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La condición homosexual: En busca de una base antropològica

El objetivo del presente estudio es comprender desde una perspectiva filosófica las bases antropológicas que se encuentran en el fundamento del fenómeno de la homosexualidad. Dicho de otro modo: ¿cuáles son las condiciones de posibilidad de la homosexualidad?¿Dónde arraiga antropológicamente la homosexualidad? Hay que referirse a la estructura antropológica de la sexualidad, para comprenderla. Y, en continuidad con ello, y desde una perspectiva fenomenológica, ¿cuál es la vivencia del misterio de la sexualidad que se da en la homosexualidad?

Aproximación al fenómeno de la homosexualidad

Centramos ahora nuestra atención en el éros homosexual, en su realidad compleja, teniendo en cuenta las diversas dimensiones de la sexualidad, es decir, como tendencia, sensibilidad y racionalidad. Efectivamente, la homosexualidad no se manifiesta sólo en la libido, sino también en la forma de percepción sensible, y también en la racionalidad, entendida como una forma de ser ante uno mismo, frente al otro, frente a las personas del mismo y diferente sexo, y ante el mundo. Porque la sexualidad también posee un aspecto espiritual. Y todas estas dimensiones son interdependientes entre sí.

Sigmund Freud desarrolla desde un punto de vista psiquiátrico la cuestión de la homosexualidad en su obra Tres ensayos para una teoría sexual. Quisiera en este artículo referirme a sus consideraciones sobre el tema. Para Freud, la homosexualidad es un fenómeno complejo, tanto por su origen como por su explicación. Y distingue tres formas diversas de homosexualidad: los «invertidos absolutos» (su objeto sexual necesariamente es el mismo sexo); los «invertidos anfígenos» o hermafroditas psicosexuales (el objeto sexual es indistintamente de uno y otro sexo); y los «invertidos ocasionales» (que pueden adoptar como objeto sexual una persona del mismo sexo)[1].

Pero, ¿cómo se puede explicar de manera plausible el fenómeno de la homosexualidad? Freud ya distinguía entre una homosexualidad congénita y una homosexualidad adquirida. Y respecto a esta última, aportaba las que podían ser causas de la inversión homosexual. Podría sobrevenir por una determinada impresión sexual o bien por determinadas influencias exteriores de la vida (trato exclusivo con individuos del mismo sexo, vida en común en la guerra o en la cárcel, peligros del comercio heterosexual, celibato, debilidad sexual)[2]. Como se puede ver no se trata de causas necesarias sino posibles. Un celibato mal vivido podría derivar en homosexualidad, ya que una cierta represión vivida sin un sentido sublime, podría provocar una inversión de tendencia. Pero esto no niega el valor indiscutible del celibato vivido en la Iglesia como don y ofrenda.

Base antropológica del homosexualismo

Pero, ¿cómo podemos explicar desde un punto de vista filosófico, con base antropológica, la existencia misma de la homosexualidad, más allá de las explicaciones de carácter biológico, psicológico o sociológico? ¿Cuál es la base para que en el hombre y en la mujer pueda aparecer la tendencia homosexual? La búsqueda de esta cuestión metafísica resulta de enorme interés para situar, comprender y valorar el fenómeno de la homosexualidad.

Freud se manifiesta muy escéptico en la reflexión sobre el origen de la homosexualidad, que deja como una cuestión difícil y abierta. Él mismo dirá: «No nos es posible deducir de lo dicho hasta aquí una explicación satisfactoria de la génesis de la inversión»[3]. Con respecto a este punto, Freud critica la teoría defendida por algunos autores –como Ulrich–, según los cuales la raíz del homosexualismo sería un hermafroditismo psíquico («el hombre que se siente mujer y busca al hombre» o «la mujer que se siente hombre y busca la mujer»). La homosexualidad adopta otras formas que van más allá de este simplista esquema hermafrodita. Porque hay homosexuales psíquicamente viriles y lesbianas manifiestamente femeninas.

Freud reconoce, en base a la experiencia, que la línea entre el instinto y el objeto sexual es discontinua, y por tanto, en cierta medida modificable. «Se nos indica, así, la necesidad de disociar hasta cierto punto en nuestras reflexiones el instinto y el objeto. Probablemente, el instinto sexual es un principio independiente de su objeto, y su origen no se encuentra en las excitaciones provenientes de la atracción del objeto»[4]. Ahora bien, ¿dónde reside la raíz de la homosexualidad? ¿En el sujeto del instinto o en el objeto sexual? «Una diferenciación conceptual en sentido estricto debería realizarse respecto a si lo invertido es el carácter sexual del objeto o del sujeto»[5].

Reflexionando sobre esta materia, y teniendo en cuenta que tanto el sujeto como el objeto cooperan en la configuración de la tendencia homosexual, según mi punto de vista, el sujeto sería el factor más determinante, ya que es de él de quien nace la tendencia. La tendencia nace de un sujeto y se vierte sobre un objeto. Nosotros nos preguntamos qué hay en la estructura antropológica del sujeto y en la vivencia de la propia sexualidad, que pueda fundamentar una tendencia de tipo homosexual. Ahora nuestra perspectiva es eminentemente subjetiva, tanto antropológica como fenomenológica. Sin obviar, por supuesto, que hay un objeto, que es la persona del mismo sexo y que atrae al sujeto. Pero, ¿por qué nace esta atracción?

Hacemos a continuación un esbozo, una tentativa de respuesta. Uno de los rasgos fundamentales del alma humana es su curvatura[6]. Efectivamente, el alma es auto-presencia (memoria sui), autoconciencia y afecto de sí misma. Tomás de Aquino escribía: «Dice Agustín en XIV De Trin.: La mente siempre se acuerda de ella misma, se conoce y se ama a sí misma... Así, pues, se ve que el alma siempre se conoce y se estima, no de manera puntual, sino habitualmente»[7]. De este modo, podemos apreciar que en la homosexualidad se daría una intensa autovaloración por parte del sujeto, y por tanto, hacia los rasgos característicos del propio sexo, tanto los más objetivos como los subjetivos[8]. Asimismo, la persona homosexual proyectaría y reflejaría esta apreciación positiva e intensa hacia la propia sexualidad sobre las personas del mismo sexo.

Por lo tanto, señalaría como base antropológica del homosexualismo –aunque no necesariamente–, el desbordamiento de la valoración del propio sexo, de tal manera que conlleva una tendencia manifiesta hacia las personas del mismo sexo, así como a la vez un ocultamiento de la atracción por el otro sexo. Así pues, la homosexualidad se basaría en una sobrevaloración o sobreacentuación de la propia sexualidad, que se inscribe en el afecto de uno mismo (auto-amor) como dimensión esencial del alma humana. En este sentido, Freud expresa que parece más adecuado no hablar de degeneración a la hora de tratar la homosexualidad[9]. No es propiamente una carencia, sino al contrario, una forma de relación significativamente intensa.

Análisis de la sexualidad en el homosexual

Hay que decir que la sexualidad tiene una naturaleza bipolar, tanto interior (dentro de la propia sexualidad) como exterior (la atracción y reciprocidad entre los sexos). Autores varios han visto en la actividad (entendida como aportación de sí) y la pasividad (entendida como receptividad en sí), los rasgos específicos y diferenciales de la sexualidad masculina y femenina, respectivamente. Ahora bien, esta bipolaridad estaría ya presente en el interior de cada género. La identidad masculina –prioritariamente activa– posee un aspecto femenino, así como la identidad femenina –prioritariamente pasiva– posee un aspecto masculino. Por ello, podemos afirmar y constatar que hay mucho femenino en el masculino, y mucho masculino en el femenino.

Esta consideración sobre la sexualidad en sí misma nos ayuda a interpretar correctamente la sexualidad que se da en el homosexual. El varón homosexual valoraría el aspecto masculino –así como el aspecto femenino–, de sí mismo y del otro varón, que se convertiría en objeto de su deseo. De manera similar, la mujer lésbica valoraría el aspecto femenino –así como el aspecto más masculino–, de sí misma y de la otra mujer, que se convertiría en objeto de su deseo.

En esta línea, se pronuncia Freud cuando escribe: «El objeto sexual es, por tanto, en este caso, como en muchos otros, no el mismo sexo, sino la reunión de los dos caracteres sexuales, la transacción entre dos deseos orientados hacia cada uno de los dos sexos, transacción en la que se conserva como condición la masculinidad del cuerpo (los genitales) y que constituye, por decirlo así, reflejo de la propia naturaleza bisexual»[10].

En la homosexualidad masculina, encontramos la tendencia hacia el mismo sexo, ya que el varón homosexual se complace primeramente en la propia condición sexuada, que es lo que a la vez está en la persona del mismo sexo. Por otra parte, también encontramos complacencia en el aspecto femenino de la sexualidad propia y ajena, ya sea varón o mujer. De hecho, el varón homosexual goza de una particular facilidad para comprender el sexo femenino. Y capta especialmente su aspecto más masculino. Así, pues, desde su masculinidad –y aspecto femenino– valora la masculinidad –y aspecto femenino– del mismo sexo (y del otro sexo).

De manera similar, en el lesbianismo encontramos la tendencia hacia el mismo sexo, ya que la mujer homosexual se complace primeramente en la propia condición sexuada, que es lo que a la vez está en la persona del mismo sexo. También encontramos complacencia en el aspecto masculino de la sexualidad propia y ajena, ya sea mujer o varón. También la mujer homosexual comprende de forma privilegiada el sexo masculino. Y capta especialmente su manifestación más femenina. De este modo, desde su propia feminidad –y aspecto masculino– valora lo femenino –y el aspecto masculino– del mismo sexo (y del otro sexo).

De ahí que el eros homosexual sea refractario a cualquier actitud de desprecio irracional hacia la mujer o hacia el varón. Efectivamente, la persona homosexual tiene una gran sensibilidad por el misterio rico y profundo de la propia sexualidad y del otro sexo. Experimenta con intensidad el aspecto masculino y el aspecto femenino del propio eros.

Diversas formas de homosexualismo

Según lo dicho, la génesis del homosexualismo encontraría su origen en el deseo primigenio del hombre hacia el misterio de la realidad, y en el caso que nos ocupa, hacia el misterio bipolar de la sexualidad. En la homosexualidad se busca el reflejo, en el miembro del mismo sexo, de la propia sexualidad bipolar que admira. Este deseo bisexual hacia uno mismo es lo que fundamentaría que el instinto tenga por objeto una persona del mismo sexo, configurando así la tendencia homosexual con sus diversas variantes.

Podemos descubrir cuatro factores que configuran la tendencia homosexual, según la tendencia se sitúe en el masculino o femenino de la propia sexualidad; y según el masculino o femenino son el objeto primario de la tendencia sexual. Y así podemos distinguir varias figuras homosexuales masculinas: 1) El homosexual situado desde el masculino y que tiende al aspecto masculino del hombre (homosexualidad masculinizante notoria); 2) el homosexual situado desde el femenino y que tiende al aspecto femenino del hombre (homosexualidad feminizante notoria con posibilidades de travestismo); 3) el homosexual situado desde el masculino y que tiende al aspecto femenino del hombre (homosexualidad masculinizante bipolar con posibilidades de bisexualidad); 4) el homosexual situado desde el femenino y que tiende al aspecto masculino del hombre (homosexualidad feminizante bipolar con posibilidades de bisexualisme y travestismo).

Y respecto al lesbianismo: 1) La lesbiana situada desde el femenino y que tiende al aspecto femenino de la mujer (lesbianismo feminizante notorio); 2) la lesbiana situada desde el masculino y que tiende al aspecto masculino de la mujer (lesbianismo masculinizante notorio con posibilidades de travestismo); 3) la lesbiana situada desde el femenino que tiende al aspecto masculino de la mujer (lesbianismo feminizante bipolar con posibilidades de bisexualisme); 4) la lesbiana situada desde el masculino que tiende al aspecto femenino de la mujer (lesbianismo masculinizante bipolar con posibilidades de bisexualisme y travestismo).

La génesis de la homosexualidad

Ahora bien, ¿cómo podemos comprender la génesis de la homosexualidad? Es una cuestión debatida e incierta. Hay que tener en cuenta que la sexualidad, en su aspecto biológico (tendencia) y psicológico (sensibilidad y racionalidad) es una dimensión con una cierta indefinición y plasticidad. La biología y psicología sexuales están pendientes de determinación y permanecen abiertas a una cierta modificación, ya que el hombre es un ser abierto[11]. Se trata de una potencia, y como tal, es un arcano sujeto de perfeccionamiento. Cualquier instancia desiderativa humana, como es el caso de la sexualidad, vive abierta a la intemperie y está llamada a ser cuidada por parte del sujeto.

Podemos distinguir tres figuras genéticas de la homosexualidad[12]. Se está de acuerdo en que hay un factor genético condicionante de la tendencia, que influiría tanto en la sensibilidad como en la racionalidad de la persona (figura ascendente: de la tendencia a la racionalidad); que hay un factor de carácter psicológico que la provoca, influyendo en la racionalidad (figura central: hacia la tendencia y la racionalidad); y factores de tipo sociocultural, que fluyen hacia la sensibilidad y fijan la tendencia (figura descendente: de la racionalidad a la tendencia).

Sin embargo, Freud no acaba de mostrar satisfacción ni en la teoría de la inversión congénita ni en la de la inversión adquirida, y parece pedir una explicación más profunda del fenómeno de la homosexualidad. El psiquiatra austríaco parece sugerir una reflexión meta-física y meta-psicológica. «Así, pues, se llega de forma necesaria a suponer que la alternativa –innatismo o adquisición– o es incompleta o no abarca todas las circunstancias de la inversión»[13].

Homosexualidad e identidad sexual

La tendencia y sensibilidad homosexuales necesitan un discernimiento para no desfigurar la propia identidad sexual. Según mi punto de vista, la sexualidad tiene un carácter de don y de misterio, y como tal es indisponible. Justamente la ideología de género defiende la disponibilidad de la sexualidad al albedrío de la propia libertad. La ideología de género basa sus planteamientos en un dato real, que es justamente el carácter bipolar de la sexualidad, pero en mi opinión no respeta la intangibilidad de su misterio, y que se ha recibido como pura donación.

La persona homosexual experimenta explícitamente una tendencia hacia las personas del mismo sexo. Cuenta, así, con el desafío de buscar su propia identidad sexual, que como tal no es sólo biológica o psicológica, sino propiamente espiritual. Y el espíritu invisible está dado según la visibilidad cromosómica. La sexualidad espiritual debe corresponderse con la sexualidad cromosómica –con su manifestación corpórea–. Y es este el dato fundamental que nos permite identificar la identidad sexual.

Pienso que la persona con tendencia homosexual está llamada a buscar los extremos de su sexualidad, tanto el extremo microscópico de los cromosomas, así como el extremo metafísico de su espíritu. Situarse en armonía con estas dimensiones extremas –pienso–, permite encontrar la propia identidad sexual, y vivir la erótica de su sexualidad de acuerdo con esta identidad. Y la identidad, ya sea masculina o femenina, aunque pueda descubrir en sí misma un aspecto polar, está siempre delante del rostro del otro sexo. No podemos transgredir la bipolaridad estructural de los sexos y su recíproca vinculación espiritual. El espiritual debe iluminar el eros. Hay una espiritualización del eros.

La persona homosexual está llamada a vivir su eros respetando la bipolaridad recíproca entre los dos sexos. Precisamente, la tendencia homosexual permite una facilidad especial para valorar el misterio de lo masculino y el misterio de lo femenino, que se puede traducir en formas de amistad y de servicio a los demás de alta calidad humana. En cambio, los actos homosexuales no pueden armonizar con el misterio de la sexualidad y su bipolaridad recíproca. Este tipo de actos contradicen la propia identidad y los considero desordenados e inadecuados.

Ignasi Fuster

Profesor de la Facultad de Teología de Cataluña



[1] S. FREUD, Obras completas: Tres ensayos para una teoría sexual, Biblioteca Nueva, Madrid 1973, p. 1172.

[2] Ibidem, p. 1175.

[3] Ibidem, p. 1179

[4] Ibidem, p. 1179.

[5] Ibidem, nota 637 de 1910, p. 1178.

[6] Los rasgos esenciales del alma racional son la actividad, la pasividad y la curvatura (I. FUSTER, Persona y libertad, Balmes, Barcelona 2010, pp. 61-65).

[7] TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, I, q.93, a.7, ad 4.

[8] Aquí se inscribiría el acto psíquico llamado por Freud «narcisismo absoluto o primario» (o «libido joica»: la libido que tiene por objeto el propio sexo y que también se puede llamar homoerotización), que está presente especialmente en la primera fase de desarrollo del niño y que más adelante se inviste como narcisismo secundario (o libido ideal: la libido que se sublima teniendo como objeto el ideal del yo). Para Freud, el narcisismo primario estaría en la base psicológica de la variante homosexual.

[9] S. FREUD, Tres ensayos para una teoría sexual, cit., P. 1174.

[10] Ibidem, nota 637 de 1910, p. 1178.

[11] J.V. ARREGUI, J. Choza, Filosofía del hombre, Rialp, Madrid 2002, pp. 214-218. Es una tesis mantenida por la antropología alemana contemporánea, y en concreto por Jakob von Uexküll y su esquema del «círculo funcional de la vivencia». Esto explicaría la unidad, apertura e interiorización del eros.

[12] Freud defiende «la idea de una serie gradual» en la homosexualidad. La aparición de la homosexualidad se daría en la primera época de recuerdos individuales; antes o después de la pubertad; como episodio aislado en el curso del desarrollo normal; en un estado avanzado de la existencia del sujeto; con oscilación periódica; como drástico cambio de rumbo orientándose hacia la inversión después de una penosa experiencia. Véase S. FREUD, Tres ensayos para una teoría sexual, cit., P. 1174.

[13] Ibidem, p. 1175.

  • 03 noviembre 2014
  • Ignasi Fuster i Camp
  • Estudios

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