquellas cosas buenas que él da a conocer de Montserrat. Se puede dar cuenta el lector, si aún no lo sabía, que el autor ha adquirido una formación esmerada, que en el terreno intelectual tuvo un primer hito en la carrera de derecho que cursó en la Universidad de Barcelona, y que después culminó con el doctorado, y con las investigaciones que le han llevado a ser una autoridad en el conocimiento de la historia de la Unió Democrática de Catalunya y de su fundador Manuel Carrasco Formiguera, y después de haber pasado por París, al lado de Maurice Duverger, en la Facultad de Ciencias Económicas y Financieras y que ha tenido la experiencia latinoamericana de unos años de estancia en Medellín, en Colombia, y en el poso de sus variados trabajos en la abadía de Montserrat.

A través de la atención que presta el autor a elementos importantes de la vida monástica en la abadía benedictina de Montserrat, y del conocimiento que de ella tiene, el lector puede captar los trazos característicos de la espiritualidad y de la pedagogía de San Benito. En primer lugar, los dos elementos básicos de la vida del monje, que se expresa en el doble lema ora et labora, la plegaria y el trabajo. Otro sería la importancia que en los cenobios benedictinos se da a la lectio divina, es decir a la lectura y el estudio de la Escritura, con todos los instrumentos que ayudan, como el contenido de la patrística y de la historia y de la vida de la iglesia primitiva.

También se hallan trazos de la personalidad de hombres notables de la vida de Montserrat que constituyen una confirmación de la eficacia de la Regla de San Benito para formar hombres, con todos los valores humanos y los espirituales, entre ellos, la firmeza de carácter que los hace perseverar en el estudio y el trabajo, y un talante realista y consciente del valor de la libertad. Se comprende así la importancia que tuvieron los monasterios benedictinos en la construcción de la cultura europea y en las aportaciones que actualmente no dejan de hacer en las ciencias y en las artes, y no solo en el ámbito eclesiástico.

Place hallar nombres de Montserrat que han pasado a la historia: pensemos en el padre Bonaventura Ubach, impulsor de la primera Biblia de Montserrat, y amigo fiel del dominico padre Lagrange, a quién apoyó en momentos de dificultad; el padre Albareda, prefecto de la Biblioteca Vaticana y autor de una primera historia de Montserrat, y los artífices del desarrollo de Montserrat en el siglo XX: los abades Marcet y Escarré.

El libro está lleno de anécdotas, contadas siempre con buen humos, y cuando hace falta con amable ironía. Dejadme terminar con una, sobre una de las visitas históricas de la época moderna, que fue la del entonces cardenal Roncalli, que pronto sería Juan XXIII. Cuatro años más tarde, cuando ya era papa, el abad Escarré le pidió audiencia. El Santo Padre le habló espontáneamente de aquella visita a Montserrat. Con su bonhomía, comentó que en aquel momento pensaba que la Virgen no le haría caso en lo que le pedía, porque lo miraba con una sonrisita que le hacía desconfiar. Explicó el papa que encomendaba a la Virgen unos problemas muy serios que tenia en Venecia y añadió que la Virgen sabía bien lo que le esperaba —las responsabilidades que caerían pronto sobre él— y que debía pensar, Poverello, pobrecito, y Roncalli pudo saber que sí, que le ayudó (ved la página 108).

Ferran Blasi

 

  • 01 septiembre 2009
  • Hilari Raguer
  • Número 32

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