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San Juan XXIII, pontífice en un tiempo de cambios

Perfil de un papa santo

La reciente canonización de Juan XXIII es una ocasión para reflexionar sobre la aportación de este pontífice a la vida de la Iglesia y a la vida de la sociedad contemporánea más allá de las categorías habituales que se usan para enjuiciar su actuación y que sin decir nada pretenden decirlo todo: el papa bueno, el papa del Concilio, el papa de la paz.

Para este propósito es necesario hacer un breve recorrido biográfico por la vida de Juan XXIII hasta su llegada al solio pontificio donde permanecerá solo cuatro años y medio, de los ochenta y un años de su existencia.

Angelo Giuseppe Roncalli nación en Sotto il Monte (Bergamo) el 25 de noviembre de 1881. Fue el cuarto de los catorce hijos de un matrimonio de campesinos. Entró en el Seminario de Bérgamo y a partir de 1895 inició sus “notas espirituales” que más tarde se convertirían en el “Giornale dell’Anima” (Diario de mi alma). Estudió en el Seminario de Roma del Apolinar aunque tuvo que interrumpir un año sus estudios debido al servicio militar. El 10 de agosto de 1904 fue ordenado sacerdote. Durante su período formativo en el seminario vivió la polémica en torno al movimiento modernista y algunos de sus compañeros se adhirieron a él. En 1905 fue reclamado desde Bérgamo para ser el secretario del nuevo obispo Giacomo Radini Tedeschi.

Este obispo era una figura de relieve nacional e internacional del movimiento católico, propugnador de la reforma litúrgica y de una puesta al día de la cultura en los seminarios. Roncalli, colaboró como redactor en dos publicaciones periódicas, “L’Eco di Bergamo” y el semanal diocesano “La Vita Diocesana”. Entre 1906 y 1914 dio clases en el seminario de historia eclesiástica e inició su gran trabajo de investigación histórica sobre la inédita visita pastoral de san Carlos Borromeo (1575) más tarde publicada en cinco tomos. También preparó el tercer centenario de la muerte de Cesar Baronio de quién tomaría más tarde su lema episcopal, cambiando el orden de los sustantivos: obedientia et pax. A la muerte de Radini Tedeschi, en agosto de 1914, se puso a escribir su biografía que vería la luz en 1916.

Experiencia internacional y acción humanitaria

Llamado a las armas sirvió como suboficial en el servicio de sanidad y más tarde como capellán militar durante la Gran Guerra, aunque nunca pisó el frente de guerra. No parece que la experiencia bélica hubiera dejado una profunda huella en su personalidad, aunque durante ese período interrumpió sus anotaciones espirituales. Reintegrado a la diócesis de Bérgamo, finalizada la guerra, fue llamado a Roma para asumir la carga de presidente del Consejo Romano de la Pía Obra de la Propagación de la Fe, que se ocupaba de las misiones y dependía de la Congregación de Propaganda Fide. A este encargó dedicó lo mejor de sus energías y además le permitió conocer Francia, Bélgica y Alemania. En 1925 fue designado Visitador Apostólico en Bulgaria y ordenado obispo.

image-8c606ef7e2bfed8ffe8e1266bdc8453cSu paso por Bulgaria fue agridulce, colaboró con la Iglesia ortodoxa autocéfala búlgara y socorrió a los prófugos búlgaros provenientes de Tracia y Macedonia, conquistadas por Grecia. Fundó un seminario católico en Bulgaria a pesar de múltiples oposiciones y se vio implicado diplomáticamente en la boda del rey Boris, ortodoxo, con la católica Juana de Saboya. La tardanza inexplicable en elevar la sede de Sofía a Delegación apostólica fue interpretada por Roncalli como una marginación por parte de la Santa Sede. En 1934 recibió un nuevo nombramiento como Delegado Apostólico en Constantinopla-Estambul, en un momento de gran tensión entre el gobierno laicista de Kemal Atatürk y todas las comunidades religiosas. Roncalli se vio obligado a vestir hábito civil, aprendió unas nociones básicas de lengua turca y profundizó en el conocimiento de la tradición patrística oriental, las Iglesias Ortodoxas y el mundo islámico. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, la sede de Estambul, debido a la neutralidad turca, se convirtió en nudo central de la diplomacia y el espionaje internacional. El principal campo de actividad de Roncalli durante el conflicto mundial fue el humanitario y se sirvió de sus buenas relaciones con todas las partes en conflicto para la salvación de muchos judíos y de prófugos a quienes facilitó asilo. Así mismo, cuando Turquía rompió con Alemania (agosto 1944), Roncalli también se preocupó de los alemanes deportados o internados por el gobierno turco.

En diciembre de 1944, por voluntad expresa de Pío XII, fue llamado a la nunciatura de París, ya que su predecesor había sido rechazado por el general De Gaulle que pedía una depuración de los eclesiásticos colaboracionistas con el régimen de Vichy. Después de arduas negociaciones Roncalli logró que solo tres obispos (de los treinta y tres que se pedía) tuvieran que presentar su renuncia. El contacto con el vigoroso catolicismo francés y con la espiritualidad tradicional francesa supuso para Roncalli una vuelta a la realidad occidental. Con setenta y dos años fue promovido a la sede patriarcal de Venezcia, primer destino propiamente pastoral de su carrera eclesiástica, en 1953. En los cinco años de gobierno puso de manifiesto las notas características de su estilo pastoral que sintetizaba en la fórmula agustiniana: “interficite errores, diligite errantes” (destruid los errores, amad a los que yerran).

Elección pontificia

El 28 de octubre de 1958, después de once votaciones, fue elegido Papa. Parecía claro que en orden a la edad del elegido, su breve dedicación pastoral y su accidentada carrera eclesiástica, se estaba eligiendo a un pontífice de consenso a la vez que de una transitoriedad efímera. Sin embargo, Juan XXIII estaba decidido a tomar decisiones de largo alcance. Una de ellas fue la normalización de la Curia romana. Enseguida nombró Secretario de Estado, cargo que estaba vacante desde 1944.

Cuando llegó al pontificado solo había 52 cardenales y enseguida creó 23 nuevos, entre los cuales Montini, Tardini, Cicognani, König, Döpfner… En las sucesivas creaciones cardenalicias rejuveneció el colegio y le dio una dimensión más internacional. Impuso a los cardenales de curia que solo pudieran ostentar un cargo a la vez. Quiso acentuar el carácter de Obispo de Roma dando especial relieve a su insediamento en la basílica de san Juan de Letrán. Tomó posesión de las propiedades extraterritoriales papales y visitó una por una las dependencias vaticanas. Así mismo, quiso visitar parroquias de su diócesis, cárceles y hospitales.

El impulso de un Papa de transición

Dentro de sus primeros actos pontificios destaca con luz propia la convocatoria de un Concilio ecuménico. Sus dos predecesores inmediatos habían contemplado esa posibilidad e incluso habían consultado a cardenales y teólogos. Juan XXIII, sin consultar con nadie, anunció el 25 de enero de 1959 su intención de convocar un Sínodo para la diócesis de Roma, un concilio ecuménico y la reforma del Código de derecho canónico. Juan XXIII, estudioso de los concilios, era muy consciente del paso trascendental que daba y de las resistencias que encontraría, y quizás por eso solo habló del tema con su Secretario de Estado. Durante los tres años de preparación, el Pontífice habló constantemente del Concilio dando las pautas espirituales y pastorales que pretendía. Sin inmiscuirse en los trabajos preparatorios, equilibró las tendencias de las Comisiones preparatorias con nombramientos propios y creo una Comisión transversal que era el Secretariado para la Unidad de los Cristianos.

Una vez comenzado el Concilio, con su discurso inaugural Gaudet Mater Ecclesiae estableció las pautas de fondo del desarrollo de las sesiones conciliares. La primera sesión conciliar sirvió para darse cuenta de que el Concilio no sería una labor de corta duración, como el propio Juan XXIII pensaba. El Papa tuvo en esa primera sesión dos intervenciones trascendentales, por un lado desbloqueó la discusión sobre el esquema sobre las fuentes de la revelación y por otra creó una Comisión de Coordinación para que trabajara en la intersesión. Fue mérito suyo poner en marcha la asamblea conciliar y conseguir de esta manera que el proceso de reforma consecuente no tuviera marcha atrás.

Ecumenismo y acercamiento a los países comunistas

Al margen de la preparación conciliar, pero en estrecha relación con el espíritu y la finalidad que perseguía, Juan XXIII desarrolló una intensa iniciativa de naturaleza ecuménica e interreligiosa. Estableció relaciones con el patriarca ortodoxo de Constantinopla, recibió al Primado Anglicano, creó el Secretariado para la Unidad de los Cristianos, admitió al concilio observadores de las iglesias reformadas y quitó las expresiones ofensivas para los judíos de la liturgia de la Semana Santa y de las rúbricas del breviario y del misal. En otro orden de cosas, Juan XXXIII permitió un gran desarrollo autónomo de las Iglesias extraeuropeas aprovechando los procesos de descolonización que estaban en marcha. Entre 1959 y 1961 aparecieron las iglesias particulares del Congo, Burundi, Vietnam, Corea e Indonesia dirigidas por obispos indígenas, habiendo creado, al final de su pontificado, unas trescientas diócesis nuevas casi todas fuera de Europa.

Otro aspecto novedoso de su pontificado es el inicio de la Östopolitik o política de acercamiento a los países comunistas del este de Europa. No hay que olvidar que durante la preparación del Concilio se estaba construyendo el muro de Berlín y durante la primera sesión tuvo lugar la crisis de los misiles de Cuba y que el comunismo era la “última herejía”. Logró la liberación del metropolita ucraniano y recibió en audiencia particular al cuñado de Krushev y a su esposa, en un claro gesto de distensión.

Las encíclicas Mater et Magistra (1961) y Pacem in Terris (1963) tuvieron una extraordinaria acogida en la opinión pública al tratar cuestiones muy conectadas con la realidad, bajo la categoría de los “signos de los tiempos”. Las dos encíclicas fueron entendidas como un cambio en la manera de expresarse el magisterio pontificio más acorde a los tiempos y más cercano a los problemas reales de la humanidad.

En 1963, una semana antes de la muerte del papa, Bob Dylan “publicaba” Blowin’ in the Wind, la respuesta está flotando en el viento. Una canción protesta que resumía el sentir de una época. Juan XXIII deseaba que el Concilio fuera una nueva Pentecostés y precisamente el día de Pentecostés de 1963, Juan XXIII expiraba.  

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Santiago Casas Rabasa
Profesor Adjunto de Historia de la Iglesia Contemporánea, Universidad de Navarra.
Director de Investigación de la Facultad de Teología.
Secretario del departamento de Teología Histórica.
Director del Instituto de Historia de la Iglesia.
Director del Comité Editorial de la revista "Anuario de Historia de la Iglesia"

  • 01 septiembre 2014
  • Joaquín González-Llanos
  • Santos de Hoy

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