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El ministerio de la Palabra. J. Sánchez B.

En1 el Evangelio de Juan, la Palabra es todo lo contrario de una palabra que se lleva el viento: la Palabra era cerca de Dios y la Palabra era Dios. El Evangelista se basa en el otro Libro que empieza diciendo: En el principio..., el Libro del Génesis, donde "Dios dice" y las cosas son. Antes de Juan, toda una tradición sapiencial, sobre todo del judaísmo helenístico, especula entorno a la Sabiduría con la cual Dios creó el mundo y le da rasgos de persona distinta, sin superar -presuntamente- el nivel de la ficción literaria. El paso siguiente lo da el cristianismo helenístico, identificando a Cristo con la Sabiduría con que Dios creó el mundo, dándole categoría de persona distinta, pero de una indescriptible proximidad al Creador.

 

El apóstol Pablo es quien recoge a los testimonios más antiguos de este descubrimiento teológico: dice que Jesucristo es el uno y solo Señor por medio del cual todo existe (1Cor 8,6) y la identifica de manera medio encubierta con la Sabiduría de Dios:


La sabiduría escondida en el designio de Dios: desde antes de los tiempos él la había destinado a ser nuestra gloria. Jefe de los príncipes de este mundo no la había conocido, porque, si la hubieran conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria (1Cor 2,7s).

 

Queda claro que el crucificado y, por lo tanto, el Señor de la gloria, es Jesús. Pero también parece que el mismo Jesús es la sabiduría escondida en el designio de Dios, que ahora ha estado escondida a los príncipes de este mundo y por eso lo han crucificado. De paso, nos dice que la sabiduría escondida en el designio de Dios era destinada a nosotros, que participaríamos de la gloria del Señor de la gloria.

 

Pablo no dice que Jesús sea la Palabra de Dios: para él, palabra es siempre palabra pronunciada, más o menos inteligible, pero no deja de impregnarla de aquel traspaso que va del Señor de la gloria a nuestra gloria.

 

La Palabra, fundamento de la Iglesia

 

En el judaísmo postexílico, especialmente en las épocas más próximas a Cristo, la presencia de Dios en medio de su pueblo era oída sobre todo a través del texto bíblico, considerado como Palabra viva de Dios. El mismo Pablo, al enumerar las prerrogativas de Israel, cita el hecho de que les fueron confiadas las palabras de Dios (Rm 3,2). Del Antiguo Testamento dice que es palabra definitiva (9,28), que no puede fallar (v. 6).2

También el anuncio de la redención obrada por Cristo es acogido como palabra: puede llamarse simplemente la Palabra (Ga 6,6; Fl 1,14; 1Te 1,6), la Palabra de Dios (1Cor 14,36; 2Cor 2,17; 4,2), la Palabra del Señor (1Te 1,8; 4,15), la Palabra de la verdad (2Cor 6,7), la Palabra de la vida (Fl 2,16), la Palabra de la reconciliación (2Cor 5,19).

También es la mía (1Cor 2,4) o la nuestra (2Cor 1,18) palabra, pero con gran insistencia que el evangelio que Pablo anunció no fue palabra y basta, sino palabra al poder y en Espíritu Santo y en mucha plenitud (1Te 1,5), palabra y obra (Rm 15,18), manifestación de Espíritu y de poder (1Cor 2,4).

 

Los textos sobre la Palabra tienen una gran significación para nosotros, porque representan un traspaso al mensaje del Nuevo Testamento de toda la carga emotiva con que se vivía la presencia de Dios en los textos (y hasta en los manuscritos) del Antiguo.

 

Pero por sí mismo el término palabra no implica nada extraordinario. Se subraya su importancia a base de expresar la bondad salvadora de su contenido (de aquí viene el término euaggelion, buena noticia) o la solemnidad de su proclamación (de aquí, kêrygma, pregón). Los dos términos son incorporados por el apóstol, pero basados los dos en el Antiguo Testamento y tomados probablemente, de una tradición cristiana anterior.

 

En Rm 10,15 el mismo Apóstol cita explícitamente, acercándose más al hebreo que a los Setenta3, Is 52,7: Que bonitos son los pies de los que anuncian cosas buenas (euaggelizomenn agatha). Isaias continúa: "Porque haré conocer tu salvación diciendo: 'Dios reinará sobre ti'. Pablo también piensa en la salvación y no me parece irrelevante el hecho que haya cambiado el singular del original por un plural (euaggelizomenn), con lo cual subraya que los evangelizadores son muchos.


Entre los textos en que euaggelizomai resulta fácilmente traspasable al Nuevo Testamento, añadiríamos Sl 39,10s; 67,12; 95,2; Is 60,6 (cf. Mt 2,11); Is 61,1 (cf. Lc 4,18); Jl 3,5 (cf. Rm 10,13); Nah 2,1 (cf. Rm 10,15).

 

Con el verbo kêryss y el sustantivo kêrygma (respectivamente, pregonar y pregón) el Antiguo Testamento expresa llamamientos a la conversión como en Jl 1,14; 2,1.15; Jn 1,2; 3,2.4.5.7 (cf. Mt 3,1s par; 4,17 par), pero también el anuncio jubiloso de la Sabiduría, que invita a comer de su pan y a beber de su vino (Pr 9,3-6; cf. 8,1). Asimismo, el anuncio del Rey que llega a Sión (Za 9,9; cf. Mt 21,5), además del célebre anuncio del Ungido del Señor:


El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido: me ha enviado (apestalken) a evangelizar (euaggelisasthai) a los pobres, a curar los afligidos de corazón, a pregonar (kêryxai) la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos (Is 61,1; cf. Lc 4,18).

 

Con eso tendríamos el trinomio evangelio-querigma-apostolado (derivado de apostell, enviar), junto con el verbo khriz, ungir, del cual deriva el nombre Cristo.

No cuesta nada de ver la palabra con todos los determinativos que lo acompañan, asimilada a evangelio y querigma, con toda su resonancia de Antiguo Testamento, como contenido esencial de la misión de Cristo y de la Iglesia.4

 

Sobre todo en los verbos, se concentra la luz en la persona del predicador: serán los que más podrán ilustrar el valor teológico del ministerio de la Palabra. En la mayor parte, el apóstol habla directamente o indirectamente en primera persona: ocuparán el primer plano, aunque en su momento (el apartado sobre Un ministerio compartido) podremos extender buena parte de su contenido a otros predicadores.

 

Un ministerio carismático

 

La primera definición que Pablo daría de su propio ministerio es que se trata de una kharis (una gracia) que Dios le ha concedido (Rm 12,3; 15,15; 1Cor 3.10; 15,10; Ga 1,15; 2,9). Podemos decir que se trata de una carisma, porque encaja con el sentido de don concedido a algunos en bien de la Iglesia."5

 

Ya en 1Te 2,4 se proclamaba aprobado (dedokimasmetha) por Dios para que le fuera confiado el Evangelio. En la Carta a los Romanos, profesa repetidamente tal destino:


Pablo, sirviente de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, tomado aparte (afrismenos) para el Evangelio de Dios (Rm 1,1);
Por el cual hemos recibido gracia y apostolado (= la gracia de ser apóstol) para llevar a la obediencia de la fe gente de todas las naciones por obra de su nombre (v. 5);
Tomo por testigo a Dios, a quien doy culto (latreu) en mi espíritu anunciante el evangelio de su Hijo (v. 9);
Por el hecho de que yo soy apóstol de los gentiles, hago honor a mi ministerio (11,13);
La gracia que a Dios me ha dado de ser liturgo de Cristo Jesús entre las naciones, realizando la acción sagrada (ierourgounta) del Evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles sea aceptada, santificada en el Espíritu Santo (15,15s; cf. 12,3).

 

Observamos que en 11,13 el instinto de la lengua griega habría llevado a Pablo a suprimir la palabra yo. La pone para expresar una mayor implicación de su ser personal en aquello que dice. Pero, por otra parte, subraya el aspecto de gracia de Dios. Sin salir de los textos citados, tenemos dos ejemplos del Evangelio como culto (1,9; 15,16), un culto especialmente santificador, porque tiene que hacer que la ofrenda de los gentiles, esencialmente profana, se vuelva santa.6 También se repite la palabra gracia (1,5; 15,15), así como la iniciativa de Dios, subrayado en 1,1.


En la Primera en los Corintios, aparecen variaciones, sobre el Evangelio o sobre el sentido carismático de su predicación:


Pablo llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios (1Cor 1,1; cf. 2Cor 1,1);
Mi palabra y mi querigma no fueron la persuasión propia de la sabiduría, sino demostración de Espíritu y de poder (= del poder del Espíritu), para que vuestra fe no se funde en la sabiduría de los hombres sino en el poder de Dios (1Cor 2,4s; cf. v. 13);
Aunque tuvierais diez mil preceptores en Cristo, no tenéis muchos padres: ya que, Cristo Jesús por medio del Evangelio, he sido yo quien os ha engendrado (4,15);
Yo soy el último de los apóstoles, que no soy capaz (ikanos) de ser nombrado apóstol, porque perseguí la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no me llegó en vano, sino que he trabajado (ekopiasa) más que todos ellos: no yo, sino la gracia de Dios conmigo (15,9s).

 

El protagonista es siempre el Evangelio, sostenido por el poder de Dios y del Espíritu. El Apóstol es simple instrumento, pero no instrumento inanimado: puede llegar a frases tan atrevidas como Yo os engendré (1Cor 4,15), incluso con dolores de parto (según Ga 4,19) y he trabajado más que todos ellos (1Cor 15,10), pero al mismo tiempo afirma de lo que diría ni una palabra si no creyera que es Cristo quién ha actuado a través de él (Rm 15,18). Es indudable, pues, que el apóstol se gloría7 de ello, pero no como quién no ha recibido (cf. 1Cor 4,7), sino como quien ha recibido.

 

Por su parte, toda la Segunda a los Corintios es dedicada al ministerio, como ministerio de la palabra especialmente conducido por la gracia de Dios.8Extraeremos los tres fragmentos que más nos afectan:


Demostrad ser carta de Cristo servida (diakonêtheisa) por mí; no escrita con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas vivas (lit. de carne; cf. Ez 26,19) del corazón. Y tengo tal confianza por medio de Cristo en Dios. No porque sea capaz (ikanos) de no atribuirme nada como propio, sino que mi capacidad viene de Dios. Él me hizo capaz de ser ministro de la nueva Alianza, no basada en la letra, sino en el Espíritu; ya que la letra mata, mientras que el Espíritu da vida. Si el ministerio de muerte, grabado en letras sobre piedra, se presentó con tal gloria que los israelitas no podían mirar Moisés a la cara a causa de la gloria, por cierto pasajera, no será mucho más glorioso el ministerio del Espíritu? Si el ministerio de condenación tuvo gloria, mucha más gloria tendrá el ministerio de la justicia (2Cor 3,3-9);
No nos prediquemos (kêryssomen) a nosotros mismos, sino Jesucristo el Señor: nosotros somos sirvientes vuestros por causa de Jesús. Ya que el mismo Dios que dijo: Resplandezca la luz en medio de las tinieblas, ha hecho resplandecer en nuestro corazón la luz del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo. Sin embargo, llevamos este tesoro en tinajas de barro, para que la sobreabundancia de poder esté en Dios y no en nosotros (4,5-7);
Todo viene de Dios, que nos ha reconciliado con él por Cristo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación. Porque Dios -en Cristo- ha reconciliado el mundo con él sin tener en cuenta sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, ya que Dios mismo os exhorta a través nuestro. Os pedimos en nombre de Cristo: iReconciliaos con Dios! A aquél que no había conocido pecado, Dios lo hizo [sacrificio por el] pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia [salvadora] de Dios en él (5,18-21).

 

Resulta especialmente interesante que el apóstol, en el primer texto citado, haya comparado su propio ministerio con el de Moisés. Porque, a la luz de Jr 31,31-34, se diría más bien que la Nueva Alianza no necesita ministro (cf. v. 34: Nadie no enseñará...). Pero en contra de eso está el hecho de que la Nueva Alianza nos ha llegado a través de Cristo en la institución eucarística.9 Es Decir, que si Pablo se considera ministro de la nueva Alianza se está colocando en el lugar de Cristo.

 

Decir que la capacidad para tal función sólo puede venir de Dios (oukh [...] ex eautn alla, [...] ek tou theou: v. 5) es la pura evidencia, porque Dios nos puede asumir como instrumentos, pero no se deja manipular por nosotros.10

 

El texto citado en segundo lugar (2Cor 4,5-7) ofrece una comparación del ministerio con el acto creador. Con una palabra (Dios dijo...: v. 6), Dios deshizo las tinieblas con su luz. Con otra palabra (Predicamos ... Jesucristo: v. 5), damos a conocer la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo.11Demasiado poder para no recordar que guardemos este tesoro en tinajas de barro (v. 7).

 

El tercer texto (5,18-21) presenta más que los otros la dificultad de saber cuándo se refiere a los fieles en general y cuando se refiere a los ministros, pensando especialmente en el mismo Apóstol. Claro está que en el v. 18a habla del mundo y le atribuye una reconciliación calcada en la del v. 17a. Entendemos que en favor de este mismo mundo, Dios quiso que Cristo fuera [víctima por el] pecado (v. 20a). Sin embargo, en coherencia con toda la carta, los mismos versículos hablan de la función apostólica:


Nos ha confiado el ministerio de la reconciliación (v. 18b);
A nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, porque Dios mismo os exhorta a través nuestro. Os pedimos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios! (vv. 19b-20);
Para que nosotros llegáramos a ser justicia [salvadora] de Dios en él (v. 21b).

 

La diferencia entre el mundo y nosotros es clara en el v. 19 y, ya que los dos versículos están calcados, también en el v. 18. En el v. 20 también se distingue claramente entre nosotros y vosotros. Más difícil será, para muchos lectores, comprender que en el v. 21 b se habla de los ministros del Evangelio. Pero quien haya entendido12 que justicia de Dios en Rm 1,17; 3,5.21.25s significa la disposición divina a salvar (por eso hablamos de justicia salvadora) podrá entender que llegar a ser justicia [salvadora] de Dios signifique participar activamente en aquel plan salvífico de Dios, como hacen los ministros de la Palabra.13 Con la misma idea, dice que somos colaboradores (synergountes) suyos (6,1) y que nos recomendamos nosotros mismos como ministros de Dios (v. 4). Éste es precisamente el intento del apóstol en toda la carta: defenderse delante de aquéllos que, por todos los medios, intentan desacreditar su ministerio. 

 

Un ministerio comprometido

 

Los textos citados ya dejaban claro que el apóstol no estaba pasivo ante la gracia de Dios: los textos subrayan precisamente que el suyo es un ministerio comprometido en el sentido que toda su persona tiene que responder de la misión recibida: el contrario de aquel funcionario que cumple durante unas horas y después se desentiende de los problemas.

 

En la Primera Carta en los Corintios, leemos:


Así es como nos tiene que considerar la gente: como servidores de Cristo y administradores de
los misterios de Dios. Y lo que se pide a un administrador es que sea fiel. Para mí representa bien poco ser juzgado por vosotros o por cualquier tribunal humano: ini yo mismo me juzgo! No tengo conciencia de nada, pero no por eso me considero absuelto (dedikaimai): quien me juzga es el Señor (1Cor 4,1-4); No sabéis que en una competición atlética todos corren, pero sólo uno gana el premio? iCorred como para ganar! Los que se lanzan a competir se privan de todo (panta egkrateuetai). Ellos para obtener una corona que se marchita; nosotros, un trofeo perenne. En cuanto a mí, no corro a ciegas, ni lucho como quien da golpes al aire. Trato mi cuerpo con dureza y lo someto a disciplina, no fuera que, habiendo convocado (kêruxas) otros, yo quedara descalificado (adokimos: 9,24-27).

 

El servicio es pieza importante tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Los términos que lo expresan pasan a ser títulos de dignidad: por eso hemos traducido doulos como sirviente, en lugar de esclavo, y diakonos como ministro, en lugar de servidor. En 1Cor 4,1, Pablo recurre al término más humillado ypêretês, criado, que no se había convertido en título, para expresar su falta de derechos: no tiene ni siquiera el de juzgarse él mismo (v. 3).14 Añade el calificativo de oikonomos, administrador, que supone una mayor capacidad de decisión en primera instancia, pero acompañada del deber de dar cuentas estrictas de todo lo que hace: del administrador se espera que sea fiel (v. 2).

Si en el primer texto el punto de referencia era el sentido de los términos, en el segundo (1Cor 9,24-27) la referencia es al drama de muerte y vida que se anuncia en el querigma y al hecho que él ya ha lanzado a muchos otros a correr sin descanso. En las carreras normales, hay quien corre porque lo han echado a la pista, pero sin voluntad de ganar. El Apóstol pide que todos corran como quien va a todas, como quien quiere ganar,15 pero él se siente especialmente comprometido. En Fl 3,12-14 (cf. el nuestro v. 26), ya ha dicho cómo él corre sin distraerse. Aquí añade detalles sobre su entrenamiento: privaciones (v. 25) y palizas, como quien quiere domar una fiera (doulagg: v. 27). El hecho de haber animado a otros a la misma lucha es motivo importante para no quedar retrasado.16

La mutua implicación entre el ministerio de Pablo y su intimidad personal es fuertemente expresada en diversos textos de la Segunda a los Corintios: 2Cor 1,12.15.17; 4,2; 5,11-13. El problema de fondo en la carta es la crisis de confianza entre el Apóstol y sus fieles, a causa de unos adversarios que le sacan algunos trapos sucios de poca entidad: si había dicho que los visitaría dos veces (cf. 2Cor 1,17), si su presentación externa es despreciable (10,1.10), si aceptó dinero de otros y no de ellos (11,7s), mientras los adversarios no pueden apoyarse más que en unas dudosas cartas de recomendación (3,1) y en la comparación odiosa (10,12).

 

El apóstol se defiende con sus propias armas, que ponen en primer plano la sencillez y sinceridad de Dios, es decir, la sinceridad humana como transparencia de una realidad mucho más alta: la gracia de Dios (1,12). En el fondo, eilikrineia, que aquí y en 2,17 hemos traducido por sinceridad, significa transparencia. El mensaje de fondo es en los dos bandos la palabra de Dios (2,17; 4,2), la verdad (4,2), el evangelio (4,3). Pero Pablo se distingue de sus adversarios por la manera limpia, incontaminada, con que lo transmite: Somos el buen olor de Cristo por obra de Dios (2,15), propagada delante de Dios (2,17; 4,2; 5,12) y como desde Dios (2,17).

 

El apóstol cree en la eficacia de sus armas: su sencillez y sinceridad se despliegan en el mundo y especialmente con vosotros (1,12); en 2,15 añade: para los que se salvan y para los que se pierden; en 4,2: nos recomendamos nosotros mismos... a toda conciencia de hombres; en 5,11: estamos manifiestos ante vuestras conciencias. Precisamente porque es sincero delante de Dios, entiende que todos los que sean de Dios percibirán esta sinceridad. En este sentido, su motivo de gloria (kaukhêsis) es el testimonio de su conciencia (1,12) que le confirma que está delante de Dios.

 

Profundizando en este sentido de transparencia y de compromiso, Pablo hizo un paso más: el evangelio gratuito. Se trata de un aspecto quizás incidental para el teólogo, pero que para el apóstol -precisamente porque le robaba muchas horas y porque la conducta de los otros apóstoles impedía considerarlo "la cosa más natural"- había que tener gran importancia, incluso teológica. 

 

Aludimos a los dos momentos donde más razona sobre el tema:


En 1Cor 9,14-18, la frase: más querría morir... es interrumpida violentamente y sustituida simplemente por otra: inadie destruirá mi gloria!. Pablo tiene que reprimirse ante la idea de que preferiría morir antes que ... hacer una cosa que Cristo ha mandado (v. 14) y los mayores apóstoles practican (v. 5). Pero él oye que lo tiene que hacer así por las características extraordinarias de su entrada en el ministerio: fue metido a la fuerza (anagkê),17 en el sentido de: iAy de mí si no evangelizara! (v. 16). Eso quiere decir que no vivió el hecho de Damasco (cf. Ga 1,1.11s) como una suave invitación, sino como una fuerza (anagkê) de la cual no se podía escapar. Por eso él hace alguna más para que quede claro que lo hace voluntariamente (ekn) y que, por lo tanto, merece la pena. Así obtiene una cosa que lo identifica más con el fondo de su misión: presentar un evangelio gratuito (v. 18). Por eso en el v. 12 había dicho: para no poner trabas (egkopên dmen) al evangelio de Cristo.


Esta misma idea, la encontramos en 2Cor 11,7: no dice solamente que los evangelizó gratuitamente, sino que los evangelizó gratuitamente el evangelio de Dios (drean to tou theou euaggelion euêggelisamên), con lo cual subraya la mutua atracción entre evangelio y gratuidad. Por otra parte, cuando dice: me humillé (emauton tapeinn) para que vosotros fuerais ensalzados (ypsthête), proclama que se está pareciendo a Cristo (cf. Fl 2,7, con los mismos términos), lo cual no es motivo de deshonor sino de honor.18

 

Un ministerio paradójico

 

Según Pablo, en la misma idea del evangelio hay una voluntad divina de paradoja:


Ya que el mundo, rodeado por la sabiduría de Dios, no conoció a Dios a través de la sabiduría, Dios decidió salvar a los creyentes por la locura del querigma. Porque los judíos piden prodigios y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros anunciamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los griegos, pero para los que Dios ha llamado, judíos o griegos, poder de Dios y sabiduría de Dios (1Cor 1,21-24). 

El querigma, el anuncio evangélico, es la puerta de paso a la fe y a la salvación. El mundo, creado por la sabiduría de Dios y rodeado por aquella sabiduría, no quiso conocer a Dios a través de la sabiduría; por eso Dios decidió ponérselo difícil, haciéndolo humillar delante de Cristo crucificado, en quién los judíos tenían que ver a un condenado por blasfemo (cf. Mt 26,65s par) y maldito de Dios como a ahorcado de un madero (Dt 21,23; cf. Ga 3,13), mientras que los griegos (el mundo civilizado) veían a un bárbaro ignorante, condenado a la mors turpissima crucis, seguido de discípulos ignorantes, que tuvieron el mal gusto de decir que había resucitado, es decir (siempre según ellos), que había vuelto a su cuerpo maldito.19

 

Por eso Pablo, que en la Primera a los Corintios dedica un largo capítulo recordando que desde el principio había anunciado la resurrección (1Cor 15,3s), puede describir su primera visita diciendo que no creía saber nada más que Cristo, y todavía crucificado (2.2). No es que el apóstol no supiera nada fuera de Cristo y que a Cristo sólo conociera la crucifixión, sino que, en aquel primer paso llamado querigma, hasta que no llega la fe por la cual uno descubre a Cristo como poder y sabiduría de Dios (cf. 1,24), la cruz representa la única cara visible de Cristo.

 

Pablo es más consciente que nadie que la misión del predicador no es cubrir la cruz con un manto de oro y pedrerías, sino presentarla con toda su crudeza (podemos imaginar que muchas personas temblaban sólo de oírla nombrar). El apóstol tiene una especial prevención ante la capacidad mágica que tiene el lenguaje (se decía sabiduría, hoy día se llama publicidad) para esconder las aristas de las cosas. Por eso dice que no habla con sabiduría de palabra, para que no quede vacía (kenthê) la cruz de Cristo (1,17; cf. vv. 19-22.24s.27; 2,1.4.13).

 

La salvación empieza, pues, con una realidad paradójica: Cristo crucificado (1,23; 2,2); de aquí se pasa a una palabra paradójica: la palabra de la cruz (1,18), la locura del querigma (1,21). Y, dado que el ministro de la palabra (apartado anterior) es llamado a ser una especie de encarnación de aquello que predica, el paso siguiente es la vida paradójica del apóstol, de la cual Pablo habla repetidamente.20 En Este Sentido, escribe que andaba en debilidad (astheneia), y en temor y en mucho temblor (2,3).

 

Para Pablo, eso no fue ni pura anécdota ni mala suerte en un momento dado: es ... su vocación. Como debilidad cuenta incluso con la enfermedad física (infirmitas es traducción normal de astheneia); podemos añadir la debilidad étnica (un ibárbaro!), la debilidad académica (un hombre sin títulos),21 la debilidad social (un pobre mal vestido), la debilidad política (un desconocido).22 De ninguna manera no añadimos la debilidad psicológica, en el sentido del complejo que se siente por causa de todas estas debilidades: acto seguido veremos cómo el apóstol "se gloria" seriamente de todas ellas.


Tampoco entendemos en sentido de debilidad psicológica el temor y temblor (en fob kai en trom) de que habla el texto: Pablo no tiene miedo de los hombres y sabe muy bien que sus debilidades son el marco necesario para la demostración de Espíritu y de poder de Dios (v. 4; v. 5). Su temor y temblor no es otro que el sentimiento profundo de ser instrumento de Dios, lo único capaz de hacer que el hombre traspase la barrera de cerramiento que lleva dentro, barrera que Dios mismo ha reforzado con la locura del querigma.

 

Al final de los cuatro capítulos dedicados a la sabiduría, Pablo tiene un texto clave sobre la vida paradójica del apóstol:


Creo que Dios a nosotros los apóstoles nos ha marcado (apedeixen) como los últimos, como condenados a muerte: por eso hemos venido a ser espectáculo para el mundo, para los ángeles y para los hombres; nosotros somos necios por Cristo, vosotros juiciosos en Cristo; nosotros débiles, vosotros fuertes; vosotros honrados, nosotros despreciados (1Cor 4,9-10).

 

En otro lugar (cf. Ga 6,14), Pablo dirá que el mundo es un crucificado para él, y él para el mundo. Pero lo curioso aquí es que la comparación no es solamente con el mundo y con los ángeles, sino también con los lectores de la carta, que se ven sabios en Cristo (!), fuertes y honrados, delante del apóstol necio por Cristo, débil y deshonrado. Se supone que en estas frases hay ironía, pero no nos vale la idea que sea pura ironía, ya que el texto (vv. 11-13) continúa con una descripción fuertemente realista de las penalidades que el apóstol ha pasado. El secreto, entendemos, está en el v. 9: que éstas son marcas (apedeixen), señales distintivas de los apóstoles, por las cuales los otros no tienen que pasar necesariamente: pueden sentirse felices viéndose sabios en Cristo, fuertes y honrados, y no comprender cuándo ven a Pablo necio por Cristo, débil y deshonrado. Sin embargo, si profundizan, verán que el que está más cerca de Cristo participa más del escándalo de la cruz.23

Así lo confirma un texto de la Segunda a los Corintios:


Estáis buscando la solidez (dokimên) del Cristo que habla en mí, el cual entre vosotros no muestra debilidad (asthenei), sino poder. Porque también fue crucificado por debilidad, pero vive por el poder de Dios, y también nosotros somos débiles en él, pero viviremos con él por el poder de Dios con vosotros (2Cor 13,3s). 

Vuelve la referencia a la paradoja principal, que es Cristo crucificado. A los que en sí mismo han experimentado a Cristo como fuerte (cf. 1Cor 4,10, citado) y se escandalizan de la debilidad del apóstol como si fuera desaprobación de Cristo, les dice: Yo con mi debilidad me coloco más cerca de Cristo como donante, ya que es por la debilidad que Cristo nos ha dado la fuerza. Aquí, como en 1Cor 2,2s (cf. 1,17), aparece una gran atracción entre debilidad y cruz de Cristo, que se refleja en el querigma y nos permite situarnos en ambiente típicamente (no podemos decir exclusivamente) apostólico.24

Otros dos textos de 2Cor (4,7-12 y 6,4-10) nos dan esta misma teología. El primero habla del poder de Dios (ê yperbolê tês dynames) con palabras propias y de la debilidad en imágenes (tenemos este tesoro en vasijas de barro: 4,7), entendiendo que así el apóstol lleva a todas partes (periferontes: v. 10) la imagen de Jesús muerto (tên nekrsin blando Iêsou), con lo cual queda claro el carácter específicamente apostólico (y con eso, de positiva recomendación divina) de esta debilidad: De manera que la muerte actúa en nosotros, y la vida en vosotros (v. 12).


En 6,9s, la alusión a Cristo es más bien velada: Como quién muere, ipero he aquí que vivimos!. Pero dice explícitamente que eso comporta una auténtica recomendación (synistantes eautous: v. 4) del ministerio apostólico (v. 3: ê diakonia; v. 4: s theou diakonoi).

 

El término astheneia, debilidad, en sentido de enfermedad, pero también como palanca del poder de Dios, aparece como una pincelada autobiográfica en Ga 4,13: Os evangelicé a causa de una enfermedad corporal. El resultado fue contundente: se habrían arrancado los ojos para dárselos (v. 15). Es que la enfermedad fue una verdadera transparencia de la cruz de Cristo, y por eso tuvo la misma eficacia.25 Imitando 1Cor 1,23-25, diríamos que donde otros habrían visto maldición divina o presencia diabólica (y por eso lo habrían despreciado y escupido), los llamados percibieron una manifestación concreta de Cristo, Poder de Dios y sabiduría de Dios.


En el exordio de la Segunda Carta en los Corintios (2Cor 1,3-7), Pablo subraya el valor apostólico de las tribulaciones. Dice claramente que las tribulaciones del apóstol son sufrimientos de Cristo en nosotros, es decir, una mayor presencia de Cristo en él, que lo confirma en su función (v. 5).26 En aquellas tribulaciones, el apóstol será consolado, pero aquel mismo consuelo tendrá una finalidad apostólica: poder confortar a los que se sienten aturdidos (v. 4). El mal (añadirá alguien) es que con eso no disminuirán los sufrimientos de los fieles, sino que pueden aumentar: el mismo consuelo los conducirá a soportar los mismos sufrimientos que soporta el apóstol (v. 6), que no son pocos, aunque al final todo será consuelo (v. 7) -o gloria, según Rm 8,17: si ahora participamos en sus sufrimientos, también compartiremos con él la gloria. 

 

Con eso podríamos pasar a los textos en que Pablo se gloria -paradójicamente y polémicamente- en las debilidades y en la cruz.27 Las primeras aparecen en 2Cor 11,30; 12,5-10 después de una larga lista de trabajos y sufrimientos del apóstol (v. 23-29). Pablo se gloria _con todas las letras_ en su debilidad, porque a través de ella puede mostrar a los otros una fuerza perfecta, así como también a través de sus éxitos tangibles en la evangelización y a través de su predicación gratuita demostraba que Dios era con él. Evidentemente es por la fuerza de Dios (sobrentendido, por el paralelismo con kharis mou en el v. 9) que Pablo es fuerte (v. 10), pero esta referencia a la gracia de Dios es propia de toda gloria cristiana: el cristiano se gloría siempre del hecho que en él (es decir, en su debilidad) se ha mostrado la grandeza de Dios.28 

 

Llegamos finalmente a Ga 6,14, uno de los textos más célebres cuando se habla de paradoja, aunque no es atribuido tan unánimemente a la gloria específicamente apostólica. Reproducimos desde el v. 12:


Los que quieren quedar bien en la carne os obligan a circuncidaros, sólo para no ser ellos perseguidos con la cruz de Cristo. Porque ni siquiera estos circuncidantes observan la Ley; pero quieren que os circuncidáis para poder gloriarse en vuestra carne. En cuanto a mí, al contrario, lejos de mí de no gloriarme de nada más que de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo para mí ha sido crucificado, y yo para el mundo (6,12-14).

 

En el v. 12, la cruz de Cristo no aparece ciertamente en sentido material; tampoco, diríamos, en sentido meramente simbólico: com una sigla de la obra redentora (ser perseguidos por la obra redentora de Cristo tampoco sería una frase convincente) o de la adhesión a aquella obra. Diríamos mejor que aquí la cruz es sigla de la persecución como reproducción concreta de la cruz de Cristo: da aquí viene nuestra traducción del dativo como instrumental: (perseguidos) con la cruz de Cristo.

 

El proselitismo de los judaizantes llevaba, según la descripción de Pablo, a un gloriar-se contra (huyendo de) la cruz de Cristo: gloriar-se de haber hecho proselitismo judío. Esto explica la vehemencia del versículo 14: En cuanto a mí, en cambio, lejos de mí, gloriarme... Si la circuncisión, en el caso de los Gálatas, equivalía a romper con Cristo (5,2.4; cf. 2,21), gloriarse de esta circuncisión equivalía también a una apostasía. Pablo reacciona vigorosamente, como quien dice: en vez de gloriaros del que suprime a Cristo, habíais de acceptar la cruz y responder gloriándoos en ella.

 

El sentido de reproducción concreta que damos a la cruz de Cristo queda confirmado en el mismo versículo 14, sobretodo si hacemos depender el relativo di´ ou de stauros: por cuya cruz... el mundo ha estado crucificado para el apóstol29 y, por tanto, puede gloriarse de haberlo vencido; mientras que el apóstol ha sido crucificado para el mundo y, por tanto, puede gloriarse de estar, de alguna manera, a la altura de Cristo. Queda en la línea del v. 17: Llevo las señales de Jesús en mi cuerpo; coincide también con 2,19: Estoy co-crucificado con Cristo A diferencia de las buenas reproducciones de obras de arte, esta reproducción de la cruz de Cristo no tiene en ella misma su carácter glorioso (y, por tanto, su capacidad de ser utilizada como base para gloriarse en sentido propio), sino por referencia al original que reproduce, Cristo. Por esto, para quien no crea en Cristo, este gloriarse en la cruz será pura paradoja: Pablo lo hará, precisamente porque cree en Cristo y desprecia el juicio del mundo. Para todos aquellos que consideren a Cristo como poder de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,24), este gloriarse en la cruz no añadirá ninguna nueva paradoja: podrá servirles como toque de alerta (así debía ser para unos y otros en Galacia) en nombre de Cristo crucificado. 

 

Un ministerio pastoral

 

Según los textos, el carácter paradójico del ministerio de la palabra resalta de manera especial en la evangelización, aquella palabra que invita al no creyente a la fe, pero determina toda la vida del apóstol. Paralelament, pastoral es la actividad con los que ya se han convertido y forman comunidades en la Iglesia, pero el sentido pastoral ha de afectar la misma predicación del evangelio.

 

Las cartas de Pablo son el gran documento de su actividad con los convertidos. Solo a creyentes podía escribirles deseándoles la gracia y la paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo el Señor.

 

Pero las mismas cartas ponen de relieve el sentido pastoral del apóstol como espíritu de dulzura, tanto en la predicación del evangelio como en la educación posterior de los fieles.

 

En este sentido, contamos con dos textos especialmente claros. El primero, de la Primera a los Tesalonicenses:


Sabéis muy bien, hermanos, que nuestra llegada a vosotros no fue infructuosa. Después de haber sufrido y haber sido ultrajados, como sabéis, en Filipos, tuvimos valentía (eparreêsiasametha), confiando en nuestro Dios, para anunciaros el Evangelio de Dios en medio de una gran lucha. Nuestra exhortación (ê paraklêsis êmn) no se basaba en el error, ni en motivos turbios, ni en el engaño. Al contrario, hablábamos porque Dios nos había considerado aptos (dedokimasmetha) para que nos fuera confiado el Evangelio, no tratando de complacer a los hombres, sino solamente a Dios, que examina nuestro corazón. Como sabéis, nunca nos hemos valido de palabras aduladoras, ni hemos buscado astutamente el propio provecho. Dios nos es testigo. Tampoco hemos buscado gloria humana, ni de vosotros ni de otros. Podíamos, como apóstoles de Cristo, haceros sentir nuestra autoridad (en barei einai).

 

Asimismo, nos comportamos entre vostros con ternura, como una madre que da calor a sus hijos. Os teníamos tanto afecto (omeiromenoi), que estábamos dispuestos a daros no solo el evangelio de Dios, sino también la propia vida. Hasta tal punto llegaba nuestro amor. Acordaos, hermanos, de nuestro afán y fatiga. Cómo trabajabamos noche y día para no ser onerosos a ninguno, y así os anunciabamos el evangelio de Dios. Vosotros sois testigos, y Dios también, de cómo nuestra conducta para con vosotros los creyentes fue pura, honesta e irreprochable. Tratábamos a cada uno —!bien lo sabéis!— como un padre trata a sus hijos: exhortándoos, dándoos ánimo y amonestándoos a llevar una vida digna del Dios que os ha llamado a su reino y a su gloria (1Te 2,1-12).

 

Conviene subrayar que Pablo está hablando del momento histórico de la evangelización: habla de su llegada (eisodos: v. 1), de los sufrimientos que le precedieron a Filipos (propathontes: v. 2) y pronuncia cuatro veces la palabra evangelio (vv. 2.4.8.9). En est contexto se compara con la madre (v. 7; cf. Ga 4,19), ya que la madre es la que tiene los hijos y los acompaña en los primeros momentos. A partir del v. 10 habla de los creyentes y aparece la figura del padre (v. 11), que es quien se esfuerza para hacer de los hijos hombres como él. El caso es que no aparece ninguna discontinuidad entre los dos momentos y uno se pregunta cuando había de producirse el escándalo de la cruz de que nos hablan 1Cor 1,18-24 y Ga 5,11.

 

Diríamos que el escándalo ya se había producido antes de que Pablo abriera la boca (por la misma presentación externa del apóstol, porque se sabía que hablaba de aquel crucificado) o en los primeros minutos de su discurso (por la falta de un exordio altisonante). Los que resistían este primer impacto podían comenzar a descubrir, a impulsos del Espíritu Santo, la lógica de la cruz y el amor que comporta, hecho presente en el amor del mensajero que lo anuncia.

 

Precisamente, según 1Cor 9, el apóstol llevaba a su extremo su sentido de adaptación al auditorio:


Me he hecho como judío con los judíos, con tal de ganar a los judíos; como sometido a la Ley, pese a no estarlo, para ganar a los que le están sometidos. Como quien no tiene Ley, con los que no la tienen, para ganar a los que no tienen Ley, a pesar de que no estoy sin ley de Dios (anomos theou), porque soy súbdito de Cristo (ennomos Khristou). Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles; me he hecho todo con todos para que, como sea, (pants) ganarme algunos (1Cor 9,20-22).

 

Vemos, pues, cómo, también en calidad de evangelista, Pablo tiene en cuenta las personas que tiene delante, y quiere hacer entrar suavemente el mensaje en sus almas. No hace nada por cubrir de oropeles (sabiduría de este mundo) el escándalo de la cruz, para ponerlo a la altura de los que se consideran encumbrados, pero sabe que el misterio de la cruz es un misterio de amor y pone todo su amor en el momento de transmitirlo.

 

Es precisamente el amor lo que le hace estar especialmente preocupado por los problemas y las posibles desviaciones de sus fieles. Esto se ve incluso en las dos cartas (Gálatas y Segunda a Corintios) donde las circunstancias le obligan a emplear tonos un tanto ásperos. Recordemos de los Gálatas:


Hijos míos, vuelvo a tener dolores de parto por vosotros, hasta que Cristo no quede formado en vosotros. Me gustaría estar ahora entre vosotros y cambiar el tono de voz, porque estoy angustiado por vosotros (aporoumai en ymin: Ga 4,19s).

 

Si aquí es la madre que no acaba de traer el hijo que lleva dentro, en la Segunda a los Corintios es el padre inquieto por entregar una virgen pura al único esposo, que es Cristo:


Me abrasa el celo de Dios. Me había comprometido a presentaros a Cristo como quien entrega una virgen pura a un solo marido (2Cor 11,2).

 

El lenguaje de los celos sale solo cuando se trata de un gran amor y se conocen los peligros (entre otros, la astucia diabólica: v. 3; cf. 2,11) a que está expuesta la persona querida. Este amor apasionado es una de las cosas que quedan más claras en la carta. Recogemos algunos textos significativos, sin extendernos en comentarios:


Mi boca se ha abierto, mi corazón se ha ensanchado hacia vosotros, corintios. No habéis de sentiros angustiados (stenokhreisthe) delante de mí; que os angustie vuestra estrechez. Como recompensa y como a hijos os lo pido: ensanchad los corazones también vosotros (6,11-13);
Hacedme sitio en vuestro corazón, con nadie hemos sido injustos, a nadie hemos herido, de ninguno ambicionamos nada. Y no digo esto para recriminaros. Ya os he dicho que os llevo dentro del corazón para morir y para vivir con vosotros. Gran franqueza (parrêsia) tengo con vosotros, me dais muchos motivos de orgullo, estoy lleno de consuelo y desbordando alegría por todas mis tribulaciones (7,2-4);
Estoy contento porqué en todo puedo confiar en vosotros (v. 16).

 

El único punto de referencia para comprender este amor es el amor de Pablo a Cristo. No hay competencia entre ellos dos, sino que el apóstol ha querido poner el amor a sus fieles a la altura de lo que Cristo les tuvo al dar su vida por ellos.

 

Curiosamente, el apóstol, hablando de si mismo, parece haber renunciado a la imagen del pastor, que le venía de la tradición profética y de la tradición oral de la palabra del Senyor.30 Sólo 1Cor 9,7 aprovecha en parte aquella imagen y aún se discute con que énfasis lo hace:


Quién sirve en el ejército pagando él mismo los gastos? Quién planta una viña y no come de su fruto? Quién apacienta un rebaño y no se alimenta de la leche del rebaño?

La imagen del pastor es clara en el verbo poimainein (apacentar), derivado de poimên, pastor. Pero surge la pregunta: la imágen vale solo como ejemplo de uno que ha trabajado y merece su retribución, o bien sugiere una identificación específica entre la función del pastor y la obra de Pablo? Las otras dos imágenes favorecen la segunda posibilidad. La imágen del soldado que destruye las fortificaciones del enemigo es aprovechada por Pablo para expresar de manera decisiva su misión (2Cor 10,3-5; cf. 1Tm 1,18; 2Tm 2,3). También la imágen del agricultor: Yo planté, Apolo regó (1Cor 3,6; cf. vv. s). Se puede sospechar, pues, que también el concepto de pastor, que tiene una larga tradición profética y una presencia clara en les palabras de Jesús que nos han sido transmitidas, puede haber servido a Pablo para expresar concretamente su propia misión.

 

Hay un detalle que, a nuestra manera de ver convierte la metáfora en alegoría: no dice que el pastor se alimenta de la leche de las ovejas, sino de la leche del rebaño (ek tou galaktos tês poimnês), dando a entender que son las comunidades in solidum las que tienen la obligación de alimentar a su pastor.


Aparte de este texto, encontramos dentro del área paulina que la Carta a los Efesios (Ef 4,11) habla directamente de pastores y los distingue de los evangelistas, con la idea de que estos últimos llevan el mensaje a los no creyentes, mientras que los pastores se ocupan de los que ya pertenecen al cuerpo de la Iglesia.

 

En la práctica, nos conviene ir a las cartas como a hechos de comunicación: descubriremos que, como punto de partida y como clave de todo el discurso, muestran el conocimiento que el apóstol tenía de la situación real de aquella comunidad y la voluntad de darle una orientación que respondiera a sus problemas concretos; los verá, por tanto, como escritos pastorales en el sentido más específico del término.

 

La proximidad del apóstol a la realidad concreta de sus comunidades es especialmente clara en la Primera Carta a los Corintios.31 Es ampliament reconocido32 que Pablo, especialmente en esta carta, muestra estar perfectament informado sobre la situación de la comunidad. No es menos clara la autoridad con que responde a los problemas que le plantean los hechos observados.

 

El apóstol se siente con la autoridad con que, según 5,3-5, pronunció la excomunión, pero no entiende que pueda ser utilizada en cada momento (cf. 4,18-21). Es mucho más frecuente –en las cartas y en toda la actividad de Pablo– aquella exhortación que sabe fundada en el Espíritu del Señor (7,40), pero donde él no ocupa el lugar del Espíritu en la conciencia de los demás. Queda en pie, no obstante, el hecho que Pablo entiende que tiene algo que decir en la formación de aquella conciencia. Por ejemplo: el ha encontrado errores en la posición de los fuertes y en la de los débiles, y los ha señalado todos, consciente de que su palabra no podrá disiparlos como con un toque mágico.

 

Les otras cartas nos darán pie para mostrar el sentido pastoral de Pablo, tanto en la atención de los ya incorporados a la Iglesia (oficio específico del pastor) como en su misma manera de evangelizar.

 

Comencemos por la Segunda Carta a los Corintios, que nos ofrece un texto espléndido sobre la atención pastoral:


Aparte del trabajo externo, llevo cada día mi carga, la preocupación por todas las Iglesias. Porque, quien desfallece sin que yo desfallezca? Quien es tentado sin que yo sienta fiebre? (2Cor 11,28s).

 

La evangelización de Corinto duró un cierto tiempo (un año y seis meses, segun Ac 18,11).

Pasados algunos años, Pablo no los deja como ya evangelizados, sino que continua viviendo sus problemas como si fuesen propios: les ha escrito diversas cartas y no les dejará ni a sol ni a sombra durante diversos meses. Lo mismo sucederá con los fieles de Galacia y de Filipos, por citar solo la preocupación que podemos documentar con las cartas.

 

La Segunda a Corintios nos ofrece, además, dos textos directos sobre la potestad pastoral del Apóstol:


Y si me gloriara un poco más sobre la autoridad (exousia) que el Senyor me ha dado para vuestra edificación y no para vuestra destrucción, no quedaré avergonzado (2Cor 10,8);
Os escribo ésto estando ausente, para que cuando esté presente no haya de usar con toda decisión (apotoms) la autoridad que el Señor me ha dado para vuestra edificación y no para vuestra destrucción (13,10).

 

En 1Cor 9 (vv. 4-6.12.18), Pablo ya había hablado de su potestad (exousia) apostólica. Pero allá la potestad equivalía al derecho a ser mantenido por su rebaño (recordemos v. 7). Aquí se trata de una potestad para dirigirlos, e incluso castigarlos (cf. 12,20: Temo encontraros como no querría, y vosotros me encontraréis como no quisierais). Por esto entristecerá a muchos que habían pecado y no se arrepintieron (v. 21).

 

En esta carta, Pablo se compara con el Maestro cuando dice que se humilló para que ellos fuesen ensalzados (11,7; cf. Fl 2,8s, con los mismos verbos) y contempla la imágen del Maestro, incluso cuando teme que no le está imitando muy bien:


Yo, Pablo, os exhorto por la mansedumbre y la moderación (praytês kai epieikeia) de Cristo, yo que soy poca cosa (tapeinos) cuando estoy entre vosotros y me atrevo a todo cuando estoy fuera (10,1).

 

Se refiere a las salidas de tono (no según el Señor: 11,17) a que le ha obligado la polémica con los adversarios (12,11). Pero la verdad es que a causa de ellos ha hecho lo posible para mantenerse razonable (5,13).

 

En otras muchas ocasiones le ha guíado el miramiento hacia sus fieles (1,23: feidomenos ymon), que le da ocasión de definir otra vez su actitud pastoral.

 

Es la misma delicadeza que la Carta a los Gálatas recomienda a los demás:


Hermanos, si alguno incurre en falta, vosotros, que sois espirituales (neumatikoi), corregidle con espíritu de mansedumbre. Mírate a ti mismo, no seas también tu, tentado. Llevad las cargas los unos de los otros, y así cumpliréis la ley de Cristo (Ga 6,1s).

 

Lo mismo sucede en la Carta a los Filipenses. Casi toda puede leerse como una gran expresión de afecto:


Os llevo en el corazón (1,7);
Dios me es testigo de como os hecho de menos a todos con los sentimientos de Cristo Jesús (v. 8);
Hermanos míos, carísimos y amadísimos, mi alegría y mi corona (4,1).

 

Esta es la tónica de toda la carta, no causada sino acompañada por la alegría de las últimas notícias y las últimas contribuciones económicas:
Grande ha sido mi alegría en Cristo al ver que ha vuelto a florecer vuestro interés por mí. Lo teníais, pero os faltaba la ocasión de manifestarlo... Pero no es que yo busque el regalo busco los frutos que se acumulan en vuestra cuenta (Fl 4,10).

 

La escena puede cambiar de golpe: en el momento en que despunten las orejas del lobo, pasará inesperadamente de la dulzura a la amargura:


Hermanos míos, alegraros en el Señor. Repetir las mismas cosas no me es molesto y os da seguridad a vosotros. Atención a estos perros, estos malos trabajadores, !los de la mutilación! (Fl 3,1s);
Sed también imitadores míos (symmimêtai), hermanos, y fijaros en los que viven igual que yo, tomándome como modelo (typon). Porque hay muchos que viven como enemigos de la cruz de Cristo. Os lo dije muchas veces y ahora lo repito con lágrimas en los ojos (Fl 3,17s).

 

El primer texto es más brusco, pero en los dos aparece el contraste entre las dos actitudes del pastor: ante las ovejas y ante el lobo. La dureza de Pablo quedará especialment justificada si los adversarios, con todo y saber que Pablo y Bernabé estaban en comunión con las columnas de la Iglesia y estaban autorizados a ir a los gentiles (Ga 2,9), habían recorrido dos mil quilómetros para atacar el rebaño de Dios. Pablo tiene palabras duras para ellos, comparando la circuncisión con la mutilación (por la asonancia entre peritomê y katatomê,: Fl 3,2) y diciendo que ponen su gloria en sus vergenzas (por el contraste entre doxa, gloria y aiskhynê, vergenza: v. 19). Pero esta dureza es fruto del amor que siente por sus fieles y el miedo a que se pierdan.


Por esto les advertí muchas veces y ahora lo repito con lágrimas en los ojos (v. 18; cf. v. 1).
De los fieles no espera solo que le escuchen, sino que le imiten: que sean, literalmente, co-imitadores suyos (symmimêtai: v. 17): es decir, entendemos, que todo el rebaño se sienta comprometido a imitar a su pastor.

 

En la carta a Filemón falta la comunidad, porque se trata de una relación entre individuos, pero abunda el afecto y la autoridad pastoral, derivados los dos de la paternidad de Pablo en el Evangelio:


Teniendo en Cristo la franqueza (parrêsia) de mandarte (epitassein) lo que conviene, te exhorto (parakal) por caridad, por el hecho de ser yo Pablo anciano (presbytês) de Cristo, y ahora también su prisionero. Te ruego por mi hijo Onésimo, que engendré estando entre cadenas (vv. 8-10).

 

Precisamente porque el Evangelio no es un simple anuncio, sino que da pie a una nueva paternidad (cf. 1Cor 4,15; Ga 4,19), la vinculación de los hijos al padre y los deberes del padre hacia los hijos han de continuar por mucho tiempo: el evangelista se ha de convertir en pastor. En nuestro caso, Onésimo, el esclavo, era hijo de Pablo, pero Filemón, el dueño, también:
Yo, Pablo... pagaré. Por no decirte que te debes a mí (v. 19).


Quizá sería necesario observar que, pese al juicio moral que le merecía el hecho de que un ser humano fuese esclavo de otro (cf. 1Corr 7,23), el apóstol respeta el derecho civil (!Hasta el extremo de pagar los daños!) y la conciencia de sus fieles. El pastor exhorta, pero no impone:


No quise hacer nada sin tu consentimiento (gnmê), para que no hagas el bien de manera forzada (kata anagkên), sino voluntariamente (kata ekousion: v. 14).

 

En la Carta a los Romanos, Pablo demuestra un respeto exquisito por sus destinatarios, dando a entender que sí tiene algo que decirles. Se trata de dos textos, respectivamente, en el prólogo y el epílogo:


Tengo un gran deseo de veros y comunicaros así algún don espiritual que os fortalezca, es decir, de animaros mútuamente (sumparaklêthênai en ymin) con esta fe que vosotros y yo compartimos (Rm 1,11s);
Estoy convencido, hermanos, que estáis llenos de caridad, llenos de todo conocimiento (pasês gnses), capaces de aconsejaros los unos a los otros. Me he permitido, escribiros con cierta audacia, como recordándoos algunas cosas, en virtud de la gracia que Dios me ha concedido de ser ministro de Cristo Jesús entre las naciones... (Rm 15,14-16).

 

Pablo supera aquí de manera neta dos posibles antinomias: la que podria haber entre el que da y el que recibe y la que podria haber entre el conocimiento y la vida. Por descontado que la carta es una exhibición de sabiduría a la luz de Cristo, pero el apóstol no querría presentarse como uno que comunica en una sola dirección, sino como uno que comparte una cosa común (1,12), como quien recuerda (15,15) lo que ya saben; en ningún caso, además, se trataría de algo propiamente suyo, sino de un don del Espíritu (kharisma pneumatikon: 1,11), que el tiene en virtud de la gracia que Dios le ha concedido (15,15). También puede ser chocante que una carta en la que abunda el aspecto especulativo pueda ser vista como ordenada a fortalecer la fe común (1,11), como un ejercicio de la misión litúrgica de Pablo (15,16) en orden a hacer que la ofrenda de los gentiles pueda ser aceptada por Dios (ibíd.).

  

Un ministerio compartido 

 

A nadie se le ocurre pensar que Pablo era el único en participar del ministerio de la Palabra. En las Cartas Pastorales es evidente el interés en demostrar que el ministerio de Pablo continúa, con el mismp espíritu, a través de otros ministros (Timoteo, Tito, los obispos, los sacerdotes...). En las grandes cartas, el único ministerio que aparece de verdad, de verdad, con gran interacción en la psicología de una persona, es ciertamente el del mismo Apóstol. Los otros aparecen, sea en una lista de carismas, sea en alusiones tenues a personas concretas. De todas maneras, vale la pena recoger lo que estos textos dan de sí, porque de ello depende, en cierto modo, nuestra imágen de la Iglesia primitiva y nuestra conciencia de la continuidad en el ministerio.

 

Como personas concretas colocadas en el ministerio citemos en primer lugar a Apolo, ministro (diakonos) por medio del cual creyeron (1Cor 3,5) y la familia de Estéfanas, que se consagró al ministerio (16,15: diakonia). El hecho de que estos últimos fuesen primicias de Acaia (entendemos, de Atenas: cf. 1Te 3,1) y ahora estén en Corinto nos indica que se trasladaron por causa del ministerio. En los dos textos, sale el esfuerzo (kopon: 3,8; kopinti: 16,16) y la colaboración (synergoi,: 3,9; synergounti: 16,16). En el primer texto, queda claro que son colaboradores de Dios; en el segundo, queda impreciso, pero costaba muy poco decir mis si este era el sentido. En el último texto, además, se amplía el número de los ministros, ya que se habla de los que son como ellos (oi` toioutoi: vv. 16.18) y, además, de todo aquel que colabora y se esfuerza. No es el caso, de todos modos, de ampliar hasta el infinito el número de aquellos a quienes hay que obedecer (ypotassêsthe, literalmente, someterse: v. 16): los cristianos no han de ir sometiéndose a cualquiera que haya hecho qualquier cosa.

 

El círculo se ensancha especialmente en la Carta a los Filipenses, especialmente el equipo de evangelizadores que se menciona en Fl 4,2s:


Exhorto a Evodia y exhorto a Síntica que vayan de acuerdo en el Señor. Y te ruego a ti, fiel compañero, que las acojas, ya que lucharon conmigo (synêthlêsan moi) en la evangelización, juntamente con Clemente y los otros colaboradores míos (synergn mou), cuyos nombres están inscritos en el libro de la vida (Fl 4,2s).

Aquí la implicación del apóstol es bien visible: lucharon conmigo, colaboradores míos. La actividad de Evodia y Síntica esta descrita en términos de competición atlética (observad la raíz synathle) cuando en la palestra nunca competían juntos hombres y mujeres. El equipo debía ser numeroso, visto que, además de las dos mujeres y los dos hombres (el compañero y Clemente), se nombran los otros colaboradores. Propiamente, su actividad no se desenvolvía en las asambleas de culto (cf. esp. 1Cor 14,27-35), porque la evangelización tiene su lugar en otros ámbitos, tratando de atraer a la fe a los no creyentes.

 

También hace grandes elogios de otro miembro de la misma comunidad, Epafrodito (Fl 2,25.29s). Recordemos la anécdota: enviaron a Epafrodito donde Pablo estaba preso, para que le asistiera; allá Epafrodito se pone gravemente enfermo; cuando se restablece, el apóstol le hace volver a Filipos para tranquilizar a los fieles. Conocemos el título de colaborador, incluso el de colaborador mío; recordamos también que 1Cor 16,16.18 hablaba de los que son como ellos (oi toioutoi); aquí también se dice que les honren (entimous ekhete: Fl 2,29). También añade el posesivo mi hermano (v. 25: hermano significaba simplemente miembro de la comunidad) y la metáfora militar compañero de lucha (ibíd.: systratitên mou), que le asocia a lo más difícil de la misión de Pablo (cf. 2Cor 10,4s).


Tanto el título de colaborador como el de compañero de lucha (systratitês) aparecen, repartidos entre dos personas, en la Carta a Filemón: el destinatario, querido colaborador nuestro y Arquipas, compañero nuestro de combate. Recordamos también que la carta acaba citando a Epafras, compañero mío de prisión (synaikhmaltos mou) en Cristo Jesús (v. 23), así como Marcos, Aristarco, Dimas i Lucas, colaboradores míos (synergoi mou: v. 24).

Otros participantes en el ministerio aparecen en Rm 16:33 Prisca i Aquila (vv. 3s), conocidos por Ac 18,2.18.26: hace cierto tiempo saludaban desde Efeso (1Cor 16,19y ahora son saludados en Roma. También de Efeso debía haber llegado Epèneto, primicia de Asia (v. 5). Y de más lejos debían llegar Andrónico y Junia (v. 7), que creyeron en Cristo antes que Pablo y fueron compañeros suyos de prisión... diríamos que en algun escenario de la vida de Pablo, porque el apóstol no había estado nunca en Roma. És la misma movilidad que atribuíamos a las primicias de Acaia en 1Cor 16,15.

 

Todos ellos coinciden con Pablo en los desplazamientos, necesarios para anunciar el evangelio, pero también para regar (cf. 1Cor 3,6-8) la joven planta de la fe. También coinciden con el apóstol en las persecuciones: Andrónico y Junia estuvieron en la cárcel, mientras que Prisca y Aquila expusieron su vida para salvar la de Pablo. El título de colaboradores míos lo da a estos últimos y a Urbano (v. 9). Los otros procedían probablemente de otras iniciativas apostólicas.

 

Hemos de mencionar, dentro de Rm 16, cuatro personas más: María (v. 6),Trifena, Trifosa i Pérsida (v. 12), de las cuales se dice que se esforzaron (ekopiasen) en el Señor. El verbo kopia, esforzarse, trabajar duramente, se aplicaba a los que, como la famiília de Estéfanes, se habían consagrado al ministerio (1Cor 16,16); también lo vemos aplicado a los proistamenoi de 1Te 5,12; pero es el apóstol quien más se lo aplica en textos bien característicos (1Cor 4,12; 15,10; Fl 2,16). Hay, pues, motivos para entender que participaron en algun trabajo apostólico, ya que los dos textos citados, además, dicen que se esforzaron por vosotros (v. 6) y en el Señor (v. 12).

 

Llegamos finalmente a los grandes nombres entre los colaboradores de Pablo: tiene su importancia que el hermano Timoteo figure en el encabezamiento de la Segunda a los Corintios (2Cor 1,1), en el de la Carta a los Filipenses (como sirviente de Jesucristo igual que Pablo: Fl 1,1), el de la Primera a los Tessalonicenses (precedido de Silvano: 1Te 1,1) y el de la Carta a Filemón (otra vez el hermano Timoteo: Fm 1). Significa que el apóstol desea presentarlos como dotados de una autoridad parecida a la suya.

 

Observamos de pasada que en 1Cor 1,1, en vez de el hermano Timoteo, aparece el hermano Sóstenes. Más impresionante es el hecho de que en 2Cor 1,19 el mismo Hijo de Dios sea definido como aquel que ha sido predicado por mí, por Silvano y por Timoteo.


Además del título de colaborador mío (Rm 16,21), ya conocido, Timoteo ostenta el de hermano nuestro y colaborador de Dios en el evangelio de Cristo (1Te 3,2) i el de hijo mío muy querido y fiel en el Señor (teknon agapêton kai piston en kyri: 1Cor 4,17). En cuanto a su trabajo, el último texto añade que os recordará mis enseñanzas (odous, caminos) en Cristo Jesús, las que enseñé por todas partes en cada Iglesia. Más adelante (16,10s), dice que realiza la obra del Señor, igual que yo. En 1Te 3,2 había dicho que le enviaba para confirmaros y consolaros en la fe. Para decirlo con palabras de Ef 4,11, diríamos que ejerce tanto la función d evangelista como la de pastor y de maestro en perfecta unidad con su padre, Pablo.

Tito no es citado en los Hechos. En realidad, ocupa un espacio limitado incluso en las grandes cartas: además de Gálatas, donde solo aparece como un gentil que no ha de ser circuncidado (Ga 2,1.3), lo encontramos en la Segunda a Corintios a partir de 2Cor 2,13, pero no en 1,1.19, donde podía haber coincidido con Timoteo.

 

Empieza nombrando a Tito mi hermano (2Cor 2,13), que siempre es un grado; también, compañero (koinnos, persona en comunión) y colaborador en 8,23: la perfecta comunión de Tito con Pablo es lo que más han subrayado los textos citados: el consuelo del apóstol viene de las notícias que Tito le trae (2Cor 8,6), pero todavía más de la alegría que aquellas notícias produjeron al mismo Tito (v. 13). Más explícito, cuan dice que Nos movía (literalmente: caminábamos con...) el mismo Espíritu y seguimos los mismos pasos (12,18), lo que antes ha definido como el interés (spoudên) por vosotros (8,16), característico de los pastores.

 

Hasta aquí, personas citadas nominalmente. De las listas de carismas de 1Cor 12,28 i Rm 12,6-8 subrayaremos el ministerio de los maestros, que ocupan el tercer lugar en las dos listas y la función pastoral, que ocupa el penúltimo en las dos.

 

Como maestro itinerante aprobado por Pablo, tenamos el caso de Apolo, que aparece repetidamente en la Primera a Corintios (1Cor 1,12; 3,4-6.22; 4,6; 16,12). Aquellos que provocaron las crisis de Galacia y la Segunda a Corintios no fueron aprobados por Pablo, pero el hecho de que en principio fuesen acogidos por las comunidades indica que existía la práctica de maestros itinerantes. Otros textos nos hablan más bien de la enseñanza en el ámbito local: el más característico puede ser Rm 6,17, que no solo habla de enseñanza, sino de modelo de enseñanza (typon didakhês) y lo relaciona con la tradición: que os ha sido transmitida (paredothête, en relación con la paradosis). El mismo evangelio (cf. 1Cor 15,11; Ga 1,7) está fundado en una tradición. Todo esto nos hace presuponer una auténtica disciplina de escuela, que en aquellos momentos no precedía al bautismo, pero no se debía considerar menos necesaria. Era una enseñanza a la que era preciso obedecer (ypêkousate: Rm 6,17) de corazón.

 

Llegamos finalmente a la función pastoral, que ocupa el penúltimo lugar tanto en la lista de 1Cor 12,28 como en la de Rm 12,6-8. En la primera, toma el nombre de gobierno (kybernêseis). En la segunda se habla de o proistamenos, que tanto podría ser quien preside com quien ha de cuidar y aquí todavía nos preguntaríamos si de cosas materiales o de almas. El nombre de kybernêseis no se aplica en todo el Nuevo Testamento a una función eclesial. Solo aparece kybernêtês (Ac 27,11 Ap 18,17) en el su sentido propio de timonel. Pero és fácil de entender en sentido figurado, como uno que conduce la barca de la Iglesia.


La función que más se puede parecer es la de los episkopoi de Fl 1,1 que, curiosamente, también aparece en plural. Tenemos que tanto episkopos (Ac 20,28; 1Tm 3,2; Tt 1,7; 1Pe 2,25), como episkopê (Lc 19,44; Ac 1,20; 1Tm 3,1; 1Pe 2,12) como episkopein (He 12,15; 1Pe 5,2) son bien conocidos en el resto del Nuevo Testamento: episkopos no es uno que mira desde arriba (skopein epi) fríamente o con voluntad de castigar, sino uno que está atento como pastor para conducir el rebaño hacia donde convenga. Todos estos matices corresponden a la imágen del pastor, a la actuación pastoral de Pablo (que hemos visto) y a la que el mismo Apóstol inculcaba a sus colaboradores.

 

En cuanto al sentido de o proistamenos, entendemos que su colocación en sexto lugar no favorece la traducción quien preside y nos inclina hacia quien cuida. Alguna luz puede venirnos de otros usos del término. Sobretodo, de 1Te 5,12s: se esfuerzan y os instruyen. La consideración hacia los que se esfuerzan (kopintes) ya ha salido, entre otras, a propósito de la familia de Estèfanes y de los que son como ellos (1Cor 16,16.18). El paralelo en las Cartas Pastorales camina en la misma dirección: de 1Tm 3,4.12.17, de allí saldría la atención pastoral (confirmada por el paralelismo epimelêsetai, tendrá cura en 3,5); de Tt 3,8.14, saldría el sentido de pasar delante, pero en buenes obras.

 

A quien tiene cura de Rm 12,8 se le recomienda spoudê, diligencia nosotros harblaríamos de compromiso, y entrega). Es una virtud que el Apóstol se atribuye (1Te 2,17; Ga 2,10; Fl 2,28), pero que también espera de todo cristiano (Rm 12,11; 2Cor 7,11s; 8,8) y de sus colaboradores (2Cor 8,16.17.22).

 

En 1Te 5,12s, tiene un especial relieve la tarea (ergon, obra) de los que tienen responsabilidad: Es preciso amarlos muchísimo a causa de su tarea (dia to ergon autn). Podemos recordar que de Timoteo se dice que realiza la obra del Señor (ergon Kuriou: 1Cor 16,10) y de Epafrodito, que realiza la obra de Cristo (ergon Khristou: Fl 2,30). Podemos recordar también que de los que son como ellos se dice en general que colaboran (synergounti: 1Cor 16,16) y que tanto de Timoteo (1Te 3,2) como del mismo Pablo (1Cor 3,9) se dice que son colaboradores de Dios (resp. synergon tou theou [...] synergoi).34 Entendemos que Pablo habría dado el mismo título de colaboradores suyos y de Dios a aquellos pastores de Tesalónica. El caso es que el Apóstol los uniría todos bajo la idea de que El que planta y el que riega son una misma cosa (1Cor 3,8).

 

A aquella tarea debe corresponder una obediencia por parte de ls fieles: expresada como consideración y afecto (1Te 5,12s; 1Cor 16,16.18), pero también como sumisión (1Cor 16,16: ypotassêsthe tois toioutois). Se desprende de términos como kybernêseis (gobierno: 1Cor 12,28) y episkopoi, vigilantes (Fl 1,1) y nos lleva a sospechar el ejemplo del Apóstol.35 Este aspecto pone un límite a la idea de que ministros de la Palabra son, en principio, todos los creyentes, por el hecho de que el que cree está llamado a proclamar aquello en lo que cree (2Cor 4,13). Todos estamos llamados a proclamar nuestra fe, pero no todos podemos dar órdenes a los demás.36 Por ello el mismo Pablo buscó quien le diera la mano en señal de comunión (Ga 2,9;f. v. 2) y sólo mucho después de haberlos engendrado en Cristo Jesús (1Cor 4,15) pudo decir que no necesitaba cartas de recomendación (2Cor 3,1). De hecho, tal com hemos visto, recomienda contínuamente a sus colaboradores y no creemos que nadie haya podido ejercer un ministerio sin una designación (cf. 8,19: kheirotonêtheis) reconocida como válida. De la casa de Estèfanes se dice que se consagraron (etaxan eautous) al ministerio (1Cor 16,15), pero entendemos que se trata de un ponerse a disposición, no de una autodesignació en sentido exclusivo.37 Precisamente el Apóstol no ha dejado de observar que eran de los pocos que el mismo había bautizado (1,16).

 

A todos estos títulos (gobierno, cura, vigilantes, ministerio), hemos de añadir el de catequistas, que encontramos en Ga 6,6. Catequesi significa enseñanza por eco (katêkhe deriva de êkh,), es decir, aprendiendo ciertas fórmulas a base de repetirlas. Era un procedimiento normal entre los judíos (cf. katêkhoumenos en Rm 2,18) y fue fundamental para los cristianos (cf. katêkhhêtês en Lc 1,4; Ac 18,25). En 1Cor 14,19, Pablo designa así su actividad docente, diciendo que prefiere decir cinco palabras para catequizar (katêkhês) antes que diez mil en lenguas.

 

El que Ga 6,6 pide al catecúmeno (transcripción de katêkhoumenos) no es poca cosa: no precisamente que comparta todos sus bienes (sería panta agatha,) con el catequista, sino tota clase de bienes (en pasin agathois). Es decir, entendemos: no solo bienes materiales, sino también lo que hay en el fondo del alma. Un intercambio profundo que solo debía tenerse con personas especialmente cualificadas.

 

Razón de más para volver a la imágen del pastor, tomada de 1Cor 9,7 (Quien apacienta un rebaño y no se alimenta de la leche del rebaño?). Es decir que el rebaño (poimnion, citado dos veces en el texto) es un poco la vida del pastor. La lógica demana (con todo y que Pablo siguió otras consideraciones) que el pastor no ha de buscar la subsistencia fuera del rebaño.


Jordi Sánchez Bosch

Profesor emérito de Sagrada Escritura de la Facultad de Teología

de Cataluña y miembro de la Pontificia Comisión Bíblica

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El profesor Sánchez Bosch remitió a la organización de las Jornadas el texto de la conferencia que, a causa de un imprevisto, no pudo pronunciar el martes 27 de Enero en Castelldaura.

1   Coincidimos fundamentalmente con el c. 14 de nuestro Mestre dels pobles. Una teologia de Pablo l´apòstol, Barcelona 2004. Citaremos los párrafos (§§) que corresponden tanto a la edición catalana como a la castellana.

2   En Mestre § 13 hemos recogido lo que Pablo dice sobre la Escritura del Antiguo Testamento.

3   Cf. nuestro Textos d´Isaes en la carta als Romans, en F. Raurell, Tradició i traducció de la Paraula. Miscellània Guiu Camps, Montserrat 1993, pp. 255-267, esp. p. 264.

4   Pablo utilitza el verbo euaggelizomai en un total de 19 textos y el sustantivo euaggelion, en 48; el verbo kêryssein ("pregonar"), en 16 i el sustantivo kêrygma ("pregón"), en 4. Por otra parte, evangelio i querigma coinciden, y se illustran mútuamente, en un buen número de textos (Rm 10,15 (cf. 16,25); 2Cor 11,4; Ga 2,2; 1Te 2,9.En Mestre §§ 345-347) aparece el evangelio como un contenido de la fe y determinante en la unidad de la Iglesia.

5   En Mestre §§ 357.360 escatim el sentit paulí dels termes "ministeri" i "carisma".

6   D. R. Schwartz, Studies in the Jewish Background of Christianity, Tbingen 1992, pp. 102-116, explica hasta que punto podán ser aceptados los sacrificios de los gentiles en el Templo de Jerusalén. Pero lo que hace Pablo (cf. Rm 12,1) es que los mismos gentiles sean aceptados como sacrificio.

7   Cf. nuestro Gloriarse según San Pablo. Sentido y teología de kaukhaomai, Roma 1970, pp. 12-217.

8   L. de Lorenzi, Paolo Ministro; The Diakonia of the Spirit (2 Co 4: 7-7:4), Roma 1989; cf. Barbaglio, La teologia di Paolo: Abbozzi in forma epistolare, Bologna 1999, pp. 246-277: Servitori dello Spirito abilitati per grazia (2,14-7,4); Álvarez Verdes, Caminar en el Espíritu: El Pensamiento ético de S. Pablo, Roma 2000, pp. 312-328: Dimensión carismática del apostolado de Pablo.

9   Explícitamente, según Lc,22,20; 1Cor 11,25; implícitamente, según Mt 26,28; Mc 14,24. Cf. Mestre § 183.

10  The negative emphasis in the obstacle motif on the insufficiency of the prophet implies and underscores a positive emphasis on the sufficiency of the prophet as a result of God´s grace (Hafemann, Paul, 60; cf. pp. 39-186).

11  Through Christ one comes (like Moses) so close to God that one is changed and begins to convey to others something of God´s "likeness" (or glory). But unlike Moses (whose experience was the archetype of ours) the Christian receives this change permanently (Harvey, Renewal Through Suffering. A Study of 2 Corinthians, Edinburgh 1996, p. 53).- Paul´s ministry, according to verse 18a, again in contrast to that of Moses, is a ministry carried on with an unveiled face [...] Paul has availed himself of the same method that Moses had for removing the veil, the method offered in Exodus 34:34 as interpreted by Isaiah 6:10. He has turned to the Lord who is the Spirit, as Moses turned to the Lord (Belleville, Reflections, 150).

12  Como defensábamos en Mestre § 10,

13  Einzig in der Bindung des apostolischen Kerygmas an das Evangelium als das Selbstwort Gottes ist es begrndet, daß Gott bzw. der erhöhte Kyrios in der Verkndigung gegenwärtig ist und im Menschenwort der Botschafter selbst —Erkenntnis und Glauben wirkend— das Wort ergreift (2Kor 5,20) (O. Hofius, Paulusstudien, Tbingen 1989, p. 30).

14  Cf. Mestre § 211.

15  En Mestre § 210 citábamos este texto como la manera concreta que Pablo tiene de vivir el fruto del Espíritu.

16  Todo lo que dice D. Gutiérrez Martín, Pablo: perfil psicológico de un apóstol, Madrid 1999, puede considerarse como una explicitación del compromiso personal del Apostol.

17  Cf. K. O. Sandnes, Paul one of the Prophets? A Contribution to the Apostle´s Self-understanding, Tbingen 1991, pp. 117-130: Paul´s preaching the gospel out of compulsion (1 Cor 9:15-18).

18  Cf. Ch. Wolff, Humility and self-denial in Jesus´ life and message and in the apostolic existence of Paul en A. J. M. Wedderburn, Paul and Jesus. Collected Essays, Sheffield 1989, pp. 145-160.

19  Se puede decir que la paradoja continúa en el hecho que el hombre sea juistificado prescindiendo de las obras de la Ley. Cf. Merklein, Studien zu Jesus und Paulus, Tbingen 1987, pp. 1-106: Die Bedeutung des Kreuzestodes Chrisi fr die paulinische Gerechtigkeits- und Gesetzesthematik.

20  Paul claims that God´s action in the cross is paradigmatic for his action in the present, in that just as God chose the weak suffering Christ, so also he chooses socially inferior people, and a weak suffering apostle (G. Tomlin, The Power of the Cross. Theology and the Death of Christ in Paul, Luther, and Pascal, Carlisle CA 1999, p. 100; cf. pp. 11-107: Paul and the Cross in the Church of Corinth).

21  Sea lo que sea de la formación rabínica de Pablo en Jerusalén (Cf. M. Hengel, Der vorchristliche Paulus, en Hengel - Heckel, Paulus und das antike Judentum, Tbingen 1991, pp. 177-293), parece claro que tenía una buena formación primaria en griego, pero no una formación universitaria. Cf. p. 238: Er scheint eine gute griechische Elementarscule besucht zu haben, die [...] eine jdische Schule war [...] Wenigstens einen Teil dieser Schulzeit könnte er in Tarsus absolviert haben. 

22  P. Marshall, Enmity in Corinth. Social Conventions in Paul´s relations with the Corinthians, Tbingen 1987, insiste que Pablo no era insensible a estas humillaciones. Cf. p. 400: Paul felt deeply his shame and humiliation and reflected the attitude of a man of rank to things which are traditionaly shameful in Graeco-Roman society. The fact that he gloried in them did not suggest a reversal of values, as it did in the Cynic traditions; these experiences were always shameful for him.

23  M. Ebner, Leidenslisten und Apostelbrief: Untersuchungen zu Form, Motiv und Funktion der Peristasenkataloge bei Paulus, Wrzburg 1991, encuentra correspondencias en la actitud de Pablo en el mundo griego (cf. p. 393: Darin spiegelt sich ein philosophisches Ideal, das soziologisch einen Kontrapunkt zum allgemeinen um sich greifenden Luxusverhalten setzen will), con la diferencia que el Apóstol coloca su sufrimiento en la sombra de la cruz de Cristo (cf. p. 394: Entsprechend tritt an Stelle der bereinstimmung mit Zeus bzw. dem Weltgesetz die bereinstimmung mit Christus als dem Gekreuzigten; die Peristasen sind Analogie zu seinem Zustand zu sehen).

24  Those who follow this path of faith must be prepared to share the humiliation and sufferig that it brings, if they wish to experience also the glory that God gives (M. D. Hooker, Interchange and suffering, en From Adam to Christ. Essays on Paul, Cambridge 1990, pp. 42-55; citació, p. 55).

25  La escena tiene mucha más fuerza en el segundo viaje de Pablo, en la Galàcia del Norte, donde Pablo llega sin Bernabé, que  en el primero, cuando Pablo no era jefe de misión. Cf. nuestro Nascut a temps. Una vida de Pablo l'apòstol, Barcelona 1992, §§ 74 i 97-100 (los mismos en la edición castellana). Asimismo, J. M. Scott, Paul and the Nations. The Old Testament and Jewish Background of Paul´s Mission to the Nations with Special Reference to the Destination of Galatians, Tbingen 1995, se decide por la Galàcia del Sur.

26  Harvey, Renewal, 129, troba en la tribulació d´Efes (2Cor 1,8-10) la clave de la contundencia con què Pablo se gloriará en 2Cor: His experience of suffering bringing the sufferer closer to Christ, causing an inward renewal and spilling over in benefits to others, caused him to write of it as something of positive value in itself; and this, it seems, is without precedent in any Jewish or pagan sources [...] It is also the key to the tense, personal, defensive but ultimately confident and generous argumentation of many parts of 2 Corinthians. Sin atribuir valor propiamente salvífico a las tribulaciones del Apostol o de otros: [Es] lassen sich das Leiden Jesu, des Paulus und der Christen einerseits als analoge Leiden nebeneinanderstellen und ist gleichzeitig die Analogielosigkeit des Leidens Jesu in seiner soteriologischen Funktion festzuhalten (K. Th. Kleinknecht, Der leidende Gerechtfertigte. Die alttestamentlich-jdische Tradition vom leidenden Gerechten und ihre Rezeption bei Paulus, Tbingen 1988, p. 376).

27  Con todo detalle, U. Heckel, Kraft in Schwachheit. Untersuchungen zu 2. Kor 10-13, Tbingen 1993, p. 213: Indem er sich seiner Schwachheiten rhmt, fhrt er alle in Kapitel 10 erwähnten Missionsleistungen auf die Wirksamkeit der Kraft Christi zurck. Dadurch erbringt er nicht nur den Beweis seiner Bewährung als Apostel (10,18; 13,3), sondern verleiht auch seinen Mahnungen und Drohungen in 10,1-6 und 12,19-13,10 den Nachdruck apostolischer Autorität aus der Vollmacht Christi; cf. pp. 172-214.

28  The Lord in whom he boasts is a Lord, but a Lord who manifests authority in the structures of human weakness, suffering and death, i.e., in the structures of mortality as a redemptive and tranforming power that points forward to the future of God and humanity (H. W. Merritt, In Word and Deed. Moral Integrity in Paul, New York 1993, p. 161).

29  P. S. Minear, To die and to live: Christ´s Resurrection and Christian Vocation, New York 1977, da una interpretación simplemente individual de esta frase: The statement refers to a subjective upheaval in his attitudes toward the world, a conversion of values which produced a new ego structure (pp. 67s; cf. pp. 66-88: The Crucifixion of the World).

30  Cf. nuestro Le charisme des Pasteurs dans le corpus paulinien, en L. de Lorenzi, Paul de Tarse, aptre de notre temps, Roma 1979, pp. 363-397.

31  Cf. nuestro La Prima Lettera di San Paolo ai Corinti come opera pastorale, en L. de Lorenzi, Freedom and Love. The Guide for Christian Life (1Cor 8-10; Rm 14-15, Roma 1981, pp. 293-305.

32  Ved un tratamiento completo del tema en C. Hurd jr., The Origins of 1 Corinthians, London 1965. Cf. K. Prmm, Die pastorale Einheit des ersten Korintherbriefes, ZKTh 64 (1940) 202-234: halla la solución al problema de la unidad de la carta en el pastoralen Geschick (man möchte fast sagen, pastoralen Instinkt) —el acierto pastoral, uno querria decir instinto pastoral— de Pablo, con que responde a todos los problemas de la comunidad.

33  Hablamos en Mestre § 339, a propòsito de la iglésia domèstica.

34  Con esta, tendríamod tres veces el término ergon, obra (1Te 5,12s; 1Cor 16,10; Fl 2,30), más dos derivadas suyAs: synerge, colaborar (1Cor 16,16) i synergos, colaborador (1Te 3,2 i 1Cor 3,9).

35  Paul´s legitimation of leadership patterns contributes to the stabilizing of roles by guiding their development in a certain direction (M. Y. MacDonald, The Pauline Churches. A Socio-historical Study of Institutionalization in the Pauline and Deutero-Pauline Writings, Cambridge 1988, p. 60).

36  También marca una clara diferencia el hecho de que, según 1Cor 9,4-14, solo algunos han de ser mantenidoss por la comunidad. De todas maneras, el ejemplo de Cristo y la combinación autoridad-carisma han de hacer que la autoridad no se convierta en autoritarismo. Cf. S. Schatzmann, A Pauline Theology of Charismata, Peabody 1987, p. 99: In the Church charismata and authority belong together. Both are legitimate in service which takes seriously the symfern and the oikodomê of the whole community. Clearly, there is no room for authoritarianism or manipulation where charismata and authority are submitted to the community.

37  El Apóstol pide que se les obedezca (v. 16): no sería lògico haber de obedecer a unas personas por el hecho de que se han auto-designado.

 

 

 

 

 

  • 06 agosto 2009
  • Jordi Sánchez Bosch
  • Número 31

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